Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 7

La mañana llega mucho más rápido de lo que creíste que podría hacer; una vez sale el sol, te das cuenta de que no dormiste en toda la noche, y una vez te das cuenta de eso, te das cuenta también de que te arden los ojos. Revisas de nuevo en el teléfono la hora a la que quedaste de verte con tus amigas, y por alguna razón te tranquiliza ver que nadie ha cambiado el plan y la reunión sigue siendo a las cuatro de la tarde. Puedes dormir hasta entonces.

Antes de tirarte en la cama, das un último vistazo a la especie de guion de conversación que intentaste hacer en tu libretita rosa con brillos; lo único que hay entre las rayas de la hoja es un montón de borrones y la palabra «hola». Toda una noche de trabajo derivó en nada y te has cansado de intentar.

Haces a tu silla girar hacia tu cama para tener un breve momento de felicidad, y luego te dejas caer de costado sobre las sábanas blancas. Pegas las rodillas a tu pecho y te abrazas a tí misma; estiras las piernas una vez te sientes incómoda, mas sigues abrazándote. Duermes mientras te das la calidez que te falta.

Despiertas a las dos de la tarde solamente porque tu madre abrió tu puerta, y lo primero que sientes es cómo te agitas al volverte consciente —de nuevo— de que vas a hablar con tus amigas sobre un tema que seguro después les resultará una tontería, advirtiéndoles de algo que quizá no es un peligro, quedando como una loca primero solo por el afán de intentar protegerlas. ¿Y de qué? Cada vez lo sabes menos; tu respuesta justo ahora te parece que es «la cárcel».

—¿A qué hora te dormiste? —pregunta tu madre con una expresión seria que te parece no haber visto en años. Está en serio enojada.

—Temprano —respondes con una mentira que sabes que no te va a creer. Ella suspira, dándote a entender que tienes razón: No te cree en lo absoluto.

—Te voy a quitar ese teléfono, y esa computadora... —Empieza a amenazar—. Y ese cuadernito también —dice en cuanto nota que éste está abierto sobre la mesa. Lo sostiene entre sus manos y lo acerca a tu rostro; tú no haces nada al respecto, sabes que por más que busque no hallará nada allí—. ¿Qué es esto?

—Estaba intentando escribir —respondes, sin especificar nada; al final, sabes qué va a asumir: Otra vez intentaste escribir un libro.

—Deberías dejar eso por un tiempo —dice, y sale del cuarto con tu cuaderno en las manos, tan rápido que ni siquiera te da tiempo a responderle algo.

Suspiras, y luego mentalmente agradeces el hecho de que solamente se llevó tu cuadernito y no tu celular. Le preguntas a tus amigas si todavía van a asistir, y en menos de cinco minutos, todas han dicho que sí. Sonríes, de manera nerviosa, y esperas que la conversación no termine mal.

Buscas ropa y te adentras al baño, todavía pensando en la situación futura.

Hace calor; mucho más del que puedes soportar. Te arrepientes de haberte puesto ese suéter gris antes de salir de casa; aún así, no te lo quitas, sientes que mereces sentir que te quemas, tal como hace días. Te quejas internamente del calor al mismo tiempo que agradeces el hecho de que al menos esta vez no lo estás alucinando —o al menos eso crees y esperas—.

Alzas la mirada cuando crees que ya llegaste a la cafetería donde quedaste de verte con tus amigas. Descubres que es así y te fuerzas a sonreír, porque sabes que las chicas van a verte en cualquier momento, o que quizá incluso ya te están viendo desde la mesa en la que estén. Entras y examinas el lugar con la mirada; no las ves por ningún lado.

Y luego ves una mano que se alza rápidamente y se agita, como rogando para tener tu atención.

—¡Hola, Marti! —La voz de Galia hace eco por todo el lugar y sientes una especie de vergüenza ajena, tan fuerte que por alguna razón sientes la necesidad de taparte la cara con el cuello de tu suéter. No lo haces solo porque al final tu lógica gana: No tienes ni una sola razón para ocultarte.

Aunque podría ser así...

Tu paranoia regresa; recuerdas que no puedes ni quieres estar tranquila, todavía eres tu propia principal sospechosa en el caso de quién mató a Victoria. Puede ser que en el futuro sí que tengas que esconder tu cara de todos, si resulta que al final tus sueños y recuerdos eran cosas de verdad y tú eres la culpable de todo.

—Hola, Gali —saludas en una voz bastante más baja cuando llegas a la mesa donde ella se encuentra con Pamela y Valeria. Ocupas el único asiento vacío y miras las tazas de té y café que tienen tus amigas; te quedas callada, solo evitando hablar y quedar como la paranoica que eres. Te fuerzas a tí misma a no decir absolutamente nada sobre los interrogatorios o las otras cosas relacionadas al crimen hasta que tú también tengas una taza de café en frente tuyo.

—Hola, Marti —saludan al unísono las tres.

