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Capítulo 5



— Kurt, ¿cuántas veces tengo que decirte que no dejes la puerta de la casa abierta? — Blaine entró en la casa y cerró la puerta de un puntapié. — ¿Quién sabe qué tipo de locos podrían entrar? —

— ¿Eso es ironía? — Kurt se preguntó en voz alta y comenzó a colocar platos.

— Ja ja. —

Danielle levantó la nariz en el aire. — Dime que esa es la pizza de Gino. —

— Es la pizza de Gino. — Dijo Blaine. — Lo siento, me tomó mucho tiempo; la cola era de aquí a Fenway, lo juro. —

— Es de Gino, por supuesto que lo era. — Dijo ella. Sintió que él colocaba la caja al lado de su brazo. — ¿Animal? —

— Demonios que sí. — Dijo Blaine con alegría. Él abrió la tapa con una floritura y agitó el olor en su dirección.

Sus cejas bajaron. — Huele a que lleva una gran cantidad de champiñones. —

Cambiando de un pie a otro y evitando la mirada no tan inocente de Kurt, Blaine murmuró. — La mitad es de champiñones. —

— ¿Perdona? — Dijo ella, llevándose la mano a la oreja. — Debo haberme quedado sorda y ciega. —

— La mitad es de champiñones. — Repitió más fuerte, ignorando su risa. Él le dio un golpe en el brazo. — Capulla. —

— Lenguaje, Blaine. — Reprendió Kurt.

— Sí, Blaine. — Dijo Danielle. — Lenguaje. —

Con los platos puestos y los vasos llenos, los dos hombres se sentaron con Danielle. Sacudiendo la cabeza, Kurt juzgó la pizza con un suspiro. — Para que conste, esta cosa de "Animal" me hace preocuparme por tus arterias. Por las de ambos. —

— ¿De qué te preocupas? — Blaine preguntó con la boca llena de comida. — Tan solo son todos los ingredientes del menú. —

— Menos anchoas. — Agregó Danielle.

Él asintió. — Menos anchoas. —

— Además, estoy tomando vino. — Dijo ella. — Un vaso de Pinot Noir tiene solo 83 calorías. —

— ¡Oh, buena esa! Lo recordaré para la próxima vez. —

— No se puede equilibrar una dieta de esa manera. — Les informó Kurt, fingiendo no ver la buena lucha entre los dos.

— ¿Quién gano el partido? — Blaine preguntó.

Ella tomó otro bocado. — No sé, el doctor Kurt llegó a casa antes de que terminara y me atrajo a una partida de ajedrez. —

— ¿Sigues abriendo con Ruy López? —

— Hmph. — Se quejó Danielle. — En realidad uso la defensa siciliana ahora, muchas gracias. ¿Le enseñaste a Tommy algo más que el Gambito de la reina? — 

— Te estoy sacando la lengua, en caso de que no puedas verlo. — La informó Blaine. — Y de todos modos él no podía entender la defensa Nimzo-India. —

Danielle silbó. — ¿Es eso lo que estás usando en estos días? Con pelotas y agresivo. Eso es nuevo. —

— No puedo imaginar a Blaine de otra manera. — Comentó Kurt.

La botella de cerveza se detuvo a medio camino de los labios de Blaine. — Lo tomaré como un cumplido. —

— Deberías. —

La puerta trasera se abrió y una voz gritó. — ¿Chicos? —

Blaine terminó su bebida y dijo. — ¿Qué te dije acerca de los locos? —

Pamela Anderson dio la vuelta a la esquina. — Escuché que ustedes dos se fueron... — Se detuvo abruptamente cuando vio a la mujer sentada en la isla. Los dedos revolotearon hasta sus labios. — Oh, dios mío. — Susurró. — ¿Eres tú, Danielle? —

— Señora Anderson. — Dijo con una amplia sonrisa. Las palabras apenas salieron de su boca antes de ser envuelta en un gran abrazo. — ¡Oof! —

— ¡Má! ¡Tiene una lesión en el hombro, cielos!  —

— ¡Oh, lo siento, lo siento! — Ella se echó hacia atrás y le dio unas palmaditas en los hombros con afecto. — ¿Dónde? — Vio el vendaje que asomaba por el cuello de su camiseta. — Pobrecita. ¿Qué pasó? — Ella acunó su rostro con sus manos. — ¡Es muy bueno verte! —

— Tu guarda ancora più bello di quanto mi ricordo. —

— Oh dios, se va a desmayar. — Se quejó Blaine.

