El gran rey
ÉL FUE EL PRÍNCIPE MÁS MALDITO EN TODA LA HISTORIA.
¿QUÉ HAY DETRÁS DE LA MÁSCARA DEL REY DONDE TODO COMENZÓ?
Se dice que en el año 260 a.C, en la batalla de Chang Ping, Bai Qi, general del ejército de Qin, hizo que los prisioneros de guerra del ejército de Zhao fueran enterrados vivos.
De acuerdo con el Shi Ji, el número de personas asesinadas fue...
¡¡450,000!!!
Al año siguiente, un miembro de la familia real de Qin que era mantenido como rehén en Zhao, Zichu, tuvo un amorío con una bailarina Zhao.
Su hijo, nacido en territorio enemigo, fue el niño que un día se convertiría en Qin Shi Huang: Ying Zheng.
Sin embargo, en el año 257 a.C, Zichu regresó solo a Qin.
La madre de Ying Zheng, Lady Zhao, lo abandonó.
—El hijo del príncipe heredero, el señorito Zheng, vive en Handan—decía un consejero a su rey—. ¿Qué hará su majestad con él?
El rey de Qin miró sombríamente a la nada.
—¿Zheng? ¡No lo conozco!
El rey Zhaoxiang de Qin invadió Zhao y asedió su capital, Handan.
A LA EDAD DE DOS AÑOS, FUE ABANDONADO POR SU PADRE, SU MADRE Y SU PROPIO PAÍS.
Cinco años después, en las afueras de Handan...
Un maltrecho palacio, en cuyas paredes estaban pintados decenas de mensajes de odio, era resguardado por un par de perezosos y desinteresados guardias.
Un niño pequeño llegó al lugar cargando consigo un par de bolsas de compra que había traído consigo desde la ciudad.
—Señores, estoy en casa—saludó, con una temblorosa sonrisa.
YING ZHENG
(QIN SHI HUANG)
7 AÑOS DE EDAD.
Los guardias lo vieron por un segundo, sólo para volver a no hacer nada.
—No puedo creer que de todos los lugares, estoy aquí atascado como guardia—bostezó uno de los hombres—. ¡De un jodido príncipe de Qin!
El otro hombre miró con desprecio al niño.
—Sí, te entiendo—respondió—. ¡Ni siquiera tiene sentido mantenerlo como rehén!
Se acercó al joven príncipe.
—Si alguna vez te dejan ir, te voy a matar—lo amenazó—. ¿Quieres que te entierre vivo?
El pequeño hizo uso de toda su fuerza de voluntad para sonreír, mientras una pequeña lágrima salía de su ojo derecho.
—Gracias a ambos, por siempre proteger esta casa—dijo, antes de entrar en la propiedad.
El par de guardias lo miraron marcharse.
—Siempre está sonriendo...
—Que niño tan espeluznante...
Incluso después del asedio de Qin en Handan, Zhao continuó manteniendo cautivo a Ying Zheng.
Lo mantuvieron bajo una estricta vigilancia, dejándolo con vida pero sin permitirle nunca vivir de verdad, todo mientras era odiado por la gente de Zhao.
El niño entró al pequeño palacio, sorprendiéndose cuando se encontró con una mujer que lo esperaba, sentada sobre uno de los adornos del exterior, soplando distraídamente un molino de papel.
—¿Eres Ying Zheng?—preguntó ella.
El pequeño adoptó su usual sonrisa temblorosa.
—Sí, así es.
La mujer lo miró fijamente, estudiándolo.
—¿Hmmm? Eres más joven de lo que esperaba.
El niño la miró fijamente.
—Disculpe la pregunta, pero... ¿quién es usted?
Ella se señaló a sí misma.
—Yo soy Chun-Yan, tu nueva cuidadora y guardaespaldas. Lo que significa...—dio un salto, cayendo frente al niño, inclinándose amenazantemente sobre él—. Puedo rebanarte, hacerte cuadritos, hacer lo que me dé la gana contigo.
La respuesta del asustado niño: sonreír y agachar la cabeza.
—Sí, señora. Es un placer conocerla.
Chun-Yan miró extrañada al pequeño.
—Oye... eres demasiado amable—murmuró—. Bueno, no importa. Primero lo primero, enséñame el interior de este lugar.
Al entrar en el edificio, todo resultó estar roto, destruido, sucio, cubierto de mugre y polvo.
