-Parte Única-
Normalmente, en su vida todo era de dos colores, siempre iba del blanco, al negro.
Entre ellos, muchas escalas de grises, Tristan asocia aquellos tonos a si mismo, así esencia, a su ser. Es mitad Diosa, Mitad Demonio.
Toda su naturaleza, su crianza y su formación pasó a base de blanco y negro, como un tablero de ajadrez, decidiendo quedarse la mayoría del tiempo con la parte nívea y no la azabache.
El príncipe nunca experimentó más allá de lo que el mundo a su alrededor estaba dispuesto a ofrecerle. Más allá de la seguridad que sus padres los reyes le permitían tener.
Tristan era una escala que iba del blanco al negro y no del amarillo al azul o verde como creían algunos.
—Lancelot...
Entre suspiros, el heredero de Liones pudo divisar otro color. El candente y llamativo rojo. Aquel color que era una señal de advertencia, cuyo peligro y calor traían la mirada bicolor de Tristan cada día de su vida. El rojo intenso qué lo tenía postrado en la cama con la respiración entre cortada y los labios hinchados.
Aquel que lo hacía enterrar las uñas en carne intentando sostenerse de algo aunque no vaya a caer.
Lancelot lo llevaba de la pureza al pecado, porque estaba haciendo tantas cosas que sabe, estaban mal. Lo sabe perfectamente.
No era un niño, no era tonto, sabe que aquel príncipe de Benwick y él no estaban destinados a hacer nada de aquello, sabe que se había previsto para ellos un futuro de colores rosa y rojo vino.
Entonces se preguntaba...
¿Por qué ambos estaban ahí, en medio de una habitación improvisada, quitándose la ropa de a poco, con la respiración agitada y viéndose como si solo supieran hablar entre caricias.
¿Por qué?
¿Por qué Lancelot arrancaba su ropa con tanto desespero que parecía querer llorar?
Tristan estaba perdido, solo veía rojo, en cual quien rincon de la habitación, cuando sus ojos se encontraban con los otros y en aquellas sensaciones.
Rojo
Un rojo Carmesí qué quemaba en su piel pálida con cada caricia mientras él pedía más sin saber realmente qué era lo que quería.
—Tristan
Esa voz lo hace temblar, muy distinto a lo que sentía cuando las chicas le hablaban, sentía gran aprecio por cada una de ellas y sin embargo, ni la más querida de sus conocidas esremecia su cuerpo al punto de querer estallar.
Se perdió en el mar de sangre que significaba ver al príncipe rubio a los ojos, ensimismado en su cabeza, deseando algo tan impuro que prefería pensar que no sabía lo que era. Claro que sabía, claro que tenía el conocimiento del pecado, pero no quería aceptarlo, No. Ese no era él, no era él mismo, no era blanco o negro, tampoco gris, era otra cosa, otro tono, algo más afín con aquel rojo tan puro.
Para antes de enterarse, sus cuerpos estaban desnudos, piel contra piel, perdido en la espextativa de qué tan lejos llegarían, sin querer pensar en nadie, porque hacerlo seria caer en el remordimiento, hacer eso sería regresar al blanco o al negro, dejando aquel carmín que lo tenia tan emocionado.
Lancelot levantó las piernas del príncipe hasta llevarlo a orillas de la cama, lo dejó acostado y como si fuese una reverencia, se puso se rodillas. Pero sus intenciones no eran ni siquiera cercanas a mostrar respeto al monarca, claro que sí lo iba a elevar, pero no en elogios, para nada en respeto, se postraba a sus piernas y entre ellas porque lo llevaría al cielo mientras sentía el infierno quemarlo de cerca.
Y mientras eso sucedía, Tristan solo atinó a soltar un alto grito, sosteniendo las sábanas a su lado cuando un intruso acarició una parte muy privada de su cuerpo.
La lengua de Lancelot se movía lentamente en sus zonas más íntimas. Era vergonzoso admitir que tenia una peligrosa ereccion gracias a eso. Gracias a la manera en la que el rubio lo probaba como si fuese algún tipo de postre. El albino no sabía que hacer. Estaba perdido en un mar sin fin donde parecía no poder tocar el fondo.
Fue bruscamente volteado, puesto con el estómago debajo y solo sus rodillas manteniendo la parte de su pelvis erguida. Fue más la impresión que el peligro, pero cuando sintió el rostro ageno hundirse descaradamente entre sus dos mejillas traseras, sus alas emergieron en una clara señal de escape, cosa que no funcionó, porque el heredero de Benwick lo tenia sometido con un fuerte agarre mientras lo devoraba.
Sus inquietas alas moviéndose sin coordinación de un lado a otro y algunas veces extendiéndose del placer, porque aunque Tristan trate de negarlo, separó más sus piernas dejándole total libertad a su "Amigo" para que siga haciendo lo que se le venga en gana con su desconcertado cuerpo.
¿Qué pensaría su madre?
Sabe que la Diosa y actual reina de Liones era un ser puro y lleno de entendimiento. Pero ¿como le explicaría algún día, que su mejor amigo, aquel con quien había crecido a lo largo de los años, lo tenía ahora mismo contra la cama, sosteniendo su cuerpo para imoedirle ir hasta estar totalmente satisfecho? ¿Cómo le explicaba que él mismo se dejaba embriagar de aquella situación y permitía con libertad todo lo que sucedía?
¿Entenderían eso?
¿Podrían entender que a pesar de estar confundido, él estaba totalmente de acuerdo con lo que sucedía?
No lo entenderían
¿Quién podría hacerlo?
—L-Lance...
Rogó piedad a su compañero y este lo observó casi sintiendo compasión, aunque Tristan no lo estuviese viendo, siente la ardiente mirada ajena sobre su cuerpo y a juzgar por como se habían detenido todos los movimientos, sabe que tenia la total atención de su amigo.
—Shh... Esto a penas comienza.
Aprovechando aquella posición y el hecho de que en verdad, Tristan parecía estar bastante dispuesto. Llevó con cuidado su lengua y uno de sus dedos hasta aquella entrada rojiza y maltratada del príncipe más joven. Todo para prepararlo, claro que iban a terminar ese juego. No se permitiría desaparecer hasta cumplir su objetivo, Lancelot nunca ha perdido una pelea y esa no será la primera vez.
Por su parte, el joven de Liones se sentía extraño, bastante, pero no era tan malo como bueno, aquellas caricias que brindaban a su cuerpo caliente solo lo hace desear más con anticipación. Realmente fue él mismo quien se echó hacia detrás gritando en queja porque gracias a su propia acción el dedo completo del rubio se hundió en él hasta los nudillos.
Lancelot algo sorprendido, sonríe por el acto y relame sus labios sintiendo que se dirvertiria bastante.
Pasados unos minutos, con un Tristan bien dilatado y tomando más de tres dedos de su amigo, queda decidido en silencio que podían continuar.
Quien toma dicha iniciativa es el mayor quien con arrebato saca sus dígitos de aquel cálido lugar, se gana una queja, cosa que solo lo hace reír de la situación.
Tomando algo de aceite de coco qué era lo que tenia al alcance como lubricante, Lancelot lo frota con cuidado por todo su falo, esperando que sea suficiente para el encuentro que estaban a punto de tener.
Sin mayor espera, aquel rubio toma firmemente las caderas de Tristan con una mano y con la otra guía su miembro hasta estar totalmente alineado, entrando de a poco. Agradecía la buena preparación que tuvieron y el tiempo que emplearon en ello, pues veía a su compañero algo tenso, pero nada exagerado, eso y que gracias a la resistencia en el cuerpo adverso suponía que debería ser más fácil para ellos que para humanos normales.
En todo momento y para sorpresa de ambos, el menor lo disfruta, desde la preparación hasta que es empalado por su mejor amigo. Cada parte y proceso lo disfrutó como nunca pensó hacerlo, como nunca había experimentado antes.
Estaba perdido en un sin fin de sensaciones y sentimientos encontrados, se supone que ellos son caballeros, qué representan la parte fuerte y educada, la pudiente del reino de Liones y Benwick respectivamente. Esta establecido que ambos deben contraer matrimonio con jóvenes a la altura, tener hijos y ser los próximos al mando en cada reino. Y sin embargo, estaban ahí, entregandose el uno al otro de la manera más vulgar y extenuante posible. Tristan estaba ahogandose en la culpa, pero para nada era más abrumador que el placer, se veía opacado en gran medida y estando bajo la influencia de ese filtro, podría decir que incluso le gustaba.
Mientras el rubio entra y sale duramente, sosteniendo con una mano su cintura y con la otra la base de dos de sus alas, él solo puede sonreír con la mirada perdida, maldiciendo por lo bajo por lo condenadamente bien que se siente cada vez que entran y salen de él. Como la adrenalina lo recorre sabiendo que podrían encontrarlos a ambos ahí, sudados, unidos y gimiendo por más.
Estaba siendo sometido, humillado y casi violado por Lancelot, este entraba y salía tan duramente de él que dudaba muchísimo que se estuviera conteniendo. La cama chillaba en queja por los bruscos movimientos de ambos jóvenes, como uno empotrada salvajemente al otro y el de abajo solo batia sus alas con desespero mientras sus manos apretaba las sábanas y su boca solo liberaba sonidos tan húmedos que el choque de esa pieles no podría ni siquiera asemejarse.