La mujer mayor se tomó el tiempo de alejarse de Danielle para castigar a su hijo. — No te haría daño aprender italiano como yo quería. Es tu herencia, en caso de que te hayas olvidado. —

— Non c'è abbastanza vino per farmi dimenticare. — Replicó Blaine. — Y no quieras saber qué más me enseñó Nonna Rosa durante esas reuniones familiares. —

— ¡Blaine! — Pamela jadeó cuando Danielle y Kurt intentaron ocultar sus reacciones.

— Y para que lo sepas, má, Danielle tiene una afección ocular que le dificulta ver. Por lo tanto, es posible que desee tomar tu cumplido como un grano de sal. —

Ella se volvió para mirar a Danielle. — ¿Es eso cierto? Oh, mi pobre muchacha. —

La dejó besar su rostro hasta que Blaine la apartó. — Má. Tan sólo... Ella está bien. —

Pamela la besó una vez más, casi por despecho. — ¿Qué estás haciendo aquí? — Ella le preguntó. — ¡Han pasado muchos años! —

— Lo sé. — Respondió. — Vine para el funeral de un amigo y terminé recibiendo un disparo en el local de Sam. —

— ¿¿Qué?? — Preguntó la mujer mayor.

— Es el caso en el que estamos trabajando, má. Tres homicidios en el local de Sam. Danny simplemente estaba allí. —

— Oh, dios mío, eso es terrible. —

— Se quedará aquí hasta que Blaine descubra más información. — Suministró Kurt mientras comenzaba a limpiar la mesa. — Y así yo me entero de todo sobre la infancia de Blaine. —

— Oh. — Dijo Pamela y se sentó. — Hay algunos cannoli en la nevera, Kurt. Blaine, haz un poco de café. —

Blaine dejó caer la cabeza hacia atrás. — Aquí vamos. — Se quejó.

— ¿Recuerda esta, señora Anderson? — Blaine Devon Anderson, ¡sube las escaleras y ponte unos pantalones adecuados! —

— ¡Su hucha de fontanero! Estaba mortificada. —

Blaine miró ceñudo a la pareja. — Lo que sea, Jarlath. —


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— Sabes, probablemente podrías haber conseguido que má hiciera eso. — Comentó Blaine mientras veía a Kurt cambiar las vendas de Danielle. — Ella prácticamente se estaba lanzando sobre ti. —

Kurt hizo una mueca. — Yo creo que fue muy dulce. — Alisó los bordes de la cinta adhesiva y se echó hacia atrás para admirar su trabajo. — Ahí. Eso debería durar hasta la mañana. — Cuidadosamente ayudándola con su camiseta, señaló. — Tienes un pectoralis mayor estéticamente agradable. —

Sus cejas se alzaron. — Esa podría ser la cosa más sexy que alguien me ha dicho nunca. —

Blaine abrió la puerta de la habitación de invitados. — Está bien, está bien, has hecho tu trabajo, Florence Nightingale. La paciente tiene que dormir un poco. —

— Lo tomaré como un cumplido. Florence Nightingale es una famosa reformadora social y estadística inglesa, y la fundadora de la enfermería moderna. Aunque sus logros en la guerra de Crimea pueden haber sido exagerados, la mayoría de los historiadores... —

— Fuera. —

— Y sabes que siempre he admirado a tu Trapezius, Blaine. — Dijo mientras la puerta se cerraba detrás de él.

Blaine abrió rápidamente la puerta. — Fuera. — Repitió y volvió a cerrarla. Mirando a Danielle, él le dio una palmada en la pierna. — Muévase, Mayor Pectoralass. — Dijo y se dejó caer a su lado.

— Tengo que admitir que tu Trapezius es completamente sexy. —

— No tienes idea de lo que es un trapezius, ¿verdad? —

— ¿No es una de esas cosas que ves en el circo? — Ella guiñó un ojo.