—Vaya... ¡Qué basurero!—exclamó la mujer, para luego sonreír con cierta burla—. Aunque, supongo que es adecuado para un rechazado de la familia real de Qin.
El niño no hacía más que sonreír.
—¿Le gustaría algo de beber? Si agua está bien para usted, iré por un poco.
Chun-Yan lo miró una vez más.
—¿Realmente tienes siete años?
El niño ladeó la cabeza.
—¿Hay algo de malo en mí?
La mujer se sentó de golpe sobre una mesa.
—Sí. ¡No me agradas!—anunció—. Un niño de tu edad debería estar llorando o haciendo berrinche a la más mínima. Pero has estado sonriendo de oreja a oreja todo este tiempo. Es espeluznante.
Ying Zheng tembló nerviosamente y agachó la cabeza.
—Ah... lo siento... e... este... bien, de acuerdo...
El niño movió los brazos y las piernas en un tembloroso y torpe baile de berrinche improvisado.
—¡Jum! ¡Jum! ¿Qué tal ahora?
Chun-Yan lo miró con incredulidad.
—¿Te estás burlando de mí?—preguntó, más a sí misma que al niño—. Definitivamente no...
La mujer se puso de pie y abrió las polvorientas ventanas de la habitación.
—Es suficiente.
—Eh... ¿Qué estás...?
Chun-Yan tomó un viejo trapo y se volvió hacia el niño.
—¡Dah, voy a limpiar este lugar! ¡Y tú vas a ayudarme!—respondió—. ¿Esperas qué duerma en un lugar tan sucio?
—Ah... ¡S-sí, señora!
Y así...
COMENZÓ SU INUSUAL VIDA PSEUDOFAMILIAR.
Poco después, mientras ambos hacían las compras en un mercado cercano, Chun-Yan se percató de que el niño no dejaba de ver un puesto de comida cercano.
—Caramba, si tienes hambre sólo dilo—se molestó, para luego dirigirse hacia el puesto—. Señor, dos manjus yyyy.... Un poco de esa carne asada de ahí.
—¡Ya salen!—respondió el hombre del puesto, comenzando a trabajar en el pedido—. Nunca había visto su cara por aquí, señorita, ¡pero es realmente bonita! ¿Realmente se comerá usted sola dos manjus...?
En ese mismo momento, reparó en el niño que acompañaba a la mujer, e instantáneamente su rostro pasó al total desprecio.
—Trágatelo—gruñó, lanzando la comida al suelo, a los pies del pequeño.
—Qué...—Chun Yam tomó al hombre por el cuello y se lanzó sobre él con el puño listo para romperle la cara—. ¡¿Qué mierda haces?!
Sin embargo, su atención se desvió hacia Ying Zheng, quien se había agachado para recoger la comida del suelo y le daba un bocado, lleno de tierra y suciedad.
—Muchas gracias...—dijo—. Está delicioso.
Chun-Yan lo miró muy preocupada, mientras que el vendedor observaba al pequeño con desprecio.
—Mierda...
El resto de personas que pasaban por el lugar volvieron su atención hacia el puesto, y al reconocer al niño, la furia se apoderó de todos ellos.
—Ey, mira eso...
—Ese es el príncipe de Qin cautivo aquí.
—¡Mi hijo fue enterrado vivo en Chang Ping!
—¡Mataron a mi hermano pequeño!
—¡Pero esa mierdecilla sigue viviendo sin importarle nada!
—¡Maldita sea! Si sólo tuviéramos el permiso del rey, te mataríamos aquí y...
MALDICIÓN
MATAR
RESENTIMIENTO
GRITO
ODIO
FURIA
MALDICIÓN
DEMONIO
RENCOR
TRISTEZA
El niño sólo respondió a los insultos agachando la cabeza y sonriendo temblorosamente.
Esa misma noche, dentro de su ya más habitable palacio, Zheng dejó su plato de la cena y se puso de pie, despidiéndose de su cuidadora inclinándose hacia delante.
—Gracias por la comida, estoy un poco cansado, así que si me disculpa, iré a dormir.
Chun-Yan dejó su molino de papel y miró con detenimiento al niño.
—¡Espera!
Algo había llamado su atención, y con un veloz movimiento se le lanzó encima, quitándole parte de sus ropas, revelando una serie de terribles heridas en el cuerpo del pequeño: cortes, quemaduras, moretones, pellizcos, inflamaciones y muchas cosas más.
Chun-Yan se puso de rodillas, horrorizada, y obligó al príncipe a mirarla a los ojos.
—¿Qué demonios te pasó? ¿Eso te lo hizo la gente del pueblo?
Zheng sonrió y cerró los ojos.
—No... en lo absoluto—aseguró—. Un día, cuando la gente me miraba con odio, o cuando veía a alguien ser lastimado, comencé a tener heridas en mi cuerpo.
"SINESTESIA TACTO-ESPEJO"
Imagina, por ejemplo, cuando otra persona toca su mejilla, y sientes que están tocando la tuya. Este fenómeno en el cual uno percibe visualmente las sensaciones de otros y las siente como propias, se conoce como sinestesia tacto-espejo.
Los síntomas varían ampliamente. En el caso de Ying Zheng, cualquier herida que vea en otros, se volverá suya.
Y lo que es más, como resultado de haber sido expuesto al odio del pueblo de Zhao desde que nació, Ying Zheng sobrepasó los límites humanos, y desarrolló síntomas terribles en los que incluso el odio dirigido hacia él se convierte en su propio dolor.
—Ying Zheng... tú...—murmuro Chun-Yan.
—P-pero, no te preocupes por mí—pidió el pequeño—. Duele solamente un poco, y si espero el tiempo suficiente, las heridas sanarán.
Los ojos del niño quedaron en blanco y dio un traspié, casi cayendo al suelo. Su cuidadora, alcanzó a atraparlo a tiempo.
—¡¿Sólo duele un poco?! ¡¡Apenas puedes mantenerte en pie!!—repitió, molesta por la nula preocupación del niño—. ¡¿Por qué demonios lo escondes?!
El pequeño adoptó su usual y temblorosa sonrisa.
—Es... justo... que los Zhao me odien, así que este dolor es mi castigo...
Chun-Yan abrió mucho los ojos, como si acabase de darse cuenta de algo terrible. Una gota de sudor nervioso bajó por su mejilla.
—¿Qué...?
LA SONRISA DE YING ZHENG...
La aprendió instintivamente a la simple edad de siete años, como una forma de aliviar, aunque fuera un poco, el odio que constantemente abrasaba su cuerpo.
—Pero algún día, me perdonaran, ¿no es así?
...UNA ARMADURA TRISTE.
Chun-Yan comenzó a temblar de ira.
—¿Perdonarte...?—logró pronunciar, al tiempo que tomaba la niño de los hombros con fuerza intentando que reaccionase—. ¡¿A quién crees que estás engañando?! ¡¿Cómo puedes simplemente seguir sonriendo como un idiota?! ¡¿Por qué no estás enojado?! ¡¿Por qué no los odias?!
—¿Qué...?
—Lo qué pasó entonces... lo qué pasó en la Batalla de Chang Ping... ¡¡No tiene nada que ver contigo!! Esto no está bien... que salgas herido...—trataba de explicar—. ¡¡Así que no te reprimas!! ¡¡Si quieres llorar, llora!! ¡¡Si estás enojado, entonces enójate!! ¡¡Te estás matando a ti mismo, y te estás mintiendo a ti mismo acerca de cómo te sientes!!
Zheng sólo sonrió en respuesta.
—¿Enojarme...? ¿Llorar...? Yo... nunca podría hacer eso...—decía—. Porque soy... el hijo de una nación asesina...
Su temblorosa sonrisa comenzó a debilitarse y a ceder ante el peso de sus emociones.
—Un niño maldito... es por eso que... yo...
Chun-Yan lo atrajo hacia sí, abrazándolo con fuerza, con sus ojos llenos de lágrimas.
—No importa qué tan malos fueron tus padres. ¡¡Su hijo no merece ninguna clase de castigo!! No has hecho nada malo, nada en lo absoluto—le aseguró—. Eres una persona amable que entiende el dolor de otros, tus heridas son prueba de ello, no un castigo o una maldición. Ying Zheng, puedes vivir como quieras vivir.
El niño comenzó a temblar, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
—¿Vivir cómo quiera?—preguntó—. ¿Yo?
Un sollozo se escapó de su pecho, y pronto, el niño maldito de Qin había estallado en un profundo llanto lleno de dolor.
—¡Así es, Zheng! ¡¡Está bien!!—lo alentó Chun-Yan—. ¡¡Si quieres llorar, llora!! ¡¡Si quieres enojarte, enójate!!
