24^᪲᪲࣪
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Un fuerte dolor de cabeza fue la primera sensación que percibió al despertar. Su cuerpo aún estaba un poco caliente y tenía un extraño sabor metálico en la boca. Parpadeó varias veces, intentando enfocar el sitio en el que se encontraba. Era su habitación, el reloj marcaba altas horas de la madrugada y el delgado cuerpo de la Omega estaba frente a ella, dándole la espalda mientras dormía.
Observó la silueta desnuda de Danielle. Las mordidas en distintas partes de su cuerpo fueron una explicación muda del gusto a sangre en su boca. Se acercó a su cuerpo, trazando una línea de caricias desde sus hombros, siguiendo la curva de su fina cintura hasta las anchas caderas. Apegó a la Omega, deslizando las manos hasta su vientre y luego hasta el pecho que seguía sus tranquilas respiraciones.
Rozó un pezón y la pelinaranja dejó ir un quejido, moviéndose entre su cuerpo. Haerin dejó un beso en su hombro, luego otro en su cuello, deleitándose con el aroma de la Omega mezclado con el suyo. Danielle prácticamente olía a ella, y a Haerin le encantaba aquello.
—Alfa.— una voz bajita la llamó.
Un par de ojos azules la miraron y Haerin le devolvió la mirada, sonriéndole. La Omega hizo un puchero al no ver el gris en los ojos de la pelinegra, eso significaba que el lobo que la consentía ya no estaba y solo quedaba esa humana mala que le ponía triste.
Le dio la espalda, encogiéndose en el lugar, buscando hacerse una bolita pequeña entre los brazos de Haerin, mientras intentaba fingir que dormía. Una risa baja le confirmó que la Alfa no había caído por su actuación y un doloroso pellizco a una de sus nalgas fue el castigo que recibió al verse descubierta.
—¿Mi Omega está molesta conmigo?— la Alfa le preguntó, dejando besos en su cabeza y la pelinaranja resopló, buscando alejarse del toque.
A diferencia de Danielle, ella no cedería ante los mimos de la humana.
—Sí.—su respuesta fue corta y seca, aún así, Haerin sonrió. Era un poco divertido ver la faceta malcriada y quejumbrosa que Danielle nunca mostraba ante ella, pero que su Omega no temía exhibir.—Vete.—Le exigió, dejando ir un chillido cuando terminó bajo el cuerpo de la Alfa en un rápido movimiento.
Apresada por el peso se removió buscando escapar, pero todo lo que logró fue rozar varias veces su sensible cuerpo contra el pene de la Afa. Gimoteó, rindiéndose ante la fuerza de la pelinegra, quien se acercó a dejar un beso en su frente y realmente no quería caer ante los mimos, más terminó ronroneando por la caricia.
—¿Cómo es que estás aquí, mhm?— la Alfa cuestionó.
—Danielle estaba cansada y se desmayó. Mi Alfa necesitaba atención así que la sustituí en cuanto se durmió.— le contó y la pelinegra la miró con cejas alzadas, como si no le creyera. Sin embargo, una sola idea cruzaba la mente del lobo.—¿No te gusta que esté aquí?—le preguntó, y por más que intentó, su voz se escuchó llorosa.
—Me encanta que estés aquí.— Haerin contradijo, levantando su peso de encima de la Omega cuando se tranquilizó. Se apoyó en sus codos para no aplastarla y sonrió enternecida cuando la pelinaranja la miró con sus ojitos azules brillosos.
—Hay algo que quería preguntarte, Omega. Es sobre lo que me dijiste la última vez que nos vimos, ¿te acuerdas?— la Omega asintió.—¿Por qué dijiste que Danielle y tú no eran suficientes para mí?—la Omega se encogió de hombros, como si se tratara de un asunto sin importancia.
—Danielle dice eso.—confesó, sus ojos sobre el pecho de la Alfa.— Ella me dice que eres mala con nosotras porque tú querías a otra Omega para ti, pero tuviste que quedarte con nosotras y eso te hacía enojar.—El pecho de Haerin se apretó al escuchar aquello. El aroma triste de la Omega se coló en sus sentidos y se acercó a repartir besos en su mejilla hasta que le escuchó ronronear a gusto.
—Eso no es del todo cierto.— admitió, saliendo de encima de la Omega. Se recostó contra el espaldar de la cama hasta que su tronco quedó erguido. Palmeó sus muslos, en una invitación a la pelinaranja para que se sentara allí.
Ojos azules la miraron con recelo, antes de acercarse. La alfa sujetó las caderas de Danielle, concentrándose en repartir caricias y no en la humedad que sentía sobre su regazo.
—Es cierto que sí quería casarme con otra persona que no era Danielle. Ese fue siempre mi plan inicial, pero esa Omega ya estaba comprometida y nuestros padres nos juntaron por eso.—admitió.