—¡Lance! —Su garganta dolía, agradecía el don de las diosas de poder cortarse rápidamente, pero ahora mismo no podría consentrat su magia en eso, así que debía preocuparse más adelante. Por el momento solo estaba disfrutando enormemente del calor en su vientre y de la glande de su amigo chocando con descaro hasta el último centímetro de su interior—Mnhm...
Para el rubio, la sensación era un poco más divertida, podia perfectamente leer los incoherentes pensamientos de Tristan, sabe lo que quiere, lo que le gusta y lo que espera. No hace falta que el joven príncipe lo diga o gima si su mente no tiene filtro alguno.
Sabe perfectamente bien que aquel albino lo estaba disfrutando, qué me encantaba la posibilidad de ser descubiertos aunque su morar compita con sus deseos. Lancelot no era tonto. No iba a buscar un sitio donde puedan encontrarlos, no, eso fue planeado por bastante tiempo, nadie loe vería, podría maltratar el culo de su lindo amigo tantas veces como le venga en gana y nadie se enteraría.
Podía tomarlo toda la tarde, la noche e incluso hasta el amanecer, magullar su pálido cuerpo hasta no dejar zona sin marca e incluso podría bien ser más rudo si quería, hacerlo gritar de piedad y placer al mismo tiempo.
Era capaz de hacer todo lo que se le pase por la cabeza y aun así, aunque sabe que tiene la oportunidad de oro, ha decidido solamente jugar un poco, sacar de la rutina a ese berrinchudo príncipe para hacerlo ver más a través de sus ojos.
Cambiar ese verde o azul a un rojo intenso, uno vivo qué lo aleje de cualquier otro camino. Blanco y negro es lo mismo en lugares opuestos.
—Mnh... Increíble... Te encanta —La seguridad en su voz era solo opacada por el chapoteo entre ambos, cada vez, el cuerpo ajeno se tensa más y más. Anunciando lo que está por venir— Hazlo. Vamos... Termina, Tristan.
Más rudo, más violento, más fuerte.
Más
Eso era lo que quería, lo que le pedía. Aquellas palabras que giraban cual satélite en su cabeza pero que no se atrevía a salir de los labios.
Por favor...
Se inclina soltando su anterior agarre para masturbar a un sensible Tristan haciéndolo llorar por todo lo que invadia su cuerpo. Le besó el cuello mientras esté se retorcía, ambos unidos como dos animales en celo. Simplemente esperando ansiosos la recompensa indecorosa de sus actos.
Lancelot...
Aquel pensamiento bastó para que de un último empuje duro. El peliplateado no aguantó un segundo más, todo lo que salía de él era blanco, su mirada estaba perdida en el negro de su subconsciente, pero su cuerpo... Su cuerpo estaba en rojo, el calor que lo invadia solo era rojo y aquel exquisito pecado que se deslizaba por su interior era igualmente rojo.
El príncipe de Benwick había acabado pocos segundos después.
Lo había hecho dentro, claro que sí.
Había dejado su semilla en Tristan. Lo había corrompido y la mejor parte es que podía ver la sonrisa torcida en el menor. Lo sentía disfrutar cada segundo de su travesura, sus alas al igual que el resto de su cuerpo temblaban. Solo hasta pasados unos minutos ambas miradas se encontraron por fin y una sonrisa entre ambos bastó para sellar aquel secreto que guardarían.
Tristan tenía muchas preguntas.
Muchas que rodeaban su cabeza, muchas que involucran a Lancelot y su futuro con Ginebra. Porque no era estúpido, la clarividente había dejado en claro que en unos años, su mejor amigo se iría de su lado.
Pero también sabía que el futuro puede alterarsey que hay miles de posibilidades.
Tendría que esperar bastante, para saberlo. Pero en ese momento, en ese preciso momento, decidió que disfrutaría el presente y no pensaría en el furiro. Tristan decidió que Lancelot y él podían ser blanco y negro frente a las personas y de vez en cuando... Podrían pasar aquella línea de fuego roja.
Así se durmió entre los brazos del rubio, ya en su forma totalmente humana y casi recuperado debido a la naturaleza de su magia.
Mientras, por su parte, Lancelot solo miró a un punto fijo sus ojos color sangre.
Luego de robar la pureza de su amigo, estaba más que decidido a ser el unico capaz de hacerlo.
Aún si eso significa que tendrá que eliminar a la competencia...
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¡Gracias por Leer!
Esto es un pequeño proyecto que se me acaba de ocurrir. Realmente no tenía planeado ni de cerca escribir sobre estos personajes. Pero me he llegado a encariñar y me sentí algo inspirada. Gracias por leer <3
Créditos a su creador
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