Slaughter
La conversación del otro lado del local estaba intensificándose. El líder del grupo de enmascarados, descargaba su ira contra el dueño de la tienda, que dejó de soltar improperios para dejar salir leves jadeos. El sujeto se estaba divirtiendo. Viendo la sangre correr del muchacho que comenzaba a rogar en llanto por su vida.
Yoon Gi estaba tieso, mirando al menor de cabello bicolor que le observaba fijamente. El mayor con inseguridad, elevó su muñeca, apuntándolo en medio de su frente.
El chico soltó un suspiro, dejando caer brusco sus hombros y volvió su mirada al grupo que reía, sin tener la más mínima idea de los dos tras ellos. Parecía cansado o decepcionado de algo.
ㅡSupongo que no me dirá.ㅡ dijo con un mohín en sus labios. ¿Cuántos años tendría ese niño? ¿Y como no podía dudar hasta de su sombra, si todo era impredecible? El pelinegro miró por el rabillo del ojo a los contrarios y volvió al menor.
ㅡHagamos como si no me has visto. Lo único que necesito es salir de aquí.ㅡ expresó firme.
ㅡ¿Cómo cree que lo ayudaré? Ni siquiera me ha dicho su nombre.ㅡ se quejó. Yoon Gi sopló molesto y colocó el arma en la parte delantera de su pantalón, entre la correa y la tela. No tenía tiempo para hacer presentaciones formales o cosas por el estilo. Jimin a cada segundo que transcurría seguro estaba haciéndose más vulnerable.
ㅡYoon Giㅡ murmuró, apartando al muchacho de su camino para caminar con destreza y llegar al espacio donde había dejado al rubio.
El chico le pisaba los talones.
ㅡYo soy Tae Hyung.ㅡ hizo una voz más aguda y juguetona. El pálido lo ignoró, moviendo un poco la superficie que dejó minutos antes. Su corazón se detuvo cuando lo vió. Jimin estaba endeble. Se acercó desesperado. Zarandeó con las manos en sus hombros y le llamó por su nombre para que despertará.
No.
No era verdad.
Iba a estar bien. Tenía que.
Un ruido de gritos se escuchaba muy cerca. Súplicas y lamentos. Sin perder más tiempo lo alzó, colocándolo sobre su hombro, tal como la vez anterior y se volteó. El chico... Tae Hyung, como le había escuchado llamarse, permanecía petrificado en su lugar con los ojos acuosos. Yoon Gi no vaciló en dirigir su vista al tiempo en que empezaba a salir del lugar.
Unos individuos que no eran los de su grupo estaban allí. Sus máscaras más macabras y ensangrentadas eran la evidencia de lo depravado de su corazón. No sólo esto, si no la acción que llevaban a cabo. Eran tres. Desgarraban los cuerpos a su alrededor con gallardía y una velocidad inigualable.
Un manto de terror y desconcierto eran el partícipe de aquella escena, como de una película. Sangre en todos lados. Cuerpos desmembrados, órganos en el suelo...
El infierno en la tierra.
Un sollozo salió de los labios de Tae y Yoon Gi no tardó en taparle la boca con su mano. Lo tomó de un brazo y esperó para salir de allí. Como pudo, corrió al hueco y empujó el cuerpo contrario. Su pecho era un mar de angustia y desasosiego. Tenía miedo. Tenia demasiado miedo, aunque nunca lo admitiría en voz alta, su cuerpo lo reflejaba.
Le temblaban las manos y le era imposible sostener a Jimin sin que este se le fuese resbalando. Cruzó el concretó y cuando estuvo casi fuera, unas manos le tomaron una pierna. Miró al desgraciado que lo sostenía y que le clavaba su navaja en la parte cerca del tendón. Entre el músculo.
Sacó la pistola y penetró la bala con tanto deseo en la cabeza del sujeto, que no dio más. El cuerpo de Jimin estaba ahora debajo suyo, siendo aplastado por él, pues se habían caído juntos.
ㅡSostenlo.ㅡ solicitó Yoon Gi reincorporándose, pero su pierna estaba un tanto afectada. Sin embargo; las cosas no eran favorables. El compañero asintió.
Volvió a sostener del muchacho rubio y empezó a correr en dirección contraria. En algún lugar debía estar el hospital. El otro chico no se detenía y trataba de ayudarlo con Jimin cuando le era posible, pero no era tarea fácil trasladar un cuerpo desmayado. Las fuerzas del mayor menguaban a cada paso y aunque su mente no quería rendirse, su cuerpo exigía lo contrario.
ㅡ¿Conoces un hospital cercano?ㅡ preguntó el pelinegro con respiración entrecortada.
ㅡCreo que a varias cuadras de aquí está el Hospital Nacional de Seúl.
El mayor pidió al jovencito le guiara y empezaron a correr, esquivando entre todo la gente que gritaba como loca, los muertos y los maniáticos que se atrevían a asesinar frente a sus ojos.
Era un milagro del cielo que continuarán vivos y allí estaban,
llegaron a la puerta principal del hospital. Yoon Gi dejó al menor a un costado de él y empezó a tocar las puertas de cristal, rogando que le abrieran. El mismo estaba suprimiendo a su cuerpo que deseaba perder el conocimiento ahí mismo. La herida de su pierna no estaba en buen estado y el torniquete que se realizó media hora antes no le servía de nada ya.
Era un martirio lo que estaban pasando. Todas la emociones estaban a flor de piel en él. Estaba al límite y sus ojos empezaban a cargarse de lágrimas que se negaba a derramar. Pateó con el pie sano el vidrio y se tomó la cabeza, mesándose el cabello oscuro que estaba tan mugroso como su cuerpo por la sangre pegada.
Tae Hyung seguía algo atónito y Yoon Gi sospechaba que traumado. Empezó a idear cosas en su cabeza hasta que bajó una mano, que rozó la pistola. La observó como si fuese el objeto más valioso del mundo y disparó varias veces a la puerta, hasta que una parte de ella de hizo añicos. Se sacó la camisa y envolvió en su puño para golpear las partes que no había destruido la bala. El cristal era grueso y sus nudillos estaban abiertos, pero logró abrir lo suficiente para que un cuerpo pasará de pie por allí.
Si, estaba creando un alboroto y posiblemente alguien que estuviera cerca los escucharía, pero era eso a no hacer algo y perder la vida en aquel lugar.
Pasó a Tae Hyung y Jimin por ahí con cautela e intentó hacerlo él. Buscaron por todos lados a alguna persona, pero parecía que el hospital estará abandonado. Ya en una de las habitaciones, los párpados de Yoon Gi, agotados empezaban a cerrarse. Dejó a Jimin en una camilla y miró al menor que ahora estaba sentado en uno de los sofás con las manos entre el cabello.
Yoon Gi se aferró a la base de la camilla y apretó las manos renegado. Imposible impedirlo. El mayor, cargado por el vértigo, se desvaneció sobre el suelo como una pluma.
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