— Sí, tengo un trapecio sexy. —

Los dos amigos se rieron. — Entonces, los dos juntos en la cama, como en los viejos tiempos. —

Sus ojos se agrandaron. — ¿Perdona? Má me hacía dormir en el suelo para dejarte la cama hasta que teníamos 10 años. Luego me hizo dormir en la habitación de Tommy y Cooper. —

Puso su mano sobre su corazón y suspiró dramáticamente. — Me hieres. ¿La cama con dosel rosa? ¿Teníamos diez años? —

Él se sacudió el cerebro por el recuerdo, luego rió. — Construimos un fuerte con todas las toallas de repuesto. — Recordó.

— Sin tener en cuenta la seguridad, nos pusimos de pie en el colchón y me levantaste para que pudiera sujetar los extremos a la parte superior del dosel. —

Asintiendo mientras todo volvía a él, agregó. — Excepto que solo pude encontrar unas cinco pinzas en toda la casa. —

— Así que terminamos grapando el resto. Tu madre se volvió loca cuando se enteró. —

— Ella no debería haberlo comprado para mí en primer lugar. Odiaba esa cama. — Mirando de reojo, dijo. — Todavía no recuerdo que durmiéramos juntos. —

— Fue esa misma tarde. — Respondió. — Pasamos el día corriendo por los aspersores que instaló tu padre. Entramos, almorzamos y tiramos las toallas sobre el dosel para secar. Así surgió la idea del fuerte. —

— Y luego nos quedamos dormidos. — Terminó, finalmente recordando.

— Sí. Aunque también estábamos a unos 90 grados en el fuerte, por lo que probablemente nos desmayáramos por algún tipo de agotamiento por calor. —

— Esos fueron buenos tiempos. — Dijo con nostalgia. — Quiero decir, además del agotamiento por el calor, la mierda en la que nos metimos cuando má se enteró, y esa cama horrible. —

Ella se rió y estuvieron en silencio por un rato. En voz baja, dijo. — Escuché sobre tu viejo. —

— ¿El doctor Kurt te lo dijo? — Ella abrió la boca para cubrir a su nuevo amigo, pero Blaine le quitó importancia. — Está bien... Sí, pá se fue el año pasado. Pidió el divorcio. Se mudó a Florida. Fin. —

Danielle extendió la mano hasta que tocó la de Blaine. Entrelazando sus dedos, dijo. — Nunca tuve un padre así, de modo que... ¿Qué sabré yo? Pero recuerdo cómo te sentías por él, y lo siento. — Él se encogió de hombros y ella apretó su mano. Imaginando que un cambio de tema estaba en orden, dijo. — Cuéntame sobre el doctor Kurt. —

— No vamos a hablar de eso. —

— ¿Qué? Sólo quiero saber cómo es. — Dijo. — ¿Cómo es él? Quiero decir, tengo una idea confusa, pero ayuda a una chica. —

— ¡¿De verdad?! — Cuando no parecía que fuera a cambiar de opinión, él murmuró. — Bien. Pero si esto sale de aquí, no olvides que puedo hacer que tu muerte parezca un accidente. — Miró hacia abajo a sus manos entrelazadas, aunque el que estaba en el primer plano de su mente era el forense. — Aproximadamente 1'65, aunque juro que a veces mide 2 metros de altura con esos malditos mocasines. — Los dos se rieron. — Cabello castaño claro. — Continuó, señalando con su mano libre. — Ojos color azul verdoso. Pecas, aunque él trata de ocultarlas. Y una sonrisa que... — Estaba sin palabras, una sonrisa que tiraba de la esquina de su boca. — ¿Te acuerdas de Cynthia McMurphy? —

— Oooh, ¿Cynthia McMermaid? —

Se recostó contra la cabecera y una risa gutural escapó de su boca. — Sí. Cynthia McMermaid. Así, pero... — Le soltó la mano para traer las suyas a la parte de su trasero.

