Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

15

Con el transcurso atreves de las praderas y las colinas el sujeto ya había perdido el ritmo. Sus calzados seguían marcados con barro, agua sucia de los charcos y aquella sangre grumosa. Sentía como su cuerpo ardía debido al esfuerzo de atravesar toda esa distancia. Parecía que sus agotados pies no le darían para más. Que se desplomaría en el suelo como un animal rendido de sus cazadores.
En aquellos últimos pasos que rendía antes de que sus pulmones colapsen –según su parecer– por completo en el terreno se noto una estructura rectangular pequeña simple. Su aparición era una salvación tal como se siente encontrar un oasis en medio del desierto. Un pequeño guiño de no morir en medio del campo. Echando a sus rodillas a seguir esforzándose se dirigió a la estructura con tal de salvar su vida. No estaba en sus planes encontrar su destino en medio de la nada. Incluso con el cuerpo desvaneciendo de dolor pensaba en seguir. A pesar del frío presente continuó a su destino, contemplando las nubes esponjosa y deformes que surcaban el cielo con calma y lentitud. Analizó ese paisaje hasta estar a costosos metros de la estructura.

La geografía de Fort Ross era muy complicada y nada habitual. Este no es sólo una población entre las montañas de las cuales no se escucha los gritos en son de socorro. Esta población  –si se le puede llamar así– pasó casi cincuenta años aislada. Ninguna noticia o mensaje a salido de esta atmósfera fría en cinco décadas. Cualquier evento importante en ese transcurso se dio a conocer a los ojos de estos pobladores. Ninguna señal de radio o televisión tocó un aparato tecnológico aquí.
La vegetación a crecido a un punto que imposibilita la movilidad en sus interiores. Por eso ningún vehículo debió atravesarla, aunque sea para acortar camino en su recorrido. Pero es cierto; nadie en su buen juicio se atrevería a pasar por una ciudad “abandonada” por qué está no tiene nada, (Falso en todo sentido).
Hallarle pies y cabezas a Fort Ross es casi imposible. Cada casa o institución no tiene un orden en estas praderas pastosa secas. Suelen estar muy distanciadas sin alineación geométrica o paralela alguna. Como si dios solo hubiera dejado caer los edificios de concreto en la tierra a su pura suerte. Vaya que su dios les da un patio indefinido. Si existiera un mapa de la región –lo cual es muy dudoso– mostraría los dispersos puntos que supuestamente son una ciudad.

Este refugio al que el antagonista ingreso con tal de descansar de su persecución era –anteriormente y hace tiempos remotos– una cafetería. Su aspecto no daba ninguna comodidad al igual que los demás lugares de por aquí. De entre las esquinas y ranuras brotaban vegetaciones ásperas y la humedad del aire hacia sentir todas las superficies materiales tan frías como un cadáver.

Se dejó caer sobre el piso de ese comedor con tal de por fin sentirse a salvo , algo ambiguo en su situación actual. Fue increíble lo que presenció, y lo que le vivió de tan cerca. La descripción de estos seres no era tan amenazante al igual que lo es un típico psicópata enmascarado, pero tenían una naturaleza más mística y estresante. Su forma de comportamiento está desplegada del humanismo. A tal punto que le hicieron temer por su vida al señor portador de coraje. Le implantaron el miedo de que podrían estar fuera. Estando ya tan agotado no tendría la capacidad de enfrentarse a otro, el cual podría estar aquí mismo en el sigilo, para inmovilizarlo temporalmente.

Aquellos problemas inesperados y tormentosos que lo arrinconaron hacia aquí hubieran sido imperceptibles para cualquier otro de su nivel. Durante su vuelo de reconocimiento la avioneta en la que se encontraba sufrió unos fallos técnicos. Debido a las alarmas de la cabina y la desestabilidad de la nave tuvo que aterrizar de emergencia. En cuando llegaba al suelo divisaba como más lejos la avioneta de la que salto se estrellaba e incineraba. Tomó la decisión de caminar hasta la población más cercana y pedir ayuda por radio de la estación aérea: Ese fue su primer problema, su corta caminata lo condujo a la población equivocada. Si tan sólo se hubiera dirigido a la dirección contraria por dos o tres días se había topado con una ciudad, Toloyoat, que por lo menos cuenta con una maldita estación de radio.

