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Capítulo 11

Han pasado alrededor de tres semanas desde el crimen, y el cuerpo de Victoria sigue allí, pudriéndose encima de una mesa blanca; sus brazos reposan a los lados de su torso, y las piernas por debajo de éste. Los investigadores van a examinarla por completo de nuevo, a pesar de que tienen la sensación de que en realidad no los va a llevar a nada. A pesar de todo, es demasiado temprano para rendirse y dejar ir el caso. Es demasiado temprano como para dejar que otra vez su reputación se arruine y todo el mundo piense que la policía no puede hacer su trabajo.

Un hombre alto y robusto se queda sentado en el suelo mientras espera a que su compañera esté lista; la mujer se recoge el pelo y se lo esconde debajo de una capucha, luego se coloca los guantes con tanta lentitud y delicadeza que el hombre se empieza a desesperar, preguntándose cómo es posible que alguna gente haga las cosas tan lento.

Ella se termina de poner los guantes y él se empieza a levantar del suelo, con cierta dificultad, y con un intenso dolor de rodillas. Por un momento se arrepiente de haberse sentado.

Y una vez ambos se están acercando a la mesa, se escuchan golpes suaves en la puerta blanca frente a ellos, y antes de que puedan decir cualquier cosa, una persona joven se asoma con un cuchillo que todo el mundo en ese cuarto conoce bien: El cuchillo que estaba cerca del cuerpo en la escena del crimen. El muchacho entra por completo a la habitación y luego deja el arma en la mesita, cerca del cuerpo, mas cuidando que no lo tocara; cualquier mínimo cambio podría llevar a una evidencia que en realidad no estaba allí, o a la desaparición de una evidencia que siempre estuvo.

—¿Descubriste algo? —pregunta la mujer, tomando ella el cuchillo, jugando con éste después de haberse alejado del cadáver.

—De hecho, sí —dice el muchacho, pero no parece emocionado en lo absoluto; quizá su descubrimiento es solo un nuevo problema, un nuevo obstáculo, y no la claridad que se necesita.

—Ese algo... no nos sirve, ¿verdad? —Vuelve a preguntar la chica, todavía con el cuchillo en la mano, bailando entre sus dedos sin hacerle ningún daño.

—Para nada —confirma el chico, sus ojos llenándose de lágrimas, como si tuviera algún tipo de miedo a la reacción de sus compañeros. Pero ellos proceden a decepcionarse de la misma manera, sin un rastro de rabia, solo algo infelices por lo sucedido—. Descubrí que no hay huellas digitales en el cuchillo, y tampoco ADN; toda la sangre es de la chica.

—Mierda —mascullan la mujer y el hombre robusto al mismo tiempo, mirando el cuchillo, todavía en las manos enguantadas de la fémina. Se muerden los labios casi al mismo tiempo. Ella suspira y lo termina soltando; se lo da de nuevo al muchacho que lo examinó, y él lo deja al otro lado del cuarto.

—¿Ustedes han encontrado algo? —pregunta de vuelta el chico, pasando la mirada por las dos personas a las cuales les habla.

—Vamos a examinar el cuerpo de nuevo —pronuncia la mujer con seriedad, mas sonriendo, mirando al joven fijamente, mas con una mirada que en realidad no expresa nada—. Aunque tenemos la sensación de que otra vez no va a servir.

—Pues yo espero que sirva —dice el muchacho con ligereza; luego agita su mano y se retiró del cuarto.

Y los otros dos proceden a examinar el cuerpo, tal como dijeron; buscan en todos lados, intentando encontrar algún detalle que se les hubiera pasado anteriormente. Y aunque creen que no iba a ocurrir, de repente... simplemente pasa: En una de las heridas de los brazos se encuentra, bastante escondido, muy bien pegado al hueso, un cabello; un cabello marrón y corto; quizá lo necesario para cerrar el caso.

—Es... muy corto para ser de la víctima —señala la mujer, y luego su compañero la mira con una sonrisa.

Tienen justo lo que necesitan.

La evidencia que creen haber encontrado se convierte en un tema de conversación popular en cuestión de unas pocas horas: Para la una de la tarde, todos los noticieros tienen la foto del cabello y hablan sobre éste, sobre cómo ese cabello corto podría ser la pieza que falta en ese rompecabezas.