— ¿Acabas de hacer esto? — Preguntó, estirando las manos como si sostuviera dos bolas pequeñas. No esperó su respuesta — ¡Já! —

— Recuerda lo que dije, ni una palabra. —

Imitó cerrando los labios con fuerza. — Tu secreto está a salvo conmigo. —

— Sí. — Resopló. — Durante al menos 20 años. Entonces lo comentaréis en alguna reunión. "Doctor Kurt" — Imitó con un acento bostoniano. — "¿Te dije sobre el momento en que Blaine te comparó con Cynthia McMermaid?" —

— Ah, para entonces, ustedes dos estaréis en vuestros 60. Contaré la historia con las manos aquí abajo. — Bajó las manos hasta las rodillas.

Él le dio una palmada en el brazo. — Cerda. — De pie, se dirigió a la puerta. — Duerme un poco. Con suerte tendremos más para mañana. Mientras tanto, me quedaré aquí y me aseguraré de que no pase nada. —

— Oh, ¿el doctor Kurt tiene dos habitaciones de invitados o dormirás en el sofá? — Preguntó con curiosidad.

— Capulla. — Murmuró con una sonrisa mientras salía de la habitación.


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Danielle estaba saboreando su café de la mañana cuando unos pasos familiares bajaron las escaleras. Sin decir una palabra y apenas con los ojos abiertos, Blaine medio dormido se dirigió hacia el armario, donde sacó una taza y un recipiente con café instantáneo. Arrojó su teléfono sobre la encimera y casi hirvió la tetera cuando pareció darse cuenta de que no estaba solo.

— ¿Cuánto tiempo has estado sentada ahí? —

Tomó un sorbo de su taza. — Aproximadamente una hora. —

Hizo un gesto hacia la máquina de café espresso con la barbilla. — ¿Te tomó tanto tiempo descubrir la bestia? — Al escuchar las palabras, dijo con sorpresa. — ¿Cómo lo resolviste? Quiero decir, puedo ver y no puedo hacer que la maldita cosa funcione. —

Sosteniendo su teléfono, lo apuntó a la máquina y tomó una foto. Una voz habló desde el teléfono. — La máquina de espresso La Pavoni Stradivari. ¿Te gustaría continuar? —

— Sí. — Le dijo al dispositivo. — ¿Cómo hago una taza de espresso? —

— Paso 1. Elige el filtro correcto y colócalo en el portafiltro. El portafiltro se siente como una taza pequeña con un mango largo y recto. Paso 2. Llena el filtro con café molido. Paso 3. Presione el café con la prensa de café. Es un cilindro corto con un disco plano en cada extremo. —

— Detente. — Le indicó. Dirigiéndose a Blaine, dijo. — En realidad no necesito toda esa descripción, pero, fácil como el pastel. — 

— Mierda. — Dijo y se acercó.

— Nunca hablamos de lo que hago para ganarme la vida. Es algo así: aplicaciones de voz en off para ciegos. —

Él la empujó con el hombro. — Eso es genial, Danny. —

— Tan fácil, que hasta un ciego puede hacerlo. — Sonrió.

— Y aún así desconcierta a un hombre vidente. — Dijo Kurt mientras bajaba las escaleras.

— Ja, ja, muy gracioso. — Dijo Blaine. — Estoy bastante seguro de que la máquina está en contra mía. Apostaría dinero a eso. —

— Bueno, lejos de involucrarme en la eterna lucha de Blaine Anderson contra la máquina de café espresso, ¿te gustaría una taza, doctor Kurt? — Le preguntó al castaño.

— Sí, por favor. — Respondió él mientras se sentaba en un taburete. — ¿Cómo está tu hombro? —

Ella se encogió de hombros. — Creo que está bien. Un poco adolorido, pero supongo que eso es de esperar. —

Asintiendo, dijo él. — Lo miraré más tarde. —

Blaine gruñó en su café instantáneo cuando vio a Danielle comenzar el café expreso de Kurt. Estaba a punto de expresar su objeción cuando su teléfono sonó. Tratando de recuperarlo, se lo llevó a la oreja y gruñó. — Anderson. — No pasó mucho tiempo para que todos se dieran cuenta de que la persona que llama tenía malas noticias. — ¿Cuándo? — Él preguntó. Hubo un tramo de silencio de su parte cuando la información le fue transmitida. — Vale. — Pausa. — Sí, estamos en casa de Kurt, así que supongo que tendremos que esperar y ver cuál es el plan. ¿Pudo Duval conseguir algo de la cámara al otro lado de la calle? — Más silencio siguió. — No parece que haya mucho por hacer. Llámame si Pike descubre algo útil. Si no, haremos que Kurt revise la autopsia el lunes. —

Colgó y se frotó la cara con las manos. — Es demasiado pronto para esta mierda. — Declaró a nadie en particular. Bajando las manos, vio las caras expectantes de sus amigos mirando hacia atrás. — El cocinero apareció esta mañana. — Comenzó con un suspiro. Antes de que el forense pudiera intervenir, Blaine levantó una mano. — En el puerto de Boston. — 

Kurt parpadeó. — ¿Qué? —

— Era Evans. Nuestro cocinero, Mike Blake, fue descubierto boca abajo por la Unidad de Puerto temprano esta mañana. —

— ¿Sabías que Boston solo promedia aproximadamente 9 ahogamientos al año? Esas son probabilidades bastante bajas cuando se tiene en cuenta la población y la proximidad del agua a la ciudad. —

— Gracias por la información, Harbourmaster. — Bromeó Blaine. — ¿Cuáles son las probabilidades de que haya recibido ayuda para meterse al agua? —

Danielle susurró. — ¿Crees que alguien lo puso allí? —

— Bueno, cuando sabes que él y Valerie Kincaid murieron con un día de diferencia, después de presenciar un asesinato de la mafia. No es que lo crea. — Respondió Blaine con convicción. — Es que estoy seguro. —

— Espera. — Dijo Danny. — ¿Quién es Valerie Kincaid? —

— La camarera que estaba trabajando el turno esa noche. La que encontramos en su apartamento ayer. —

Ella frunció el ceño. — ¿Estás seguro? —

La risa de Blaine era hueca. — Sí, estoy bastante seguro de que la encontramos en su apartamento ayer. —

— No. — Dijo. — Quiero decir, ¿estás seguro de que ella era la camarera esa noche? —

Los dos hombres se inclinaron hacia adelante. — ¿Por qué? — Blaine preguntó.

— Porque se presentó como "Katy". — Les dijo.

Una inyección de adrenalina atravesó el sistema de Blaine. Estando más despierto ahora era su turno de preguntar. — ¿Estás segura? —

— Sí. — Respondió. — Ella vino a mi mesa, y cuando le dije que tenía una discapacidad visual, ella hizo todo lo posible para decirme que me ayudaría. Me dijo que se llamaba "Katy", y si necesitaba algo, que no dudara en llamarla. —

— Oh, dios mío. — Blaine respiró.

— ¿Crees que cambió de turno con Valerie Kincaid? — Preguntó Kurt.

Blaine asintió y se apartó de la encimera. — Creo que eso es exactamente lo que sucedió. Simplemente no se molestaron en marcarlo en el calendario. — Cogió su teléfono y marcó rápidamente. — ¿Evans? Nos vemos en el local de Sam en 30 minutos. Creo que tenemos algo. — Colgando, se inclinó y besó a Danielle en la mejilla. — Eres una salvavidas. —

Justo cuando estaba a punto de salir corriendo, ella le agarró del brazo. — Blaine, hoy es el funeral de Bobby. —

Al escuchar su petición tácita, colocó su mano sobre la de ella y se disculpó. — Lo siento, Danny. Simplemente no podemos arriesgarnos de esa manera. —

Se compartió un momento tranquilo entre ellos y luego preguntó. — ¿Sigue Frank's Frank abierto? —

— Sí. — Sonrió Blaine. — Todavía voy allí. —

— A pesar de mis objeciones. — Intervino Kurt.

Blaine rechazó la interrupción. — ¿Por qué no nos recojo algunos en el camino de regreso? Eran los favoritos de Bobby, ¿no? —

— Apestaba la maldita sala de ajedrez cada hora del almuerzo. — Recordó con una sonrisa.

Él le dio otra palmada en el brazo y corrió escaleras arriba. En cuestión de minutos, ya estaba vestido y de vuelta en la cocina. Ajustándose el arma y la placa, no pensó en nada cuando el forense alargó las manos para aplanar el cuello de su chaqueta.

— ¿Qué quieres que haga, Blaine? — Preguntó Kurt. —

— Nada. — Respondió él. — Quédate aquí con Danny y espera a que regrese. No debería tardar mucho. Esperemos que podamos localizar a esta Katy y ponerla bajo vigilancia policial hasta que tengamos un sospechoso. Lo más probable es que el asesino no sepa que se equivocó de mujer; obtuvo su información de la misma manera que nosotros. Si todavía está viva, puede ser la única persona que pueda identificarlo. — Echando un vistazo final para asegurarse de que tenía la pistola, la placa, el teléfono y las llaves, sacudió las manos y abrió la puerta. — Y por el amor de dios, Kurt, cierra la puerta con llave cuando yo salga. —


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Los dos compañeros se encontraron fuera del Greasy Spoon, donde un hombre mayor esperaba. Su nariz había visto días mejores, y cuando extendió el brazo para darle la mano a Blaine, fue fácil ver por qué. Si bien era el actual propietario del local de Sam, claramente pasó sus años más jóvenes como boxeador. Sus manos eran gruesas y anchas, y el detective no estaba seguro de que ninguno de sus dedos estuviera derecho.

Blaine hizo las presentaciones. — Detective Blaine Anderson. — Se señaló a sí mismo. — Y este es mi compañero, el detective Sam Evans. — Dijo señalando al rubio.

— ¿Blaine Anderson? — Repitió el hombre. — ¡Mierda! Te recuerdo a ti y a tu pequeño club de ajedrez en el pasado. Soy Johnny. — Le dijo, señalando su pecho. — Johnny Traoni. — 

— Oh, dios mío. — Dijo con una sonrisa. — Eres el hijo de Sam. Eras el lavaplatos. — Él lo miró de arriba abajo. — Maldición, no te reconocí. —

Copió su valoración. — Podría decir lo mismo de ti. Un policía, ¿eh? —

Él no se molestó en corregirlo. — Sí. Así que no amenaces con meter una pieza de ajedrez en el culo de alguien. —

Su risa era fuerte y bulliciosa. — Hablas de Billy Tucker y su pandilla. Pequeños mierdas. —

Blaine se volvió hacia su compañero. — Evans, este tipo nos salvó a mí y a mis amigos de muchos problemas. Veníamos a jugar al ajedrez después de la escuela... —

— Y a tomar un batido de fresa. —

— Y tomar un batido de fresa. — Estuvo de acuerdo. — Un día, Billy Tucker entró con sus amigos y se sentó con nosotros. Intentamos ignorarlos, pero por supuesto, él comenzó a golpear la mesa, nos dio unos codazos y tiró las piezas. Entonces Johnny salió de la parte de atrás, con una toalla sobre su hombro y dijo: "Si no te vas a la mierda ahora mismo, te meteré una pieza de ajedrez tan profundo en el culo, que tu polla gritará jaque mate cada vez que eches una meada! —

Johnny se encogió de hombros. — Nunca te volvieron a molestar después de eso, ¿verdad? —

Blaine negó con la cabeza. — No aquí, al menos. —

— Espero que esos pequeños hijos de puta hayan sido castrados. —

Antes de que el viaje por el carril de la memoria empeorara, Blaine dijo. — Probablemente deberíamos mencionar por qué estamos aquí. —

— Supongo que se debe a los disparos. —

— Desafortunadamente, Johnny, hay algo más que eso. —

Pareció tomar las noticias de la muerte del cocinero con un encogimiento de hombros, pero estaba visiblemente conmocionado al escuchar que faltaba su camarera.

— No me malinterpreten. — Dijo el hombre grande. — Mike era un buen tipo. Pero había tenido una vida que, bueno, digamos, el final no me sorprende. Pero Katy, ella es una buena chica. Está tratando de abrirse camino a través de la universidad comunitaria. —

— ¿Ha intentado contactarte desde el jueves? — Preguntó Evans.

