23 Recuerdos
—Yoon Gi, Yoon Gi—repitió Kook entre lágrimas .
El rubio le correspondió el abrazo. Sintió tanta calidez, ese calor que le proporcionaba el agarre de Jung Kook contra su cuerpo lo desestabilizaba. Sintió ganas de llorar, sólo porque el menor lo hacía. Sonrió internamente porque creía que estaba soñando.
—Jung Kook—le dijo, apartando con cuidado el abrazo—En diez minutos salgo. Espérame por favor.
El menor asintió, sonriendo y limpiando sus lágrimas.
—Yoon Gi—lo llamó la voz de la mujer tras el mostrador —Ya terminaste, ve.
—¿De verdad?—miró a su jefa, un tanto preocupado por creer que le molestaría, pero la sonrisa que ella le regaló decía todo lo contrario—Gracias.
Corrió a buscar su chaqueta y su pequeño bolso negro. Volvió a donde estaba Jung Kook y caminaron hasta salir del local.
Mientras daban unos pocos pasos, en total silencio, Yoon Gi se detuvo y miró a Jung Kook con una gran sonrisa.
—No puedo creer que seas tú—le dijo, notoriamente emocionado—¿Cómo has estado?¿Tienes familia?¿Viviste siempre aquí?
Las preguntas tan apuradas lo hicieron reír. Kook asintió, tímido como siempre.
—Fui adoptado por una buena mujer... ¿Y tú, Yoon Gi?
—Que bueno, seguro te cuida bien —Kook asintió—Yo, bueno... Vivo aquí cerca, en un pequeño apartamento, solo.
—¿Vives solo?— su pregunta fue en un tono precavido, por miedo a que Yoon Gi se fuera a sentir mal.
—Sí, siempre viví solo—le dijo con total sinceridad—Me gustaría invitarte a casa, pero es un lugar triste y feo.
—No te preocupes por eso. Lo importante es tu compañía—dijo con un leve sonrojo.
Yoon Gi nunca se equivocó al seguir creyendo que Jung Kook era un ser adorable. Lo tenía tan cerca después de tantos años y podía seguir viendo la inocencia en sus ojos.
Era hermoso.
Sonrió ampliamente ante sus palabras y lo llevó hasta su pequeño hogar.
Un edificio de apenas seis plantas, viejo, pintura gastada, gris y triste.
—Por favor, adelante—lo invitó a pasar amablemente.
Kook se adentró con precaución. Observó detenidamente la sala. Un sillón negro viejo, una pequeña mesita de madera con una tele. La cocina estaba prácticamente pegada a lo que era la sala y las dos puertas que observó a su derecha supuso que eran el cuarto de baño y el dormitorio.
—Puedo preparar café—le dijo el rubio, rebuscando en el mueble.
—No te preocupes por eso—le negó moviendo sus manos, un tanto apenado—No tengo apetito.
Yoon Gi cerró la puerta del mueble y se acercó hasta el pelinegro. Le ofreció asiento en su tan poco mullido sofá y el chico se sentó.
Se volvieron a mirar por unos segundos, como si tratasen de hablarse con los ojos. Pero la vergüenza le pudo al más joven y desvió su mirada de inmediato hacia un costado.
—Entonces...¿Has estado bien, Yoon Gi?—inició para romper ese extraño silencio.
—No quiero mentirte—soltó un inaudible suspiro—Pero, ciertamente, he pasado muchas cosas horribles...
—Oh—sus cejas se curvaron y algo le dijo que no era una muy buena idea seguir con el tema—Siento oír eso...
—No lo sientas, era algo que sabía que sucedería—habló serio. Cerró su puño derecho y recordó lo que había hecho aquel día—.Tuve que hacerlo, Kook... Tuve que matar a ese tipo, lo sabes.
Al hacer memoria, el estómago de Kook se hizo un nudo. Le asqueaba recordarlo, le dolía y lo hacía sentirse roto. No quería volver a llorar por eso; tomó aire y lo soltó, ante la mirada de Yoon Gi.
—El pasado ya no importa, Yoon Gi—sonrió con falsedad, como si todo dentro de él estuviese a la perfección—, lo importante es que ahora estamos bien. Ambos tenemos hogar...
—Lo siento, tienes razón—se disculpó, negando con la cabeza. Se levantó y fue hacia la puerta de su cuarto—Ven, quiero mostrarte algo.
El menor lo siguió y entró junto al otro a ese pequeñísimo cuarto. Nada en las paredes, una cama simple, un armario no muy grande y una mesita de luz. Era como ver una habitación de hospital, tan vacía y tan apagada como recordaba la suya propia.
—Mira—Yoon Gi le entregó unas pequeñas notas, todas apiladas y sostenidas por una cinta negra—, son cartas que escribía contándote cómo estaba, esperando que un día llegaran a ti.
Los ojos del pelinegro brillaron; su corazón se aceleró frenético. Tomó el montón de cartas y empezó a leer algunas.
"Este lugar es tan aburrido... Tengo ganas de jugar o leer un cuento contigo, Kook. Hay un vigilante muy gordo y alto que me llama 'Casper', psss...idiota..."
"Ayer salí al patio a jugar baseball. Se me escapó el bate y golpeé a ese vigilante en la entrepierna, ¡fue muy divertido!"
Jung Kook sonrió mientras leía las demás. Le parecía muy lindo por parte de Yoon Gi haber hecho eso. Pero era triste saber que nunca llegaron a él, hasta ahora.
—Escribiste muchísimas—le mostró su tan característica sonrisa y le devolvió las notas a Yoon Gi, pero éste no las agarró.
—Son para ti. Esperaba que algún día te llegaran, y hoy es el día.
El silencio volvió a ambos, pero no era incómodo, al contrario. Yoon Gi sonreía; estaba feliz de poder tenerlo ahí, tan cerca... Lo había extrañado, y mucho.
Quería abrazarlo y tenerlo así por toda su vida. Siempre pensó en él. Desde el día en que no supo nada de su paradero, esperó volver a verlo.
Podía decirse que Jung Kook era como una luz, la única que iluminaba esas tristes cuatro paredes que sólo estaban llenas de angustia.
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