Su segundo problema fueron los seres humanoides con los que se encontró. Al sentirse tan perdido entre el extraño lugar –como lo hubiera sentido cualquiera en tal extensión– se aproximó a una de las edificaciones de concreto. A pocos pasos de esta entrada se puso a analizar las cosas. Pues la casa con que se encontró no tenía nada que le impida cruzar más que una puerta entreabierta.
Interiormente había un hogar poco amueblado y deteriorado que no parecía ser usado en meses. A casi metros del centro estaba una silueta extraña, cualquier persona se hubiera volteado si un extranjero entrará como si nada a un lugar ajeno. Mientras más se aproximaba a la figura y no recibir respuesta alguna a las preguntas que le dirigía dudaba de su existencia. La mujer llevaba un vestido amarillo que hacía mucho recuerdo al tipo de vestimenta introvertido de los años 60’s. Su cabellera negra enrulada le llegaba hasta la altura de los hombros reforzando la idea anterior.

Al ponerse frente a esta mujer el sujeto dudaba aun más. Su forma de pararse y mirar daban la idea de que era un maniquí muy realista dejado en una simulación del abandono. Fue entonces que la mujer lanzó un lento respiro demostrando que estaba viva. Las fracciones de su cara seguían en quietud aparte de como sus ojos grises seguían de reojo al piloto asustado que retrocedía incrédulo. Posiblemente esos globos oculares no se habían apartado de su posición en semanas y ahora lo asechaban profundamente.
De su boca pronunció la palabra «Shub-Niggurath» con un tono flojo de voz. Su leve sonrisa levantada de la  joven transmitía una clase de anzuelo para que se quede a hacerle compañía. Esta se movía de una manera casi repulsiva por como los tejidos de sus labios se separaban como plástico quemado y adherido al concreto entre si. Al pronunciar esa palabra de veneración y vacío humanista fue un disparador para el hombre, la señal clave que le alertaba: ¡CORRE!
Se alejo lo antes que pudo, evitando por suerte como esta se abalanzó enzima con intenciones agresivas. Sus músculos, huesos y tendones que supuestamente deberían estar tiesos como rocas se movían como si de energía se conformarán. Sus movimientos eran poco naturales y fluidos. Sus rodillas parecían estar dislocadas y sueltas como bisagras mal ajustadas. Cada paso que daba estaba desalineado de su orbita. Intento perder a la muchacha que no se apartada de sus espaldas.

Como si avanzar por la mezcla entre casas en la superficie y tumbas bajo tierra a mitad de las calles ocultas por las hierbas fuera poco las cosas irían a peor. El pisar zonas rellenas de muertos sin siquiera saberlo no era lo más grave. Los pobladores lo estaban empezando a tomar por sorpresa cada vez más. Surgían de las zonas que parecían caminos libres. Aunque su objetivo de correr le daba una ventaja, su contraparte era estar en territorio desconocido. De repente se encontraba con otra persona que parecía congelada y empezaba a perseguirlo susurrando «Shub-Niggurath» sin razón lógica aparente.

Las opciones parecían cerrársele cada vez que se encontraba con otra de estas siluetas. Cualquier diálogo que intentaba establecer era en vano, no le quedaba más que correr y empujar algunos para abrirse paso antes de que se unan a la persecución. Las cosas se complicaron cuando parecía que tenia once ciudadanos tras él.

