V; HOMESICK
Esta historia puede contener lenguaje inapropiado y violencia, se recomienda discreción.
Los personajes y el mundo donde esta historia se desarrolla son en mayor parte propiedad de J. K. Rowling.
05; nostálgica
"Aquí, donde el cielo está cayendo,
estoy cubierta de azul.
Estoy corriendo y arrastrándome,
luchando porque ti."
(DUA LIPA)
Acabó metida en una habitación extraña, cuatro días después. No la dejaron quedarse en el castillo, como ella prácticamente había rogado; la arrastraron hacia aquella casa enorme que la hacía sentirse asfixiada.
Albus y James, el chico que la había encontrado en el bosque, trataban de sacarla de su habitación todo el tiempo.
Pero ella no deseaba oírlos hablándole de la niña, que venía a sus sueños cada vez que intentaba cerrar los ojos.
Seguía viéndose morir, cada momento volviendo más oscuro y desagradable dentro de sus recuerdos.
El cuarto era verde menta, sábanas y acolchado de aquel color, combinado con muebles de madera blanca. Había muchos peluches y fotografías, donde la misma niña pelirroja sonreía sin preocupación.
Estaba allí, vigilándola. Torturandola por no poder volver en sí.
Los dolores de cabeza se habían comenzado a intensificar durante aquellos días, cada vez sentía al mundo tambalearse un poco más.
— Lily— Albus tocaba a su puerta, y ella murmuró un débil "puedes pasar".
Estaba mirando las estrellas fosforescentes que se encontraban pegadas sobre el techo de la cama. Brillaban solo un poco, debido a que el sol no había caído por completo todavía.
Albus entró en la habitación, y el frío del pasillo la hizo estremecerse.
Odiaba el frío, esa sensación de vacío que se adueñaba de ella.
—Solo quería invitarte a ver un partido de quidditch, Scorpius nos ha conseguido entradas a todos. Rose y Hugo también irán— habló su hermano, mientras ella trataba de asimilar los nombres y buscaba los rostros en su mente.
Algo en ella quiso asentir, obligarse a ir. Sin embargo, desechó la idea rápidamente.
—No sé que es el quittich— sentenció, estirando la mano para poder tocar las estrellas. No podía, solo si se paraba en la cama; había estado haciéndolo desde que se recostó la primera vez.
Se sentía enferma, con el mundo dando vueltas.
—Quidditch— corrigió. —Es un juego, de pequeña te gustaba—
Odiaba esa frase, "de pequeña" Lily no recordaba haber hecho absolutamente nada. Solo recordaba oscuridad, y algunas voces habían comenzado a atormentarla durante las noches.
—Voy a dormir, pero gracias— sentenció, volteándose para darle la espalda. Estaba cansada, incluso aunque pocas veces se había levantado de la cama.
Había algo pesado aplastándole el corazón, algo que se había instalado allí desde que Lily se fue de Hogwarts.
Albus quiso replicar, pero acabó yéndose sin pronunciar otra palabra. Cada vez que quería acercarse a su hermana, ella parecía alejarse; quizás debía de darle su tiempo y espacio para que asimilara las nuevas situaciones.
Con los días, cada vez Lily parecía más cansada y triste, durmiendo todo el tiempo y permaneciendo en su habitación encerrada.
No sentía el paso del tiempo en lo absoluto. Sin embargo, incluso aún en su sueño más profundo en la noche, se despertó repentinamente al mismo tiempo que risas silenciosas inundaban el salón de abajo.
No había notado cuando se había quedado dormida. Pero abriendo los ojos de repente, notaba las altas horas de la madrugada que eran.
El sol había caído por completo, y hubo algo en ella que la llamaba a gritos lejos de su habitación. Una voz invisible, imperceptible, un susurro leve y la piel de gallina.
Oyó pasos en las escaleras, la voz de Albus hablaba con alguien más, y después de un portazo suave dejaron de escucharse.
