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XVIII. Entonces...

Jimin se encuentra en las gradas del gimnasio techado, escucha el continuo rebote, los gritos breves y el silbato del entrenador; aún con los estímulos saturando el ambiente, su atención está por completo puesta en un jugador, siguiendo cada uno de los movimientos ágiles. A su lado tiene la compañía de Taehyung, Hoseok y Wendy; quienes también están ahí para darle apoyo moral a Yoongi ahora que se avecina un nuevo partido.

Recuerda cuando tras volver a Daegu, Yoongi recibió el calendario de prácticas de las siguientes dos semanas y con una queja ronca, apoyando la cabeza en su hombro, mencionó algo sobre abandonar el básquetbol si seguía quitándole tiempo para sus otras actividades indispensables en su rutina como la música y las tardes en compañía de su Park favorito.

Cada vez que Yoongi le dice "mi Park favorito" o cualquier otra cosa linda, Jimin siente que se derrite por dentro, más como un flan que un ser compuesto de una firme estructura ósea. Claro que las frases siempre tienen esa marca de agua impresa propia de Min: con tintes de sarcasmo y sonrisa a medias, a veces las deja caer de sorpresa o, con menos frecuencia, escapan sin filtro —esas son sus favoritas, espontáneas y condimentadas con mejillas rojas—. De cualquier modo, las aprecia un montón.

También aprecia aquellos gestos simples como los mensajes de buenas noches. Jimin es más de escribirle saludos de buenos días, aunque en menos de una hora se fueran a encontrar en la escuela.

"Es que quiero ser el primero en desearte los buenos días", insistía.

Por ahora se tiene que conformar con las conversaciones cortas en los recesos, o un par de horas después de las prácticas. Al menos las charlas por textos y audios son más frecuentes, casi le quitan el celular por estar usándolo en clases para hablar con su hyung.

El encanto de la cercanía que tuvieron en Seúl se rompió una vez insertos en su rutina escolar en Daegu, volviendo a jugar con sus tiempos, tratando de tener un momento a solas.

Tal vez si las prácticas de Yoongi no fueran tan seguidas podrían volver a visitar centros comerciales o ir a su casa. Quizá si Jimin hubiera conseguido mover sus clases de danza a la misma hora de los entrenamientos de su hyung, también facilitaría sus encuentros, pero los cupos estaban llenos y fue imposible.

A veces, después de los entrenamientos, suele ir a la casa de Yoongi, aprovechando el poco tiempo a solas. Le gusta cuando aferra las manos a su cintura y se dejan caer al sofá o sobre la cama, demandando los besos que le faltaron a la semana, pero no se arriesgan a avanzar más allá porque en cualquier momento llega la madre de su hyung del trabajo.

Hoy pretenden aprovechar el descuento en pasteles, aunque su grupo se ha dispersado y la tradición de la cafetería suele flaquear a tales altura del año, Seulgi aprovechó el corto espacio de tiempo libre de su novia, Roseanne está feliz enviando un alegre mensaje de su salida —cita— al cine con la estudiante de intercambio y Hyejin junto a Wheein se escaparon de la escuela por la mañana y vaya a saber en que ocuparon el día.

Debería proponerle a Yoongi un día escaparse de clases, si tienen suerte no llamarán a sus casas para saber qué pasó —aquello es muy azaroso— y en el peor de los casos obtendrían tardes de detención. Niega despacio, se resiste a las malas ideas que asaltan su mente, ha estado más precavido y, por más difícil que resulte, mordiéndose la lengua y apretando los puños para no ceder ante posibles problemas que impliquen sanciones y perderse los partidos de su amigo.

Porque pese al salto cuántico en Seúl, el término para resumir la relación sigue siendo "amigos", "compañeros". La verdad es que a Jimin le gustaría subir un escalón, no quiere dejar de ser su compañero —de delitos— y amigo, quiere seguir siendo eso y más.

Al menos se han sumado los besos, pocos, pero lo intentan cuando se puede.

El problema es que Jimin quiere más y más y la ansiedad lo consume.

La verdad es que quiere más que limitarse solo a los besos, aunque al mismo tiempo la vergüenza lo invade.

Incluso aquella mañana que despertó semi desnudo con las sábanas enredadas en sus piernas y con los recuerdos claros en su cabeza, la vergüenza hizo acto de presencia directa e inmediata en sus mejillas acaloradas. Se debatía entre levantarse y buscar ropa interior en su bolso, a riesgo que al entrar su hyung lo viera con el culo al aire o aguardar a que Yoongi llegara y pedirle que le alcanzara algo con lo que cubrirse. Después se sintió tonto luego de una noche restregándose contra el cuerpo ajeno, pero justificaba su sentir inicial al evaluar la situación completa: fue bajo las sábanas y con escasa luz, así que no tuvieron la oportunidad de apreciar la desnudez contraria.

Quizá si Yoongi lo viera desnudo, simplemente pensaría que el cuerpo masculino no le cae en gracia. Después de todo, su ex novia destacaba por tener una figura esbelta y curvas suaves, sin ser exageradas. Femenina, atractiva, bonita...

¿Qué le vio a él?

Continúa haciendo esa pregunta silenciosa, cortesía de su buena amiga: la inseguridad. A ella le gusta sujetar la mano de Jimin y susurrarle sobre aquello que podría no ir bien cuando las cosas están aparentemente estables.

"¿Y si no le gustas?"

"¿Y si no sale bien el paso que has estado practicando justo en la presentación?"

"Y si..."

Ahora el "y si..." que invade su mente tiene que ver con que fuera solo un impulso y calentura hormonal como el par de adolescentes que son, que quizá cuando lo vea desnudo y choque con su inexperiencia a Yoongi le resulte...aburrido.

Para hacerle contrapeso, prefiere llevar un esfuerzo consciente hacia aquello que sí ha sido real, como los halagos, su hyung lo encuentra bonito y le gusta besarlo, se lo ha dicho. Yoongi ha susurrado "Jimin-ah, me gustas" justo antes de besar su oreja. Eso debería bastar para acallar la inseguridad, sin embargo, no es suficiente.

Mira al atractivo sujeto pálido dejar el juego, caminando hacia una banca para un recambio los últimos quince minutos. Contiene un suspiro cuando ve que masajea uno de sus muslos, volteando hacia el lado cuando uno de sus compañeros se acerca para hablarle, los dedos siguen apretando la zona seguramente adolorida. Quiere.

Quiere tocar. 

Quiere poner su mano sobre los muslos y dar alivio a esos músculos fatigados.

Quiere tocar cada parte de Yoongi que pueda.

Hasta antes de Seúl, sus pensamientos tenían ciertos límites, imaginaba caricias y besos, todo suavecito y cálido, tintes románticos más que cualquier otra cosa, como armarse escenas de amor de k-dramas dentro de su cabeza. Actualmente hay algo un poco más con tintes eróticos, en otros momentos son descaradamente pornográficos.

Los pensamientos son como una avalancha de un clóset desordenado, seguramente estuvieron ahí, así como las fantasías que alguna vez tuvo con Seokjin. Ahora que cometió el error de abrir la puerta y buscar algo —besos y recrear la imagen de estar entre las piernas de su hyung—, entonces cayó todo encima. Fantasías con sus manos bonitas y esos dedos que podrían tocar y hundirse en él, fantasías con la constelación de besos sobre el lienzo blanco y terso que es su piel, quiere morder el interior de sus muslos, quiere empujar su rostro justo ahí.

Aunque cuando se habían estado besando en la casa de su hyung y sentía los dedos sobre su espalda desnuda y con la sensación permanente que escucharían la puerta abrirse en cualquier minuto, a Jimin le atacó la timidez y todas sus fantasías quedaron bien escondidas.

Escondidas, pero asomándose de tanto en tanto, en cada oportunidad que sugiere escalar más allá de los besos en los labios.

Incluso aquellas notitas de gente aburrida que busca ofenderlo insinuando que ahora Min Yoongi le parte el culo, solo le llevan a pensar, encogiéndose de hombros, "no todavía".

¿Cómo querría hacerlo su hyung? ¿Arriba? ¿Abajo? ¿Yoongi asume que va a recibir como suelen insinuar los demás o está dispuesto a ceder?

Jimin está dispuesto a probarlo todo. Considera que pese a la escasa experiencia, al menos tiene como punto a favor el entusiasmo.

—Necesito comer —se queja Yoongi cuando llega a su lado a las gradas. Tiene el cabello mojado y desordenado, se ve hermoso. Quiere besarlo ahí mismo frente a cada maldita persona, pero se contiene.

No se contiene del todo, decide imitar a Taehyung y Hoseok que se la pasan pegados la mitad del tiempo, rodeando a Yoongi por los hombros, atrayéndolo hasta sentirlo chocar con su costado, su hyung se deja hacer. Tampoco resiste a hundir la nariz entre las húmedas hebras oscuras.

Min envuelve su cintura, mientras avanzan. No es exactamente cómodo caminar así, pero no le importa, no quiere que se despegue de su lado.

—¿Están saliendo? —Fue una de las primeras preguntas que escuchó luego que Jimin sonrojado hasta las orejas le contara detalles del viaje a sus amigos cercanos, no todo, por supuesto, algunos los censuró.

Fue del tipo de preguntas que hizo cortocircuito en su cabeza.

