18
Removían la tierra con la única ayuda de una pala. Mientras uno sostenía una luz leve para ver en la oscuridad, el otro escavaba metros bajo tierra. Por cada noche de trabajo se llevaban de un cementerio dos o tres bolsas llenas de partes humanas.
Entre el sonido de la de la vegetación había un leve gruñido casi inaudible.
Lo que haga el hombre que los contrató con tantas extremidades no era de su interés en cuanto les pague. El labor ya se hizo muy repetitivo. No se tomaban siquiera la molestia de leer la lápida de a quien estaban saqueando.
Quién sostenía la linterna esperaba pacientemente mientras su hermano abría el ataúd. Creyó escuchar unos pasos cerca, pero mirando sus alrededores no divisó nada.
Mientras uno le arrancaba una pierna al todavía fresco cuerpo escuchó un grito y al asomarse a inspeccionar vio como su compañero era arrastrado por dos personas hacía la oscuridad.
Apresurado, intentó subir a la superficie para socorrerlo pero un brazo lo tomó por sorpresa. Se trataba del cadáver reanimado.
Mientras, el otro se logró zafar con un mordisco en el cuello de quienes lo habían arrastrado. Atemorizado, intentó escapar en lo que ahora parecía una emboscada de muertos vivientes. Defenderse con una pala era inútil. Se dio cuenta que este era su, sangriento, funeral. La verdad no muy digno, pero sí doloroso.
Meses después su tía volvía para cambiar un ramo de flores sobre sus tumbas vacías. Desconociendo del caótico averno bajo sus pies.
Palabras: 250
Relato creado para el "Desafío: Funeral" organizado por El_Circulo2019
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