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Nobody changes they only get worse

Al salir de la casa se sintió mucho mejor que antes, ahora estaba haciendo un paseo ya que quería calmarse porque no sabía en donde se iba a quedar y tampoco es como que tenga muchos amigos en Japón, no hay nadie, Yuta, pero éste ya no se encuentra ahí si no en Corea, tuvo una buena propuesta de trabajo que acepto bastante rapido, por lo que le dijo su familia lo estaba agobiando para saber algo de mi, el pobre no me había dicho nada porque sabía lo mucho que le afectaba el tema y se lo agradezco porque de seguro, y como una tonta, hubiera vuelto.

A lo lejos miró a la heladería a la que siempre iba de pequeña, su madre la llevaba muy a su pesar, luego del trabajo y ella de la escuela, se encontraban frente a ésta e iban a comprar algunos helados, a veces se excedían y acababan enfermas del estómago, recuerda exactamente como su padre las regañaba por estar actuando de ya forma bastante inmadura, bueno, de seguro iba directo a su madre que era la mayor, no todos los momentos que pasaron siendo una familia fueron malos, aunque claro la mayoría lo son.

Lamentablemente aunque quiso quedarse con esos buenos pensamientos para no odiarlos tanto fueron los que se desintegraron poco a poco, los únicos que quedaron eran aquellos que la hacían llorar y lamentarse por no haber sido la buena chica que ellos querían en sus vidas, lo que más le dolía es que los extrañaba y que no sabía si estos a ella también, aunque lo más probable es que estén felices de que se haya ido sin decir absolutamente nada porque la detestaban, siente que incluso desde pequeña lo hacían pero como no la querían traumar la trataron bien.

Gracias a eso ahora no espera nada de nadie y cada que la comienzan a tratar bien se siente ansiosa porque cree que luego de eso la van a hacer sentir tan mal que va a querer morir, justo como sus padres hicieron, porque de seguro era para lo que nació, sentir que valía mucho y luego absolutamente nada, esos cambios de ánimo hicieron que su corazón se sacudiera en infinidades de ocasiones provocando que esté se haya vuelto tan tímido y asustadizo, ahora está roto, mucho más de lo que alguna vez lo había estado, por culpa de una asquerosa familia.

Tal parece que los núcleos familiares no son lo suyo, cerró los ojos y se sentó en la banca en la que siempre estaban, ella era una niña bastante alegre, saltaba y corría por todas partes junto con los niños, su madre la miraba con una pequeña sonrisa la misma que tiene ella mientras mira con nostalgia los pocos años en los que realmente fue feliz, que tuvo aquella inocencia genuina que mucho le arrebataron en diversas situaciones, era una tontería pero no sé sentía tan mal al estar ahí, porque podía sonreír mientras recordaba los buenos tiempos.

Sonrió al darse cuenta que todavía sus pies no podían llegar al suelo, y eso que había crecido bastante, no era tan baja, tenía una estatura normal pero aquella banca era tan alta que apenas las puntas de sus zapatos podían llegar a rozar el césped que seguía con ese característico color verde oscuro, muchas veces se preguntó por qué tenía ese color tan fuera de lo natural, era bastante simple, lo pintaban, siempre creyó que era porque el pobre césped estaba aguantando mucho sol, era una niña realmente tonta, sobre todo cuando creyó que las cucarachas dominarían el mundo.

Estaba más que segura de ello.

Se bajó de la banca y caminó un poco más, hasta el olor hacía que se transportará a aquellos años en los que se le dificultaba hablar con normalidad, era una pequeña niña que se la pasaba mucho tiempo pensando en todo que a veces me costaba hablar, le molestaba tanto a su papá que él fue quien la ayudó a aprender a hacerlo con más fluidez, cuando lo logró pido ver en los ojos de su progenitor algo más allá que la felicidad, nunca ha querido pensar que fue orgullo porque le dolería

Aunque tal vez si fue eso pero lo decepcionó al poco tiempo así que no valdría la pena pensar en algo que le duele tanto, suficiente tiene con estar rodeada de lugares que le recuerdan a los peores momentos de su vida, apretó los labios y siguió caminando mientras tarareaba una canción de cuna que su madre siempre le cantaba antes de dormir porque le costaba bastante hacerlo ya que lo único que quería hacer era correr de un lado a otro, sin descanso, por eso es que le decían ardilla, tenía incluso más energía que una, hace bastante tiempo que nadie le dice así.

No entendía que le pasaba a sus pies pero estos la estaban llevando a algún lugar, se dejó llevar porque no tenía nada que perder, le daba igual en donde se encontraba de todas formas se la pasadía caminando o comiendo en algún lugar antes de volver a Corea, al parecer las cosas con Momo se acabaron y ya debía dejar de luchar por eso, no valía la pena estar tan pegada a algo que ni tenía el futuro que ella deseaba que tuviera, así que debía convencerse de que todo estaría bien cuando sabía muy bien que no era así.

Para su grata sorpresa cuando se detuvo y subió la mirada se dio cuenta al instante de en donde se encontraba, en ese lugar que la vio crecer, en ese mismo en donde pasó por la mejor infancia que podía tener un niño y la peor desilusión de su vida, la única que realmente le ha hecho creer que todas las personas son una mierda, la casa de sus padres, el mismo lugar al que prometió jamás volver pero ahora se encuentra ahí, impresionada por lo que su cerebro hizo por si solo.

Se dio media vuelta y con una sonrisa amarga decidió marcharse, pero la puerta detrás suyo la paralizó por completo, esperaba que se hayan mudado y que fueran otras personas que no se darán cuenta ni les importara que ella este por ahí, porque no parece que estuviera pegada viendo ese lugar, detestaria cruzarse con algún conocido porque no soportaba la idea de volver a su pasado tenía miedo de que los recuerdos que había olvidado para autoprotección salieran de la nada, siendo tan letales que hagan que vuelva a tener esos malos pensamientos, que la envenaban, que la hacían querer renunciar a todo.

"¿Hija?". Como si su mundo estuviera en cámara lenta y sus oídos dejarán de funcionar, dejó de escucharla de sentir, de analizar, no había ni una sola cosa que pudiera llegar a entender lo suficiente, sus manos temblaban al igual que todo su cuerpo debajo de la ropa, darse la vuelta y ver a la persona que le dio la vida fue mucho para ella, sus ojos se llenaron de lágrimas las cuales automáticamente bajaron por sus mejillas sin detenerse, quería saltar y abrazarla pero el oído era más grande, sentir desprecio por ese ser aue no merecía ser madre.

"Yo no soy tu hija". Dijo con la voz quebrada sin poder ocultar aquel dolor que sentía instalado en su pecho, ese rencor que ha ido en aumento desde que se fue de ese lugar. "¿Cómo puedes llamarme así después de todo lo que hiciste?". Su labio inferior tembló, sentía que iba a desmayarse en cualquier momento y eso no estaba para nada bien, porque no quería sentir ningún tipo de tacto con la persona frente a ella y era la única que la podía ayudar si llegaba a ocurrir algo así. "Maldita". Apretó los dientes.

"Sigues teniendo el mismo vocabulario de tu padre". Sonrió, ya no era la misma, tenía algunas arrugas y se notaba que ese tiempo que pasaron separadas fueron bastante notorios para su estado físico. "Él hubiera deseado volverte a ver y pedirte perdón por todo lo que hicimos". ¿A que se refería?, frunció las cejas confundida, siempre estaba juntos, eso sí que no lo podía negar, sus padres eran bastante unidos pero ahora éste no se encontraba tomando la mano de su mamá, eso la hacía pensar en una sola cosa que tenía bastante sentido por todo lo que había dicho la antes mencionada.

"Nunca los voy a perdonar por las cosas que hicieron". Dijo con asco. "Me alegro que se haya muert-". Recibir una bofetada de su madre era bastante común en la adolescencia, era la única muestra que había de su parte así que se recompuso con facilidad porque lamentablemente se había acostumbrado a ellos en años pasado, con toda la rabia del mundo la empujó a un lado y entró a la casa, todo estaba exactamente igual, lo único distinto era el cuadro gigante en la pared al final de la mesa del comedor, ya no estaba su bisabuela si no la foto de su padre.

Sentía tanto asco de eso que se subió a la mesa y quitó el cuadro. "¡Déjala!". Gritó, la verdad es que no extrañaba la forma en la que si no muy querida madre le hablaba, lo lanzó al suelo rompiendo los vidrios, le dio igual porque saltó y se cortó las manos, agarrando el cristal más puntiagudo para luego clavarlo mientras lloraba y gritaba de rabia, no quería volver a ver la expresión de felicidad nunca en su vida y mucho menos en una foto en la que sabía que la habían recortado.

"¡Te odio!". Lanzó el cristal al suelo y vio sus manos llenas de su propia sangre, temblaba pero no sentía dolor, solo odio y rabia por todo lo que le había pasado, como pudo salió de la casa corriendo, detestaba cada segundo de su existencia en el que recordaba hasta lo último, las cosas que esos dos les hicieron ni siquiera se pueden mencionar, todo para que ella se hiciera "normal", cuando los anormales eran otros, miró a ambos lados de la calle, no recordaba en donde había un hospital, se estaba comenzando a marear, inhaló y exhaló buscando desesperadamente la forma de tranquilizarse.

"¡Mi amor!". Escuchó un grito que la hizo sonreír de tranquilidad, se sentía bastante aliviada por eso porque por fin estaba con Momo. "Perdoname por tardar tanto pero es que no sabía en donde te encontr-". Abrió los ojos como platos al ver toda la sangre en las manos y antebrazos de Sana. "¿Que te pasó?". La miró a los ojos pero parecía que estaba pérdida, y era la verdad. "Perdóname bebé". La agarró en peso. "Vámonos de este maldito lugar en el que nadie nos merece". Corrió en dirección al hospital. "Vayamos a un mundo en el que solo seamos tú y yo".

"Deja de ser tan romántica ahora". Dijo antes de desmayarse, Hirai corrió cada vez más rápido debían llegar a tiempo porque la sangre que brotaba de Sana era tanta que sabía que debía apresurarse, no era un juego, se sentía tan estúpida por aceptar todo lo que sus padres le dijeron a Minatozaki que ahora se siente culpable por lo que sea que le haya pasado, tiene miedo de perderla porque sabe que no podrá seguir en el mundo si la peli gris no está a su lado porque la ama con todo su ser.

Es el amor de su vida y la única persona que necesita para estar con vida, el motor de sus días, la chica que ama y que agradece el día en el que se conocieron, nunca lo olvidará porque por más que fue la cosa más extraña del mundo, fue lo mejor que me ha pasado, sin duda aquella japonesa de hermosa sonrisa y mirada cálida le brindaba la mayor felicidad de todas, era afortunada de tenerla y por esa razón es que ahora está llorando esperando que la ayuden con sus cortadas porque tiene demasiado miedo.

No quiere perder al amor de su vida.












Ay Dios mío ya falta super poco para el final

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