01 Dr.Kim
10:30 am
El despacho del director del hospital estaba con la puerta cerrada. En su interior estaban él, una enfermera y el joven rubio.
Yoon Gi miraba hacia la ventana, sin ningún tipo de expresión en su rostro. Estaba somnoliento porque la noche anterior no logró pegar ojo después del incidente. Había sido llevado a otra habitación; mucho más pequeña, en la que sólo había una cama con unas lindas sábanas con dibujos de nubes y una ventana por la que sólo se podía ver el patio trasero.
—Es la tercera vez, Yoon Gi...La tercera.
La mirada del niño ahora se desvió hacia los ojos del doctor. Él sabía lo que hizo, sabía que podría haber matado a todos si el fuego llegaba a expandirse por el hospital.
Pero le daba igual.
—Lo sé... —es lo único que dijo.
Quien estaba sentado tras el escritorio sabía a la perfección que el niño era poco hablador. Y además, también sabía que su comportamiento no parecía el de un joven de once años. Su mirada fría, su rostro serio y sus puños levemente apretados en ocasiones lo asustaban.
Se levantó del asiento y se acercó hasta el joven, se agachó para estar a su altura y se apoyó con una mano sobre la silla.
—No quiero tener que trasladarte a otro lugar, Yoon Gi, ¿sabes que lo haré si esto sigue así?
El niño lo miró de reojo, con la cabeza en dirección hacia el frente. Ya sabía las consecuencias de todo lo que podía pasarle. Controlar sus impulsos de ver algo arder le era casi imposible y la ayuda que le trataba de dar el Dr.Kim, quien era como un padre, no le estaba sirviendo de nada.
—Me gusta estar aquí—le dijo Yoon Gi con una melancólica sonrisa—Quiero estar contigo, papá.
El Dr.Kim sintió un fuerte dolor en su pecho. El niño nunca antes lo había llamado "papá"; él no tenía hijos y la verdad es que nunca tuvo planes respecto a eso. Adoraba a los niños, por eso trataba de ayudar a todos los que residían en su hospital.
Era una lástima ver a tantos de ellos sin padres y sufriendo. Y, a pesar de eso, el doctor tenía una terrible fuerza para no quebrar en llanto cada vez que un niño ingresaba al lugar por el motivo que fuera.
—Entonces debes controlarte—posó su mano sobre el brazo delgado del niño—.Estás causando mucho daño con lo que haces, Yoon Gi.
—Perdón.
Su disculpa no tenía nada de sinceridad. Amaba hacer arder lo que fuera, no podía mentirse a sí mismo y sentirse culpable. Pero quería que el hombre anciano al menos se tragara su perdón para sentirse mejor.
Lo seguiría haciendo de todos modos.
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