—No...sí, algo así, creo. —No era que pudiera denominar a Yoongi como su pareja, pero tampoco podía decir que no había algo pasando entre ellos.

—¿Qué clase de respuesta es esa? —Seulgi dijo entre risas, mirando a Jimin debatirse con las palabras.

No lo sé.

—Podrías preguntarle —sugirió Wheein como si fuera lo más fácil del mundo.

En teoría no es difícil pronunciar unas cuentas sílabas, "quieres salir conmigo" y se resuelve el asunto.

Tal vez no es tan fácil.

Si fuera fácil lo habría hecho.

Jimin-ah, ¿qué quieres pedir?

La voz de Yoongi lo arrastra a la realidad.

—Has estado todo el día distraído, Jimin hyung —lo delata Tae en su total ingenuidad.

—La gente enamorada vive buena parte del día distraída. —Wendy eleva las cejas mirando a Yoongi como queriendo exponerlo también.

—Hoy Yoongi hyung se equivocó de página cuando lo hicieron leer en voz alta —corrobora Hoseok con una pequeña risita.

—Les recuerdo que pasado mañana juego un partido, es normal que mi cabeza esté ahí. —Es una verdad a medias, porque si bien aquello de la ansiedad influye, buena parte de sus distracciones se relacionan con su dongsaeng de ojitos sonrientes.

—Claro, como digas. —La chica castaña le da un codazo ligero.

Jimin quiere ser motivo de las distracciones de Yoongi, es inevitable que su labio se abulte un poco en un intento de puchero que reprime a medio camino. Se limita a señalar que desea un café frío y un bollo relleno de melón.

Justo cuando comienza a envidiar lo empalagosos que son Tae y Hoseok, Yoongi acerca la malteada hacia sus labios, mencionando estar seguro que la combinación frutal sería de su gusto.

Lo es, Yoongi sabe que le gustan las fresas. Le encanta que pida cosas que le gustan, ya que imagina que su amigo piensa en él y en consentirlo. Pudo haber pedido mango, pero eligió fresas, para Jimin significa algo.

—Ustedes deberían dejar de contar monedas delante de los pobres —comenta Wendy exagerando la entonación triste, pinchando una de las frutas que decoran su waffle con helado.

Entonces Hoseok con su sonrisa extensa mete un trocito de pastel en la boca de su amiga en un descuido.

Es una tarde agradable, en varios momentos estallan en carcajadas y terminan compartiendo la comida. Jimin insiste que esa es la gracia de pedir cosas diferentes.

Aún cuando se divierte, está pendiente que llegue la invitación que más desea escuchar. Ocurre justo el momento en que Yoongi deja un suave apretón en su muslo después de pedir la cuenta y pagar entre todos.

—¿Vienes conmigo o prefieres que te acompañe a casa? —pregunta tras volver a apretar sin fuerzas.

El hormigueo no debería cosquillear tan cerca de la zona donde reposan esos dedos largos, pero es inevitable.

No puede ser que cada vez que Yoongi lo toque sienta que va a estallar. Su vientre es un campo minado.

—Es mi turno de acompañarte —responde con una sonrisa que se expresa tanto en sus labios como en su mirada.

—Además de acompañarme, podemos...

Asiente. Entiende —o quiere imaginar que es así— lo que quiere insinuar.

Es satisfactorio corroborarlo.

Van directo a su siguiente parada, la habitación del chico pálido. Jimin toma la iniciativa de empujarlo sobre la cama, subirse a su regazo y buscar su boca. Nota como los dedos de Yoongi se aferran a su nuca.

Cierra los ojos y se pierde en la calidez sofocante de un beso intenso y lento. A Jimin le estremece el tacto de la mano que se pierde bajo su camisa y traza un recorrido desde las costillas hasta la cintura estrecha, continúa en descenso y finaliza justo en la orilla del pantalón. No va más allá, se queda ahí.

—¿Nervioso, Jiminnie? —susurra justo encima de sus labios—. Al menos yo lo estoy —confiesa y el castaño se aparta un poco porque quiere observarlo. Yoongi tiene esas preciosas mejillas encendidas de rojo y la boca húmeda, tentándolo a reclamar otro beso.

—También —afirma con una de sus manos acunando el rostro suave del mayor.

—No quiero que sientas que te estoy apurando —aclara empujando de forma cariñosa su frente sobre la de Jimin. La mano ahora sube por su espalda, directo tocando su piel, dibujando la forma de las vértebras con las yemas—. Si hago algo que te haga sentir incómodo, solo dime.

—A veces quiero todo y luego no sé, siento que necesito pisar el freno porque no sé por dónde seguir —intenta explicarse, saliéndose de encima para recostarse a su lado, justo sobre su brazo, con los ojos hacia el techo y la vergüenza abriéndose paso—. Mi experiencia no pasa de una mano dentro de la ropa de alguien más. —En dos ocasiones, a un chico en una fiesta y a Yoongi en Seúl, para de contar.

—Solo he estado con Jennie, no puedo decir que tenga un libro recopilatorio de experiencias y la práctica de cada posición existente —explica ligero y la pequeña risa de Jimin le ayuda a diluir los nervios—. Eres el primer chico que me gusta, tampoco sé muy bien qué hacer con eso, pero me gusta mucho la idea de poder ir descubriéndolo contigo.

Jimin asiente con el sonrojo se niega a desaparecer de su rostro acalorado.

Yoongi reparte varios besos por una de sus mejillas. Es del tipo de gestos que lo acercan a su muerte prematura —si es que fuera posible morir de ternura, un shock de dulzura inyectado directo en sus venas—. Cierra los ojos y apenas percibe el tacto sutil de aquellos labios en sus párpados.

Que no se detenga nunca.

Jimin lo abraza con fuerza y lo empuja a quedar encima, haciendo peso en su regazo, con las piernas a los costados de sus caderas. Yoongi se inclina para besarlo nuevamente.

Le gustan esos besos tan lentos. De aquellos en que Yoongi va por partes, primero degusta su lengua, luego envuelve el labio inferior, lo suelta y va por el superior que lame despacio antes de una succión suave.

El aire caliente se mezcla y Jimin lo observa tan cerca, deleitándose con un montón de pequeños detalles, pero que no dejan de parecerle bonitos, como aquel pliegue en uno de sus párpados que se remarca un poco más que en el otro. Los lunares que demandan ser besados en su rostro, en una de sus orejas, cerca de su clavícula. Pretende besarlos, aún no decide por cuál partir.

—¿Qué? Me estás mirando mucho.

—Es que eres hermoso. —Apoya los labios sobre el lunar en su mejilla, cerca de su nariz, besa la punta de esta.

—Eso también es parte de mi manual de uso.

—¿Qué cosa?

—Hacerme sentir bonito. —Yoongi responde y se muerde el labio.

Para Jimin aquella expresión avergonzada es de las cosas más adorables que existen en el mundo. Se olvida que alguna vez su hyung fue considerado el chico malo de la escuela cuando es una masita teñida de rojo.

Demasiado lindo.

Min Yoongi es demasiado lindo y es algo que no se le habría ocurrido pensar a inicios del año.

Lo abraza fuerte otra vez, no quiere soltarlo.

—Después del partido, ven a quedarte conmigo.

—Solo si prometes despertar temprano y acompañarme a un torneo amistoso de taekwondo en el que participa Jihyun.

—Por su puesto, ese pequeño Park es un serio candidato a quitarte el puesto favorito —bromea con una sonrisa a medias y Jimin responde con una corta mordida en el cuello. No lo hace con fuerza, aún así queda una pequeña marca rosada—. ¡Yah! Me está atacando un animal salvaje. —Cuando intenta quitarse de encima, Jimin lo atrae en un abrazo apretado e impide que se escabulla.

Continúa con la boca sobre el cuello pálido que fácil enrojece con los ataques, sujetando a Yoongi por la nuca para mantenerlo a su alcance.

Todo se corta cuando escuchan el ruido de la puerta principal abrirse.
 
  
  
  
  
 
  

    
   
   
   
  
  
 
Yoongi se mira al espejo una vez más y empuja sobre su piel la esponja del cushion que sacó la otra vez Jimin para él, no está haciendo exactamente un milagro, pero cree que logra disimular un poco esas marcas no intencionadas que dejó su dongsaeng en su cuello. Dos son algo más notorias y otro par son apenas de un tono rosado que podrían pasar fácilmente por irritación cutánea leve o algo de índole semejante.

—Es alergia —mencionó un día que su madre detectó algo inusual en su cuello.

—¿Eres alérgico a tu novia?

Desde esa ocasión supo que lo mejor es optar por cubrir o hacerse el desentendido hasta el final.

—Lo siento, Yoongi hyung, es que tu piel es muy delicada —había dicho el castaño con ojitos de cachorro con culpa.

No puede quejarse, le gustan esas exploraciones curiosas que hace Jimin por su piel. Si le basta con recordar la forma en que presionaba con la lengua sobre la nuez, seguida de las mordiditas y la tensión comienza a gestarse en su vientre y más abajo.

Le hubiera dicho que siguiera, que hiciera lo que quisiera, pero llegó su madre...

¿En qué momento puede probar, tocar y hacer todo aquello que cruza por su mente? Cruza los dedos para que pronto su mamá le diga que no volverá porque pasará la noche con su pareja —justo ahora que más lo desea, no lo hace—.

