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| 01 - No place for me to call my home |

Hace un año (y un día) una personita dijo en un grupo que tenía un fic y estaba requiriendo beta, alguien que corrigiera su ortografía y la ayudara a avanzar un poco más de lo que ya llevaba. No era mucho más lo que pedía, y yo que bien no tenía nada útil que hacer más que ahogarme un poco en la miseria que me estaba corroyendo, dije "Yo me ofrezco".

Y fue lo mejor que pude decir en mi vida. Porque ahora Lex, mi amor, mi vida, no es más que la razón de que escriba cada palabra, la razón que me mantiene cuerda y más o menos entera, la única persona capaz de calmar con una palabra cualquier situación caótica en mi vida y traerme a tierra firme cuando estoy muy hundida o flotando demasiado alto. Si pudiera volver el tiempo atrás y evitar hacer algo, o evitar que algo ocurriera, dejaría todo tal cual, porque a fin de cuentas es aquí, en este presente y hacia el inmenso futuro, que tengo a Lex conmigo y puedo decir que a pesar de todo soy feliz.

Te amo Lex, lo sabes. Eres mi vida entera, tienes mi corazón y mi alma contigo, y no hay día que no piense en qué hubiera pasado si no te tuviera, y no hay día que no me diga a mí misma que eres lo mejor que me ha pasado. Te amo. Esto que sigue (así lleno de drama y angst del cual no tienes idea porque me he estado mordiendo los dedos para no hablarte del fic por meses Y FUNCIONÓ una sorpresa por fin) es para ti. Te amo. Y espero que te guste.

*huye llorando geihmente de emoción*

( . . . )

Disclaimer: Lo único que me pertenece son mis lágrimas. Y la mitad de mis ideas demasiado raras para hacer con los personajes de J. K. lo que se me dé la gana.

Summary: Los ejércitos, en las guerras, no son más que títeres. Regulus lo sabe de primera mano, y hará hasta lo imposible para cortar los cordeles que lo atan a las decisiones que jamás ha tomado pero, ahora, podrá comenzar a tomar.

Advertencias: Slash (relación hombre x hombre). Angst. Este fic es de ese tipo de fics donde hago lo que quiero con la trama, si no les gusta ahí está el botón de salir, y si no han leído alguno de mis fics antes déjenme advertirles que probablemente encuentren personajes "actuando fuera de su personalidad" y yo les diré "¿Quién está escribiendo esto, tú o yo?". Vamos que Harry Potter seguramente hubiera ido a Slytherin si no hubiera tenido prejuicio impuesto por la casa... Y así como no hubiera estado el prejuicio las cosas pueden cambiar, y la historia con ello. REGRESANDO a las advertencias, escenas de violencia, lemon/smut.

No espero que les guste a todos, pero con que le guste a Lex a mí me basta.

( . . . )

01 – NO PLACE FOR ME TO CALL MY HOME

—¿Cómo se llama? —preguntó el niño, jalando de la mano de su madre. La mujer de negros cabellos se inclinó sobre el pequeño para apartarle unos cuantos rizos de la frente. Su rostro era menos duro cuando estaba con él, y un poco más humano sin la ira febril hacia el mundo sucio y cruel empañándole la mirada cuando acariciaba el rostro del pequeño.

—Su nombre es Fenrir —le susurró con voz cómplice mientras pellizcaba juguetonamente la punta de su nariz. El niño arrugó el rostro y retrocedió, su puchero siendo infantil incluso para sus seis años, sus ojos un poco aguados ante la mueca de su madre que se desvaneció unos momentos después mientras seguía avanzando, ahora entrelazando los dedos contra los de su hijo durante esa última vez.

—Fenrir no es un nombre demasiado bonito, ¿de verdad él podrá ser bueno conmigo? Tiene un nombre raro —murmuró el pequeño arrastrando apenas las sílabas. Su madre soltó una risotada algo cruel.

—No necesita tener un nombre bello para poder mantenerte bien cuidado Regulus —casi regañó altaneramente. Las calles empedradas estaban empapadas de un colchón de nieve y a medida que ambos pasaban las huellas de madre e hijo Black iban hundiéndose entre muecas claras congeladas tras ellos y su camino. Regulus apretaba sus dedos enguantados en torno a los dedos de su madre con nerviosismo y su madre, con su expresión alterándose cada vez que despegaba la mirada de su hijo y la dejaba perderse en las alcantarillas congeladas o el hollín persistente en el ambiente. Cualquiera que los viera pasar diría que eran una familia un tanto extraña, y que probablemente la madre estaría sufriendo, y que el niño era el más hermoso que alguna vez pudieran haber visto sus mortales ojos.

—¿Y cómo es? —preguntó Regulus en voz baja. Su madre suspiró, claramente cansada del pequeño cuestionamiento, tomando un poco de paciencia en una honda y helada inhalación.

—Lo suficientemente bueno para cuidar de ti.

Regulus supo en aquel momento que, con ese tono de su madre, no habría nada más, ninguna otra respuesta o palabra que pudiera obtener de ella. Su pecho se estrujaba en un molesto conjunto de emociones, entre todas superando la infantil curiosidad por aquel extraño asomándose de pronto por la vieja casa donde había vivido toda su vida y que, con ademanes insistentes, se dirigió a hablar con sus padres lo suficientemente lejos de su audición. Sirius, apenas a cumplir los ocho años y queriendo enloquecer a todo el mundo por todo, obviamente quería escuchar, pero fue Regulus quien tuvo que retener su avance desesperado. Sabía, desde siempre, que Sirius castigado era quedarse solo vaya a saber Merlín cuánto tiempo.

Sabía, desde siempre, que Sirius era la única persona que conocería que no lo odiaría o envidiaría por su belleza. Sirius buscaría otras formas de fastidiarlo, de torturarlo con golpes de almohada o robarle los dulces caseros, pero jamás podría odiarlo y aquello llenaba su alma de calidez.

—¿Aquí es? —preguntó Regulus un poco más alto cuando se detuvieron en un edificio extraño, un viejo molino de paredes húmedas con gotas de hielo deslizándose entre los huecos, la madera rechinando bajo sus pasos y la expresión asqueada de su madre demostrando que ese era el lugar donde jamás volvería a poner un pie. Si ella no quería, Regulus tampoco. No se sentía cómodo y tenía demasiado frío. Quería volver a casa, y estuvo a punto de decirlo cuando la pequeña puerta se abrió revelando la extraña figura encapuchada observándolo a través de las sombras. Las alargadas manos blancas estaban envueltas en guantes a medias de cuero, y lo poco que podía llegar a avistar de él no le gustó en lo absoluto.

—Regulus Black —susurró. Regulus tragó saliva y asintió. Su madre soltó su mano.

—Regulus, tienes que ir con él. Fenrir te cuidará a partir de hoy —demandó. Regulus negó, retrocediendo un paso. No le gustaba ese lugar. No le gustaba aquel viejo molino, y lo único que podía avistar desde su posición sobre el rostro del hombre eran dos ojos intensos que le miraban con una seriedad tal como si fuera su padre cuando descubrió que casi habían quemado el tapiz de la sala por una locura de Sirius. Regulus había llorado horas cuando Orion Black los había regañado demasiado duramente, pero Sirius con su impertérrito orgullo rebelde incluso a sus cinco años de edad había permanecido sin derramar ni una sola lágrima que su padre pudiera ver.

—No quiero —murmuró Regulus rápidamente— no quiero ir, madre, no quiero, por favor, por favor —rogó. Walburga Black, la tan afamada heredera de la maldición más siniestra que pudiera pasar de familia en familia, negó con dureza. Su rostro alguna vez había sido llamativo por sus rasgos fuertes, ahora convirtiéndola en un ser desagradable de expresión imponente y boca venenosa— Madre, por favor, quiero ir a casa con Sirius, seré un buen niño, lo prometo...

Walburga negó con la cabeza y atrapó su brazo con firmeza.

—No lo harás, Regulus. Ahora Fenrir es tu casa.

Las lágrimas comenzaron a derramarse a través del rostro de Regulus congelándole el rostro y las mejillas redondas. El hombre, aquel tal Fenrir, extendió sus manos hacia él unos momentos para que Regulus diera sin el empujón de su madre los últimos pasos hacia él y pudiera cargarlo rápidamente en sus brazos de forma posesiva tal como si no deseara que fuera a escaparse nunca de su agarre.

—Está en buenas manos señora Black —dijo Fenrir, su voz resonando grave por todo su pecho y haciendo temblar a Regulus. No sabía por qué sentía miedo. Pero sabía que quizá no volvería a ver a su madre, ni a Sirius, ni a su padre, y la mera idea hacía que el miedo de estar en brazos de aquel hombre se transformara en el más absoluto e inverosímil terror consumiéndole las entrañas y nublándole la vista de lágrimas.

Regulus extendió los brazos hacia Walburga en una súplica muda.

—Mamá... —rogó.

Walburga se volteó y caminó unos pasos hasta desaparecer con el mismo chasquido de la puerta del molino cerrándose y encerrándolo en la oscuridad.

( . . . )

Yo no hacía sufrir a los personajes hace un año, no sé qué me pasó (?.

Lex, amore della mia vita, esto es todo para ti. Me costó horrores no decirte nada, pero tan pronto nació la idea dije "Esto es para Lex" y supe para qué exactamente quería obsequiártelo. Esto es tuyo, como mi corazón y todo lo que quieras de mí. Te amo, te adoro, eres mi vida. Nunca lo olvides.

Y en parte a la gentecita bella que ha llegado aquí, espero que todo lo cursi que me pongo con Lex quede compensado con el drama angustioso del fic. ¿Qué tal? Espero que no quieran matarme tanto... y de todas formas no me importa porque moriría feliz~ 

xxx G.  


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