19^᪲᪲࣪
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Han pasado exactamente diez meses desde la última vez que habló con Rei. Antes, solían llamarse todos los días, incluso sin ninguna novedad, simplemente para contarse cómo estaban.
Después de casarse con Haerin, hablar con su hermana mayor se volvió más complicado, especialmente porque Rei siempre le preguntaba cómo iban las cosas o cuándo se dignaría a darle sobrinos, mientras Danielle intentaba no ahogarse en la indiferencia de la pelinegra.
Rei se había mudado en cuanto se casó con su Alfa. Desde entonces, las veces que Danielle la había visto eran escasas y limitadas a ocasiones importantes.
Danielle sabía que su hermana tenía su propia vida, problemas con los que lidiar, y un par de cachorros revoltosos que le robaban el tiempo, pero eso no le impedía extrañarla mientras observaba a las hermanas Kang interactuar.
Apretó el celular en su mano, sus ojos fijos en el contacto que mostraba el nombre de Rei. Quizás era momento de romper ese insoportable récord de diez meses sin hablar con ella y saber algo de su hermana.
Sus dedos temblaban cuando pulsó la opción de llamar, invadida por los nervios de volver a hablar con ella. Era ridículo, era su hermana.
—¿Danidan? —La voz emocionada de Rei la trajo de vuelta a la realidad. La pantalla de su celular mostraba una llamada en curso. Parpadeó un par de veces para salir del mundo en el que tantas veces se sumergía.— Dios, ha pasado tiempo desde que hablamos. ¿Cómo has estado, cachorra? —Sonrió al escuchar el apodo con el que Rei solía llamarla en su infancia.
—Estoy bien, Unnie. Yo... —Danielle apretó los labios, sin saber muy bien qué decir.
—»¿Y tú? ¿Cómo han estado los niños? —sintió su cuerpo relajándose al escuchar la suave voz de su hermana.
—Me tienen agotada. Bebés, saluden a la tía Danidan. —La Omega escuchó unas voces agudas saludándola casi al unísono, seguidas de risas estruendosas y pasos rápidos, hasta que Rei los regañó.
—»Perdonales por no hablar más contigo. La imbécil de Yujin les compró pistolas de agua, y ahora andan disparando a todo lo que se mueve. Me he tenido que cambiar de ropa como nueve veces hoy —se quejó con un tono quejumbroso.
—Nunca habías llamado a Yujin unnie "imbécil", ni siquiera cuando tuviste a los niños. Hanni unnie dice que tener cachorros te hace querer maldecir y matar a tu Alfa —Danielle omitió añadir que se preguntaba si ella también maldeciría a Haerin cuando tuviera su propio cachorro, y en su lugar se atrevió a preguntar en voz baja—: ¿Todo está bien en casa, Reinie? —La aludida tardó unos minutos en responder.
—Sí, todo está bien. No hay nada de qué preocuparse, solo... desacuerdos —respondió, y Danielle no tuvo tiempo de añadir algo más porque su hermana se adelantó.
—»Hablando de Alfas imbéciles, ¿cómo van las cosas con Haerin? ¿Sigue jugando a ser indiferente? —Danielle sonrió ante esas palabras.
—Está mejorando, Unnie. Las cosas están mucho mejor entre nosotras que hace unos años —confesó, imaginándose a Rei sonriendo al otro lado de la línea.
Le había contado muchas veces cómo era su relación con Haerin, especialmente cómo la Alfa se comportaba la mayor parte del tiempo. Rei le había aconsejado en tono gruñón que le pateara el trasero orgulloso a Haerin hasta el Polo Norte, mientras ella solo reía con el corazón apretado.
Nunca le dijo que la razón por la que Haerin era así con ella era porque, en realidad, Haerin siempre quiso casarse con Rei. Solo que cuando fueron a concretar esa unión, su hermana ya estaba felizmente comprometida con una importante magnate de Busán, y Haerin tuvo que conformarse con Danielle como compensación.
Tampoco le había dicho que amaba lo suficiente a Haerin como para no apartarla. Dios, prácticamente ya no le quedaba orgullo por esa mujer.