—»Me porté mal con las dos porque soy una idiota a la que no le gustan que le impongan cosas, y me estaban imponiendo casarme con alguien totalmente distinta a quién esperaba, me enojé y descargué mi ira con la persona que menos se lo merecía, puesto que las dos estábamos en la misma situación.—Le contó y la Omega asintió, sus ojos azules atentos a sus palabras.—Sé que no es una buena excusa, pero así fue como me sentí. Pero eso no quiere decir que no sean suficientes para mí. Siempre has sido una Omega muy bonita.
—¿Más bonita qué la Omega con la que te querías casar?— Haerin asintió con seguridad y los ojos de la pelinaranja brillaron en felicidad.
—Mucho más bonita. Eres la más linda de todas.— Haerin admitió y un par de mejillas rojas se mostraron ante ella. —Danielle es muy insegura, creo que yo influí en parte para que fuera así, pero en aquel entonces solo veía a una Omega que agachaba la cabeza y se conformaba. Pensé que me estaba simplemente soportando porque lo tenía que hacer y ya, porque era lo que se esperaba de ella y de nuestro compromiso arreglado. Pero no era así, ¿verdad?
— Danielle te quiere mucho.— el lobo Omega confiesa y Haerin siente su corazón palpitar con fuerza.— Yo también te quiero mucho, a pesar de que me pongas triste a veces.— Hizo pucheros, la alfa se acercó a besarlos, acunando el rostro de la Omega.
—Perdón por ponerte triste. No lo haré más, ¿sí?— le dice y la Omega estira su meñique hacia ella. Haerin sonríe, enlazando ambos dedos para unir sus pulgares luego. —Es una promesa, si te hago sentir triste, me golpeas todo lo que quieras.—la Omega asiente, luciendo mucho más animada y relajada a su alrededor.
Ahora solo le quedaba aclarar las cosas con Danielle.
—Entonces si somos suficientes para ti...— el lobo inició y Haerin sintió como el aroma a chocolate inundaba la habitación, las feromonas dulces cargadas en expectación.
—¿Eso quiere decir que me darás cachorros?—le preguntó sin aliento, en una oración rápida con palabras trastabilladas una tras otra.
—Todos los que quieras.— los ojos de la Omega brillaron, dando un pequeño salto de felicidad sobre su regazo que provocó una mueca en el rostro de Haerin.
Sostuvo las caderas de la Omega para mantenerla quieto en el lugar. Su celo aún no había terminado del todo, no era buena idea tener a la Omega rozándose en su entrepierna si querían terminar de hablar.
—Quiero diez.— le dijo totalmente emocionada y la pelinegra jadeó.
—Omega, no puedes tener diez cachorros.— intentó razonar, más todo lo que obtuvo fueron cejas fruncidas y un golpe en el pecho.
—Dijiste que me darías los cachorros que yo quisiera ¡Quiero diez!— Le exigió y,
¿quién era Kang Haerin para negarse?
—Y una marca. También quiero tu marca, Alfa.— Haerin asintió.
—Está bien.
—¿Cuándo me la darás?—la Alfa lo pensó durante unos segundos.—
—¿Qué te parece para mi aniversario de bodas con Danielle?—la Omega arrugó las cejas, no muy convencida de sus palabras.
—¿Cuándo es eso?— Haerin respondió que en un mes y sopesó un poco la idea antes de asentir. Podía esperar un mes si eso significaba tener la marca de su Alfa.—Está bien. Un mes. Solo un mes. —Le advirtió y Haerin rió, asintiendo.
Acunó con las manos el rostro de la Alfa, dejando besos en sus mejillas y frente. Se acercó a besarla en la boca, primero con un choque inocente de labios y luego uno más profundo que le sacó un suspiro de satisfacción a ambas. Las feromonas dulces la envolvieron, relajando sus músculos tensos y calmando la sensación febril de su cuerpo.
—Haerin.— la Omega llamó cuando se separaron. La Alfa observó los ojos oscuros de Danielle, su rostro confundido luciendo totalmente adorable.
—Hey, bienvenida de vuelta. —le dice, lo que explica muchas cosas para Danielle, teniendo en cuenta que su último recuerdo es la mujer frente a ella anudándola sobre la mesa.
De repente, siente un poco de terror al recordar cómo terminó su Omega la última vez que estuvo con Haerin. Su expresión debe ser legible porque las cejas de la Alfa se están frunciendo mientras le mira con preocupación.
La pelinegra lleva la mano hasta su cuello, dejando una caricia con los dedos que llama la atención de Danielle y que hace que sus miradas se enfrenten, no más azul ni gris, solo negro. Las partes humanas enfrentándose entre si.
—¿Sucede algo?—la Alfa le pregunta, más Danielle está concentrada en percibir las emociones de su lobo, buscando algun rastro negativo. En su lugar, todo lo que siente es felicidad. Una felicidad inmensa y desbordante que llena todas las pequeñas cicatrices.— Dani, ¿sucede algo?