—¡Maldita sea!—gritó el niño—. ¿Por qué yo? No he hecho nada... nada en lo absoluto... los odio... ¡¡Los odio a todos!! ¡¡Mierda!!
Ese día, por primera vez en su vida, Ying Zheng mostró sus sentimientos.
Al día siguiente, el pequeño despertó en su cama, sintiéndose bastante aliviado.
El niño se dirigió hacia la cocina, en donde Chun-Yan lo esperaba con el desayuno.
—Oh, ya despertaste—lo saludó—. Dormiste como un bebé, ¿no?
Zheng se rascó la cabeza, sonriendo ligeramente, sin embargo, aunque pequeña, era la primera sonrisa natural y genuina que mostraba.
—Mira, ten esto—dijo su protectora, tendiéndole una venda.
El niño la tomó y observó la prenda entre sus manos.
—¿Qué es esto?
Chun-Yan volvió a soplar su molino de papel.
—Bueno, estaba pensando qué tal vez si te cubres los ojos, te ayudaría a aliviar el dolor, sabes.
El niño se la quedo mirando por un tiempo.
—¿Qué?
—¿Tú hiciste esto, Chun-Yan?—preguntó—. No sabía que podías.
La mujer sonrió.
—¡Já, hacer eso... solía ser muy fácil para mí!—respondió—. Ahora, déjame ver cómo se ve.
—Sí...—asintió el niño, colocándose la venda sobre los ojos, con su mundo reduciéndose a simples luces y sombras a través de la tela—. Chun-Yan... Hâo!! ¡¡Muchas gracias, lo cuidaré muy bien!!
La mujer sonrió con alegría.
—"Hâo!!", a mí también me encanta esa palabra.
Chun-Yan se convirtió en la única persona que Ying Zheng podía tener cerca sin sentir ningún dolor.
Cada día que pasaba con Chun-Yan, Ying Zheng era capaz de sonreír y de divertirse desde el fondo de su corazón.
Se hizo más y más brillante.
Era la primera vez en la vida de Ying Zheng en que se sentía verdaderamente feliz.
Pero...
DOS AÑOS MÁS TARDE
El rey Zhaoxiang de Qin y su hijo, el rey Xiaowen, murieron uno después del otro. Y así, en el año 250 a.C, Zichu, quien había abandonado a Ying Zheng y escapado de Zhao, ascendió al trono.
COMO RESULTADO...
Ying Zheng inesperadamente se convirtió en el príncipe con derecho de sucesión.
Se le permitió regresar a Qin.
El carruaje real de Qin cruzaba las montañas, mientras era escoltado por tres jinetes a caballo, enfrente de él y a sus costados.
El conductor del carruaje se volvió hacia sus espaldas, volviéndose emocionado hacia el pequeño príncipe de ya nueve años.
—Señor, si pasamos ese acantilado, estaremos en la frontera con Qin.
Dentro del carruaje, Ying Zheng miraba con tristeza al suelo, mientras que Chun-Yan trataba de distraerse con su molino de papel.
—Dentro de poco tendremos que decirnos adiós...—murmuró el niño.
Chun-Yan miró al techo del lujoso vehículo.
—Ah... mi trabajo termina en la frontera—asintió—. Ying Zheng, he pasado dos años contigo. Fue divertido...
El pequeño se sujetó al brazo de su protectora.
—Oye, Chun-Yan... estaba pensando, ¿por qué no vienes conmigo a Qin?
La mujer sonrió, pero declinó la oferta.
—Soy de Zhao, es imposible que viva como una persona de Qin ahora.
El niño bajó la cabeza.
—Es verdad...
Chun-Yan sonrió mientras le daba varias palmadas en la espalda, para el horror del segundo guardaespaldas enviado desde Qin.
—¡Pero anímate! ¡Ahora ya eres el príncipe de Qin! ¡Ya deja esa cara tris...!
Entonces, los instintos de la mujer le dijeron que algo iba mal.
Se lanzó sobre Ying Zheng, envolviéndolo con sus brazos y lanzándolo al suelo a tiempo para evitar ser atravesados por una lluvia de flechas, la cual atravesó por completo al conductor del carruaje y al otro guardaespaldas.
Uno de los caballos que tiraba del carro recibió también un disparo en el cuello, lo que le hizo alzarse en dos patas y relinchar de dolor, terminando por volcar todo el vehículo.