—Eso es bueno. Me alegra que las cosas vayan bien entre ustedes, Danidan. A ver si ahora me das sobrinos —dijo Rei, y Danielle se rió, dejándose arrullar por la suave voz de su hermana mientras le contaba miles de cosas y ninguna a la vez.
Su hermana comenzaba una historia para luego saltar a otra que le venía a la mente de repente, y Danielle solo la dejaba ser, demasiado feliz de haber retomado un contacto que no sabía cuánto extrañaba.
Danielle no recordaba la razón exacta por la cual dejaron de hablar durante tanto tiempo, pero no permitiría que eso sucediera de nuevo. Su hermana era lo suficientemente importante como para no perder el contacto, y se alegraba de que pudieran conversar como si esos diez meses sin hablar se sintieran como un par de segundos.
—Y entonces se enojó porque quería que el hada de los dientes le dejara un millón de wons por su diente. Yo le dije: "bebé, la pobre hadita no puede darte tanto dinero por un diente", y Woobin solo suspiró y dijo que, si no le daba más dinero para comprarse caramelos, no le dejaría más sus dientes —Danielle carcajeó cuando su hermana terminó de contarle—. De hecho, desde entonces guarda todos sus dientes en una cajita. Todos los días la abre y los cuenta. Es una ternurita..
—Rei unnie, a tus hijos les gusta demasiado el dinero. Un millón de wons por un dientecito es una exageración —rió la Omega al otro lado de la línea, y Danielle sonrió al escucharla—. Reirei, te extrañé tanto —murmuró con la voz quebrada—. Te extraño mucho.
—Yo también te extraño, Danidan. Perdón por no llamarte... Dios, ni siquiera tengo una excusa válida. ¿Por qué dejamos de hablar tanto tiempo? Había olvidado lo bien que me hace hablar contigo —Danielle imaginó que su hermana estaba haciendo pucheros—. Bien, a partir de ahora, nos llamamos al menos tres veces por semana. No acepto menos.
—Me apunto al plan —aceptó Danielle, sus ojos dirigidos a la puerta que se abría.
La figura de Haerin apareció ante ella, con una marca de beso rojo en una de sus mejillas. —Hablamos después, ¿sí? Dale muchos besitos a los cachorros.
—Haerin acaba de llegar, ¿cierto? — Danielle se sonrojó, dejando escapar un pequeño sonido estrangulado al verse descubierta. La risa de Rei que salía del auricular solo agravaba su sonrojo. —Tu voz cambia cuando hablas de ella o cuando está cerca —admitió Rei—. Conversamos luego, Danidan. Saluda a Haerin de mi parte. ¡Anton! ¡Woobin! ¿Qué les dije acerca de lanzarme agua? ¡Vengan aquí, hijos del demonio! Si no me hacen caso, voy a colgarlos de las orejas...
Danielle colgó, dejando de escuchar los gritos de su hermana regañando a sus sobrinos. Al parecer, Rei necesitaría otro cambio de ropa.
—¿Quién era? —preguntó Haerin, dejándose caer en la cama. Danielle pensó durante unos minutos si responder o no.
—Era Rei unnie —dijo, observando cualquier cambio en la expresión de la Alfa, quien solo asintió conforme, acomodándose aún más en la cama. Los hombros de Danielle se relajaron instintivamente al tener a la Alfa cerca. —¿Terminaste tu sesión de mimos con tu abuela? — Haerin gruñó por lo bajo, y Danielle sonrió ampliamente, acercándose a limpiar la mancha de labial en su mejilla.
—Es demasiado empalagosa —se quejó, aunque una sonrisa se formó en sus labios cuando añadió—: Logré escapar antes de que comprometiera la otra mejilla.
Danielle escuchó sus quejas y le dedicó una bonita sonrisa, hundiendo sus dedos en el cabello negro y sedoso de la Alfa. Haerin no se quejó del toque, y Danielle aprovechó para pasar ambas manos, jugando con las suaves hebras. Sin embargo, detuvo sus movimientos al escuchar un sonido similar a un ronroneo en la habitación.
