♦ Min Yoon Gi
Oh, nena. ¿no sabes que sufro?
Oh, nena. ¿Puedes oírme gemir?
Me atrapaste bajo falsas pretensiones
¿Cuánto tiempo hasta que me dejes ir?
Enciendes mi alma
Glaciares derritiéndose a mitad de la noche
y super estrellas aspiradas hacia lo supermasivo.
Ese muchacho de cabello castaño me traía realmente loco. Adoraba ver su cara roja, sentir sus manos apretando mi piel y oír su voz gimiendo mi nombre una y otra vez.
Estaba encaprichado con él, lo sabía. Y también sabia que no iba a acabar muy bien todo esto, pero nunca me importó.
Él podía darme lo que Ji Min no.
A pesar de que hacía tiempo convivíamos como una pareja feliz, creo que él acabó por perder el interés en mí. Eso no me gustaba nada... En un principio pensé que estaba engañándome, justo como yo hacía ahora. Y creo haber tenido toda la razón sobre mi sospecha.
De todos modos, nunca me arrepentí de conocer a Jeon, y mucho menos de tenerlo tantas veces en mi cuarto, sobre mi cama y bajo mi dominio.
Era un chico adorable. Apenas tenía unos veinte y yo tan cerca de los treinta. Me sentía un poco viejo debido a la diferencia de edad, pero a él no le importaba en absoluto, a mi parecer.
Lo tenía atado de pies y manos, en una silla de escritorio. Por supuesto que lo llevé ahí después de esa terrible borrachera en el bar. Tomó demasiado y empezó a discutir conmigo. Me dijo incontables veces que me odiaba, que era un bastardo hijo de puta...
En realidad el bastardo era él.
—Ahora que veo que estás sobrio, volvamos a lo de antes.
—Cállate, no quiero hablar contigo—me dijo entre dientes. Su actitud me hizo reír ya que no se veía para nada intimidante, al contrario.
—No te hagas el malo conmigo, Jeon. Te tengo atado—le sonreí con burla, tomando su bello rostro en mis manos. Su piel era tan suave al tacto que podría pasar la eternidad tocándolo —. Vamos, mírame.
—¿Qué mierda quieres? —me miró de reojo y soltó aire por su nariz —Estás demente, Min.
Apreté un poco su rostro y su expresión de disgusto me hizo volver a sonreír. Que bueno era actuando, mintiendo... Pretender que no sabía lo que quería me molestaba tanto.
—Quiero jugar un juego —sus ojos me miraron fijamente, atento —Yo hago preguntas y tú sólo contestas, ya que parece que no quieres volver a contar toda la historia que inventaste en el bar.
Abrió su boca como tratando de decir algo. Pero inmediatamente se quedó en silencio, mirándome como si hubiera accedido a mi propuesta. Seguro que por su cabeza pasó el recuerdo de toda la mierda que soltó de mí, frente a mi cara. Me di cuenta de todo lo que se estaba guardando gracias a las copas de más que tomó.
No me imaginaba que sus palabras pudieran proyectar tanta hostilidad y violencia. Parecía un chico tan respetuoso y callado. Me equivoqué después de conocerlo bien.
—Déjame ir—dijo de repente, removiéndose en la silla.
—Te dejaré ir si contestas mis preguntas.
Era obvio que me diría que sí. Lo tenía atado como a un perro y sabía que no lo dejaría ir por nada. Lo oí maldecir por lo bajo; se quedó pensativo durante varios segundos, despertando mi impaciencia.
—Pregunta—dijo finalmente, mirando hacia abajo.
Dibujé una sonrisa de satisfacción en mis labios y procedí a interrogarlo; algo que debí hacer en el bar pero no pude.
—¿Me amas?
Levantó de inmediato su cabeza y sus ojos, entrecerrados, me observaron con rabia. Suponía que me iba a mentir, por lo que me crucé de brazos esperando como respuesta un rotundo no.
—Nunca lo hice.
—Que mentiroso, no dijiste eso cuando estabas borracho hacía un rato.
Moví mi cabeza de un lado al otro, negando y mostrándole mi decepción por su respuesta negativa. Él guardó silencio tratando de recordar, con mucho esfuerzo, que lo que decía era cierto. Pero ni aunque lo recordase me daría un sí como respuesta. Era un mentiroso.
Todos esas veces que salió conmigo noté algo diferente en su mirada. No era ningún imbécil como para no darme cuenta de que se estaba enamorando de mí. Y yo, por supuesto, de él.
—¿Me odias?—le formulé otra pregunta, esta vez más serio.
—Sí.
Aquella respuesta me la esperaba. Daba por hecho que definitivamente Jung Kook se sentiría herido por enterarse de mi situación.
Fue un gran descuido por mi parte, lo admito. Una noche en las que Ji Min solía marcharse después de que discutíamos acerca de nuestra relación, repentinamente había vuelto y entonces me encontró teniendo sexo con el chico.
Supuse que ahí sería el fin de todo. Tantos años a la mismísima mierda, intentando arreglar diferencias para poder ser más felices, para que todo siguiera bien. Estaba cansado de la actitud tan extraña de Ji Min hacía meses, por lo que decidí irme con Kook.
—¿Sabes que te amaba?
—Mentiroso, hijo de puta—alzó el tono de voz y se inclinó hacia delante—.Tú nunca me amaste. Me engañaste, al igual que al imbécil de tu novio.
—¿Enserio?—reí incrédulo —Tú estabas jugando a lo mismo, deja de hacerte la víctima.
Apretó su mandíbula con fuerza y después de unas milésimas de segundo me sonrió, como si le resultara gracioso.
—Nunca tuve nada formal con él. Además, ¿por qué te molesta? Lo hice mucho después de enterarme de tu traición.
—Eso no es cierto. No eres para nada el angelito que creí —lo miré moviendo mi cabeza hacia un lado y relamí mi labio al sentir sed—.Te gustaba que te follara incluso estando con alguien.
Sí, yo también hice lo mismo. Pero mi situación era diferente a la de él. Yo sabía que Ji Min me estaba engañando, que trataba de ocultarlo y que cada vez que volvía a casa después de discutir lo arreglábamos con una buena revolcada. No sé por qué mierda cedía ante sus provocaciones sabiendo lo que pasaba. Era un masoquista, quizás.
Los ojos de Kook se desviaron hacia otro lado, para no mirarme. Se quedó sin nada que decirme, porque tenía razón.
Parecía que todos jugábamos a lo mismo. Él, Ji Min y yo...
Lo peor de todo era que Ji Min y Jung Kook se conocían. Eran amigos en la universidad, no tan cercanos como creí, pero amigos al fin y al cabo. Parecía que no conversaban sobre sus vidas privadas ya que ambos desconocían que yo fuera pareja de uno y amante del otro. De todos modos, al final eso tampoco terminó por importarme mucho.
—Eres un asco, engañabas a Ji Min conmigo sólo porque no podían resolver sus problemas. ¿Te crees que soy un maldito juguete?—soltó con rabia, tensando su mandíbula.
Por supuesto que era mi juguete, y yo era el suyo. A Jeon le gustaba usarme también, no debía ser tan descarado de sólo echarme la culpa a mí. Era una bastardo, un niño malcriado. Creí que podría tener algo serio con él después de todo, hasta que lo vi saliendo con un tipo lleno de tatuajes de paseo en un lujoso auto... Me puse realmente celoso, porque en ese momento había decidido dejar todo con Park, olvidar su infidelidad con mi mejor amigo Ho Seok y tratar de volver a creer que podría amar de nuevo a alguien.
Que basura.
En ese momento aún seguía con Ji Min, había hablado con él. Le pedí perdón por haber cometido tal acto y él también se arrepintió de todo. No supe si creerle, pero su actitud se vio un poco cambiada y parecía que volvía siempre a horario. Los besos volvieron a ser como antes...
—No me digas, Jung Kook —tomé su mentón en mi mano y lo acerqué a mis labios—.Yo también fui un juguete para tí, maldito. Ahora dices que no me amas, pero mientes. Si te beso seguramente no digas lo mismo.
—No...
Junté mis labios con los suyos, invadí su boca con mi lengua, desesperado. Me seguía gustando tanto tocarlo y sentir que por mis oídos entraba esa dulce melodía del gemir de su voz. Estaba loco, enfermo. Maldita sea, ¿por qué estaba haciendo eso?
Jeon, a pesar de negarme todo, cedió al beso. Juntó su lengua con la mía y se dejó llevar. Mi cuerpo se volvía a calentar, no iba a controlarme por mucho tiempo. Tenía un grave problema en mi cabeza, sentimientos mezclados...
Lo desaté mientras seguíamos besándonos. Le desabroché la camisa y toqué su cuerpo como si lo explorase por primera vez. Lo empujé a la cama y me coloqué sobre su cuerpo. Deseaba tanto poder hacerlo de nuevo, pero no debía, no ahora que todo estaba arreglado con Ji Min.
Pero me era imposible parar y él tampoco quería. Lo estaba odiando por ser tan mentiroso.
—Mira lo que estás haciendo... —dije mientras mordía sus labios—.Dices que no me amas y cedes como si nada. ¿Te gusta jugar conmigo?
No dijo una palabra. Estaba en lo correcto, aún me amaba pero no quería admitirlo. Me intentó apartar de encima, pero no lo consiguió. Lo volví a besar y accedió de nuevo; pasó sus manos por mi cuerpo y agarró mi pantalón con fuerza mientras mi entrepierna chocaba con la suya.
Ya que importaba mi interrogatorio, con sus acciones me lo decía todo.
Acabamos así completamente desnudos, volviendo a revivir los primeros momentos en los que salíamos a escondidas. Jung Kook dejó que lo penetrara, gimió y no quiso soltarme. Arañó la piel de mis brazos, espalda, me mordió con fuerza descargando su ira contra mí.
Todo se estaba yendo a la mierda. Mi corazón latía con rapidez al ver su rostro sonrojado como un niño avergonzado. Jung Kook era tan perfecto por fuera y tan idiota por dentro...
Después de llegar ambos al clímax, me aparté de él. Intenté recuperar aire y sonreí, sintiéndome la peor basura del mundo.
Ese niño me tenía a sus pies. No podía evitar sentir una terrible atracción sexual hacia él. Me descontrolé, no debí tocarlo. Arreglé las cosas con Ji Min por algo y ahora hacía eso.
Me estaba volviendo loco.
Me vestí lo más rápido que pude, tiré la ropa de Jeon sobre la cama y lo obligué a que saliera de ahí cuanto antes. No quería volver a verlo.
—Lárgate—le dije, sin mirarlo.
Él terminó de vestirse y antes de marcharse, me dio una fuerte cachetada.
—Te odio, hijo de perra.
Lo vi llorar después de insultarme. Salió de mi cuarto y cerró con fuerza la puerta, haciendo que mi cuerpo se tensara.
Me ardió la mejilla por un buen rato...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro