№5 - Revelación ✓
Editado: 13/12/22
Elisa
Conduje en silencio hacia la casa de mis padres. Se nos había hecho un poco tarde pero quizás aún nos habían dejado algunas sobras. Minho se mantenía algo callado y se sentía un poco de tensión en el coche.
— La última vez que fui no terminó nada bien, ya sabes que la relación que tengo con tu padre no es buena... no sé por qué quieres que vaya... —opinó él y yo seguí conduciendo, mirando al frente.
— Tampoco te obligué —contesté seca.
— ¿Qué te pasa? ¿Por qué estas tan... borde? —preguntó mirándome pero yo no quería hacer contacto visual. Simplemente me concentré en la carretera.
Tenía muchas ganas de contestarle aún pero lo hacía seguramente íbamos a terminar muy mal. A los pocos minutos encontré un sitio para aparcar el coche cerca del piso de mis padres. Salí del coche y cuando nos estábamos dirigiendo al piso de mis padres, la mano de Minho se entrelazó con la mía. Aquello me pilló por sorpresa y me quedé mirando nuestras manos. No recordaba la última vez que entrelazó su mano con la mía y, de hecho, no sentí absolutamente nada al respecto. En mi cabeza recordaba la primera vez que lo hizo y lo feliz que estaba, en cambio, esa noche, me sentía vacía.
— No te lo he dicho antes... pero estas muy guapa esta noche —expresó Minho y nada, no me afectó en absoluto. Ya nada me importaba de lo que salía por su boca.
Ya era muy tarde.
Ni le contesté y fui a marcar el piso de mis padres. Respiré hondo, sabía que les iba a sorprender verme. Subimos por el ascensor hasta el piso, cuando llegamos la puerta se abrió para darnos la bienvenida.
— ¡Hombre! ¡Al fin... —gritó mi hermana Sunyee abriendo la puerta y la sonrisa que tenía en la cara se le borró al verme llegar. Saludé con la cabeza mientras me quitaba el abrigo y entré en la casa junto con Minho que ya se le notaba incomodo.
— ¿Ya ha llegado Elisa? —escuché como preguntaba mi madre y aparecí por el comedor dejando a todos en un absoluto silencio al verme. Por un segundo visualicé a mi familia. En la mesa alargada llena de comida se encontraban mis padres, dos señores de unos 60 años. Ambos ya jubilados. Mi madre vestía con uno de sus vestidos caros y sus mejores joyas, le encantaba fardar de ellos a pesar de estar aun pagándolos. A su lado, mi padre y creo que a punto de tener un ataque al corazón al ver a su hija menor vestida así. También se encontraban los maridos de mis hermanas.
Sunyee, la que me abrió la puerta era la hermana del medio, de 32 años, nos llevábamos 7 años. Tenía un hijo de 3 años, el pequeño Sunwoo era muy risueño. Mi relación con Sunyee cambió hace mucho tiempo. Hace años, era con la única persona que creía que podía confiar. Todo fue culpa de su actual marido, de verdad que no lo soportaba. Me caía fatal, se creía mejor que nadie, era un narcisista y manipulador. Recuerdo todas las tardes que Sunyee llegaba a casa llorando por culpa de este imbécil. Nunca había conocido una relación tan tóxica como la de mi hermana. Le advertí millones de veces que lo dejara, que había muchos hombres de verdad, que no escuchara a nuestra a madre, da igual que sea abogado y tenga dinero, lo importante era su felicidad.
Al final, se casó con él.
A partir de ahí, nuestra relación se enfrío. Ella no me hablaba casi nunca y yo dejé de ir detrás de alguien que no me escuchaba.
Los hijos de mi hermana Mina me saludaron felizmente, que monos e ingenuos eran, luego siguieron jugando, adentrándose por la casa. Mina no dejaba de mirarme de arriba bajo. Con ella nos llevábamos 11 años. Era la mayor y la más admirada de la familia. Con matrículas de honor durante su carrera de Medicina y ya ejerciendo como doctora, ganaba un pastizal y tenía una envidiable casa enorme. Ella siempre había tenido la habilidad de aprender rápido y se sacó la carrera y los másteres con facilidad. La favorita de mi madre. Se casó con un cirujano y tuvieron 3 hijos. El mayor de 8 años, otro de 6 años y la más pequeña de 2 años.
Estaba disfrutando mucho el momento.
Minho a mi lado sin saber muy bien qué hacer, se sentía mucha tensión en la casa.
— Pero... ¿De qué vas disfrazada? —preguntó mi madre mostrándome su cara de disgusto absoluto y se puso de pie para irse a la cocina.
— Yo estoy muy bien, muchas gracias por preguntar —contesté sarcásticamente. Mina se empezó a reír incrédula de lo que estaba pasando y se puso a hablar con Sunyee continuando la conversación que tenían antes de que yo llegase.
— Tapate un poco —me soltó el sinvergüenza del marido de Sunyee. El odio lo sentíamos mutuamente.
— Sí, claro, ahora mismo... Lo haré por ti. —contesté algo alterada y nos miramos mal. Lo odiaba. Qué tiene él que opinar aquí. Sunyee frunció el ceño.
— Bueno ¿Empezamos a cenar? —dijo ella, seguramente para intentar calmar un poco el ambiente.
Minho se sentó a mi lado y carraspeó la garganta, miraba su plato vacío evitando las miradas de mis padres.
— Y Minho ¿Qué es de tu vida? ¿Ya tienes trabajo? — preguntó mi padre que lo miraba intensamente, obviamente para juzgarlo. Bufé, empezábamos muy pronto.
— Bien —contestó seco y tragó con dificultad— Aún no.
— Es decir, ¿Que mi hija aún te sigue manteniendo?
— ¡¡A comer!! —gritó mi hermana Sunyee saliendo con la comida junto con mi madre.
Mi madre me sirvió un plato de solomillo Wellington y cuando estamos todos sentados me serví una buena copa de vino. Esa noche lo necesitaría. Minho masculló mi nombre al ver que me llenaba la copa hasta arriba. Le miré con una sonrisa burlesca. Él parecía no entender nada de lo que me estaba pasando.
— Pensaba que al final no vendríais —dijo mi madre empezando a comer.
— No me tenía que perder la oportunidad de ver a mi querida familia —me metí un trozo en la boca.
— Odio cuando hablas con sarcasmos. —bufó ella poniendo los ojos en blanco y le guiñé un ojo mientras bebía un poco de vino.
— ¿Vas a salir luego de fiesta? - preguntó mi hermana Mina mirándome el vestido. Era bastante atrevido, el escote llamaba mucho la atención.
— Nope ¿Qué pasa? ¿No os gusta mi vestido? —me mostré un poco captando miradas incómodas—. Si es precioso.
— Estas siendo muy maleducada... —habló Mina— Si no tenías ganas de venir, no hace falta que nos estropees la cena...
Mina siempre había sido muy dura conmigo. No tenía filtro y todo lo que se le pasaba por la cabeza lo soltaba sin importar si podía herir a alguien. Le daba igual.
— ¿Os estoy estropeando la cena? —dije fingiendo que me daba mucha pena—. Qué lástima. —me metí otro trozo en la boca y noté como Minho me daba una patada por debajo de la mesa. Le miré mal pero no me dijo nada al respecto.
Decidí mantenerme en silencio por un rato y escuchar como hablaban entre ellos. Hablaban de sus trabajos, presumían de los viajes que habían hecho por el mundo y contaban experiencias de sus hijos en el colegio.
Lo más gracioso es que todo lo que cuentan era perfecto. No existían malos días, solo buenos y me costaba creerlos. Mi familia siempre había sido de ocultar lo malo y si hacía falta, mentían.
— Elisa ¿Qué tal el trabajo? Creo que estabas en una oficina... —me preguntó Mina. Le encantaba meter leña al fuego, siempre había sido así. Tal cual a mi madre.
— Me han despedido.
Solté como si nada y con una sonrisa en mi cara. Todos se callaron incomodos y en completo shock. Sobre todo a Minho que dejó de comer y se giró para mirarme.
— ¿Qué? —pregunté y vi como mi padre escondía su cara entre sus manos. Otra vez decepcionado.
— ¿Cómo que qué? —me preguntó Minho intentando no perder los nervios.
— ¿¡Despedida!? —preguntó mi madre exaltada.
— Pues sí, despedida —hablé directa— Y menos mal, no aguantaba ese trabajo de mierda...
Todos se quedaron en silencio y muy incomodos por la forma en la que hablaba. No solía hablar con palabrotas, pero a veces para desahogarme no venían mal. Mi padre ni siquiera podía mirarme a los ojos y nadie me pregunta por qué me habían despedido, a nadie le importa que realmente exploté porque estaba cansada de que me trataran mal.
- Que desastre... - murmuró mi madre antes de beber de su copa y evitando mi mirada.
Los ojos de los demás me siguen juzgando mientras sigo comiendo. Me estaba empezando a hartar toda esta situación.
— Bueno... Elisa siempre nos tiene que dar malas noticias - comentó Sunyee intentando ser la graciosa de la cena.
— De verdad... - apoyó mi padre quien siguió comiendo e intentando no darle más importancia.
Aquel comentario hizo reír a los demás menos a mí y yo solo la miré sin expresión. Me dolía que Sunyee hiciera esos comentarios, ella antes no era así. Se había convertido en una más de esta familia de mierda.
Seguimos cenando y durante la cena me mantuve callada mientras ellos seguían hablando de sus vidas. Luego al acabar, vi que mis hermanas recogían los platos sucios y los hombres se quedaban sentados bebiendo su copa de vino. Qué asco me daban.
Me levanté y llevé mis platos a la cocina. De camino me topé con mi hermana Sunyee a solas en la cocina. Se había quedado mirando el postre que había encima de la mesa en silencio. La vi muy seria y algo triste. Iba a dejar las cosas e irme de ahí sin más, pero no pude dejar de mirarla.
— ¿Todo bien? —le pregunté y se sorprendió por mi pregunta. Se puso recta y rápidamente se llevó las manos en los ojos para limpiar unas lágrimas que amenazaban por salir. Me recordó aquellos días donde la veía tan vulnerable y... confiaba en mí.
— Sí.
Fruncí el ceño incrédula por su respuesta. Dejé los platos en el fregadero y me puse a su lado.
— ¿Seguro? —volví a preguntar calmada poniendo una mano en su hombro.
— Que sí, Elisa —me respondió muy alterada y se apartó de mi mano, aquello me sorprendió. Se alejó de mí, como intentando esconder su cara. Por mi parte sentí rabia y pena.
— Muy bien —articulé asintiendo con la cabeza— Paso.
Negué con la cabeza incrédula de todo.
— No sé para que vengo —mascullé saliendo de la cocina dejándola allí sola.
Decidí volver al comedor y me senté en la silla.
— ¿Cuándo nos vamos? —me preguntó Minho un poco bajito. Lo estaba pasando fatal. Traerlo aquí era una tortura, aunque sinceramente era la primera vez estaba disfrutando, viendo como él estaba a punto de perder los nervios.
— Puedes irte cuando quieras —expresó mi padre que había logrado escucharlo.
— No hablaba contigo. —respondió grosero Minho.
— Trátame de usted y me da igual si no hablabas conmigo. Estas en mi casa, podría echarte en cuanto yo quisiera —masculló mi padre mostrándose molesto y ambos se mataron con la mirada.
— Ya está, papá. — intentó calmar la situación mi hermana Mina.
En ese momento mi hermana entró por el comedor con un postre que seguramente mi madre habría comprado en el supermercado y se sentó al lado de su marido. Ahora no se veía triste.
Me dieron un trozo de aquella tarta, pero ya no tenía hambre, se me ha quitado por completo. Minho empezó a comer el postre sin esperar a los demás.
— Bueno, ¿Cuándo piensas decirnos aquello que nos tenías que decir? —dijo mi madre a Sunyee. Esta sonrío, pero no sé por qué sentí que esa sonrisa era falsa y detrás de ella vi mucha tristeza. Supongo porque yo he estado mucho tiempo poniéndolas.
Todos nos quedamos callados cuando ella se levantó de la mesa y entrelazó su mano con la de su marido quien la miraba con amor. Me daba vergüenza ajena verle así. Me parecía tan falso...
- Familia... - habló mirándonos a todos – Esta noche os he querido reunir para anunciaros de que yo... estoy... embarazada...
Mi familia lo celebró, pero yo me quedé en silencio, sin ninguna reacción. No es que no me alegraba de ello, es porque me daba muy mala espina todo. No podía evitar sentirme así. No podía felicitarle como los demás. No podía mirar a la cara a su marido. Ella se vio abrumada mientras todos los demás le daban la enhorabuena y le abrazaban. Y su marido orgulloso con la cabeza alta y feliz de la noticia terminó dándole un beso en los labios.
Se relajaron un poco sentándose de nuevo en las sillas. Estaban emocionados y felices. Yo simplemente me quedé sentada junto a Minho que solo comía todo lo que podía.
— Para cuando tú —soltó mi madre refiriéndose a mí. Ya lo tuvo que decir... — A ver cuándo nos das una buena noticia... Con la edad que tienes ya tenías que haberte casado, aunque para casarte con él...
Los demás rieron en alto de acuerdo con las palabras duras de mi madre.
— Pero qué hijos va a tener ella, si ni siquiera sabe cuidarse... — soltó Mina riéndose a carcajadas y otras risas le acompañaron.
— Y ahora sin empleo... — recordó mi padre.
Empezaron a hacer burlas sobre mi vida. Tenía que parar eso de una vez. No entendía qué estaba pasando pero no iba a permitir esto más.
Exploté levantándome de la silla echándola hacia atrás haciendo un ruido insoportable contra el suelo y logrando captar la atención de todos.
— Se acabó —declaré alto y claro y tirando en la mesa la servilleta—. Hasta aquí llegué
— Estábamos bromeando— decía Mina riéndose pero se calló al ver mi cara de pocos amigos.
—Es que... No entiendo. No entiendo cómo podéis ser así de despreciables —me tomé un segundo para mirarles. Estaba decepcionada. Mucho—. Toda la vida tratándome como una mierda. Toda la vida tratándome como si no tuviese sentimientos. Y os atrevéis a hablarme con una sonrisa, os atrevéis a llamarme y pedirme que venga a estas reuniones... Sois unos falsos.
—¡Elisa! —habló mi madre intentando calmarme pero no, no me iba a calmar en ese momento.
— ¡Cállate! —le devolví el grito golpeando fuertemente la mesa. Los demás abrieron sus ojos sorprendidos por mi acto. Jamás antes había devuelto una contestación. Jamás antes había mandado a callar a mi madre. Jamás antes había explotado. No conocían esta parte de mí.
Ni siquiera yo.
— No habéis aceptado nada de mí. Habéis juzgado cada decisión que tomaba y cómo pretendéis que venga a estas reuniones como si nada. Sois lamentables. Cada uno de vosotros. Vuestra vida es igual de mierda que la mía. ¿Por qué lo escondéis? Eso es de hipócritas... y de falsos.
Me miraron realmente ofendidos.
— Basta Elisa. —gritó Mina ofendida intentando cogerme del brazo y echarme de ahí. Me zafeé de su agarre.
— No voy a permitir que nos faltes el respeto —vociferó mi padre que también se había levantado de la silla—. ¡Fuera de esta casa! ¡Ya!
— No — contesté con una sonrisa burlesca— Me iré cuando yo quiera...
Miré a los ojos a todos, era una mirada amenazante. Sentía ira en mi interior y tenía que expulsarla de mí.
— Elisa, si no te vas voy a llamar la policía —amenazó el marido de Sunyee y eso me alteró como nunca. Lo odiaba con toda mi alma.
— ¡Cállate maldito desgraciado! —intenté asaltarlo por encima de la mesa, pero Minho me tuvo que agarrar. Mis hermanas chillaron asustadas y empezaron a gritarme que me marchara, que estaba loca.
— Vámonos, Elisa... —Minho me tomó del brazo fuertemente, pero yo me zafé de él.
— Ni me toques —le mascullé. No me iba a callar. Minho bufó y me gritó de fondo, pero lo ignoré. Seguí hablando, me sentía tan poderosa. —Ahora me vais a escuchar a mí —le di un gran sorbo a mi vaso lleno de vino— Siempre habéis pretendido que sea como vuestras hijas, tan perfectitas —recriminé a mis padres— Y no. Jamás llegaré a ser como ellas ¡Ni siquiera lo deseo! Yo no vivo para complaceros.
— Elisa —interrumpí a mi madre que estaba enfurecida.
— Jamás me habéis apoyado, en absolutamente nada. Habéis destruido mis sueños, mi autoestima y todo lo que alguna vez amé. Me habéis utilizado como si fuera una marioneta y me habéis destinado al fracaso. Pero esto ya se acabó... —me salió una sonrisa y una muy verdadera. Con cada palabra que salía de mi boca más cerca de la libertad me sentía—. Para estar con una familia así, prefiero estar sola —ellos estaban en completo shock escuchándome. Me bebí todo el contenido de la copa, algunas gotas cayeron por mis labios y al acabar de beber dejé caer la copa al suelo haciéndose añicos. Me limpié la boca con el dorso de la mano y les mostré una sonrisa dejándoles atónicos—. Ahora sí... Me marcho —me volteé sobre mis talones y me dirigí a la puerta con un estilo increíble. Tomé mi abrigo y sin girarme les dediqué unas últimas palabras—. Hasta nunca.
Salí de aquella casa dando un portazo.
No volvería jamás.
...☾...
se nos reveló la niña
buah, bien intenso este capítulo...
espero que os haya gustado ^-^
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gracias uwu
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