En la casa de su dongsaeng es más complejo porque siempre hay alguien, sus padres, su hermano menor y compañeritos enérgicos.

Yoongi resumiría sus dificultades en dos puntos principalmente: la primera es el tiempo-espacio, la segunda tiene que ver con la experiencia y la falta de esta.

No se ha puesto a pensar demasiado en lo que sabe y lo que no sabe, después de todo, ¿qué tan difícil puede ser? Se ha tocado tantas veces a sí mismo que no cree que pueda haber una diferencia abismal si se trata del chico de mirada sonriente. Supone que al ser todo tan similar, no tendrá esa especie de bloqueo mental que apareció de golpe con Jennie la primera vez que metió la mano bajo su ropa interior y se preguntó "bueno, ¿y ahora cómo se hace esto exactamente?"

Una cosa es saber la teoría y otra tener la práctica. Casi le gustaría decirlo en función de sus materias académicas, pero no, no está pensando en ello.

Es un mar de distracciones, admitiendo que su mente está más centrada en Jimin que en las clases aburridas y el partido que jugará por la tarde, sumado a que le da flojera el tener que ir a otra escuela del sector, aunque sus amigos están visiblemente emocionados, incluso ya decidieron saltarse el último bloque como sea posible para llegar antes y tener un buen lugar.

También tiene que admitir que los quiere demasiado y que su corazón se encoge un poquito cuando los mira decorar un cartel con su nombre, ignorando el almuerzo que dejan a un lado de la mesa para tener un espacio más amplio para el papel extendido.

Jimin está concentrando remarcando los bordes con un plumón y cuando alza la vista y encuentra la suya, le sonríe. Otro brinco dentro de su pecho.

—Igual se nota, necesitas algo con más cobertura —comenta Wendy señalando una de las marcas con la mano libre, la otra sostiene una manzana y bajo el brazo aprieta una botella de agua contra su costado. Ha insistido que necesita hacer dieta desde que "o yo crecí o la ropa se encogió, por no decir que engordé". La verdad es que Yoongi no mira la diferencia, su amiga se sigue viendo bonita, pero decírselo no ablandó la terquedad de la chica.

—Tu espejo —pide tras un pequeño chasquido de lengua.

—No lo tengo a mano —responde sacando el teléfono de la cintura de la falda—. Deberían hacer estas faldas con bolsillo. La ropa de mujer debería tener más bolsillos —se queja extendiendo el aparato e instando a que le haga un espacio para sentarse a su lado.

Yoongi revisa su cuello frente a la pantalla en negro, pero logra distinguir que están ahí, apenas cubiertas por una capa de bb cream que se desvanece con el calor que se niega a desaparecer aún si van en vías al otoño.

Ha decidido dejarlas así, pese a que ello significa que sus compañeros de equipo bromeen un rato a costa de él, lo suelen hacer cuando algún otro integrante llega con marcas rojizas y rasguños en la espalda. No se pueden ocultar esos detalles cuando están en los probadores.

Puede que no bromeen y solo lo haga un par con quien guarda mayor confianza. Los ánimos están tensos en el grupo. De su parte especialmente tras un altercado la semana anterior. Al llegar una mañana de sábado escuchó comentarios peyorativos sobre Jimin y él —omitieron su nombre, aunque lo captaba entre líneas— y la rabia quemó en su estómago. "No-con-Jimin". Primero fue una batalla verbal, luego fue la furia recorriendo por su brazo cuando le arrojó el vaso de café caliente —no tanto, según su parecer— y antes que hubiera golpes, el entrenador apareció para detenerlos y hacerlos escuchar un largo regaño, obligándolos a darse la mano.

A veces quiere dejarlo todo y dedicar sus tardes a Jimin, quiere observarle bailar y no limitarse a estar conforme con videos de sus prácticas. Quiere ir a tiendas como antes que solía ser parte de sus rutinas después de las detenciones. Quiere momentos largos de besos encerrados en su habitación. Largos, no restos de tiempo en cuenta regresiva a que su madre apareciera.

Se pregunta si es demasiado pronto para proponerle a su dongsaeng una redefinición más concreta para esa relación que llevan.

Se pregunta si es necesario o están bien así.

Jimin no ha insinuado nada, Yoongi prefiere ir a su ritmo, aunque tampoco quiere que las cosas resulten tan caóticas como la relación de su par de amigos.

Es que todavía se ríe al recordar cuando Hoseok y Taehyung contaron cómo empezaron a salir oficialmente.

Resumieron la historia mencionando que estaban juntos antes de hablarlo o algo así, hasta ese segundo nadie del grupo entendía el enredo que explicaban esos dos. Luego Taehyung dijo que en una de las invitaciones de Hoseok a cenar con su familia extendida, presentó a Tae a sus abuelos y tíos como su pareja en lugar de "un amigo".

—Creí que iba a morir —decía con la sonrisa amplia y alegre por su rostro— y miraba a Hobi hyung esperando que corrigiera su frase o algo.

—Pero sí lo hablamos —se defendía Hoseok entre risas—, recuerdo que en una de nuestras citas comenté: "después de todo, estamos saliendo" y me dijiste que sí, si me hubieras dicho que no, te habría preguntado si quieres salir conmigo.

—¡Eso fue trampa! ¿Y ahora cuándo sabré qué día tenemos aniversario de relación? —Taehyung hizo un puchero.

—Puedes contar a partir de tu cita favorita, desde nuestro primer beso o desde el día que te presenté como mi pareja ante mi familia —respondió estirando los brazos para atraer a chico contra su cuerpo—. Dejo la elección en tus manos.

No, no quiere que su caso sea tan confuso.

Hay una parte bien oculta de sí mismo, esa que cubre al reírse de las parejas empalagosas —como su par de amigos—, una que quiere pasar todo el tiempo sujetando la mano de Jimin, recibiendo mimos y que le gustan las ideas cursis de los aniversarios y gestos bonitos. No lo expresa en voz alta, pero está, existe, y quiere que el momento en que comiencen a salir sea especial y una fecha que pueda marcar en su calendario.

Esa misma vergüenza ajena que ha sentido cuando las personas hacen muestras ridículas al declararse con canciones o letreros gigantes por los pasillos de la escuela, la vuelca hacia sí mismo y sus pensamientos guardados bajo llave.

No alcanza a disfrutar del almuerzo con sus amigos, tiene que devorar la comida luego que uno de sus compañeros de equipo le avisara que el entrenador los esperaba en diez minutos en el gimnasio.

El resto del tiempo que lo separan del partido es como un chasquido de dedos, un parpadeo. De repente darse cuenta que poco rato atrás estaba en la escuela subiéndose al bus y después en una cancha ajena, sentado en la banca, mirando a sus compañeros con los nervios a flor de piel.

El entrenador ha decidido meterlo a mitad del juego. Si bien la mayor concentración está puesta en las personas y el balón de un lado a otro, de tanto en tanto mira hacia las gradas, buscando a sus amigos, vuelve a sentirse como si fuera un crío esperando ver a sus papás entre el público en alguna obra de teatro escolar. Los encuentra sosteniendo el cartel y cuando le señalan que ingrese a la cancha, está seguro que acaba de escuchar un grito con su nombre a todo pulmón de parte de Jimin.

Su atención vuelve al panorama que tiene en frente, compañeros, rivales y lugares abiertos por los que pueda meterse y recuperar el balón. Sus pases son precisos y su fallas están en los tiros a distancia que le hacen chasquear la lengua frustrado. Aunque cuando su puntería acierta y el marcador sube tres puntos, escucha una oleada de gritos que recuerdan que son esos pequeños instantes de euforia lo que le aferra a seguir practicando basquetbol. Palmadas en el hombro, sonrisas y la satisfacción momentánea expandiéndose en el pecho, impulsándolo a dar lo mejor.

Consiguen el triunfo por un margen estrecho de dos puntos. Está exhausto, pero el único sitio donde quiere desfallecer es contra Jimin en un abrazo.

Se da una ducha rápida para quitarse el sudor de encima y sale en busca de sus amigos. Lo asfixian en un abrazo apenas lo ven y el cartel enrollado que sostiene Hoseok pincha contra su cuello. Cuando ya es demasiado, intenta salir de esa prisión de cuerpos y voces que lo felicitan por el esfuerzo. No se desprende por completo, sabe que quien agarra su mano es su dongsaeng de ojos felices.

Voltea cuando nota un golpecito en el hombro, acompañado de su nombre; es uno de sus compañero de equipo —uno que le agrada—.

—¿Vendrás a la fiesta? —pregunta todavía con la euforia post triunfo.

—No lo sé —responde inseguro mirando hacia sus amigos.

—Deberías venir —insiste—. Deberían venir —corrige en dirección a los demás, sonriendo con cortesía.

Varios ya tiene panoramas, las amigas de Jimin tienen citas de día viernes, similar es el plan de Hoseok y Taehyung, Namjoon menciona que hasta no rendir la prueba de admisión difícilmente tendrá tiempo para disfrutar de la vida y si Wendy va, sabe que es porque encuentra atractivo a un jugador y muy bonita a la hermana del anfitrión de esa fiesta.

—Deberíamos ir —menciona su amiga con una mirada suplicante—. No quiero llegar sola a una fiesta del equipo de basquet, eres mi pretexto perfecto.

Si es honesto, Yoongi no quiere ir, quiere pasar el resto de tarde y noche junto a Jimin, siendo abrazado mientras ven alguna película o cualquier cosa. Además de los besos y manos inquietas.

Por otra parte, después del pleito con uno de sus compañeros de equipo, no es que se sienta cómodo con la idea de compartir más espacio con él, ya le basta con estar en las mismas clases y cancha como para sumar tiempo libre.

—Deberíamos ir —dice Jimin con su voz suave—, suele haber comida y alcohol gratis, puede que sea divertido.

Si Jimin decide insistir es por apoyar a Wendy y porque no quiere absorber por completo a su hyung —aunque suena tentador hacerlo—, no quiere apartarlo de los demás y de otros panoramas.

—Bien, pero primero pasamos por mi casa.

—Espero nunca llegar a ser de esas parejas que abandonan a sus amigos —comenta el castaño de camino a una parada de autobús.

No creo que lleguemos a serlo —dice sin pensarlo. Empieza a tomar consciencia de ello cuando los ojos de Jimin se abren un poco más y sus mejillas se cubren de rojo. No responde y Yoongi entra en una especie de pánico en dosis moderada, pero lo suficiente para reír y escapar tan rápido como puede—. No lo tomes en serio. —Acompañado de una palmada en la espalda del menor.

Por un segundo la expresión de su amigo crea una sensación de peso imaginario en sus entrañas, hay algo de decepción en su mirada de ojitos estrechos. En seguida su dongsaeng sonríe y sujeta su brazo como si nada.

Yoongi batalla sin éxito en buscar qué decir, cómo revertir, pero no logra encontrar las palabras, menos formular oraciones. 

Jimin se reclama a sí mismo que no puede entristecerse por algo tan pequeño, que no es como si su hyung lo estuviera rechazando, mientras otra parte insiste que esto se llama señales ambiguas, porque Yoongi le ha dado a entender que pasa algo entre ellos y luego cae como balde de agua fría ese "no lo tomes en serio".

Tal vez es demasiado pronto para ponerse intenso y sensible, trata de convencerse. Tiene como certeza que a Yoongi le gusta, eso es mutuo y también un gran punto de partida.

Al notar que el mayor lo mira confundido, como con ganas de decir algo, Jimin prefiere hablar de cualquier cosa.

Se lamenta para sus adentros que al llegar la casa del mayor no esté vacía, saludan a la madre Yoongi y a su pareja antes de ir a la habitación del chico pálido.

Jimin no resiste las ganas de una reafirmación, una señal directa, y sujeta las mejillas ajenas atrayéndolo hasta anular la distancia, un encuentro cálido con sus labios. No es un beso que se prolongue como si dispusieran de todo el tiempo del mundo, para el menor es más como untar el dedo en la crema del pastel, una pequeña probadita sabiendo que hay mucho más.

Yoongi revuelve su cabello enredando los dedos entre las hebras castañas, dejando un segundo beso sobre su frente.

—Termina de arreglarte, Wendy nos espera en veinte minutos.
 
 
 
  
  
  
  
  
 
 
  
La fiesta no resulta para Jimin tan divertida como imaginó —ni siquiera es divertida—. Apenas conversan con un par de personas, también hay compañeros que no le agradan o que directamente verlos es tan molesto como tener arcadas. Al final tiene que admitir que hubiera sido mejor no ir y quedarse por completo y sin compartir la compañía de Yoongi.

Adicional a eso, la tensión no deja de surcar en su estómago ante la idea de una pelea, porque a la primera persona que comente una de las tantas bromas desagradables, ya no está en la escuela para contenerse.

El mayor se queja sin fuerzas que su amiga insistió que fueran, para después abandonarlos apenas tuvo la primera oportunidad de interactuar con alguno de sus variados crushes.

Tampoco encuentran un lugar a solas y terminan cerca de una mesa con bebidas y pocos bocadillos.

—Le diré a mis amigos que hagamos una fiesta de triunfo para ti después del próximo partido, será mejor que esto —menciona Jimin recargando parte de su peso contra el costado de Min.

—Creo que la mejor manera de celebrar es contigo a solas —confiesa con pereza.

—Pensé que querías compartir con tus compañeros de equipo y te contenías por mí.

—Pensé que querías despejarte en una fiesta, no quiero aburrirte con mis panoramas encerrados en cuatro paredes. 

—Hyung, no quiero que en algún momento sientas que absorbo tu tiempo.

—Jimin-ah, quiero pasar tiempo contigo, mucho de ser posible y si quieres.

