OO8 ╏ instinto
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Las cosas parecían complicarse un poco en la sala de partos, donde Mingi estaba rodeado por el equipo médico. Las luces brillantes le cegaban los ojos y el sonido de los monitores llenaba la habitación. Aunque estaba exhausto, su preocupación por el bebé era más fuerte que cualquier otra cosa.
—Tranquilo, Mingi —le decía una enfermera con suavidad—. Estamos aquí para ayudarte, todo saldrá bien.
El peligris respiraba con dificultad, cada contracción se sentía como si le partiera el cuerpo en dos. Sin embargo, lo que más le preocupaba era el bienestar de su hijo. A pesar del dolor, lo único que pedía era que su bebé estuviera bien. Cerró los ojos, pensando en Yunho, en su rostro lleno de ternura, en cómo lo había acompañado en cada paso de este proceso. La sola idea de tener a Yunho junto a él le daba la fuerza para seguir.
El doctor entró de nuevo, esta vez con una expresión decidida en el rostro.
—Mingi, vamos a proceder con la cesárea de inmediato. El bebé está en una posición difícil y necesitamos sacarlo cuanto antes. Sé que esto es aterrador, pero tienes que ser fuerte un poco más.
Mingi asintió, incapaz de hablar por el cansancio. Las lágrimas brotaban de sus ojos, pero no era solo por el dolor físico, sino por la incertidumbre, por el miedo a lo desconocido.
En la sala de espera, Yunho continuaba caminando de un lado a otro, incapaz de encontrar calma. Cada segundo que pasaba sentía como si lo estuvieran desgarrando por dentro. Nayeon estaba a su lado, siempre presente, pero incluso su consuelo parecía insuficiente en esos momentos.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, un médico apareció de nuevo en la sala. Yunho se acercó de inmediato, sus ojos llenos de desesperación.
—¿Cómo está? —preguntó, su voz apenas un susurro.
El médico sonrió ligeramente, aliviando un poco la tensión en el aire.
—Todo salió excelente, el bebé está bien. Tuvimos que realizar la cesárea de emergencia, pero su hijo está saludable. Aún tenemos a Mingi en observación, ya que hubo algunas complicaciones y perdió bastante sangre, pero está estable. Necesitará descansar mucho, pero ambos estarán bien.
Las palabras del médico golpearon a Yunho como una ola de alivio. Las piernas casi se le doblaron al saber que tanto Mingi como su hijo estaban a salvo. Las lágrimas volvieron a caer, pero esta vez de pura felicidad.
—¿Puedo verlos? —preguntó con la voz entrecortada.
—En un momento. Están terminando de acomodar a Mingi en su habitación. Mientras tanto, puede ir a la sala de neonatos para ver a su bebé —dijo el médico.
Yunho asintió y, tembloroso, volteó a ver a Nayeon, quien le sonrió enormemente y asintió hacia él para que fuera a ver a su hijo.
—Ve Yunho, yo debo retirarme para recoger a Hyunjin, pero te prometo que volveremos para visitarlos, a los tres.
Yunho asintió aún con lágrimas en los ojos mientras le agradecía a Nayeon el apoyo.
Una vez que ella se retiró él siguió al médico hasta la sala de neonatos. Cuando entró, el mundo pareció detenerse. Ahí, detrás del vidrio, estaba el hijo de Mingi, y ahora su hijo. Un pequeño ser con la piel rosada, envuelto en una manta blanca. El bebé se movía ligeramente, y Yunho no podía apartar los ojos de él.
Era tan pequeño, tan frágil, pero al mismo tiempo tan fuerte. Yunho sonrió entre lágrimas mientras observaba a su hijo, sintiendo cómo su corazón se llenaba de amor puro y absoluto.
—Es hermoso... —susurró, sin poder creer que aquel pequeño ser era de Mingi y también sería una parte de él.
Después de un rato, una enfermera se acercó a Yunho.
—Puede entrar y sostenerlo si quiere —le dijo con una sonrisa.
Yunho, nervioso pero emocionado, entró en la sala. La enfermera con mucho cuidado le entregó al bebé en sus brazos. En cuanto lo tuvo cerca, Yunho sintió que todo en su vida cobraba sentido. Sostuvo a su hijo con ternura, acariciando su diminuta cabeza con los dedos, y no pudo evitar soltar una suave risa de felicidad.
—Hola, pequeño Yewan —murmuró Yunho—. Soy tu papá.
El bebé pareció moverse ligeramente, como si reconociera la voz de su padre, y en ese momento, Yunho supo que su vida había cambiado para siempre.
—Tu papá Mingi está descansando, pero pronto te verá. Y cuando eso pase, seremos una familia, los tres —añadió, su corazón lleno de esperanza.
Yunho permaneció con el bebé en brazos durante lo que parecieron horas, hasta que una enfermera vino a informarle que Mingi estaba despierto y lo esperaban en su habitación. Retiraron al pequeño de sus brazos para ponerlo en la encubadora y así poder llevarlo a la habitación de Mingi, por otro lado, Yunho caminó hacia donde estaba su pareja.
Cuando Yunho entró a la habitación, los ojos de Mingi se iluminaron al verlos. Estaba recostado, pálido pero sonriendo, y al ver a Yunho entrar con la enfermera junto a su hijo, no pudo evitar que las lágrimas comenzaran a caer.
—Mingi, mira... aquí está nuestro pequeño —dijo Yunho con voz suave, acercándose a la cama.
Con mucho cuidado, la enfermera le entregó a Yewan a Mingi, quien lo recibió con manos temblorosas. Al sostener a su bebé por primera vez, Mingi sintió cómo todo el dolor y el miedo se desvanecían. Sólo existían ellos tres en ese momento.
—Es... perfecto —susurró Mingi, acariciando la mejilla de su hijo con ternura.
Yunho se sentó al lado de Mingi, abrazándolo por los hombros mientras ambos miraban a su ahora hijo con amor.
—Lo logramos, Yunho. Somos una familia.
Yunho sonrió, sintiendo una paz infinita al tener a Mingi y a su hijo junto a él. Nada en el mundo podría ser mejor que ese momento.
Horas después, cuando Mingi y Yunho habían tenido un momento para procesar todo lo que había ocurrido, la puerta de la habitación del hospital se abrió con una ráfaga de risas y voces familiares. Nayeon apareció primero, cargando una cesta de frutas y globos que decían "¡Felicidades!" en colores brillantes. A su lado, su hijo Hyunjin caminaba con una sonrisa tímida pero curiosa.
—¡Mingi! ¡Yunho! ¡Es tan lindo! —exclamó Nayeon mientras se acercaba a la cuna donde descansaba el bebé—. No puedo creer que ya sean papás... ¡parece que fue ayer cuando hablábamos sobre esto en la cafetería!
Hyunjin, a pesar de su timidez, no podía apartar los ojos del bebé. Con cuidado, se acercó y, con una sonrisa esperanzada, preguntó—. ¿Puedo cargarlo?
Yunho sonrió, inclinándose para levantar al pequeño con delicadeza.
—Claro, pero con mucho cuidado, ¿sí? —respondió, entregándole al bebé con la misma suavidad que siempre mostraba. Era como si todo su ser irradiara calma y protección, algo que Mingi siempre había admirado en Yunho, pero que ahora, como padre, brillaba aún más.
Nayeon abrazó a Mingi, quien aún estaba débil pero sonreía feliz.
—Sabía que este día llegaría. Eres increíble, Mingi. Estoy tan feliz por ti —Mingi, emocionado, devolvió el abrazo, agradecido por tener a una amiga tan cercana en este momento tan especial.
Justo después, los padres de Yunho llegaron. La madre de Yunho fue la primera en acercarse a la cuna, con lágrimas en los ojos.
—Es precioso —dijo con la voz quebrada por la emoción. Su padre asintió con una sonrisa cálida, acercándose para palmear la espalda de su hijo.
—Estamos muy orgullosos de ti, Yunho. Ambos tienen ahora mucho por delante y les deseamos éxito en ello.
El cuarto se llenó de amor y alegría, con risas suaves y conversaciones llenas de ternura mientras todos felicitaban a la nueva familia.
Solo un par de días de completa recuperación, el momento tan esperado llegó. Después de recibir el alta, Yunho y Mingi regresaron a casa, pero esta vez, no eran solo ellos dos. El pequeño bebé dormía plácidamente en los brazos de Yunho mientras entraban al apartamento de Mingi.
Antes de volver, Mingi había hablado con Yunho y le pidió que se mudase con él, ya que no podría hacer todo él solo, no por el momento y Yunho sin pensarlo demasiado acepto, y no solo por el hecho de estar junto a Mingi, sino de poder cuidar de aquel hermoso bebé del cual había comenzado a sentir un enorme sentido de protección, quizás su instinto canino lo hacía sentir de esa forma.
El regreso a casa fue un evento emotivo. Cuando Mingi y Yunho cruzaron la puerta de su hogar con el bebé en brazos, ambos sintieron una especie de alivio. La casa, que siempre había sido su refugio, ahora se transformaba en un santuario para proteger a su hijo. Yunho, con sus sentidos más agudos debido a su naturaleza híbrida, caminaba alrededor de la casa, asegurándose de que todo estuviera en orden, cada esquina, cada rincón, seguro para su nueva familia.
Mingi lo observaba con una sonrisa mientras Yunho ajustaba la cuna y preparaba el espacio donde dormiría el bebé. Yunho siempre había sido protector, pero ahora, esa cualidad se había intensificado de una manera que Mingi encontraba adorable y reconfortante. Se sentaron juntos en el sofá, el bebé acurrucado entre ellos, y Mingi apoyó su cabeza en el hombro de Yunho.
—Esto es real —susurró Mingi, sus ojos brillando con emoción contenida. Yunho lo miró, con esa sonrisa suya que siempre lograba calmar cualquier tormenta.
—Sí, es real —respondió, inclinándose para besar a Mingi suavemente en los labios.
Mingi, sentía el cuerpo tan adolorido que solo podía apreciar a su bebé siendo cargado y arrullado por Yunho, podía ver el cariño que emanaba por su bebé, porque aunque él no fuera el padre biológico, cualquiera que viera la escena pensaría que si lo fuera y esperaba que Yunho lo considerara su hijo.
Todo ese primer día completo con el bebé fue una mezcla de emociones. Cada movimiento que hacía, cada pequeño gesto, capturaba la atención de Yunho y Mingi. Alimentarlo por primera vez en casa fue un momento que ambos nunca olvidarían. Mingi, aún acurrucado en una manta en el sofá, sostenía la botella con manos temblorosas mientras Yunho lo ayudaba a posicionar al bebé correctamente.
—Lo estás haciendo genial —susurró Yunho, acariciando la espalda de Mingi mientras ambos observaban cómo su pequeño hijo bebía tranquilamente.
La primera noche, sin embargo, fue agotadora. A pesar de que el bebé dormía en su cuna, ambos padres no pudieron dejar de despertarse cada vez que escuchaban el más leve sonido, especialmente Yunho, cuyos instintos estaban a flor de piel. Cada vez que el bebé emitía el más leve susurro, Yunho se despertaba inmediatamente, atento a cualquier señal de incomodidad. En más de una ocasión, Mingi tuvo que calmar a Yunho, recordándole que el bebé estaba bien y que no siempre necesitaba saltar ante cada sonido. Incluso se turnaron para cuidar al bebé, aunque Yunho insistió en dejar que Mingi descansara más por su recuperación. Cada vez que el pequeño lloraba, Yunho estaba ahí, calmándolo con suaves palabras y acurrucándolo en sus brazos.
A pesar del cansancio, no faltaron los momentos de ternura. Justo antes de que el sol comenzara a asomar por el horizonte, Yunho se deslizó de nuevo en la cama, abrazando a Mingi desde atrás mientras observaban al bebé dormir. Mingi, a pesar del agotamiento, sonrió, tomando la mano de Yunho y entrelazando sus dedos.
—Es difícil no preocuparme —confesó Yunho mientras observaba al bebé dormir—. Mi instinto me dice que tengo que estar siempre alerta.
Mingi lo entendía, y aunque él mismo también estaba en alerta, sabía que Yunho lo sentía con más intensidad debido a su naturaleza.
—Lo estamos haciendo bien —le aseguró, tomando su mano.
—Nuestra pequeña familia está completa —susurró Yunho, dejando que el cansancio finalmente lo venciera mientras sentía la calidez de Mingi a su lado y el suave respiro de su hijo.
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