—No te detengas —le pidió Haerin con los ojos cerrados, y la Omega retomó las caricias, complacida con la reacción de la Alfa, quien se inclinaba buscando más.—Si todavía quieres ir a nadar, será mejor que te detengas o me voy a dormir —dijo Haerin, los ojos de la pelinaranja brillan de felicidad. Danielle se rió y dejó de acariciarla, sus pasos rápidos resonaban hacia el baño.
Unos minutos después, Danielle apareció emocionada frente a ella, vistiendo un short de nylon negro con palmeras y una camisa del mismo color. Su cabello naranja estaba despeinado en ondas, y sus mejillas enrojecidas. Haerin sonrió ante la adorable imagen que el Omega proyectaba.
—¿Qué estás esperando, Haerin? Vamos, vístete, rápido —dijo la Omega, acercándose para jalarla del brazo.
La Alfa se levantó perezosamente, quitándose la blusa mientras mantenía sus ojos fijos en la Omega, cuyo sonrojo se hacía cada vez más evidente. Danielle se giró, dándole la espalda a Haerin cuando esta dejó caer su ropa sobre la cama, en un gesto tímido que hizo sonreír a la Alfa.
—Me has visto desnuda, Danielle. ¿Por qué estás actuando tan tímida? —le recordó, y la Omega, como si despertara, se giró para enfrentarla. Le echó una mirada poco disimulada al torso desnudo de Haerin y sintió su aroma dispararse.
—»¿Te gusta lo que ves? —preguntó la alfa con burla, y Danielle se dignó a mirarla a la cara durante unos segundos, solo para murmurar:
—Joder, sí. Estás buenísima.
Haerin lució un poco sorprendida por su declaración, pero luego negó con la cabeza, con una bonita sonrisa en los labios y un ligero rubor en sus pómulos que provocaron en Danielle unas terribles ganas de acercarse y pellizcarle las mejillas.
Una vez que la Alfa terminó de cambiarse, fue arrastrada por Danielle escaleras abajo. La Omega iba al frente, lanzando miradas de advertencia a cualquiera que mirara demasiado a su Alfa, frunciendo el ceño hacia un par de chicas del personal que trabajaba en la mansión. Incluso su cuñada se ganó un gruñido cuando le dijo a Haerin que, si no fuera su hermana mayor, se la follaría.
Detrás de ella, Haerin disfrutaba la escena, caminando con un escote en triángulo y unos shores diminutos . Primero, porque detestaba cuando la ropa se le pegaba al cuerpo y le dificultaba nadar; y segundo, porque le gustaba ver a Danielle sonrojarse mientras le lanzaba miradas furtivas a su cuerpo, ya que, según las palabras de la propia Omega, Kang Haerin estaba buenísima.
Humildemente, ella acepta que es verdad y disfruta que Danielle se lo diga a la cara.
Llegan a la piscina climatizada, de amplias dimensiones y con 1,65 metros de profundidad. Danielle suelta su mano, observando con desconfianza el agua, mientras Haerin da unos pasos atrás, sus ojos centrados en la figura entretenida de la Omega.
Una sonrisa maliciosa adorna sus labios cuando se acerca con pasos silenciosos, guiada por ese instinto primitivo que le permite llegar rápidamente hasta donde está Danielle sin que esta se dé cuenta.
—Haerin, ¿crees que...? ¡Idiota, no, no, no, no! —grita la Omega cuando la Alfa, que creía a su lado, le alza desde atrás, cargándola al estilo nupcial y acercándose al borde de la piscina—. ¡Si me lanzas, estás muerta! ¡Kang Haer...!
Lo siguiente que sabe es que ambas impactan en el agua. Danielle contiene la respiración por instinto, soltando a Haerin para salir a la superficie.
La Omega se quita bruscamente el agua del rostro, preparándose para maldecir a la Alfa y a todos sus jodidos ancestros, pero se queda en silencio al ver a Haerin frente a ella, sonriéndole con la expresión relajada y pequeñas arruguitas en las esquinas de sus ojos. La pelinegra se peina el cabello hacia atrás con los dedos, las hebras húmedas dándole un aspecto desordenado, y Danielle se pregunta ¿por qué estaba molesta?
