III; GHOST
Esta historia puede contener lenguaje inapropiado y violencia, se recomienda discreción.
Los personajes y el mundo donde esta historia se desarrolla son en mayor parte propiedad de J. K. Rowling.
03. fantasma
"Me gustan los ojos tristes, los chicos malos,
las bocas llenas de mentiras.
Bésame en el pasillo, pero rápido para que me despidas."
(HALSEY)
Lily se sentía atrapada en una realidad que no era la suya en lo absoluto. Una cantidad inexplicable de personas habían fingido enfermedades, solo para tener la excusa perfecta y poder verla.
Era como ser el espectáculo principal de un circo.
Era como un animal enjaulado, esperando por aire fresco que nunca llegaba. Todos se sentaban allí, hablando y mirándola con fijeza, haciéndola llorar en las noches con murmullos crueles.
Quizás ella solo alucinaba. Mientras las horas de cansancio se acumulaban y ella solo podía mirar el techo mientras atrapaba las lágrimas en sus ojos.
Todo el tiempo se sentía perdida, anestesia y embriagada por aquella sensación de abandono que se mantenía en su estómago.
Era como si le faltara algo. Como si ella hubiera olvidado algo sumamente importante.
Las explicaciones que todos buscaban no podían ser dadas porque Lily no recordaba nada en lo absoluto.
Las personas curiosas la acechaban, mientras su corazón se encogía en su pecho y los sentimientos se enfriaban por completo.
Hasta que, dos días después de aparecer, Lily fue llamada por una pintoresca mujer, la que había estado conversando con la enfermera al momento de ella levantarse.
El chico que la guiaba por los corredores del enorme lugar parecía esperar algo. Le hablaba acerca del castillo con parsimonia y entusiasmo, señalando estatuas o nombrando pasadizos.
Era alto, con enormes ojos verdes y pestañas tan negras como su cabello desordenado. También, vestía un pantalón negro y una túnica del mismo color, a excepción de la curiosa corbata con colores vibrantes.
Pero Lily podía leerlo, saberlo sólo con mirar su cara, él estaba esperando algo de ella.
– ¿Nos conocemos?– le preguntó al muchacho, viendo los ojos de él brillar durante unos segundos. Y aunque estuviera preguntando, parecía conocer la respuesta.
Albus solo quería abrazar a su hermana. Pero ella aprecia reticente a aguantar su confusión, sonándose los brazos mientras permanecía en el lugar.
— Está bien, Lils. Ya buscaremos respuestas— fue lo único que dijo.
Tenía una sonrisa triste.
Y ella podía sentir el bache, un hueco en su pecho que la hacía sentir totalmente vacía.
La desilusión tintó la cara del muchacho, quién la dejó a los pies de una escalera blancuzca y le indicó que subiera, para luego marcharse. El pasillo desierto provocó un escalofrío en ella, la soledad inundándola repentinamente.
Asimiló la desolación que la atrapó y rodeo, durante solo unos segundos. La degustó, el sabor amargo en la punta de la lengua.
Cuando traspasó la puerta, las voces se clarificaron, se volvieron nítidas y la abrazaron como el sonido más familiar que ella nunca había oído.
Las voces me agitaron el corazón de felicidad. Como si sus oídos no olvidaran aquel tono.
La mujer frente a Lily era definitivamente su progenitora, con el cabello rojizo y las pecas que ella había descubierto tener aquella misma mañana. Casi un calco perfecto.
Y el hombre con el rayo en la frente le resultó, cuanto menos, curioso. Era una copia idéntica del muchacho que la había guiado, solo que con gafas, y la curiosa cicatriz que desconcertaba a Lily.
— Lilian— fue ella, la mujer, la primera en abalanzarse sobre la muchacha. Estrujándola entre sus brazos, queriendo dejar su alma escapar.
Y Lily se echó a llorar, desbordada, desolada. La emoción de extrañeza fluyendo desde cada lágrima que dejaba ir.
Quería recordarlos, a todos ellos, quería poder afirmar que les conocía.
Pero no era así. Todo era vago, y el nombre aún no podía salir de su propia lengua, atascado en su cuerpo y su mente.
Repentinamente se sintió asfixiada.
— No llores, Lilu, estamos juntos de nuevo— dijo el hombre, uniéndose al abrazo. Pero ella solo pudo sollozar en desacuerdo.
Era el fantasma de alguien más, una niña que todos recordaban. El fantasma de la misma que abrazaba a ese pequeño, de la misma que había muerto.
Lily no estaba allí, no de la manera en que todos querían.
Y dejó ir sus emociones, el terror que la abrazaba con cada nueva mirada que se posaba sobre ella. No podía hacerlo.
No podía fingir en lo absoluto.
Había un espacio en su vida, ese en el que ella no podía recordar absolutamente nada. Pero sabía que había algo, oscuro, enredándole el corazón desde dentro y volviéndolo negro.
Lo sabía porque le dolía, cada vez que quería tomar aire o hablar. Había en ella algo que se removía, se estrujaba, y dolía horriblemente.
No abrazó a su madre, sus brazos se quedaron a sus costados, con los puños apretados y las uñas encarnándose en la palma de sus manos.
—Ginny, creo que Lilian necesita descansar— fue el hombre, lentamente, quien separó a la mujer. Tomándola lentamente por los hombros y alejándola de Lily.
Lily. Lilian.
Ya no entendía siquiera su propio nombre.
—Queríamos hablarte sobre tu futuro en la institución, Lily— la profesora la estaba mirando directamente, y la respuesta a eso brotó de los labios de la chica en cuestión de segundos.
—Quiero quedarme— sentenció, tomando aire y tratando de respirar normalmente. Sabía que tenía que quedarse allí, por algún motivo que su mente no quería transmitirle.
—No creemos que sea lo mejor, hija— Ginny se apresuró a hablar, tratando de acariciarle el cabello. Sin embargo, Lily retrocedió unos pasos.
—Tengo que quedarme aquí —insistió.—Hay alguna razón por la que tengo que quedarme, por la que me dejaron aquí en primer lugar. Y quiero saber el por qué—
Lo vió, en los ojos de su padre. Aquello no estaba en discusión en lo absoluto, ellos pensaban llevarse a Lily lejos de los pasillos sombríos.
Iban a llevarla a otro lugar, aún más desconocido y terrible, donde ella seguiría sin poder sentir nada en lo absoluto.
Pero sabía que las respuestas estaban en el castillo.
—Nosotros pensamos que quizás volver a casa podría ayudarte...— comenzó Harry Potter. Sin embargo, su única hija no estaba dispuesta a escucharlo.
Lily Potter se largó a correr, ignorando los gritos que su madre daba llamándola.
Bajó las escaleras y corrió por el pasillo, hacia ningún lugar en específico.
La adrenalina bombeaba por cada lugar de su cuerpo, un torrente de emoción que ella no sabía reconocer en lo absoluto.
Entonces, cuando ella chocó contra el chico de pelo negro, todo pareció esfumarse y acabó por perder el equilibrio.
Aunque lejos de caerse al suelo, una persona la tomó del brazo. Y quizás, lo que realmente la hizo caer fue el chispazo que hubo entre ellos, ahí donde la piel se tocaba.
Solo durante un segundo Lily se sintió completa.
Scorpius Malfoy solo pudo mirarla, desorientado, mientras tiraba de ella para que no cayera.
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