El tirón la obligó a levantarse de la cama. Una fuerza extraña que parecía apoderarse de todo su cuerpo.
Por primera vez ansiaba levantarse e ir a la sala. Y de cierta manera fue como si algo empujara de ella para que lo haga.
Se contuvo, apretando la funda de la almohada con las manos y enterrando su rostro brevemente en la misma.
Las escuchó nuevamente. Sus hermanos hablaban entre sí, demasiado cerca de su puerta puesto que ella podía reconocerles.
Las voces del pasillo se disiparon con los minutos, brevemente. Algunas para un lado del pasillo y otras para el otro.
Cuando el estómago de Lily gruñó, ella pensó que era realmente inoportuno. Incluso se sintió sorprendida, porque era la primera vez que sucedía.
Todo parecía fantástico, de cierta manera. Tan distante y extraño que la cohibía y maravillaba, todo al mismo tiempo.
Se levantó, cuidadosamente. La pesadez en su cuerpo desaparecía con cada paso, aliviándola.
Se topó con su reflejo, antes de salir de la habitación.
Pero ella no podia reconocerse en la muchacha pálida que la enfrentaba, su piel era tersa y blanquecina con una galaxia de puntos morenos por el puente de su nariz, por sus mejillas. Y sus ojos avellanas la hacían lucir asustada por el curioso tamaño que tenían.
Le gustaba su cabello, que no era liso ni rizado; con un color curioso que ella no sabía definir en lo absoluto. Pestañeó varias veces, su nariz frunciéndose levemente.
Estaba demasiado delgada, o al menos eso es lo que había escuchado decir a sus hermanos y padres. Ellos, su familia, solían decir que parecía enferma.
Hugo Weasley era quien mejor le caía, porque la ignoraba. En la única cena que habían compartido, él le había evitado la mirada todo el tiempo.
Aún con los años, Lily podía saber que él era el niño. O lo había sido, en algún momento.
Todos eran fantasmas para ella, espejos de gente a la que había abandonado y con quienes sentía que no podía volver en lo absoluto.
Salió de la habitación, los pensamientos abrumadores le nublaban la consciencia. Bajó a la primera planta, decidiendo que necesitaba un poco de agua y algo para comer.
Ella ya había visto al muchacho en la cocina, el chico que la había atrapado un día en Hogwarts. El cabello rubio, bajo la luz tenue resultaba casi blanco, y los ojos grisáceos que la habían entumecido.
Se quedó parada, en la puerta. Las piernas le temblaban levemente y el corazón comenzó a latirle cada vez más rápido.
—Lily— se exaltó, incluso aunque lo vió girarse y hablarle directamente. También parecía sorprendido.
Saltó, un pequeño respingo.
—Lo siento— murmuró, la voz temblándole levemente. Dio media vuelta, sus ojos tratando de evitarlo; de cierta manera, le asustaba.
Scorpius Malfoy la cogio de los hombros con cuidado—Es tu casa, Lilian.— resumió, mientras la volteaba con suavidad. Quería tranquilizarla, hablándole de la misma manera que sus hermanos y su padre lo hacían.
Se estremeció, ante el contacto de los dedos del muchacho en sus hombros desnudos debido a la camiseta de tirantes. Durante el tiempo que llevaba en su casa, se había topado con él un centenar de veces. Era un amigo de Albus, el mejor de sus amigos según su propio hermano.
Se removió incómoda, dando un paso hacia adelante, quitando las manos del chico de su lugar y pasándole por un lado.
No hubo más palabras, el sonido del agua corriendo lleno el lugar cuando Lily abrió el grifo.
Y él permaneció allí, observándola moverse con sigilo por la cocina.
—Buenas noches, Scorpius— murmuró ella, antes de prácticamente correr de nuevo hacia su habitación. Cada paso que daba lejos de él, la hacía sentirse un poco más enferma.
Era como si estuviera añorando su tacto nuevamente, como si necesitara más.
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