10 Ansiedad
—Uno, dos, tres...—contaba Yoon Gi con sus dedos—cuatro, cinco y seis.
Seis días sin quemar algo era mucho para él. Estaba resistiendo, pero eso era por la medicación. Pensaba tirarle las pastillas en la cara a la enfermera Kim si tenía posibilidad.
Odiaba las pastillas, las odiaba con toda su alma. En ocasiones lo lograban dormir e impedían sus ganas de incendiar algo. Y eso lo irritaba, porque se iban acumulando esas ganas en él, según pasaban los días.
—No puedo—se levantó de la cama y dio vueltas por el cuarto, mordiendo sus uñas—Quiero ver fuego, quiero... Quiero quemar este mugriento cuarto.
Se asomó por la ventanilla de la puerta y vio a la enfermera Kim llevando unas toallas.
Golpeó el vidrio y llamó su atención.
—Yoon Gi, ¿necesitas algo?—le preguntó a través del vidrio.
—Sí, yo... Quiero ver a papá—.mintió.
—El Dr.Kim está ocupado ahora. Más tarde le diré que se pase por tu cuarto.
—¡No!—gritó—Necesito verlo ahora, por favor.
Ella no podía decirle que no con esa cara de cachorro. Pero era todo una mentira. Yoon Gi sólo quería salir para buscar una cerilla en la cocina y poder quemar algo, lo que fuera.
Se estaba volviendo loco.
—Bueno... Pero te acompañaré—le dijo y abrió su puerta.
El rubio guardó la compostura, porque no debía delatarse tan fácil.
La siguió por el pasillo hasta que otra compañera la llamó y se adentró en una sala. Ella le dijo que esperase, pero Yoon Gi no lo haría.
Salió corriendo en cuanto se alejó de su vista y entró por la puerta trasera de la cocina.
Una vez ahí, rebuscó como desesperado en los cajones la caja de cerillas. Agarró una y volvió a correr a toda prisa hasta ese pequeño patio desolado.
Miró hacia todas partes buscando qué poder quemar y allí encontró, a un costado, unas cuantas hojas reposaban junto al banquito de piedra.
—Sí, sí, sí..—repetía como poseso mientras se acercaba con un brillo en los ojos aterrador.
Prendió dos cerillas y las tiró sobre las hojas, pero estaban muy húmedas debido al temporal y acabaron por consumir la pequeña llama.
—No...—Volvió a prender otras dos, cuatro... Y así hasta que sólo le quedó una dentro de la caja; ya que tampoco había muchas cuando la tomó—¡No, no, no!—gritó frustrado.
Se levantó y su mirada ida y enfurecida, buscó algo más. Debía haber algo que lo saciara, algo que pudiera prenderse.
Pero no había nada.
Entró de nuevo al lugar y de tan desesperado que estaba, chocó con el Dr.Kim, sin haberlo visto anteriormente.
Sus ojos se abrieron de golpe al ver que la caja con la cerilla se le había caído al suelo.
—Yoon Gi...—dijo el anciano, mirando al suelo—¿De dónde sacaste eso?
El doctor agarró la cerilla y la caja para alejarla del alcance del rubio.
—D-dame eso—.extendió su mano temblorosa.
—Yoon Gi, no...
—¡Dámelo!
Saltó sobre el anciano para intentar recuperar su cerilla y caja, pero el Dr.Kim lo agarró entre sus brazos y lo inmovilizó.
—Cálmate.
—¡No!—pataleó Yoon Gi, entre gritos—¡Necesito quemarlas!¡Quiero quemarlas!¡Déjame!
La última opción, cuando Yoon Gi hacía esas cosas, era sedarlo.
Se ponía muy agresivo, quería golpear, morder, insultar... Era incontrolable. Y por mucho que al hombre le doliera, tenía que hacerlo.
Pidió una de esas jeringas a una de las enfermeras que por allí pasaba, lo sujetaron con fuerza y en un movimiento rápido lo inyectaron.
Yoon Gi empezó a notar como su cuerpo se relajaba. Sus párpados caían y su pulso bajaba considerablemente.
Lo último que vio antes de caer dormido, fueron esos ojos negros que lo veían en la distancia. Agarrado de la mano de su cuidadora, Kook, observó toda la escena.
—Lo siento, Yoon Gi.
El Dr.Kim cargó en sus brazos al delgado joven y lo llevó hasta su cuarto, de nuevo.
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