Y tu hermano, apenas ve el primer titular sobre eso, se siente desesperado, corre hacia tu puerta y la toca, lento, como pretendiendo que está tranquilo. No respondes, y entonces toca más fuerte; te levantas de la cama y abres por fin. Tu hermano te muestra la pantalla del teléfono con una expresión de preocupación tan fuerte que sientes lástima; un gran dolor en el corazón. Una vez das unos pasos hacia atrás, entra corriendo y se tira en tu cama, haciendo saltar las sábanas rosas.

—Marti —murmura, aunque algo en su voz suena como que desea gritar—. Tengo... bastante miedo.

—¿Qué encontraste? —Haces la pregunta con toda la paciencia del mundo, sonriendo levemente en un intento de tranquilizar al chico, que intenta ponerte atención, pero solo puede fijar la vista en la sombra en el suelo de tu habitación; en el contorno del rostro y de la cabellera que tan bien conoce.

Aún así, el chico reconoce la pregunta, reconoce cada palabra que sale de tus labios, y se dedica a contestar para no preocuparte más de lo que según él debería.

—Hay un cabello en el cadáver de Victoria, y... puede que no sea nada, pero se parece demasiado a mi pelo; lo juro, se parece tanto... —susurra, con la respiración agitada, y solo entonces nota lo estúpido que suena. Y aún así la preocupación no se va, solo aumenta mientras sigue viendo el cabello, y cuando su mirada se desvía hacia la sombra, la cual hace parecer que el suelo era de un gris pálido.

—No es tu pelo —Le dices lo que quiere escuchar, sabiendo perfectamente que de todas formas no lo vas a convencer—. Ese pelo podría tenerlo cualquier persona, ¿sabes? O sea, en cuanto a apariencia.

—¿Y el ADN? —pregunta él, con sus ojos fijos en los tuyos. Observas las lágrimas formándose lentamente, amenazando con caer, con rodar sobre sus mejillas y aterrizar en su camiseta negra.

—Tampoco es tuyo; yo lo sé.

—¿Cómo lo sabes? —pregunta de nuevo, y a pesar de que tiene la intención de sonar apático, solo vuelve a sonar asustado, y viendo que jamás podrá hacer como que no lo está, se abraza a sí mismo, sin lograr darse confort. Luego te acuestas a su lado en la cama y lo abrazas también; se quedan así hasta que él siente que puede irse en paz.

Pero esa paz no dura absolutamente nada; en su ventana lo está esperando Victoria, con la mano pegada al vidrio y una sonrisa amplia, todavía más tenebrosa que aquellas que recordaba.

Toma el teléfono en un intento de distraerse para notar que la noticia sobre el cabello en el cuerpo de Victoria ha sido desplazada por otra. Y luego su corazón deja de latir, solamente un segundo, por la impresión; una impresión tan fuerte que por un momento el chico cree que va a vomitar.

Encontraron un cabello exactamente igual al de antes en el cuerpo de Ramón.

Ahora está más seguro, tan seguro que lo aterra: Es culpable de ambos crímenes, por más que todos lo defiendan; por más que tú lo hagas. Es culpable del asesinato de la chica que se había aprovechado de él y de lo mucho que podía sentir, y del chico que lo golpeaba todas las tardes por razones que nunca entendió del todo. De las únicas dos personas a las cuales él había logrado odiar en toda su vida.

—Te van a descubrir —Escucha una voz, proveniente de la ventana. Mira hacia allá solo para descubrir que la muerta que lo estaba acosando había adquirido una voz, bastante similar a la que tenía antes, cuando podía hablar de verdad.

Tu hermano tiembla, y entonces siente algo: Es el fin.

¡Holiii! Este creo que sería ya el penúltimo capítulo de la obra; NO ME DÍ CUENTA DE CUÁNDO ME ACERQUÉ AL FINAL.

En fin, ahora que estamos en la recta final, ¿qué les ha parecido la historia? ¿En qué creen que terminará? ¿Marco es el culpable sí o no?

Por cierto, ¿qué tal sus vidas? ¿Qué han hecho últimamente? ¿Todo en orden?

Espero que todos, todas y todes estén muy bien ❤️

Yo ya me voy, que estoy haciendo cosas con unos amigos (y tengo unos DMs sin responder que creo que son importantes, también) xd

Byeee :D

Mari.

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