—Mi lobo está muy feliz.—le dice en un jadeo. La expresión de la Alfa se transforma de la confusión a la diversión, con toques de picardía y Danielle supone que Haerin es la autora intelectual de la euforia de su Omega.—¿Qué le dijiste a mi lobo, Haerin? ¿Por qué está tan feliz?—inquiere con una sonrisa.
—Es un secreto.— Danielle rueda los ojos, dejando que la Alfa permanezca en esa pequeña nubecita en la que imagina que no se enterará de lo sucedido.
Es una simple suposición, más sabe con certeza que la tristeza de su Omega se debía a que la Alfa se había negado a darle dos cosas muy específicas: un cachorrito y una marca. El hecho de que su lobo ya no esté resentido con la Alfa por ello, solo puede significar algo.
—Haerin-ah. Eres tan inocente, mi amor.— Danielle le dijo con una sonrisa, su corazón sintiéndose liviano y tranquilo. Haerin intentó leer su expresión, más la Omega solo le sonreía con las mejillas rosadas.
—¿Por qué me dices eso?— le preguntó con ojos entrecerrados.
—Porque lo eres.— Respondió y Haerin rodó los ojos, inconforme con su respuesta.
Danielle llevó la mano hasta la frente de la Alfa, sintiéndose tranquila de que la temperatura corporal de esta no estuviera anormalmente alta. El aroma de Haerin seguía impregnado en toda la habitación y en su propio cuerpo, más la intensidad con la que la Alfa expedía feromonas había disminuido.
Solo quedaba una incómoda erección como vestigio del reciente celo. La omega se encargaría gustosa de ella más tarde.
—¿Tienes hambre?— Haerin negó, abrazando el cuerpo de la Omega sentada en su regazo. Escondió la nariz en el cuello de Danielle inhalando su aroma.—Al parecer tu celo está terminando, te conseguiré un último supresor para que lo tomes, ¿bien?— Haerin negó.
—No te vayas.—Le pidió. Danielle asintió, dejando caricias en su cabello, con la Alfa reposando la cabeza sobre su hombro, el aliento cálido de Haerin provocándole cosquillas en el cuello.—Gracias por pasar mi celo conmigo, Dani.— la aludida sonrió, dejando un beso en su sien.
—No tienes que agradecerme, Haerin.—tomó su rostro entre sus manos, sacando a la Alfa de su escondite en su cuello.—Eres mi Alfa, como tu Omega es más que un placer para mi ayudarte. El que confíes en mí para esto, ¿sabes? Es muy importante, me hace sentir especial para ti.
—Eres especial para mí, Dani.—la Omega sonrió, dedicándose a presionar las mejillas rellenas de Haerin, las cuales quedaron aplastadas bajo las palmas de sus manos, logrando que los labios rosados de la Alfa se fueran frunciendo en un adorable piquito que se acercó a besar.
Tan adorable. Kang Haerin era la cosita más adorable de todas aunque no pudiera decirlo en voz alta. Estaba seguro que la Alfa en ella no se alegraría de que se refiriera a este como un algodoncillo de azúcar que Danielle se quiere comer a besos.
Unas horas después están en la cocina, con Haerin comiendo un sandwich que Danielle preparó para ella mientras observaba a la Omega moverse de un lado a otro, vestida con un short y una de las camisetas de la Alfa, mientras limpia las cosas que utilizó hace un rato.
Danielle le sonrie bonito, con sus ojos oscuros brillantes y la expresión relajada. Haerin no sabe por qué, pero siente que las palabras que se está tragando se vuelven cada vez más pesadas en su pecho.
—¿Ya tomaste tu supresor? Quería hacer un jugo para las dos, quizás te ayude a disfrazar el sabor amargo de la pastilla.— Danielle rebusca algo en el refrigerador a unos pasos de la pared en la que se encuentra recostada.
El nombre de la Omega se escucha bajo, entre sus labios, pero es suficiente para que la mirada de Danielle recaiga en ella.
—Te amo.
Los ojos de Danielle se abren amplios y Haerin se reiría de su expresión si no tuviera los nervios calando profundo en sus huesos.
La mirada de la Omega se vuelve brillante y una lágrima pequeña cae por sus pómulos hasta su boca, donde está la sonrisa más preciosa que alguna vez Danielle le haya dado.
—Yo te amo mucho más, mi amor— le dice, y Haerin no duda que sea verdad. El amor de su Omega es el más grande.
🙌🏻🪅
Aparece de manera épica y se desaparece por otra semana 🤟🏻😸
lo siento si he estado tardando, pero el semestre me está consumiendo 😞
Gracias por leer y comentar 😸 🫶🏻 🐕
ᵐⁱᵘʷʷᵐⁱᵘʷ
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