—¡Maldición!—gruñó Chun-Yan, mientras se arrastraba junto al niño fuera del carruaje.
Las escoltas a caballo del príncipe se volvieron hacia el accidente, divisando entonces a un grupo de jinetes que galopaban hacia ellos a toda velocidad.
—¡Eh! ¡¿Quiénes son ustedes?!—preguntaron, desenvainando sus espadas—. ¡De seguro saben que este es el carruaje del príncipe de...!
Tres flechas se enterraron de lleno en uno de los hombres, matándolo al instante. Y una espada degolló al segundo guardia, asesinándolo también.
Cuatro hombres armados hasta los dientes descendieron de sus monturas y rodearon al carruaje, apuntando sus espadas hacia Chun-Yan y Ying Zheng,
—¿Qué está pasando?—preguntó el príncipe.
Chun-Yan puso un brazo frente a él para protegerlo.
—Mientras eras un rehén, te trataron como a un invitado del rey de Zhao—explicó—. Pero como ese ya no es el caso, parece que muchos de ellos quieren desquitarse contigo.
Zheng miró aterrado a sus atacantes, con su venda habiéndosele ladeado, dejando su ojo derecho al descubierto.
—No puede ser...—el niño miró los cuerpos sin vida de sus escoltas—. Es mi culpa...
De un tirón, el príncipe maldito de Qin se arrancó la venda de los ojos, y tomando la espada de uno de sus guardias caídos, se dispuso a encarar a sus enemigos.
—¡Chun-Yan! Yo voy a luchar...
Su protectora la miró sorprendida por un momento.
—Hâo—sonrió—. No esperaba menos del príncipe, pero...
La mujer, para la sorpresa de sus atacantes, le dio un fuerte rodillazo en el estomago al pequeño, dejándolo echado en el suelo.
—Quédate quieto como un buen niño.
Zheng trató de recuperar el aliento tras que el aire fuese arrebatado de sus pulmones.
—¿P-por qué...?
Chun-Yan movió los brazos y se puso en guaria, con las piernas flexionadas, con el peso apoyado hacia atrás y los brazos alzados uno hacia delante y el otro por detrás de la cabeza.
—Después de todo, es mi trabajo—respondió ella, sonriendo con determinación.
Los hombres que los rodeaban la miraron sombríamente.
—Si te interpones en nuestro camino... ¡¡Serás la primera en morir!!
El primer atacante alzó su espada y cargó a toda velocidad. Sin embargo, fue manado al suelo por una increíblemente poderosa patada giratoria.
Lamentablemente, a pesar de toda la experiencia y habilidad de la mujer, seguían siendo cuatro contra una.
El segundo hombre la atacó por la espalda, haciéndole un profundo corte debajo del brazo izquierdo.
Chun-Yan dio un traspié, pero siguió combatiendo.
Su atacante lanzó un tajo, el cual fue hábilmente evadido por la protectora del príncipe, quien se agachó para esquivar el ataque y respondió con una patada a las piernas de su oponente.
El sujeto perdió el equilibrio, y antes de caer el suelo, fue noqueado por un golpe en el cráneo.
Ya habían caído dos, quedaba la otra mitad.
Zheng levantó la mirada, viendo el mal estado en el que se encontraba su maestra.
—¡¡Chun-Yan!!
"Ella está haciendo esto por mí"—pensó, horrorizado.
Uno de los hombres atacó por la espalda.
—¡¡Muere!! ¡¡Escoria de Qin!!
Su espada atravesó el abdomen de la mujer de lado a lado.
Chun-Yan se encorvó sobre sí misma y vomitó sangre, mientras que Zheng sólo podía ver con horror la escena sin poder hacer nada al respecto.
La mujer apretó los dientes, giró sobre sí misma y, aún con la espada enterrada en el cuerpo, se lanzó sobre su enemigo, noqueándolo de un golpe en la mandíbula.
—¡Soy una Zhao!—gritó, mientras veía caer desplomado el cuerpo de su atacante.
Sin embargo, en ese mismo instante, el último de los hombres se abalanzó sobre ella con la espada alzada en alto, y con un golpe descendente abrió una terrible herida en el cuerpo de la mujer, atravesándola desde el hombro izquierdo hasta el lado derecho de su cintura.
El hombre miró el cuerpo de Chun-Yan caer al suelo, y ahora sin obstáculos, se dirigió hacia el asustado y tembloroso Ying Zheng.