—¿Cómo llegaste al último si tú nos invitaste? —cuestiona Valeria, sin mostrar signos de molestia. Su pregunta es genuina.

—Tuve broncas con mi madre —dices, sin mentir por completo. Si bien tu madre no te estaba impidiendo salir, al final en la mañana sí habías tenido una leve bronca con ella.

—Lo siento —pronuncia, removiendo una cucharita dentro de su café.

—Tranquila, es algo insignificante; se nos va a olvidar mañana —dices tú, todavía con esa sonrisa falsa, que al menos cuando hablas hace el intento de convertirse en una de verdad.

Una camarera se para al lado de la mesa, muy cerca de tí. Te das cuenta de que el momento va a llegar pronto; tendrás que hablar del interrogatorio y el crimen, y hartar a las chicas con el tema solo queriendo tenerlas seguras. Tratas de que tu voz no tiemble mientras pides el café, y resulta. Aún así, no te sientes tranquila.

Y te sientes peor en cuanto la taza está allí, en la mesa, humeando frente a tus ojos.

—Chicas —pronuncias para llamar su atención, usando un tono bajo, esperando que a pesar de todo no llames su atención.

—¿Qué ocurre, Marti? —pregunta Pamela.

—Creo que debo decirles algo —dices, y todavía dudas de si en serio quieres hablar.

—¿Decirnos qué? —pregunta Galia.

—Creo que las convertí en sospechosas —sueltas por fin, y no te sientes ni un poquito más cómoda después de eso—. Ya saben, de lo de matar a Victoria.

Ellas te miran con confusión.

—¿Y eso qué importa, si al final no lo hicimos? —Se atreve a preguntar Galia, inclinando su cuerpo hacia el tuyo, arqueando una ceja.

—Pues... yo creo que sí importa, Gali —pronuncias tú—. La verdad... En serio tengo miedo a que no crean sus historias solo por lo que dije en la mía; yo no las culpé, lo juro, pero tampoco pude hacerlas quedar como inocentes; no me escucharon mucho, y... solo quería que supieran eso; que deben defenderse.

Ellas te siguen mirando, y siguen con la misma expresión de confusión, al igual que lucen como si estuvieran intentando no molestarse contigo.

—¿No confías en nosotras? —preguntan casi al mismo tiempo, y entonces sí que se empiezan a ver molestas.

Respiras hondo y buscas la respuesta que no te haga discutir con ellas.

—No confío ni siquiera en mí —confiesas, con la voz baja, temblando. Bajas la cabeza también.

El lugar de repente está muy callado; tus amigas parecen haberse quedado mudas de la nada. Te sientes tensa y no sabes qué hacer para que el ambiente deje de sentirse pesado; te limitas tomar rápido tu café y retirarte una vez la taza queda vacía. Le das a tus amigas unos buenos deseos que parecen no querer aceptar. Te miran y siguen molestas; adivinas en su expresión lo que piensan sobre tí: Eres una paranoica, tal como ellas, que creen que las consideras culpables, que empezaron a sentirse perseguidas hace minutos.

Llegas a la casa y te permites a tí misma bañarte en tu mal ánimo. Fracasaste, es algo bastante obvio. No sabes si la advertencia te ha dejado sin amigas o no, y quizá prefieres no averiguarlo.

Lo único que te hace salir de tu cabeza es el grito de triunfo de tu hermano dentro de su habitación.

Tocas su puerta e intentas sonreír; intentas empaparte con lo que sea que esté sintiendo él.

—Hola, enano —dices, intentando sonar feliz. Ves a Marco sonreír, feliz de verdad.

—¡Hola, Marti! —saluda él, entusiasta, con los brazos en el aire.

—¿Cuáles son las buenas noticias? —preguntas, por fin con una sonrisa genuina, sentándote sobre las sábanas azules que cubren su cama.

—Eh... —balbucea él, dudando de si decirte—. Te puedo decir, solo no le cuentes a mamá —ruega antes de hacer su confesión, sentándose a tu lado.

—No le diré nada —prometes tú, con una voz calmada que esperas que lo convenza de decirte.

—Estoy feliz porque mataron a mi bully —confiesa.

—¿A tí también...?

HOLA, GENTEEEEEE

Sí, estuve... creo que estuve desde abril o mayo sin actualizar; perdón por eso. La escuela se puso algo pesada y luego, a pesar de que salí de vacaciones, pues igual no me puse las pilas con esta historia; estuve pasando tiempo con mi novio y con amigos, y luego me concentré en reescribir cierto proyecto que en serio quiero tener publicado y PODERLO TERMINAR.

Si les sirve de algo, al menos he sido feliz, en especial retomando esta historia. Muchas gracias por quedarse :)

Ahora me voy, porque llegaron mis primos y pues voy a estar con ellos xd

Tengan buena vida :)

Espero volver a actualizar pronto :)

Byeee :D

Mari.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro