Capítulo 1
Nunca lo admitiría, pero siempre disfrutó la emoción de la escena del crimen. No es que él tuviera tendencias sociópatas; no estaba feliz de que alguien fuera golpeado, violado o asesinado. Si hubiera podido evitarlo, por supuesto que lo habría hecho. Pero estas cosas sucedieron mucho antes de su llegada, por lo que todo lo que podía hacer ahora era atrapar a la persona responsable. Ahí es donde entra la emoción. Pero, por muy lógico que pareciera en su cabeza, Blaine Anderson estaba bastante seguro de que nunca sonaría así, de modo que nunca preguntó a sus colegas si sentían lo mismo. Estaba bastante seguro de que no lo entenderían. Probablemente traten de ponerme en un compromiso, pensó.
Después de identificarse con el oficial en la entrada, se deslizó debajo de la cinta de la escena del crimen y entró en la pequeña cafetería. Los oficiales de investigación se separaron para dejarlo pasar, lo que lo condujo directamente a un Kurt Hummel en cuclillas.
— Cuida tus pasos. — Dijo el patólogo sin levantar la vista.
Blaine miró los ridículos botines desechables que se veían obligados a usar en la escena del crimen. Él no estaba en peligro de contaminar ninguna evidencia, aunque podía ver la razón de la advertencia.
— Hay muchas sustancias de color marrón rojizo. — Comentó Blaine.
Él anotó algunos puntos más en su porta papeles antes de mirar hacia arriba. En lugar de reconocer el gentil recordatorio del italiano de un caso anterior, simplemente dijo. — Hola, Blaine. —
El moreno no pudo evitar sonreír. — Hola, Kurt. — Se puso las manos en las caderas y miró a su alrededor. — Entonces, ¿cuál es la historia, Nancy Drew? —
Kurt se levantó y frunció el ceño mientras intentaba descifrar la última referencia de Blaine a la cultura pop, un campo en el que rara vez se aventuraba su inteligencia. — ¿Una detective? — Sus ojos se iluminaron ante el asentimiento de aprobación de Blaine. El ceño fruncido volvió a aparecer. — Eso no tiene sentido, Blaine. Si nuestras posiciones indican algo, sería que eres Nancy Drew. Eres el detective después de todo. Quizás en el futuro, una comparación más adecuada sería Frances McGill. Fue una de las primeras mujeres en convertirse en patóloga criminal y... —
Blaine levantó una mano. — Relájate, Frances. ¿Qué tenemos? —
La pregunta fue respondida por el joven que apareció a su lado. — Tres muertos, dos en camino al hospital, uno porque le dispararon y el otro por cagarse encima. —
— ¡Detective! — Amonestó Kurt. — El pobre hombre estaba en estado de shock absoluto. Vio a tres hombres asesinados. —
— Al menos no contaminó toda la escena. — Blaine miró a su compañero. — Te ves un poco verde, Evans. —
— Soy más blanco que la pared. No puedes decir eso. —
El moreno dejó pasar eso por alto pero se aseguró de que el rubio lo viera rodar los ojos. — ¿Qué más tienes? —
Hojeando sus notas, recitó la información. — Solo tengo identificación de dos de las víctimas. El que se desplomó sobre el mostrador es Joseph Flynn y el tipo que estaba fuera del baño es Liam Byrne. Ambos de Nueva York. El tipo grande en el suelo no tenía identificación. — Pasó una página de su pequeña libreta. — En base a lo poco que pudimos reunir, un pistolero enmascarado llegó alrededor de las 11 de la noche. Este es uno de los pocos lugares en el área que está abierto a esta hora, pero como puedes ver, es una especie de basurero. —
— ¡Oye! — Blaine intervino. — Solía venir aquí cuando estaba en el instituto. —
Esto despertó el interés de Kurt. — ¿De verdad? —
Giró su cuerpo hacia el hombre más pequeño. — Sí. Era un lugar de reunión popular para los impopulares. —
Antes de que Kurt pudiera consultar más, Evans continuó. — Sí, lo que sea. De todos modos, el lugar estaba bastante vacío. El tío abrió fuego. Los forenses encontraron ocho proyectiles, pero el doctor Hummel sólo encontró seis agujeros de bala. —
— Seis en los cuerpos. — Corrigió el castaño. — Según mi inspección superficial, dos entraron al cuerpo más cercano al baño. — Él indicó la colocación con una inclinación de su cabeza. — Uno en el cuerpo que se desplomó sobre el mostrador. — Blaine siguió su mirada hacia el mostrador antes mencionado. — Y dos en la víctima a mis pies. Me han informado que hay una bala en uno de los heridos que actualmente se dirigen al hospital. —
— Herida en el hombro, según la EMT. — Agregó Evans. — Sin embargo, no hay otros testigos. Quiero decir, más allá de los sobrevivientes y el transeúnte que escuchó los disparos y llamó a la policía. —
Blaine procesó la información. — ¿Hora de la muerte? ¿Quién murió primero? —
Los ojos del patólogo se abrieron. Blaine ya de paso podría haber preguntado si estaba bien vestir de blanco después del día del trabajo. — Sabes que no puedo hacer esa evaluación en este momento. Hay pruebas para ejecutar y autopsias para realizar. —
— Oh, vamos, Kurt. Vive un poco. — Prácticamente se quejó el detective. — Dime una suposici... Estimación cautelosa. —
Evans asintió en aprobación. — Buena salvada. —
— Gracias, compañero. —
Kurt sacudió la cabeza. — Por mucho que admire la forma en que tus sinapsis hacen tango con tus neuronas, tendrás que esperar. —
— Oh, doctor Hummel, me encanta cuando hablas sucio. — Evans movió las cejas y evitó hábilmente el golpe de Blaine en el hombro. — Oye, doc, tal vez puedas ayudarme con esto. ¿Cuál es el nombre científico para las bolas azules mentales? Las sinapsis de Blaine están encendidas sin ningún lugar a dónde ir. —
Kurt frunció el ceño y dejó que las palabras salieran de su lengua. — ¿Bolas azules? —
— Alguien está a punto de no tener pelotas. — Blaine miró al más joven.
Si bien el médico a menudo disfrutaba descifrando las bromas sociales, él regresó al lugar donde se sentía más cómodo. Lógica. Con las manos en las caderas, miró a las tres víctimas y volvió a mirar a Blaine. Los ojos color azulado curiosos se encontraron con invitaciones cálidas. — Te preguntas si los tres hombres fueron atacados, o si solo uno estaba destinado a morir y los otros dos se convirtieron en daños colaterales. — Cuando vio a Blaine asentir de nuevo, continuó. — El momento de la muerte podría abrir la última línea de pensamiento, en función de quién murió el último. —
— Ese es mi chico. —
Kurt sacudió la cabeza. — Pero la hora de la muerte no indica necesariamente el orden cronológico del tiroteo. —
— No. — Acordó el detective. — Pero es un comienzo. —
Ahora era el turno de Blaine de mirar a su alrededor. Cuando sus ojos se entrecerraron, Evans comentó. — Pones esa misma mirada cuando entras en la oficina de homicidios y olvidas por qué estás allí. —
— Límite del evento. — Kurt proveyó amablemente con una sonrisa. — A menudo, pasar de una habitación a la siguiente crea una brecha en el cerebro a medida que compartimenta las tareas asignadas a cada habitación. Si uno pudiera evitar las puertas, esto no sería un problema. —
El italiano arqueó una ceja incrédulo, no por la veracidad del comentario de Kurt, ya que nunca supo una vez en que el patólogo estaba equivocado, sino por la capacidad del hombre de decir los hechos más arcanos en los momentos más extraños. En cambio, él respondió a su compañero. — Solo estoy contando. Tres víctimas, ¿verdad? —
Evans señaló los cuerpos y contó en voz alta. — Uno, dos , tres. Sí. —
— Dos sobrevivientes. El cocinero y otro cliente. —
Agitando su cuaderno, respondió. — Eso es lo que me dijeron los primeros en responder. —
— ¿Qué pasa, Blaine? — Kurt preguntó.
— Bueno... ¿Dónde está la camarera? —
Tanto Kurt como Evans miraron a su alrededor, como si la camarera mencionada se materializara detrás del mostrador o debajo de una mesa.
— ¡Mierda! — Evans exclamó.
— Ese lenguaje, Samuel. —
— Lo siento, doc. — Hojeó sus notas. — Nada. Ni una sola palabra de la camarera. —
Blaine inclinó la barbilla hacia la cocina. — Comprueba y mira si tienen un horario en alguna parte. Fíjate quién se suponía que cubriría el turno. Luego habla con el cocinero. Veré si nuestro segundo tío ya está disponible. Luego, rastrearemos a la camarera. —
— Suena como un plan. — Dijo Evans.
Hizo un gesto hacia su cuaderno de notas. — ¿Cómo se llama el segundo tío? —
— El nombre del cocinero es... Mike Blake. — Verificó la información. — Oh, y tu chica es Danielle Ryan. Ambos enviados al hospital general. Nos vemos allí. —
Cuando el joven detective los dejó, Kurt preguntó en voz baja. — ¿Qué te ocurre, Blaine? —
El moreno negó con la cabeza rápidamente, como si estuviera alejando la niebla de su cerebro. — ¿Perdona? —
— Fue una reacción breve, pero tus ojos se abrieron y tu boca también, muy ligeramente. —
— Siempre tengo la bocaza abierta, Kurt, ya me conoces. —
— Paso un tiempo descomedido mirándote. Tu "bocaza", como lo has expresado tan elocuentemente, no siempre está abierta. Te sorprendiste cuando el detective Evans te dijo el nombre de la mujer. —
Blaine hizo una nota mental para buscar la palabra "descomedido" más tarde. — Tal vez es solo este lugar. — Se quitó un mechón de pelo de la cara. — No he estado aquí en más de una década. Ese nombre, el que dijo Evans, Danielle Ryan, conocía a una Danny Ryan cuando era un crío. —
— Puedo ver por qué eso podría causarte angustia. — Simpatizó el hombre más bajo. — Vale la pena señalar que Boston tiene el mayor porcentaje de población irlandesa en los Estados Unidos, casi el dieciséis por ciento, y que"Ryan" es el séptimo apellido irlandés más popular. Proviene del antiguo nombre irlandés "O'Riain" y... —
Por segunda vez esa noche, Blaine detuvo la tangente de Kurt levantando una mano. — Gracias, Google. — Dijo, no sin amabilidad. — Me tengo que ir. Evans se atolondra mucho en los hospitales. — Sonrió ampliamente mientras observaba al patólogo tropezar con la palabra "atolondrar". — Habrá un examen más tarde, así que asegúrate de saber lo que significa. —
— Voy a reflexionar sobre el término mientras preparo los cuerpos para la autopsia. — Él no vio o eligió ignorar la mueca de Blaine. — ¿Te veré más tarde? — Cuando el moreno asintió, Kurt agregó juguetonamente. — Por favor, extiende mi invitación al Detective Evans. Sé su inclinación por el funcionamiento interno expuesto del cuerpo humano. —
— Inclinación. — Repitió Blaine. — ¿No es eso lo contrario de "vaciar el contenido del estómago sobre los zapatos"? — Bromeó con un falso acento de rico sofisticado.
— Sí. —
— ¿Una broma del doctor Hummel en la escena del crimen? — Se llevó la mano al pecho. —Sigue siendo mi corazón. —
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Para ser justo con su compañero, a Blaine tampoco le gustaban demasiado los hospitales. Había algo en la esterilidad y el silencio que le resultaba extraño. Con su traje gris carbón, zapatos negros y cabello a juego, él era una mancha oscura sobre un cuadro blanco y siempre lo ponía nervioso.
Él tosió un poco para llamar la atención de la asistente en la estación de enfermeras. Una joven interna levantó la vista y sonrió. — Detective Anderson. —
Blaine se preguntó qué decía sobre su trabajo el que se había convertido en una presencia familiar en el hospital. La información en la placa de identificación decía "J. Hearns". Él pensó que probaría la ruta de la adulación. — Jessica, ¿verdad? —
El moreno se arrepintió de inmediato, mientras veía crecer su sonrisa y sus ojos viajar tan lejos como el mostrador le permitía, luego hasta su cara. El ceño fruncido que se encontró la chica allí mató su interés y le hizo cubrir inconscientemente su sonrojo. — Uhm... ¿Qué puedo hacer por usted, detective Anderson? —
Él dejó que su distancia permaneciera por un momento, para asegurarse de que ella entendiera el punto. Finalmente, le dijo. — Estoy buscando a Danielle Ryan. Víctima de bala que entró hace aproximadamente una hora. —
Jessica miró su portapapeles. — Sí, fue directamente a la cirugía. Parece una tipa con suerte. — Comentó mientras sus ojos rozaban la información. — Proyectil a través del subescapular, cortó el proceso coracoideo y salió por el otro lado. — Ella hinchó un poco el pecho y esperó a que él le pidiera la definición del laico. Pronto se sentiría decepcionada.
Teniendo en cuenta la cantidad de autopsias de las que fue testigo, no habría dicho mucho sobre sus habilidades si no se hubiera quedado con algo en el camino. — Así que una bala atravesó el hombro trasero y salió por el frente, en algún lugar debajo de la clavícula. — Quería decirle que tenía su propio google parlante personal, y al menos Kurt no era un engreído por eso. Él hizo una nota mental para no ser tan impaciente con el patólogo la próxima vez.
Abrió la boca para protestar por la simplicidad de sus palabras, pero decidió no hacerlo. Derrotada, respondió. — Supongo que sí. —
— De acuerdo. ¿Está disponible su médico? —
Jessica levantó la vista hacia el gran reloj analógico en la pared detrás de él. — Déjame llamarlo. —
Blaine se apartó del mostrador mientras esperaba, no queriendo darle a la joven más razones para hablar con él. — Todo lo que quiero es hacer mi trabajo.— Se susurró en voz baja para sí mismo, sin darse cuenta de que su alejamiento de la estación de enfermeras le dio a la interna una mejor visión de lo que se había comido con los ojos antes. Por suerte para él, y probablemente también para Jessica, un médico salió de un ascensor cercano y caminó hacia él.
Extendiendo una mano, dijo en lugar de preguntar. — Detective Anderson. —
— ¿Doogie Howser? — Él cerró los ojos momentáneamente e hizo una mueca. — Lo siento. Eso fue grosero. —
Aceptó su disculpa y su apretón de manos con una sonrisa. — No te sorprenderá saber que me pasa con bastante frecuencia, y de hecho, tengo la edad suficiente para entender la referencia. Nathan Green, médico tratante. —
— Blaine Anderson, asistente idiota. —
Él se rió y lo llevó a la estación. — Estás aquí por la víctima del tiroteo de antes de esta noche. —
— Danielle Ryan, sí. —
— ¿Ese es su nombre? Lo siento, generalmente no presto mucha atención a esas cosas. —
— Creo que estás más preocupado por salvarle la vida. —
— Sí. Ahora, si tiene preguntas sobre su condición o su tratamiento, con las que pueda ayudarlo... —
— Jessica fue muy útil con eso. — Le indicó a la interna con una inclinación de la barbilla hacia ella. — Proyectil a través del subescapular, cortó el proceso coracoideo y salió por el otro lado. —
— Bala a través de la parte posterior del hombro y hacia afuera, justo debajo de la clavícula, sí. —
El moreno cubrió su sonrisa con una pregunta. — Es testigo ocular del asesinato de al menos tres hombres. ¿Puedo verlo? —
El resoplido de la interna hizo que el médico y el detective se volvieran. La mujer más joven tosió teatralmente para cubrir su falso paso. — Lo siento, garganta seca. —
— ¿Qué pasa, señorita... Hearns? — El Dr.Green leyó la etiqueta con el nombre. Su tono no permitía perder más tiempo. Blaine estaba impresionado.
— Uh... Es solo que... — Jessica tropezó. — Sus pertenencias personales fueron recogidas y utilizadas para identificarla. Los de la ambulancia estaban buscando información de contacto de emergencia. Encontraron su tarjeta de alerta médica. Ella es ciega.
— ¿Ella es qué? — Blaine preguntó incrédulo.
Ella frunció el ceño. — De acuerdo con su tarjeta de alerta médica... —
El detective levantó una mano pero no respondió nada. El Dr.Green no estaba tan dispuesto a dejar a la joven a la ligera. — ¿Y pensaste que era apropiado hacer una broma? —
Hearns miró nerviosamente entre Blaine y el doctor. Retractarse parecía ser su única opción en ese momento. — Lo siento. Eso estuvo fuera de lugar. —
— ¿Tú crees? — El sarcasmo prácticamente goteaba de sus palabras.
Bajó la cabeza e intentó un tema diferente. — Tenemos una enfermera que pasa por su habitación cada 10 minutos, en caso de que se despierte. —
El italiano cortó su mierda de disculpa. — ¿En qué habitación está ella? —
— 363. —
— ¿Puedo verla? — Esta vez, dirigió su pregunta al médico.
— Por supuesto. No será de mucha ayuda para ti teniendo en cuenta la cantidad de medicamento que está tomando en este momento, pero no veo ningún daño en hacerle una visita. — El Dr. Green entrecerró los ojos hacia la interna antes de volver su atención al detective Anderson. — Solo asegúrate de llamar a la puerta o anunciarte cuando entres en la habitación. La probabilidad de que esté despierta es mínima, pero nunca se sabe, y no querrá que sobreviva a una herida de bala solo para que la noquee un ataque cardíaco. —
El italiano miró a Hearns y dijo. — ¿Ves? Eso es una broma aceptable. — Sonrió y agradeció al doctor cuando pasó por su lado, ignorando el ascensor y tomando las escaleras de emergencia, subiendo los escalones de dos en dos.
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Al final, no tuvo que anunciarse; la enfermera asistente salía de la habitación cuando Blaine llegó.
— ¡Oh! — La enfermera exclamó en voz baja. — Lo siento. — Agregó con una suave risa. — No esperaba ver a nadie aquí afuera. —
Blaine miró de arriba abajo el pasillo vacío. Podía ver cómo es que asustaría a cualquiera. Lo estaba asustando a él. — Culpa mía. — Se disculpó. — Detective Anderson, estoy aquí para ver a Danielle Ryan. ¿Es esta su habitación? —
— Yo espero que sí. De lo contrario, he estado revisando a la mujer equivocada cada 10 minutos durante las últimas dos horas. — Ella sonrió de nuevo y se alejó de la puerta. — Todavía está sedada, pero puedes entrar si quieres. Solo deja la puerta abierta. Creemos que si se despierta entre mis rondas, los sonidos del hospital podrían no asustarla tanto. —
Blaine se preguntó exactamente qué sonidos podría haber querido decir la enfermera. Incluso la planta de Kurt era más ruidosa, y eso era una morgue de locos. En lugar de cuestionar la afirmación de la enfermera, él simplemente asintió. — Gracias. —
No estaba seguro de qué esperar cuando entró en la habitación. El detective Anderson esperaba encontrar un testigo de un triple homicidio, pero Blaine... bueno, Blaine no sabía lo que esperaba encontrar. Habían pasado más de 20 años desde la última vez que vio a Danny Ryan. Y Kurt tenía razón: no era exactamente un apellido poco común en Massachusetts. Así que había una posibilidad de que no fuera alguien que él conociera, no fuera alguien que había pasado por los horrores de la escuela secundaria con él, no fuera alguien que, en algún momento, conoció algunos de sus secretos más profundos y oscuros. Tal vez no tendría que encontrar una manera de evitar analizar un momento de su vida que pronto olvidaría, preguntándose por qué había abandonado tantas relaciones.
Esa evasión no debía ser. La suave luz fluorescente sobre su cabeza, ¿seguramente para beneficio de la enfermera y no del paciente? Reveló una cara que se sorprendió al reconocer de inmediato. Un poco mayor, un poco más delgada, pero si tenía alguna pregunta, la cicatriz de 4 pulgadas que corría diagonalmente a través de su ceja derecha desvaneció cualquier duda. Sabía que la cicatriz era cortesía de que su cara se estrellara contra el patio de cemento mientras él se quedaba mirando. Veinticinco años después y todavía podía sentir la culpa manchando sus mejillas.
— Danny Ryan. — Susurró. — ¿Qué ha pasado? —
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Su salida hacia la escalera se sincronizó perfectamente con Evans saliendo del ascensor.
— Hola, compañero. — Saludó el rubio.
— Hey. — Respondió el moreno y, sin decir palabra, hizo un gesto a la recepción donde se suelen encontrar las enfermeras. — ¿Tienes algo útil? —
— Bueno. — Comenzó mientras miraba sus notas. Aún nuevo para el equipo, todavía no confiaba plenamente en su capacidad para obtener los detalles correctos. — Señor Michael Blake. "No vio ná, no escuchó ná y no sabe ná sobre la responsabilidad de estar en el congeladó". — Evans destrozó un acento de pleno.
Blaine puso los ojos en blanco. — ¿Alguna prueba de que estaba en el congelador? —
— Los forenses están verificando si las cámaras de seguridad realmente funcionaban o si solo estaban allí para mostrarlas. Haré un seguimiento con ellos por la mañana. —
— Buen trabajo, Evans. — Dijo cuando llegaron al escritorio.
— En cuanto a la camarera... —
— Aguanta ese pensamiento. —
— Hola de nuevo, detective Anderson. — Hearns asintió a su compañero. — Detective Evans, ¿verdad? —
Blaine no les dio tiempo a los dos para charlar. — Dijiste que los de la ambulancia pasaron por la identificación de Danielle Ryan para encontrar información de contacto de emergencia. No veo a nadie aquí. —
La interna frunció el ceño y se encogió de hombros. — ¿Supongo que no tenía ninguno en la lista? —
Ahora era el turno de Blaine para fruncir el ceño. — Pero sé que tiene familia en la ciudad. —
Los ojos de Evans se abrieron. — ¿La conoces? —
El moreno rechazó su pregunta. — Una larga historia. Luego hablamos. — A la interna, le preguntó. — ¿Tienes su identificación aquí? —
— Sí, deberíamos. — Tiró de un anillo de llaves en la cadena de un conserje mientras caminaba hacia un gabinete cercano. Le llevó menos de un minuto regresar con un archivo.
— Gracias. — Dijo y lo abrió en la encimera. La billetera tenía 27 dólares, cada denominación doblada de una manera específica. En las ranuras para tarjetas había una tarjeta de crédito, una tarjeta de identificación de California y la tarjeta de alerta médica antes mencionada. Separada de estas había una tarjeta de débito, su esquina derecha cortada por razones que Blaine solo podía suponer era para una identificación más fácil. Eso fue todo; sin otras tarjetas, sin fotos, sin información de contacto. El único otro elemento en el archivo era un teléfono inteligente, que Blaine recogió y encendió. El protector de pantalla era el logotipo de los Boston Red Sox y, por un minuto, lo hizo sonreír.
Hearns miró al revés el teléfono que tenía en la mano. — Sí, creo que los de emergencias trataron de desbloquearlo, pero no pudieron entender el patrón. —
Blaine estudió los nueve puntos e intentó imaginar qué haría de código si fuera ciego. Algo fácil, pero suficiente para evitar que se encienda accidentalmente en un bolsillo. ¿Recto en la parte superior y abajo del lado izquierdo? No ¿A la derecha? ¿Recto en la parte inferior y arriba del lado izquierdo? ¿Por el lado derecho? Intentó una vez más antes de que el teléfono le pidiera una contraseña secundaria. Su último disparo fue un silbato en la oscuridad: un golpe directo de izquierda a derecha, y luego otra vez. No se dio cuenta de que Evans había estado mirando sobre su hombro.
— ¡Buena suposición! — Él dijo.
El italiano saltó. — ¡Por dios, Evans! — Más tranquilo, dijo. — Solo estaba tratando de averiguar qué patrón podría usar un ciego. —
Esta información era nueva para su compañero. — ¿Nuestra testigo es ciega? —
— Sí. — Dijo y esperó una broma sarcástica. Cuando no llegó, levantó una ceja. — ¿Qué? ¿Ningún comentario sobre un testigo ciego? —
Evans retrocedió sorprendido. — ¿Qué? ¡No! Dame un poco de crédito, ¿quieres? —
Lentamente se giró para mirar a la interna hasta que ella miró hacia otro lado, adecuadamente avergonzada. — De acuerdo. Bueno, conseguiremos a alguien para que firme esto en posesión del BPD. —
— Vive en Oakland; uno pensaría que tenía que recibir algún tipo de ayuda para llegar hasta aquí. — Supuso Evans.
— Y ese es el tipo de información que espero que esté en el teléfono. —
— Así que parece que nuestro trabajo aquí está hecho. — Concluyó Evans. — ¿Qué sigue? —
Blaine se pasó la mano izquierda por el pelo y luego voló un rizo errante. — Me ibas a contar sobre la camarera. —
— Oh, sí. Según el cronograma en la oficina del gerente, se suponía que Valerie Kincaid estaría trabajando esta noche. — El joven policía miró su reloj. — O anoche. Lo que sea. Esa parte fue verificada por el cocinero. Cuando le pregunté qué le había pasado, él dijo... —
— "No sé ná". — Terminó Blaine.
Con una sonrisa, miró sus notas una vez más. — Llamé al sargento de escritorio en el E-5; es el recinto local para ese municipio. Dos unidades fueron a su casa, pero no había nadie. No tenía ninguna razón para ver mejor el interior, así que tendremos que ir a verlo nosotros. —
Le crujió el cuello al tratar de disipar algo de la tensión. — Dejemos eso hasta que sepamos más sobre ella. A primera hora de la mañana, revisa sus registros y mira qué podemos encontrar. Tal vez localice un número de teléfono y sigamos desde ahí. —
Comenzaron a salir mientras continuaban hablando. — Quizás también pueda conseguir algunos registros bancarios. — Ofreció Evans.
— ¿Crees que ella podría haberse dado a la fuga? —
Él se encogió de hombros. — Podría ser el motivo de por qué nadie estaba en casa a la una de la mañana. De todos modos, no hará falta mucho para rastrearla. La tecnología es una cosa maravillosa. —
— La tecnología es espeluznante. — Dijo Blaine con un estremecimiento cuando llegaron a su coche.
Evans lo miró por encima del techo. — Si la usaras para algo más que pornografía, aprenderías mucho. —
Él abrió la puerta del conductor. — ¿Quién dice que no he aprendido mucho del porno? — Dijo el moreno antes de adentrar su largo cuerpo al vehículo.
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Cuando regresaron a la estación y recogieron sus respectivos coches, era casi la una y media y, cuando Blaine llegó a casa, estaban más cerca de las dos. Su último mensaje de texto del día, como era casi todos los días, era de Kurt.
Llámame cuando llegues, independientemente de la hora.
De alguna manera se las arregló para cerrar la puerta principal, encender la luz, quitarse los zapatos y arrojar las llaves en un tazón cercano todo en un solo movimiento antes de disparar una respuesta rápida. Pensó que no despertaría al médico, pero cumpliría con su obligación de responder. Si había aprendido algo durante su amistad, era que Kurt Hummel odiaba ser ignorado.
Aparentemente, también odiaba cuando Blaine eludía su pedido, porque el detective recibió rápidamente un mensaje de texto a cambio.
Creo que dije "Llamar". Es el mismo número al que acabas de enviar el mensaje de texto no solicitado.
Blaine se estaba quitando los pantalones mientras leía el teléfono que había tirado sobre la cama. La luz de la pantalla iluminaba la habitación oscura. Él sacó la lengua. — Bueno, vas a tener que esperar. — Informó al objeto inanimado mientras se ponía una camisa de noche y entraba al baño. El teléfono volvió a sonar. Asomando la cabeza, gritó. — ¡Me estoy lavando los dientes, Kurt! —
Teniendo en cuenta que no había más notificaciones mientras terminaba dicha acción, casi podía creer que Kurt lo escuchó. Otro mensaje de texto explicaba el silencio.
Estoy esperando.
Blaine no pudo evitar reírse. Después de una revisión final de la puerta principal y un ajuste de sus almohadas, presionó el familiar número que tenía en marcación rápida.
— Estaba empezando a preguntarme. — Dijo Kurt.
— Hola a ti también. — Respondió Blaine. — Tenía que revisar las cerraduras. Ya sabes cómo soy cuando Jo está con Má. — Casi podía escuchar la sonrisa de Kurt ante la referencia al pequeño perro. — Y en mi defensa, pensé que ya estarías en la cama. —
— Estoy en la cama. —
— Me refería a dormir. —
— Oh, ya veo... Bueno, es que no puedo dormir tranquilo si sé que tú aún no has llegado a tu apartamento a salvo. —
Blaine enterró la cabeza en la almohada. — Eso es muy dulce, Kurt. —
— Mi casa está más cerca de la estación. Sabes que puedes dormir aquí en cualquier momento. — Dijo el castaño, levemente herido.
— Lo sé, pero no tengo un cambio de ropa allí. Traeré algunos la próxima vez, ¿de acuerdo? —
Esto pareció apaciguar al médico, porque él pasó a otro tema. — ¿Descubriste algo en el hospital? —
El moreno se cubrió los ojos con el antebrazo. — No hablemos de eso ahora. —
Aunque a menudo era lamentablemente inadecuado para leer las emociones de otras personas, Kurt vio a través de sus palabras. — Lo siento, Blaine. —
— ¿Qué hay de ti? — Preguntó mientras sofocaba un bostezo. — ¿Encontraste algo en la morgue? —
— Los dejé enfriar a la temperatura adecuada de... — Kurt se detuvo, dándose cuenta de que probablemente era un tema inapropiado a las 2 de la mañana. — Pero no hablemos de eso ahora. —
Blaine rodó sobre su costado y cerró los ojos. — ¿De qué deberíamos hablar? —
— ¿Por qué no hablamos de que te invito a La Bakeria por la mañana? ¿Como a las 8? —
Eso fue casi suficiente para que Blaine abriera los ojos. — ¿De verdad? —
— De verdad. —
— Te quiero, Kurt. —
Hubo un largo silencio en el otro extremo, aunque Blaine no lo notó en su soñolienta bruma. Pasó un minuto antes de que Kurt respondiera. — Sospecho que es el atractivo de un brownie de chocolate triple lo que provoca tu afecto, Blaine. —
La risa del detective era baja y ronca por el sueño. — Sí, quizás. Pero no totalmente. —
Hubo otro tramo de silencio hasta que Kurt pudo escuchar la regularidad de la respiración provocada por el sueño. Aprovechó el momento y susurró. — Yo también te quiero, Blaine. —
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