—¡¡Muere, maldito príncipe de Qin!!
El sujetó bajó su espada, pero su golpe jamás llegó.
Un par de manos ensangrentadas lo habían tomado por la cabeza.
—A mi niño...—dijo Chun-Yan, rompiéndole el cuello con un movimiento—. ¡¡No te le acerques!!
El último de los atacantes cayó muerto.
Chun-Yan se quedó encorvada en su sitio, respirando con dificultad y con su cuerpo lleno de heridas sangrantes.
—Y...Ying Zheng...—logró pronunciar, antes de caer al suelo.
—¡Chun-Yan!—gritó el niño, corriendo a ayudar a su cuidadora—. ¡Chun-Yan! ¡¡Resiste!!
El pequeño acomodó a su mentora sobre su regazo, ella sangraba mucho y tenía la mirada perdida en el cielo, sin embargo, a pesar de todo, sonreía.
—Y... Ying Zheng...—murmuró—. Ying Zheng, lo siento... creo que los golpeé demasiado fuerte...
El pequeño estalló en llanto.
—¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste? ¿Por mí?
Ella le sonrió.
—Hay algo... que... te he mantenido en secreto...—reveló.
—¿Eh...?
—Él tendría la misma edad que tú... mi hijo, Chun-Ou. Pero... fue enterrado vivo... junto con los soldados capturados de Zhao... en Chang Ping. Comencé a odiar incluso el hecho de estar viva... y todos los días maldecía a los malditos bastardos de Qin...—explicó—. En ese momento escuché que necesitaban un tutor para ti... de verdad quería ver... que tipo de expresión... tenía el príncipe de Qin...
Se tomó un momento para respirar.
—Si no me gustaba, te mataría—confesó—. Al igual que los aldeanos... buscaba una manera de descargar mi ira y resentimiento... Pero entonces... todas esas cosas dejaron de importarme. Si... un niño como tú... un niño que comprende el dolor de las demás personas... se convierte en rey... entonces tal vez... tú podrías cambiar este mundo podrido aunque sea un poco... de la misma manera que me cambiaste a mí.
El pequeño no supo qué contestar.
—Zheng... recorre el camino en el que crees... y... conviértete en el mejor rey.
—Lo haré...—prometió entre lagrimas—. Me convertiré en el mejor rey. ¡Lo prometo! Pero por favor... ¡No mueras!
—Está bien...—dijo ella, muy débilmente, casi sin fuerzas—. Está bien... si te sientes triste, llora tanto como puedas...
—¡No...! ¡No quiero que mueras...!
Con la vida abandonando su cuerpo, Chun-Yan dejó de ver a Ying Zheng frente a él.
—Ah... Chun-Ou, no sabía que estabas aquí—murmuró, mientras tocaba la mejilla de Zheng—. Deja que mamá... pueda ver bien tu cara...
Aún con los ojos llenos de dolor y lágrimas, el niño le sonrió.
—Sí... mamá...
Chun-Yan le tomó de la mano y sonrió por última vez.
—Hâo...
El cuerpo de la mujer cayó sin fuerzas al suelo, con sus ojos completamente oscurecidos.
—¿Chun-Yan...?—preguntó Zheng—. ¡¡Chun-Yan!!
Tiempo después, Ying Zheng regresó sano y salvo a Xianyang, la capital de Qin.
El 6 de julio de 247 a.C, después de la muerte de Zichu, Ying Zheng se convirtió en el rey de Qin, a la edad de doce años.
El joven Ying Zheng recorrió el largo pasillo de su palacio, listo para ser coronado finalmente como rey.
El chico tomó la venda que hacía ya muchos años había recibido y se la colocó sobre los ojos.
—Cuida de mí...—dijo.
"Recorramos mí... no... recorramos juntos el camino de un emperador, Chun-Yan"
25 años después, Ying Zheng se convirtió en Qin Shi Huang, el primer emperador en la historia que unificó a toda China.
—Ah... eso duele...
Poseidón frunció el ceño, mientras encaraba a su oponente.
—Ya veo... así que incluso sientes el dolor de los demás—comprendió—. Qué lamentable desgracia...
El emperador negó con un dedo, se puso en guardia y sonrió de oreja a oreja.
—¡Precisamente porque conocemos el dolor de los demás es que somos el mejor rey!
UN REY NUNCA SE RINDE
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