37
El viernes hubo otro ramo, otra frase.
"Tu me rends fou. I".
"Me vuelves loco. I".
Ella continuaba igual de intrigada pero sumamente encantada con ese juego: le sacó una foto al ramo nuevo conviviendo con unas pocas rosas del martes, algunas del miércoles y todas las del jueves.
Tobías tomó una fotografía del paisaje de camino a Normandía donde se establecería hasta el lunes entrada la mañana. En su automóvil, activó el dispositivo de música y conectó su I-Phone.
La mala cobertura le había alcanzado para enviar la foto del paisaje y nada más, por lo que tendría que resignarse a leer una posible respuesta en un plazo de dos horas.
Con el mismo orgullo de siempre hizo ese trayecto hasta una de sus mayores posesiones y logros: cuando compró ese campo casi en ruinas, a un precio irrisorio y llevó los caballos desde Argentina, todos dudaron de él, señalándolo de impulsivo y presagiándole una infructuosa actividad.
Nada más lejos.
Ese campo se había transformado en uno de los tres centros de crianza de caballos pura sangre para polo y exposición más importantes de Francia.
Normandía era ciudad cargada de historia, con un patrimonio arquitectónico delicioso que poseía desde fortalezas medievales, hasta humildes casas de madera. «A Aldana le encantará un sitio como este», pensó él con una sonrisa cargada de esperanza.
Aldana Antur, su hermosa aventura.
Ella ocupaba su mente, su vida y su cuerpo. Era una hiedra que se aferraba a él y que él mismo había dejado crecer.
En su Aston Martin DB6 Volante de 1967 descapotable, color verde petróleo, uno de los 140 que se fabricaron a nivel mundial, el viento impactaba en su rostro mientras cantaba junto a Scorpions, "Still loving you".
Time
It needs time to win back your love again
I will be there, I will be there
Love
Only love can bring back your love someday
I will be there, I will be there
Fight
Babe I'll fight to win back your love again
I will be there, I will be there
Love
Only love can break down the wall someday
I will be there, I will be there
Aferrándose al volante, dejaba su potente voz en aquel pedido desgarrador en el cual se vio reflejado. También necesitaba que Aldana le diera una chance más, no se iba a resignar. Las fotografías, las silenciosas palabras flotando en el aire, las flores, todo tenía que significar algo y se emocionó con regresar el día de su cumpleaños y sorprenderla apareciendo en la oficina. No la pondría al tanto de su llegada y hasta donde tenía conocimiento, Giovanni tampoco había dicho nada.
If we'd go again all the way from the start
I would try to change the things that killed our love
Yes, I've hurt your pride
And I know what you've been through
You should give me a chance
This can't be the end
I'm still loving you
I need your love
I'm still loving you
I need your love
Impactando con el canto de su mano el cuero del volante, ladeando la cabeza, se sentía vivaz. Nada opacaría ese momento de plenitud.
Cuando Aldana regresó del almuerzo, dos chicas de su piso se reían entre sí, sin dejar de mirarla. Analía y ella lo notaron y contrariamente a lo que hizo la secretaria, su amiga reaccionó de malos modos.
―¿Se puede saber qué cuchichean a nuestras espaldas?
―Ana...por favor. ―Medió Aldana, lejos de confrontar.
Las dos rubias que le habían echado el ojo al jefe, disfrutaron de ese minuto de gloria que tuvieron al señalarle, que en un portal de noticias del corazón se mostraba una fotografía de Tobías junto a una despampanante rubia, con la leyenda "Nuevamente al ataque" al pie de la imagen.
Automáticamente los pies de Aldana se clavaron al piso. ¿Qué clase de broma de mal gusto era esa? Tragó fuerte, reteniendo el nombre de la publicación y con toda su altivez, reaccionó para dar media vuelta y sentarse en su silla.
Quiso llorar, patalear e incluso arrojar las rosas al cesto. Aguantaría hasta la hora en que todos se irían para hacerlo; los planes de llevarlas a su casa se evaporaban súbitamente. Pensó qué hacer para no llorar, la vena de la sien le latía y ni siquiera Analía estuvo en condiciones de aplacar su estado de ánimo, dejándola tranquila.
Masoquista, buscó en internet esa nota y la leyó cientos de veces, googleó el nombre de la artista y efectivamente era una reconocida cantante de ópera a punto de emprender una gira por Tailandia. Ver las manos de la mujer en los antebrazos de Tobías, de impecable traje negro y con la corbata gris que a ella le encantaba, la derruyó por dentro.
No estaban destinados a estar juntos; Tobías no era hombre de una sola mujer.
Pensó en enviarle una captura de pantalla, pero reprimió eso que tomó como una bajeza. Debía ser fuerte y comenzar a hacer ese duelo que había postergado ilusionada con que él realmente se esforzaría por tenerla a ella como prioridad, como su única mujer. Las rosas no eran más que parte de una estrategia trillada, vagos intentos por mantenerla allí, firme, a través de gestos de galantería barata.
Para la hora de la entrevista se colocó su mejor máscara de teatro, saludó a Analía y se marchó rumbo a la torre de "Minerva Labs", a unas pocas calles de "Fármacos Heink". Apenas entró un hombre de seguridad la escaneó por completo, le pidió identificaciones y le permitió ir hacia el mostrador de recepción, donde volvieron a tomarle los datos y le entregaron una credencial de visita.
Pulcro, opulento, con pisos de porcelanato brillante y color beige con una veta en tonos ocres, sus tacos resonaban sobre éstos a cada paso. Levantó el mentón, irguió la espalda y con carácter, entró al elevador junto a dos hombres cuarentones muy bien vestidos, quienes la miraron y la saludaron con educación e interés. Presionaron el diez y ella el quince.
Al abrirse las puertas en el nivel de los señores, nuevamente le dirigieron miradas amistosas y ella sonrió, siendo amable como siempre. Al cabo de unos segundos, descendió en su piso y se anunció con la secretaria.
Chunchuna era una mujer que superaba los sesenta, de pelo canoso y sujeto en una onda de lado, muy bien vestida, de manos impecables y sutilmente maquillada. Poseía un lunar en la mejilla derecha, muy aristocrático.
―Agradezco la generosidad que ha tenido con el señor Prözask, él está interesado en conocerla.
―Como le he dicho soy una simple secretaria.
―¡Que no es poca cosa! ―Le guiñó el ojo, puesto que ella también lo era. Aldana se ruborizó pensando que la había ofendido―. Lo cierto es que yo me estoy por jubilar y se necesita sangre joven y eficiente, que esté más amigada con la tecnología. ―La señora que se limitaba a hacer muy bien su trabajo, desconocía que todo era parte de un plan siniestro tejido a escondidas, en una cafetería y con el despecho como móvil principal.
Tras esperar por cinco minutos en uno de los sillones modernos de acero y cuero color crema, miró hacia el río; ese nivel era completamente vidriado, casi abismal.
―¿Señorita Antur? El señor Prözask la espera en su despacho. ―La secretaria del empresario la acompañó por un corredor de casi tres metros de longitud y abrió una gran puerta doble con barral de acero pulido y brillante.
Ante Aldana se figuró un hombre de unos cincuenta años, muy apuesto y sonriente como si estuviera en una publicidad. Se estrecharon la mano y él la invitó a tomar asiento.
Otto la recorrió con la mirada y le invitó un vaso de agua; no sabía por qué demonios había accedido a la demanda de Mercedes en lo que respectaba a esta señorita, pero apenas la vio, con esa falda tubo negra, esos tacones elegantes de charol con un moño en el empeine y de camisa blanca liviana con lazo negro en el cuello, desestimó cualquier posibilidad de que la conversación durara únicamente un minuto y medio.
La muchacha era de una belleza innata, casi que dolía. Era una muñeca de porcelana para coleccionar.
Otto se vio obligado a iniciar la conversación repitiendo lo que le había adelantado Chunchuna; mintió a expensas del difunto diciendo que Jorge le había contado que era una excelente empleada, efectiva y muy instruida. Otto pudo observar que las mejillas se le sonrosaron por el cumplido; o bien no los recibía a menudo o no estaba segura de la opinión que tenía la gente de ella.
Aldana se mostraba tranquila y cauta al momento de hablar, no escatimaba en elogios hacia Jorge y su nuevo jefe, Tobías. Otto moría de ganas por confirmar esos rumores alimentados por varios de sus empleados, ese que hablaba sobre su incipiente romance con el actual presidente de "Fármacos Heink". Sin dudas, el muy condenado tenía un gusto exquisito y parecía no conformarse con conquistar todo Francia, sino que había vuelto para hacer lo mismo en Argentina.
Otto se mostró complacido con el modo suave en el discurso, la sonrisa dulcificada que le entregaba y sus lauros informáticos de la chica, materia pendiente para Chunchuna.
Realmente asombrado por ese hallazgo, agradecería, off de record, a Mercedes por esa media hora de gloria vivida junto a ese bocadito de dulce de leche.
―Sé que le has dicho a mi secretaria que tu intención es quedarte en "Fármacos Heink" y admiro tu lealtad hacia la empresa que te formó, habla bien de vos como persona. De todos modos, quiero que estés al tanto que nuestras puertas siempre estarán abiertas por si cambiás de parecer. Mi oferta de tenerte aquí, sigue en pie. ―No habían mencionado números concretos, pero sí, que redoblaría su salario con tal de mantenerla satisfecha económicamente, lo cual la escandalizó, sin demostrarlo. Ella percibía una suma más acomodada a partir de las horas extras que hacía y de atender a su jefe las 24 horas. Sin contar, lógicamente, que tenían una relación...o algo así.
Otto la acompañó hasta el ascensor en un gesto que asombró a propios y a extraño, incluso a Aldana, dada la deferencia en el trato tan personalizado. Le besó la mano, incomodándola. La secretaria se quedó de piedra cuando el jefe también compartió el ascensor con la muchacha entre sonrisas.
Atravesaron el hall del edificio y él, en persona, le abrió la puerta de salida como si fuera el botones de un hotel cinco estrellas. Dana no podía creer esa actitud, ni siquiera Jorge, un gran caballero, se tomaba esas molestias con quienes se reunían con él.
―Ha sido un enorme placer conocerte, Aldana. ―En la vereda del edificio de concreto y cristal, le dijo mirándola a los ojos muy intensamente. En ese momento ella se mantuvo rígida cuando le posó un beso tibio sobre la mejilla.
Finalmente, Aldana comenzó a andar, con el corazón palpitándole fuerte. Se llevó la mano al pecho; por un lado, le había parecido desmedida la demostración de cordialidad del presidente de "Minerva Labs" y por el otro, no era nada despreciable saber que existía un mundo más allá de "Fármacos Heink".
Tenía que pensar en ella más que nunca; le había sido fiel a Jorge, a ese hombre que se había convertido en su padrino espiritual; nada la ataba actualmente a la empresa donde estaba. Tobías bien conocía lo de no aferrarse a nada.
Felicitas Rojas estaba saliendo de su nuevo trabajo cuando vio la escena del beso; Mercedes la había puesto sobre aviso que esa tarde ella estaría visitando la torre de "Minerva Labs". Sacó su celular con disimulo, dejó adelantarse a una de sus nuevas compañeras y tomó varias fotografías en el preciso instante en que Otto Prözask se quedaba más tiempo del necesario sobre la mejilla de Aldana Antur.
A su nueva socia del club de la maldad, le gustaría ver que tenía pruebas contundentes de la visita de Aldana al edificio de la competencia y ladeó la boca, contenta, con la idea de pedir un pago extra por tamaño material.
***
A Tobías le extrañó no recibir mensajes de Aldana después de la foto que le envió del paisaje de Normandía; lo cierto es que él tampoco se había vuelto a contactar; la naturaleza, los caballos, el diálogo con los empleados se habían encargado de que la noche llegara repentinamente.
―Lamentamos mucho lo de su padre. ―Fue el sentimiento en común de todos los empleados del campo apenas llegó. Les agradeció sus condolencias y se puso manos a la obra sin perder tiempo.
Ginette, la empleada, era la versión francesa de Pina, la casera en San Pedro. También lo consentía, aunque era más estricta y menos demostrativa para brindarle afecto.
Tras la cena, bebió un café fuerte, tomó una ducha y se fue a la cama de esa enorme habitación decorada en colores terracota, ubicada en la planta superior como las otras cuatro alcobas.
¿Por qué Aldana no se había vuelto a comunicar con él? ¿Por qué no continuaban con ese interesante coqueteo fotográfico? Abrió "Notre Dame de París " demostrándole que seguía leyéndolo, deseando estar con ella.
Dana estaba entrando en su departamento cuando le sonó el teléfono con un mensaje. Tobías le mostraba que seguía adelante con la lectura.
Ella se quitó la cartera con un nudo horrible en la boca del estómago. Miró hacia el techo evitando llorar, se sentía mal, muy mal. ¿Por qué continuaba buscándola mientras él estaba de coqueteo por el mundo?