Danielle no lo recuerda, y se acerca con un poco de dificultad, rodeando los hombros de Haerin con sus brazos. La Alfa la atrae más cerca, juntando sus cuerpos mientras le toma por la cintura, y Danielle siente la dureza del abdomen de Haerin contra el suyo.
La alfa se acerca a apartar los cabellos mojados que la Omega tiene pegados en la frente, peinándola con delicadeza, y Danielle se apoya en el toque cuando Haerin descansa la mano sobre su mejilla.
—Eres preciosa —le dice Haerin. Danielle resopla ante sus palabras, pero sonríe bonito, con los ojos cerrados y un ligero rubor en sus mejillas.
—¿Ahora es que te das cuenta? —responde con burla, abriendo los ojos para mirar a la Alfa, quien luce seria, su mirada recorriendo el rostro de la Omega.
—Sí —responde Haerin con voz ronca—. Y me estoy arrepintiendo mucho de no haberme dado cuenta antes. Eres preciosa, Danielle-ah. Demasiado bonita para ser real.
La Omega sonríe, su pecho llenándose de felicidad ante los cumplidos de la Alfa, y justo así, se siente en el cielo para Kang Danielle.
Pasan el resto de la tarde nadando juntas, con Danielle aferrándose en ocasiones al cuerpo de Haerin mientras flota en la piscina. La Omega se deja mimar por una Alfa que se acerca de vez en cuando para dejarle besos por todo el rostro, lo que es un incentivo que le permite soportar la tortura de cenar junto a su suegra unas horas después.
Ella le lanza uno que otro comentario que Danielle intenta ignorar. No puede sacar la única carta que tiene contra la mujer porque las dos hermanas están presentes, y no quiere evidenciar cómo el matrimonio de sus padres va en declive.
Sin embargo, Haerin le pide a su madre que se detenga, lanzándole una que otra mirada de advertencia cuando sus palabras se tornan filosas. La Alfa lleva una de sus manos al muslo de la Omega que tiene cerca, dándole un suave apretón para transmitirle apoyo, y Danielle se lo agradece en silencio, dedicándole una sonrisa.
El resto de la cena transcurre en tranquilidad. Ambas suben a la habitación una vez terminan y cada una se enfoca en su propio mundo. Danielle se asegura de darle su opinión a Hanni acerca de las playas que había elegido, mientras observa de reojo a Haerin leyendo en la cama.
Apaga su celular, lo deja sobre una de las mesitas de noche y gatea hasta la Alfa, que parece lo suficientemente concentrada como para notar su presencia.
O eso cree Danielle, pero Haerin abre sus brazos, permitiéndole acceso a su regazo. La Omega sonríe ampliamente, recostando su espalda en el torso de la Alfa, con sus piernas extendidas y sus ojos en la lectura que tiene a Haerin distraída. Arruga sus cejas en disgusto al percatarse de que es otro de esos aburridos libros sobre gestión empresarial que la pelinegra lee a menudo, pero hace un esfuerzo sobrehumano para interesarse.
No lo logra. Es como intentar leer un libro en latín en medio de una habitación a oscuras. Mientras Haerin está leyendo la segunda página, Danielle sigue atrapada en la primera. Las letras se le juntan y forman oraciones sin sentido. No entiende cómo la Alfa puede mantener los ojos abiertos cuando ella ya siente sus pestañas pesadas sin siquiera haber terminado una página.
Se rinde ante la gestión empresarial, cerrando los ojos mientras disfruta del abrazo de la Alfa. En un momento, en su nebulosa de sueño, siente cómo la acomodan sobre la cama. La molesta luz que intenta colarse por sus párpados cerrados desaparece, y deja escapar un ronroneo cuando Haerin deposita un beso donde debería ir su marca.
Lo último que escucha es una risita a lo lejos antes de que Morfeo la envuelva en sus brazos.
🏊🏻♀️
Matrimonio An
+dos bebés.
N/a
Buena's night 💗👐🏻
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