— No. — Respondió. — Ni siquiera sabía que ella cambiaba de turno con Valerie. — Era como si la noticia acabara de golpearlo. — Oh dios mío. Valerie. — Se frotó la frente con sus dedos gruesos. — Ni siquiera puedo resolver esta mierda. —

— Lo entiendo. — Dijo Blaine. — Han pasado muchas cosas en dos días. —

— Tienes razón. — Con un profundo suspiro, se giró para mirar su cafetería. — ¿Alguna idea de cuándo puedo abrir el lugar para los negocios? Es como, lo único que sé en este momento. —

Blaine miró a su alrededor y vio la cinta amarilla de la policía que todavía sellaba la puerta del local. — Hablaré con CSRU, veré si podemos aclarar el papeleo al final del día. —

— Gracias, Blaine. —

Evans dio un paso adelante y usó su navaja de bolsillo para cortar la cinta. Johnny deslizó su llave en la cerradura y abrió la puerta. Se volcaron las sillas y el polvo negro de huellas dactilares cubrió casi todo. Y, si había alguna duda sobre lo que había sucedido allí, quedaban manchas de color rojo oscuro donde habían caído los tres hombres. Blaine frunció el ceño. No se parecía en nada a la cena en sus recuerdos.

Traoni se dirigió a la oficina administrativa. — ¿Estás buscando la dirección de Katy? La tengo aquí en alguna parte. — Hojeó un cajón del escritorio y un sistema de archivo que solo él parecía entender. No le llevó más de unos segundos sacar una hoja de papel. — Aquí está su solicitud. No tenía mucha experiencia cuando llegó aquí, pero papá vio algo en ella. Ella ha estado aquí desde entonces. Espero que esté bien. — Evans anotó la información y cuando cerró su libreta, le agradeció al hombre por su ayuda. — En cualquier momento. En cualquier momento. — Repitió. — No puedo imaginar que alguien quiera lastimarla. — Golpeó con el puño la palma de su mano. Blaine tenía una idea bastante buena de cómo reaccionaría si la camarera hubiera sufrido algún daño.

— Haremos todo lo posible para mantenerla a salvo, Johnny. — Prometió.

— Avísame si necesitas ayuda en ese departamento. — Dijo.

— Lo haré. — Respondió él mientras regresaban a la puerta. Antes de irse, se volvió hacia el hombre mayor. — ¿Cómo está aguantando tu padre todo esto? —

— Oh, Blaine... — Sonrió en tono de disculpa. — Falleció hace unos cinco años. Le hubiera encantado haberte visto. —

El italiano pensó en otro vínculo con su pasado desaparecido. — A mi también, Johnny. A mi también. —


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— Está limpio. — Le dijo Evans después de tocar su iPad varias veces. — Quiero decir, a parte de los extraños disturbios públicos en el pasado, se ha vuelto bastante legal. —

Él le había pedido que revisara rápidamente a Johnny Traoni y estaba feliz de que la búsqueda hubiera quedado vacía. — Odio tener que preguntar, pero en este punto, no puedes fiarte. —

Evans sacudió la cabeza. — Es este trabajo, tío. Aprendes a no confiar en nadie. —

— ¡Hey! — Objetó. — Confío en mi familia, confío en mis amigos y confío en Kurt. —

El rubio lo miró con una ceja levantada y una sonrisa. — Me gusta cómo separas al doctor Hummel de los "amigos". —

En lugar de comentar, apretó el acelerador un poco más y tomó la esquina bruscamente. La dirección de la camarera estaba clara en toda la ciudad, y Blaine no quería perder un minuto más. — ¿Has vuelto a llamar al número? —

— Sí. — Respondió. — Aún sin respuesta. Aunque, no puedo decir que la culpe. Puede que aún no se haya corrido la voz sobre Mike Blake, pero The Herald publicó un artículo sobre Valerie Kincaid. Si hubiera visto algo esa noche, yo también me escondería. —

— Esperemos que no esté tan escondida que tampoco podamos encontrarla. Llama al distrito municipal y pide que le envíen un coche patrulla a su apartamento. Diles que esperen hasta que lleguemos allí. —

— Estoy en ello. — Respondió, y agarró su teléfono.

Apretó los frenos y vio los semáforos de las siguientes cinco cuadras haciendo click en rojo, como una cadena de fichas de dominó. Maldijo las luces, maldijo el tráfico y, sobre todo, maldijo la posibilidad de que pudieran ser demasiado tarde.

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