Quiso gritarle que la dejara en paz, que no la ilusionara más, que las flores habían terminado en el cesto de la basura y con Analía gritándole que era una tonta porque las rosas no tenían la culpa de su imbecilidad....
No escribió, ni siquiera le dio la esperanza de hacerlo y borrar los mensajes adrede.
No cenó.
Se acostó a las 9:30 de la noche, molesta consigo misma y con él y trató de dormir, sin efecto. Se puso de pie y buscó el libro de Víctor Hugo en su mesita de luz.
Hasta entonces y de acuerdo a la última foto, él había conseguido avanzar un poco más que ella, pero no se lo hizo saber así que leyó a su ritmo, sin capturar las páginas ni poniéndolo sobre aviso que, a su modo, continuaba conectada a él.
Al día siguiente, Analía trazó planes con ella y con Gio, le insistió tanto a su para que fuera a la salsera que Aldana accedió. Siempre era un buen sitio para pasarla bien un rato con gente buena y divertida y quitarse el malhumor de encima.
Gio las esperó en el boliche y las tomó a ambas de las manos, entrando con ellas a la par y siendo la envidia de muchos. Se integraron al grupo rápidamente, como era habitual y todas las miradas fueron hacia Dana, quien estaba sin su pareja. Su impasividad y ojos temblorosos e idos, dieron la respuesta a la pregunta en común, por lo que nadie curioseó más de la cuenta.
Comieron y bebieron, y cerca de la medianoche los más avezados comenzaron a sacarle chispas al piso; entre ellos Analía y Giovanni, quien meneaba las caderas con mucha onda pero nula coordinación. Aldana no paraba de reír y agradeció la buena idea de su amiga; ir a "Azúcar" siempre le sentaba bien.
Sola en el reservado, estaba bebiendo un daiquiri de ananá cuando Julián tomó asiento a su lado, con el cabello más corto que la última que lo vio, siendo éste el comentario que rompió el hielo entre ambos.
Hablaron de cosas triviales, espontáneamente, no se esforzaron por sacar temas ya que se conocían bastante, pero el profesor, astuto, no dejó escapar la oportunidad para invitarla a la pista. Ella se resistió, solo un poco, quería quitarse al infiel de Tobías de la cabeza y bailar con Julián no era sinónimo de descontrol.
Soltándose, quizás animada por el alcohol y el rencor, permitió que el profesor la tomara por detrás y apoyara su cabeza en el hueco de su hombro. Él era un hombre atractivo, amable y con unos músculos de acero. Cuando tenía los rizos más largos se parecía a David Bisbal en sus inicios y eso le gustaba mucho a la secretaria.
Julián amaba secretamente a Aldana desde el momento en que la conoció; hacía más de tres años, que se le había instalado en la piel. Era dulce, cuando reía todo lo teñía de un color pastel tan suave como encantador. Le agradaba que no supiera bailar porque le daba la posibilidad de sujetarla de la mano, hablarle de cerca para indicarle los pasos a seguir y bromear por su poca ductilidad para la danza sin que se enojara.
No podía evitar que su corazón gritara hurras por no verla con la mole de su novio. Aparentemente estaban distanciados, él en París y ella en Buenos Aires, pero no por una mera cuestión de kilómetros, sino que habían discutido, aparentemente, por culpa de unas polleras.
Poco le importaron los detalles, sino que ella lo viera como un hombre dispuesto a hacerla feliz, un tipo sólido y confiable. Él era un chico sencillo, profesor de educación física y que dos veces a las semanas daba clase de merengue, bajo la modalidad de ballroom.
"Felices los cuatro" de Maluma, retumbaba en los parlantes, animando a Aldana, quien se contorneaba sobre el pecho tallado de Julián; la espalda de ella subía y bajaba, encendiéndolo al muchacho. Las manos de él se le mantenían apenas en los laterales del cuerpo femenino, con ansias de recorrerla de punta a punta. No se extralimitó, no se aprovecharía intempestivamente de esa vulnerabilidad que reflejaba estar en puja con su novio, pero no sería tan tonto de perder la posibilidad del contacto.
Su perfume floral lo volvió loco, le colmaba los sentidos. Se aferró a la carne de su cintura, posesivamente. Ella lo percibió y no le quitó las manos ni impidió que lo hiciera. Sentía el perfil de la nariz masculina en su hombro y tampoco fue capaz de sacarla.
Gio bailaba con Analía, amaba recorrerle las curvas sobre la ropa y sin ellas, también. Se habían tomado casi como costumbre ir todos los fines de semana al boliche, era la previa perfecta para las noches de placer que solían darse en el departamento del rubio.
Entre giro y giro de Analía, el "Tano" vio a Aldana en una actitud muy impropia de ella; el profesor de salsa la tocaba más de lo natural o al menos, de lo que ella solía permitirle.
Sabía por Tobías y por Analía que ella había reaccionado a los ramos de flores y que estaban generando un nuevo contacto; a cuenta gotas lo aceptaba nuevamente, consciente que tenían asuntos pendientes por resolver.
No obstante, nada hacía prever esa desfachatada actitud; la secretaria de su amigo no era una mujer adepta a provocar a los hombres, siempre mantenía las distancias con el género masculino, aunque sabía que ese tal Julián era un viejo conocido.
―Ana...Ana... ¿me parece a mí o el profesor la está toqueteando demasiado? ―Analía enfocó la vista y efectivamente, le confirmó sus sospechas sin darle trascendencia. Ella también estaba enfurruñada con Tobías, eso de salir en las revistas del corazón con nuevas conquistas no le había gustado nada.
―Que tu amigo muera de envidia, te juro que le sacaría una foto y se la mandaría así toma de su propia medicina.
―¿Por qué decís eso? ―Gritó el rubio por sobre la música.
―Porque él anda cenando con divas parisinas mientras ella lo llora en su casa. ¿Acaso no tiene derecho a divertirse y pasarla bien?
―¿De qué hablás?
―¿En serio no sabés de lo que hablo? ―Insistió ella.
―No, en serio... ¿qué sabés que yo no? ―Analía lo agarró del codo y fueron hacia un lugar sin tanta gente. Como pudo, desbloqueó a tientas su celular y comenzó a buscar el portal de chimentos que publicó la foto de Tobías con la cantante.
―¿Ves?¡De esto hablo! ―Giovanni repasó la luminosa pantalla con la mirada, corroborando que los medios hablaban del supuesto amorío de su amigo con una cantante francesa. Automáticamente, el "Tano" se llevó las manos a la cabeza ―. Ayer, mi amiga se enteró de la peor manera: las hijas de su madre de Verónica y Martina se le cagaron de risa en la cara por el chisme. ¡Pobrecita Aldana! No sabés cómo se puso... ¡así que ni mierda voy a apartarla de Julián! Que la toque bien tocada y ojalá se la lleve a terminar la noche en otro lado. ―Furibunda volvió a la pista, a Gio le bastaron tres zancadas para equipararle la marcha.
―Estoy seguro que es un error. ―Intentó convencerla y convencerse.
―Un error es que ella siga ilusionada pensando que el muy sátrapa es fiel. ¿No puede dejar el pito quieto?
―Ana, che, paremos, hay que darle un voto de confianza
―¿Me estás cargando? La foto no es trucada.
―Ya lo sé, pero quizás es una conocida, una amiga.
―Ya sabemos lo que pasa con las "conocidas" de Tobías, yo no me chupo el dedo.
―Ana, estoy seguro, segurísimo, que no es más que una cena entre dos personas, nada importante. Tobías ama a Aldana. La ama como jamás amó a nadie en su vida.
Analía notó el entusiasmo y el fervor con el que Gio defendía a su amigo, pero ella estaba del lado de la suya. La había visto sufrir demasiado, y solo deseaba verla feliz.
―Voy a hablar con él, que me explique bien cómo fueron las cosas.
―Te va a meter cualquier excusa.
―A mí no me miente porque sabe que le saco la ficha al toque.
―Aldana no va a querer saber nada de él. ¿Te das cuenta que Tobías es como un pato criollo?
―En este momento es cuando tenemos que ajustar nuestro plan, ¿estás dispuesta?
Analía aflojó los hombros junto a un pesado suspiro, mirando a la distancia a su amiga Aldana cómo disfrutaba de bailar con Julián, pero sabiendo que era solo una fachada que enmascaraba su verdadero padecer.
―Dale, espero no tener que arrepentirme de esto mañana.
***
Tobías se impacientó al ver que durante todo el domingo tampoco tuvo mensajes de Aldana. Ya no se trataba de una cuestión de cobertura telefónica, otros mensajes los recibía sin inconvenientes. Había pasado todo el día torturándose con la idea de que en realidad ella lo había olvidado; capturó una imagen del atardecer cayendo tras los árboles con uno de sus caballos surcando el horizonte. Se la envió y a los pocos segundos, constató que el doble tilde se le coloraba de celeste, sin obtener ningún tipo de señal de su parte.
A última hora, preparó su equipaje para regresar a París cuando su teléfono bramó por ser atendido; deseando que fuera su amada, no pudo evitar soltar un bufido de decepción cuando leyó el nombre de su entrañable amigo.
―Gio, ¿cómo va?
―Bien, ¿vos? ¿Volviendo de Normandía?
―Por ahora armando la valija. Mañana temprano salgo para París.
―¿Llegás el miércoles a Buenos Aires?
―Sí, el vuelo tiene el mismo horario que el de ida: sale cerca de las once de la noche del martes parisino y toca piso argentino nueve de la mañana del miércoles.
―¡Entonces queda en pie la cena de cumpleaños! ―Sonó a exigencia, pero no podía perder la oportunidad de coordinar con él la salida.
―No sé si tengo motivos para celebrar.
―¿Por qué? ―Gio se hizo el distraído y puso el altavoz para que Analía escuchara. Quería que oyera por sí misma la verdad. Le había prometido que en el caso que Tobías confesara su infidelidad, él mismo lo esperaría a su amigo en Ezeiza con un rifle de caza para volarle las pelotas.
Un largo suspiro, pesado, anticipó las palabras que le brotaron con nostalgia y dolor, dejándole un desagradable sinsabor en el paladar.
―Porque no sé qué pasó con Aldana, no me escribe desde el viernes. Creí que nos habíamos acercado un poco...―le tembló la voz, no temía quebrarse ante su amigo, quien tantas veces lo había visto derrotado ―. Pensé que habíamos logrado conectar nuevamente...no la entiendo... ―Tomó asiento en el extremo de la cama. Del otro lado, Analía se tocaba el cuello, atenta ―. ¿Ana no te largó prenda de lo que le puede estar pasando a Aldana?
Ella le hizo un más o menos agitando la mano. Le sacarían de mentira a verdad.
―Algo...muy poco...viste que Analía es reservada con respecto a lo que conversa con su amiga. ―Analía subió el pulgar, en señal de aprobación.
―¿Qué te dijo? ―Se puso alerta, de pie nuevamente.
―Hagamos un ejercicio.
―Gio, no me boludees. ¿Qué pasa?
―¿Hay algo de lo que hayas hecho en París que puede jugarte en contra?
―¿Qué clase de pregunta es esa? ―Gruñó, disgustado por el laberinto que le proponía el rubio.
―¿Ninguna expareja o nueva conquista te anduvo revoloteando?
Tobías no entendía el punto, pero conocía a Gio como para saber que hasta no obtuviera la respuesta que quería, no iba a ceder en su extraño cuestionario.
―Fui a casa de Adele. ―Analía frunció la boca. El rubio expresó con un movimiento de labios sin sonido un "después te explico" ―. No te voy a negar que estaba infartante, vestida sexy, con ese contorneo de caderas que te prende fuego... ―Analía puso los ojos en blanco, incómoda. Gio rogó por no tener que arrepentirse de su idea.
―¿Te la volteaste? ―Habló como si no estuviera acompañado, con el objetivo de no levantar sospechas.
―No.
―¿No?
―No. No pude.
―¿No pudiste por culpa de tu amiguito o...? ―Pretendió sonar casual, aunque Analía estaba con ganas de revolear el teléfono por los aires.
―No pude. No pude traicionar a Aldana, la tengo todo el puto día en la cabeza, en el corazón. Desde que estamos juntos no me acosté con nadie más, Gio. Y no es que me faltaron oportunidades. El otro día salí a cenar y una chica me dio su tarjeta, generando un acercamiento. La invité a mi mesa y hablamos durante un buen rato. Estaba dispuesta a todo. Pero simplemente, no pude ni quise acceder. Y se lo hice saber también a ella.
La amiga de Aldana se llevó las manos a la boca, deseaba creer en las palabras de su jefe, en ese tono de voz angustiado y sensato que denotaba desazón y resignación.
―Ahora decime, ¿a qué viene este ping pong de preguntas y respuestas? ―No sabía cómo se enfrentaría a la indiferencia de Aldana, sufría por anticipado.
―A que se filtró una foto tuya con la cantante de ópera, la del vestido verde. ―Tobías irguió la espalda, procesando esa información. Recordó el flash casual de una máquina fotográfica a la salida del restaurante y supuso que sería un paparazzi que había capturado el momento preciso en que se despedía de la francesa.
―Te juro que no pasó nada, ya te lo dije: ella se me tiró y fui galante invitándola a comer, pero le aclaré que mi corazón tenía dueña. Te lo juro por mi vieja, Gio. ―dijo en una súplica que le arrancó una lagrimita solitaria a Analía. El rubio se la arrastró con el pulgar y ella se arremolinó en su pecho con el celular en mitad de la cama.
―Está bien, te creo. Cuando ponés a tu vieja en el medio, sabés que me matás con eso. ―También se permitió flaquear.
―Intuyo que Aldana vio la foto...
―Y sí, una revista de chimentos no dudó en titularla como "el nuevo romance del heredero" o algo así. ―Se lo escuchó maldecir desde Francia.
―¿Cómo está ella?
―Mal, desilusionada. Es lo único que me dijo Analía. Se siente defraudada.
―¡Pero mierda que no hice nada!
―Tendrás que seguir participando...―Hizo alusión a las tapas de gaseosas sin premio ―. Mirá, no quiero meter ficha, pero hay mucho cuervo suelto que está dispuesto a sacar tajada de esto.
―No entiendo.
―Si no te ponés las pilas te comen.
―¿Podés ser más claro y menos metafórico? Acá son las doce de la noche, me duele la cabeza y no estoy para acertijos.
―Ayer fuimos con Analía y Aldana a "Azúcar". Costó muchísimo sacarla de su casa, pero aceptó, y no pasó mucho tiempo desde que pusimos un pie en el boliche, que el profesor ese, el rubio de rulitos, se la quiso levantar.
―¿Julián?
―¡Ese!
―¿Le hizo algo?¿La tocó de más? ¿Se besaron? ―Los celos le fagocitaron el estómago, la carne de sus músculos.
―No, no, pará la moto. No pasó nada. Bailaron, así como bailamos los expertos ―sonrió, pero su amigo poco ánimo tenía para bromas. Siguió por su bien―: El flaco no perdió oportunidad de hablarle al oído, de peinarle el pelo y girarla como un trompo, pero ella no le dio cabida.
―¿Por qué me hacés sufrir así?
―Te estoy abriendo los ojos, Tobías. No sé cómo, pero vas a tener que trabajar duro para ganarte la confianza y el amor de Aldana. Estoy seguro que ese baile no significó nada para ella, pero si sigue dolida y vos no actuás en consecuencia, va a encontrar consuelo en otro lado y ese tipo estaba dispuesto a darle más que un par de brazos donde aferrarse si ella se lo permite.
Esas palabras cayeron sobre sus hombros con el mismo peso de un rascacielos. Cerró los ojos, deseaba recuperarla más que nunca, decirle que la amaba mil unas veces más y contarle todos sus secretos. Incluso, aquel que lo tenía como protagonista de una turbulenta historia con Mercedes.
―Viejo, allá es tarde y yo tengo que bañarme. Mañana hablamos y coordinamos así te voy a buscar a Ezeiza.
―No, no te preocupes, ya arreglé con Adolfo. No voy a ir a la oficina. No quiero pasar el día de mi cumpleaños ahí. Prefiero dormir...―Pensó en la soledad de esa nueva casa en la que solo llegó a pasar dos noches.
―Está bien. Nos hablamos, ¿dale?
―Claro, y gracias, por estar siempre al pie del cañón, dispuesto a darme una mano aun cuando soy un energúmeno.
―Para eso somos amigos, ¿no?
―Sí. ―confirmó, acrecentando su deuda con Giovanni Carbone.
..................
Onda: simpatía.
Sacar la ficha: adivinar las intenciones.
Al toque: inmediatamente.
Pato criollo: expresión que significa que hace una cosa mal tras otra. "Sos como un pato criollo, a cada paso una cagada".
Boludear: molestar.
Voltearse a alguien: llevar a la cama.
Gaseosa: soda.
Meter ficha: poner leña al fuego / "Llenar la cabeza"
Poner las pilas: ponerse en acción.
Querer levantarse a alguien: conquistarla.
Dar cabida a alguien: darle lugar.
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