En busca de donde esconderse diviso en el oeste una iglesia también de concreto que parecía una opción fácil. El tercer problema surgió al percatarse de lo que reposaba a un costado de esta. Una mancha negra que poseía ojos verdosos. A pesar de la distancia que los separaba analizó vagamente la figura de esto que lo inquietaba casi quitándole las ganas de avanzar. Estando de cuclillas parecía medir entre tres y cuatro metros. Su espalda abundaba de espinas retorcidas de un material muy dudoso, llevaba una especie de cola gruesa que sólo pudo comparar con el tronco de una palmera quemada. Su cabeza era muy extraña en cuanto a su forma, desde cierto ángulo tenía parentesco con los de un zorro, con la boca ramificada en tentáculos cortos en lugar de mandíbulas y sus hileras de dientes.

Una última cosa de la que se percató de este nuevo problema es que tenía unas seis patas que terminaban en garras que no se asemejaba a la de ningún animal, la intriga era sofocante en lo que cruzaban miradas  ¡Pero de pronto! Uno de los ciudadanos lo había alcanzado aprovechando como disminuyó su velocidad. Lo derribó contra la tierra y lo sacudía con fuerza sobre el suelo como si fuera de una pelea de desacuerdo. Estaba listo para golpearlo y se notaba que no sentiría nada de malo en ello. Estando tan seca de este noto algo increíble, no se trataban de muertos vivientes o fantasmas que salen a la luz del día. Eran personas bastante corrompida, algo que inducida en un comportamiento extraño de inmovilidad. Sus propósitos eran algo fuera de lo carnal y, en su lugar, algo más relacionado al alma, espíritu… o quien sabe con exactitud.

Haciendo un poco de forcejeo el piloto se libró de su oponente y con una patada dirigida a su cara se devolvió a su táctica de escape. Hasta que ese y los demás habitantes quedaron una buena distancia detrás suyo. Nunca había llevado su resistencia hasta tal extremo, ni siquiera en la exigencia del cuartel había echo un esfuerzo tan complicado y pesado. Nunca se había quedado exhausto de este modo. Durante su trayecto de cientos de metros a través de los límites de la comunidad su cerebro captaba los detalles del cielo nuboso al igual de que unas estructuras llevaban marcas de rasguños enormes. Lo cual le preocupó pues semejante criatura con la que se topó parecía haberse quedado en su lugar esperando con ese aura tan diabólico.

Esto todavía no había terminado. Mientras se encontraba recostado en los azulejos de la cocina se escucho el estruendo de que algunos pocos perseguidores ya habían ingresado. Sus cánticos repetitivos eran de lo más inconveniente para su situación. Tal vez el mismo se había metido en un callejón sin salida junto a su depredador. Todo desganado y débil físicamente busco que hacer al respecto: en el mesón de la cocina encontró un cuchillo mediano el cual cogió lo más sigilosamente que pudo de entre los demás utensilios.

Antes de que su mente formule posibilidades el cuarto problema comenzó. Las siluetas parecieron haberse callado y dejado de buscarlo por el lugar, manteniendo su misma posición. Ante la incertidumbre y un rápido vistazo vio como estos cuatro individuos no hacían nada. Si en realidad estas eran personas sus pensamientos debían estar nublados, en un valle del cual no pueden salir.

El silencio se corto con el sonido de unas suaves pisadas afuera. Justo detrás de la pared en la que estaba apoyado había un profundo olfateo. El piloto no sabía que tomar ahora: escuchar a la razón o ejecutar una decisión apurada. No le quedo de otra más que escuchar. Sin provocar ruido alguno  Shub-Niggurath ya había entrado a la misma cafetería donde se encontraba él. El dios de Fort Ross estaba presente a una distancia corta del hombre. Acaso no había nada más que hacer. A pesar de intentar sumergir el cuchillo con el que estaba equipado sabía que la colosal criatura no se inmutaría para nada.

Antes de que pueda darse cuenta, y sin ver sus movimientos, este ya estaba frente suyo mirándolo fijamente. El agitado palpitar del sujeto se ralentizo en ese momento. Muy dentro sabía que su creencia católica no lo sacaría de aquí, que el rosario que colgaba de su cuello no le serviría de ninguna protección cuando el bicho de piel rara deje de mirarlo.
Saber la razón era indescifrable: convertirlo en un ciudadano, comérselo y llevárselo al infierno. Sus únicas supersticiones acertadas es que su capacidad de fuerza y velocidad eran superiores. Ya sea una máquina de matar o el redentor del poblado como su ídolo esta criatura tenia la energía mental más poderosa del mundo –ahora Jesús no parecía siquiera un mito fantástico–. Su forma física viscosa en parte invertebrada y en otra parte vertebrada de oro era lo más único que adorar. Su mente tal como un agujero negro habría arrastrado a estas personas a su dominio. Una filosofía incomprensible.

El terror que recorría en los campos emanada producida por Shub-Niggurath y sus tentáculos estrujaban cualquier espíritu humano. Esto fue suficiente para que el protagonista quiera seguir intentando correr aún con el cuerpo rendido. Se trepó sobre la ventana quebrada más cercana y una vez fuera de este bloque se echo a trotar con desesperación –empezando oficialmente su quinto problema–. No voltearía nuevamente pero sabía que el todopoderoso lo miraba fijamente. La gente poco cuerda y también atemorizante volvió a moverse con tal de hacerle daño. Estos no se cansaba y no se rendían al igual que lo haría el piloto.

En su mente rondaba que la muy inmóvil criatura podría alcanzarlo en segundos con sus seis patas (un dato erróneo pues no contó con exactitud) sin importan que tanto se allá alejado. Solo estaba dejando un pequeño chance a su ridículo plan dejando que las personas vayan tras de él. Sus pequeños títeres que deja inmóviles desde hace 50 años a excepción de cuando hay un excursionista. Su tablero de ajedrez que cada cantidad de años engendra otra pieza más, teniendo así otra más joven y fresca. En este campo abundante en vegetación reina la tranquilidad, y quietud por meses enteros. Lo único que no se queda inerte son las nubes densas que atraviesan el paisaje que parece de postal.

El protagonista corrió por un par de kilómetros más y seguí escapando de las personas que le pisaban los talones. Todos estos llevaban una vestimenta muy característica de la moda canadiense que estaba de moda entre los años 1951 y 1964. Con colores llamativos y diseños holgados. Pues nada cambió desde esa época en el pueblo en el que ni siquiera se alimentaban. A pesar de ya sentir el cuerpo explotado de cansancio insistía con avanzar. Ahora sin entrar a ninguna estructura fría con tal de descansar. Su progreso no era bueno, aún sentía la presencia oscura en el ambiente y ni siquiera había salido de los límites oficiales de Fort Ross.

El cielo ya empezaba a oscurecerse y ponerse aún más frío en lo que él corría desesperado. La situación se pondría más difícil en estas condiciones. Sus doloridos pies no tenían más esfuerzo que brindar, estaban prácticamente por morir. Su rodilla izquierda se tumbo con tal de apoyarse un momento con el derrumbe de que ya no podía soportar más. Ningún otro ser humano hubiera podido resistir. Su respiración era grotesca y agitada. De su rostro caía sudor caliente. Mientras regulaba su respiración sintió la mano de una mujer apoyarse en su hombro. No tenía nada que pensar al respecto.

Para al amanecer todas las siluetas estaban quietas y parecían carecer de vida. Con una paz que no podría romperse con nada. Pues ningún sendero de vida ajena a ellos se encontraba en estas tierras. Todas esas cabezas amaban a su dios sin la necesidad de siguiera reunirse frente a él. Todos...permanecen en silencio e inmóviles.

Su indudable y enloquecido Dios.

Palabras: 2631

Créditos a Vraanxia por la ambientación musical, esta ves con el tema “Strangle”

Dedicatoria especial a BlueCatEditorial

Portadas alternativas:

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro