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Epílogo ^᪲᪲࣪

Danielle mira con cejas fruncidas el suéter en el suelo. Solo alcanza a ver una de las mangas de la prenda y alguno de sus dedos del pie. Toma una amplia respiración intentando no reírse y es que, el hecho de que cargar con una enorme barriga de ocho meses y medio que te impidiera mirarte los pies sería una historia más que divertida para contar, sino le estuviera sucediendo a ella.

—Haerin—La llama y su voz se escucha bajita en el dormitorio vacío, no quiere elevar de más su tono porque hacerlo siempre despierta a cierta criatura que comienza a golpear todo lo que se encuentra a su paso y Danielle se quiere sus riñones, gracias.

—»Alfa imbécil.—murmura, abriendo un poco sus piernas y quizás si logra una cuclilla, pueda alcanzar la prenda. El reto después será levantarse, pero se preocupará de eso después.

—Amor, ¿qué haces?—una voz pregunta desde la puerta de la habitación y Danielle le dedica su mejor expresión de molestia a la persona en el umbral. Haerin se ríe de ella, acercándose y la Omega ve como su Alfa la observa como si fuera un espectáculo divertido de circo.—¿Qué estabas haciendo, mhm? Sabes que te cuesta agacharte.—Haerin le dice y Danielle solo rueda los ojos ante la información que ya sabe.

Señala con su dedo el suelo donde la prenda yace abandonada y la Alfa pronto se acerca a recogerla en un rápido movimiento. Danielle hace pucheros al percatarse de que no recuerda la última vez que pudo doblarse de esa forma, sus movimientos actuales son tan limitados que parece una jodida muñeca inflable. Toma el suéter cuando Haerin se lo extiende, inhalando el aroma en la prenda y sonríe satisfecha antes de volver a unir sus piernas.

—¿Qué vas a hacer con eso?— Haerin le pregunta y Danielle se apoya como buenamente puede en el pecho de su Alfa. Apunta con la cabeza hacia la cama, donde una gran parte de la ropa de Haerin se encuentra esparcida estratégicamente por ella.

Se escapa de entre los brazos de su Alfa, caminando con pasos lentos hasta la cama y Haerin observa con una sonrisa en el rostro a Danielle comenzar a acomodar la ropa sumamente concentrada. Espera a que su Omega termine de acomodar las prendas, manteniéndose de pie a unos pasos de distancia. Sabe de antemano que no puede acercarse a la cama sin su permiso.

Al cabo de los segundos Danielle le extiende su mano y la Alfa sabe que es la invitación que ha estado esperando para acercarse, entrelaza sus dedos juntos y espera que la Omega le indique dónde se debe acostar. Es una rutina que tienen desde que Danielle hizo el nido y le dejó claro a Haerin que no tenía potestad cuando se trataba de su creación, por lo que debía esperar que su Omega decidiera dónde dormiría o qué almohada usaría.

—Aqui.— Danielle le indicó y se apresuró a acostarse. Su Omega sonrió satisfecha, ocupando el otro lado libre de la cama y pronto los brazos de la Alfa envolvieron su cuerpo. Se dejó mimar por Haerin como la Omega consentida que era desde que empezó su embarazo y recibió gustosa los besos en su mejilla y las caricias en su vientre hinchado.

Danielle no podía ni quería quejarse, aunque en estos días sintiera que se ahogaba cada vez que intentaba dormir bocarriba. Se abrazó a Haerin, hundiendo el rostro en su pecho, sonriendo al ver su vientre impedirle acercarse más al cuerpo de su Alfa. Está demasiado malcriada, su madre se lo dice cada vez que visita su casa y solo es Haerin quien sufre las consecuencias de su nueva actitud.

—Alfa.—murmura bajito, más es suficiente para tener toda la atención de su esposa sobre ella.

Alza la cabeza y sus ojos chocan con la mirada tranquila de Haerin. Hace pucheros y un par de besos cortos se estrellan contra sus labios y lo que la pelinegra alcance de su rostro, Danielle sonríe ampliamente, no tardando en añadir:

—Tengo hambre.—Haerin se mantiene en silencio, esperando sus próximas palabras y Danielle solo tiene que pedir lo que quiera y será traído ante ella. Y son en esos momentos en los que admite silenciosamente que quizás sí está un poco malcriada.

—¿Qué quieres comer?

—Se me antoja...

Su Omega inicia y antojo parece ser la palabra célebre de Danielle durante el embarazo, esa y la frase "Alfa idiota tú me hiciste esto, responsabilízate". Más Haerin no se está quejando, en su lugar espera escuchar la próxima innovación culinaria de la Omega.

—Calamares secos con miel.—la pelinegra contiene la mueca de asco, mirando la expresión contenta de su Omega y su carita feliz es suficiente razón para que Haerin vaya hasta el fin del mundo por esos calamares secos.—Voy a mojar los tentáculos en miel y los voy a masticar juntos.

—Está bien, iré por ellos ahora.—le dice y quizás pueda intentar la estrategia que Kim Minji le dio hace unos días. El riesgo es que te descubran y termines durmiendo en el sofá, pero la recompensa era de no recorrer todo Seúl debido a un antojo es mucho mayor.

—»Amor, sabes lo qué se me antoja a mí ahora.—os ojitos curiosos de Danielle se posan sobre ella y atrae más cerca de su cuerpo a la Omega.
—Se me antojan esas galletas con crema de limón que Hanni te trajo ayer y algo de leche endulzada con miel, asi bien tibia con la textura crujiente de las galletas. Puedes mojarlas en la leche también si quieres que estén más suaves. Se me antojan un montón.

Un silencio le sigue a sus palabras y siente a su Omega removerse entre sus brazos. Danielle se incorpora con algo de dificultad, sentándose en la cama y Haerin sabe que la estrategia de Kim Minji funcionó cuando la ve tragar en seco.

—Yo también quiero galletas.— Danielle le dice y quizás Haerin se siente un poco mal por manipular los antojos de su Omega, pero se excusa con que la idea de irse y dejarla sola oprime mucho más su pecho que la de manipularla. Por muy retorcido que suene.

—»Y la leche que sea con chocolate, pero no muy caliente.— Haerin asiente, apresurando a ir por el aperitivo.

Regresa al cabo de los minutos, con la leche tibia y las galletas en una bandeja y sus ojos se topan con la figura de su Omega todavía sentada en la cama con sus piernas cruzadas. Tiene el ceño fruncido, más su lobo ronronea feliz en su pecho al ver sus mejillas gorditas y rosadas, con el suéter holgado haciéndola lucir más pequeña y mostrando la curva redondeada de su vientre. Kang Danielle es una masita adorable que Kang Haerin quiere comerse a mordidas.

—¿Sucede algo, mi amor?—le pregunta y pronto los ojos oscuros de su Omega están sobre ella. Haerin deja la bandeja a un lado de la cama, esperando la respuesta de su Omega.

—Siento que manipulas mis antojos.

Haerin palidece un poco al escucharla, pero logra recomponer su expresión al cabo de los segundos, dejando ir una risa algo forzada.

—Son tus antojos, mi amor. ¿Cómo crees que puedo manipularlos?—le dice, esperando que su argumento suene creíble.—No me importa complacerte en lo que me pidas, ¿bien?—pero una búsqueda de calamares secos por todo Seúl hoy estaba fuera de discusión, pensó mientras se sentaba a un lado de la Omega.

—»Si no quieres las galletas, puedo comerlas por ti y luego iré a buscar lo que me pidas.— Danielle deja un golpe en su mano cuando se acerca a tomar una de las galletas. Su Omega la mira en advertencia y Haerin alza las manos en rendición, sonriendo al verla tomar el vaso de leche entre sus manos.

El sonidito de satisfacción que deja ir Danielle al tomar un pequeño sorbo de leche le anuncia a Haerin que está a salvo de ser descubierta por el momento, por lo que se acerca a la cama, sentándose con cuidado detrás de su Omega. Levanta la tela suave del suéter, exponiendo el vientre hinchado y sus manos pronto pasan a acunar la redondez, dejando caricias suaves sobre la piel estirada y tensa. Danielle se apoya en ella, con su espalda descansando en el pecho de su Alfa y sintiéndose pequeña al ser rodeada por sus brazos.

—¿Quieres?—le brinda una galleta, con el rostro lleno de migajas y los ojos de Haerin son brillantes mientras la mira.

—Cómelas tú.—le dice y Danielle no va a insistir, en su actual condición la comida es demasiado valiosa como para ofrecerla dos veces por lo que se limita a comer las galletas que trajeron para ella, con su Alfa dejando caricias en su vientre.

Y sería la escena de ensueño, más sus cejas pronto se fruncen al percibir una ligera molestia, como un pinchazo. Se revuelve entre los brazos de Haerin, acomodándose un poco en busca de una mayor comodidad más el dolor se repite y las feromonas de la Alfa detrás de ella se revuelven.

—Al parecer alguien despertó.— Haerin murmura con voz cantarina, sintiendo los movimientos de su bebé contra la palma de su mano.

Danielle sabe que si fuera la Alfa quien estuviera recibiendo golpes en sus órganos internos no estaría tan contenta de sentir moverse a la criaturita que Danielle inscribirá en Artes Marciales Mixtas cuando nazca, con las patadas que lanza a sus riñones, está segura de que romperle la mandíbula a alguien cuando crezca será pan comido.

El embarazo no era la experiencia más agradable de todas, Danielle lo sabía de primera mano. Las primeras semanas fueron pura felicidad hasta que llegaron las náuseas y los vómitos. Toda la comida le provocaba asco, verla, olerla, incluso imaginarla revolvía su estómago. Luego de no comer casi nada durante semanas llegó el tiempo en el que no podía dejar de tragar todo lo que se encontraba a su paso, subió unos cuantos kilos durante ese período.

Después su cuerpo hizo un cóctel de hormonas y llegó la bipolaridad que atacó fundamentalmente a Haerin, un día la quería cerca y al otro día la mandaba a freír espárragos porque el simple sonido de su respiración le molestaba, solo para que a los minutos de verse solo llamara nuevamente a su Alfa para que regresara con ella. Un día despertó y la imagen de su Alfa durmiendo sin blusa a su lado revolvió todas sus hormonas.

La primera vez que su bebé se movió encabeza el top de los mejores días de su vida y Danielle solo se arrepiente de no haber podido fotografiar la sonrisa de Haerin cuando puso sus manos sobre su vientre y una patadita chocó contra su palma abierta.

Actualmente, sus problemas se resumen a las odiosas ganas de orinar que no se le quitan, incluso tragar saliva le da ganas de vaciar su comprimida vejiga. Así como a las patadas que hacen sufrir a sus riñones y a la incomodidad a la hora de encontrar una posición para dormir, más Danielle volvería a sufrir  todo mil veces si eso significa sentir a través del lazo la felicidad de su Alfa al sentir a su bebé moverse.

—Creo que está bailando allá dentro, no ha parado de moverse en todo el dia.—un quejido salió de sus labios cuando otra punzada de dolor atravesó su bajo vientre, extendiéndose hasta su espalda.
—Cielito, eso duele. Trata mejor a mami, ¿sí?—otra patada fuerte le sacó un jadeo y Danielle giró su rostro, mirando a Haerin con los ojos llorosos y un puchero.—Alfa, me duele. Dile algo.

—Bebé...— Haerin inició, sus palabras sonando como un murmullo.—No lastimes a mamá, ¿bien? Mi bebé tiene que portarse bien.

Danielle se sintió totalmente ofendida cuando la intensidad de los movimientos disminuyó. Bien, ya sabía quién sería la mamá favorita.

—» ¿Mejoró?—la Alfa preguntó, dejando ir una risita cuando Danielle le gruñó.—Esas son las ventajas de ser la favorita.—recibió un pellizco en el brazo por sus palabras.

—Bien, Señora Mamá Favorita. Lleve las cosas hasta la cocina y cuando regreses, tráeme la manta que dejé en el sofá.—Haerin asintió, levantándose con cuidado y escuchó un quejido por parte de su Omega casi al instante.—Y apúrate, tengo sueño y si no estás cerca, no me va a dejar dormir.—la Alfa asintió, dejando un beso en su sien antes de alejarse con la bandeja en sus manos.

Le tomó cerca de diez minutos llevar las cosas a la cocina, lavarlas y guardarlas después. De camino a la habitación tomó de encima del sofá la manta que su Omega había pedido y subió los escalones de dos en dos. Al abrir la puerta la imagen de Danielle de pie frente al closet y con el pijama que usaba para dormir apretado en una de sus manos le dio la bienvenida.

—¿Amor?— la llamó y todo en ella se alteró al ver las lágrimas en los ojos de su Omega. Se apresuró a acercarse y pronto tuvo las manos de Danielle aferradas a sus brazos, sosteniéndose de ella en un fuerte agarre y su garganta se cerró cuando la escuchó sollozar. —Hey, ¿puedes decirme que pasa?-Su mirada fue al rostro de Danielle, pálido y sudoroso. Tenía el labio inferior apresado en sus dientes y Haerin observó como su Omega lo mordía hasta dejarlo blanco.

—Ya viene.

Fue todo lo que logró decir antes de que otra fuerte punzada atacara su espalda. La Alfa sintió como el shock congelaba su cuerpo, volviendo en si al escuchar a Danielle dejar ir un corto grito de dolor.

—Bien, está bien. Todo estará bien.—repitió, no sabe si para tranquilizar a su Omega o para ella misma.

—»Mírame, amor.—sonrió nerviosa cuando los ojos de Danielle se posaron en ella. —Sacaré el auto del garaje y dejaré la bolsa que preparaste hace unos días dentro, luego vendré por ti e iremos al hospital, ¿bien?— la Omega asintió aún aferrada a ella y Haerin se acercó a dejar un beso en su frente.—Todo saldrá bien, pronto estará con nosotras, ¿si? Y seremos mamás.—sus palabras lograron que Danielle riera temblorosamente.—Bien, espérame aquí.—su Omega rodó los ojos, manteniendo las cejas fruncidas.

—Como si pudiera moverme.—masculló, haciendo reír a la Alfa.

—»No te demores, ¿okay? O lloro.—Otro beso fue a su frente y Danielle dejó ir un suspiro tembloroso, inhalando el aroma de Haerin.

—Lo prometo.

A pesar de sus palabras, las manos de la Omega no soltaron sus brazos. La miró a los ojos y su pecho se apretó en dolor al ver el sufrimiento reflejado en su expresión, con el temor brillando en sus ojos llorosos.

—Haerin, tengo miedo... —murmuró bajito y, ¿qué podía decirle a su Omega cuando ella misma sentía calar el miedo profundamente en sus huesos también?—Si algo malo pasa....

—Hey, no! Nada malo va a pasar, ¿entendido?— Danielle apretó los labios.—Vamos a estar bien, las tres. ¿De acuerdo?—la Omega asintió despacio, fijando sus ojos en la Alfa.
—Vamos a estar bien.

Kang Haerin no supo lo que era el verdadero miedo hasta ese día. En su mente, todas las experiencias aterradoras que creía haber vivido hasta el momento se sintieron insignificantes al escuchar los gritos desgarradores de su Omega, su mano aferrada a la suya con fuerza y sus ojos húmedos mirándola en un ruego silencioso para que parara el dolor. La voz bajita y rota, casi sin aliento murmurando lo mucho que dolía todo y Haerin deseó que existiera algo que le permitiera soportar todo el sufrimiento de Danielle por ella.

Fueron las dos horas más largas de toda su vida hasta que el llanto fuerte de un bebé se escuchó, todos los vellos de su cuerpo se erizaron y Haerin sintió que su cuerpo pasaba a ser dominado por su instinto. Un gruñido casi gutural escapó de su garganta al ver como el pequeño cuerpo era envuelto en una manta y si no fuera porque Danielle seguía sosteniendo su mano con fuerza, ella ya le hubiera arrebatado su bebé a la jodida enfermera.

—Felicidades a las mamás, es una niña muy sana. —

Su pecho se apretó en alivio en cuanto sostuvo el cuerpecito frágil de su hija entre sus brazos, ella dejó de llorar con toda la fuerza de sus pulmones para sollozar bajito, acurrucándose inconscientemente en el cuerpo de la Alfa.

Observó su carita rosada, el cabello negro húmedo pegado a su frente, sus cejas finas arrugadas y su boca pequeña entreabierta, sus ojos se aguaron inevitablemente. Era la cosita más hermosa que Haerin haya visto en su jodida vida después de Danielle. Es más, era mucho más preciosa que Danielle porque ella era su bebé, de las dos, lo más bonito de la relación que tenía con su Omega.

—Dámela.— Haerin sonrió, sorbiendo su nariz antes de acercarse y Danielle casi le arrebató a la bebé de sus brazos.

La ayudó a acomodarla entre sus brazos y sintió su pecho tranquilo cuando Danielle lloriqueó, haciendo pucheros al ver su bebé aferrada a su ropa.

—Mi bebé.

La Omega murmuró, dejando caricias sobre el rostro de su hija.

Haerin sonrió hasta que sus ojos se volvieron pequeños, acercándose a besar la frente sudada de su Omega, sintiendo su corazón palpitar en alivio al ver a las dos personas más importantes de su vida a su lado, totalmente a salvo y Haerin daría todo de sí misma para que siempre fuera así.

—Es la primera y última vez..—la Alfa habló, con la voz baja buscando no perturbar la tranquilidad de la pequeña entre los brazos de su Omega. Estaba segura de que solo era Danielle quien tenía el derecho de quejarse en esos momentos, pero aún así murmuró.—Ella es la única que vamos a tener, no pienso pasar por esto de nuevo.—su Omega solo rió bonito, mirando a su Alfa con ojos brillantes.

Kang Haerin volvió a repetir la experiencia de ver a sus hijos nacer dos veces más en su vida.

🤱🏻👩🏻‍🍼


Habemos bebé.

Aún no me decido por los nombres, haber cuál les gusta de éstos para la beba;

Danahe.

Ella.

Chiquita.

🙌🏻🐇

Gracias por leer y comentar 🫶🏻🫶🏻🫶🏻

Los quiero ~

ᵐⁱᵘʷʷᵐⁱᵘʷ

No se vayan, faltan los extras 😝😃

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