Jimin no quiere pensar más en las señales ambiguas. Le gusta a Yoongi y además le acaba de confirmar quiere pasar tiempo con él, eso es más que suficiente para hacerle sonreír extenso, buscando su mano para estrecharla fuerte.

—¿Un último trago gratis antes de irnos?

Encuentran una pequeña botella de soju que se beben entre ambos de camino a la parada de autobús, Yoongi revisa la hora en su teléfono y asegura que alcanzan a tomar el último, de paso le deja un mensaje a su amiga, aunque duda que la chica lo lea.

Tienen que entrar silenciosos y conteniendo las risitas, en especial Yoongi cuando extiende su brazo para afirmar a Jimin al momento que tropieza y golpea su pierna en la esquina de un mueble.

—Cuidado, Jiminnie, mi madre tiene el sueño liviano —susurra bajito, aún rodeando su cintura.

El menor hacer un esfuerzo sobre consciente para que su trayecto de ida y vuelta entre el baño y la habitación no sea un desastre sin prender la luz, con la cantidad de veces que ha estado en la casa de su hyung ya puede afirmar que se ha familiarizado con el espacio, aunque no implica que no tropiece, eso se debe a su atracción natural con el suelo o porque el corazón le pesa mucho, le dijo Roseanne en una ocasión.

Observa a Yoongi salir de la habitación, solo lleva la camiseta suelta que usa como pijama y la ropa interior que se apega a su cuerpo. El negro de la tela hace un fuerte contraste con lo clara que es su piel.

Con toda la confianza del mundo, busca una de las cremas que su hyung guarda en uno de los cajones. Reduce los pasos de la rutina al tónico y un hidratante que masajea con delicadeza y pequeños golpecitos.

—Me tendrás que acompañar por una nueva crema, porque entre tú, Wendy y Hoseok acabarán con mis provisiones de skincare.

Jimin asiente enérgico, porque sabe que significa ir con su hyung a una tienda.

—¿Qué quieres hacer, Jimin-ah? —pregunta como el buen anfitrión que es—. ¿Continuamos con la serie que dejamos a medias el otro día? ¿Quiere comer algo? —Después de todo, la fiesta tuvo un menú bastante deprimente.

—Solo...ven aquí —llama con una palmadita sobre el colchón.

—Tengo barritas de caramelo en uno de los cajones —dice despacio y sonriendo al llegar a pocos centímetros de esos labios mullidos.

—Después —contesta bajito, apoyando una mano sobre la mejilla tersa del mayor—. Primero esto. —Empuja la boca sobre la de Yoongi, sintiéndola tan cálida y blanda que podría derretirse en el beso, o al menos una parte de él lo hace, sus pensamiento se van desvaneciendo y todo lo que ocupa un lugar en su cabeza es lo placentero del tacto mojado—. Quiero quitarla. —No es algo que esté premeditado, sus manos en algún momento quisieron dar un paseo bajo la ropa y recorrer su espalda.

Su compañero de delitos hace un movimiento afirmativo cortito y Jimin saca la holgada camiseta cuando Yoongi alza los brazos para facilitar el trabajo. También se despoja de la suya, porque para él la gracia está en el contacto directo de la piel caliente.

Jimin observa detenidamente a su hyung, recorre cada detalle, escaneando desde su rostro de semblante aturdido hacia abajo. Yoongi es delgado, con algunos movimientos nota el relieve de las costillas, su piel es demasiado clara, debido a eso los vellos de algunas zonas resaltan, no es denso, pero al ser tan blanco nota ese camino de pelitos que baja por su vientre plano hasta perderse bajo el elástico de la ropa interior.

—Quiero besar...

—Sí —susurra apenas con el hormigueo anticipatorio, un tironcito bajo la ropa interior—. Espera, dónde...

Muy tarde, Jimin besa su vientre con las manos aferradas a los costados, recorre con los labios el camino de vellos hasta el borde del elástico. Quiere besar más abajo.

Nota como su amigo se remueve, los músculos están tensos bajo sus dedos. Tal vez Yoongi se siente incómodo y sea una señal para detenerse.

Los dos son un manojo de nervios. Jimin ni siquiera sabe bien cómo seguir. Nunca ha tenido uno en su boca, algunos videos porno y comentarios de amigos han sido su mayor referencia, lo cual está lejos de ser suficiente.

—Partamos por algo más simple —propone Yoongi con su entonación comprensiva, acunando sus mejillas con ambas manos—. No creo que tocarte sea tan diferente a como me he tocado o como tú lo haces contigo, digo, tenemos lo mismo y eso debería hacerlo más sencillo.

Bajo esa lógica suena en apariencia fácil.

—Entonces... ¿quito esto? —Jimin pronuncia delineando el elástico por dentro con el índice. 

Yoongi se levanta un poco, conteniendo el temblor a medida que revela su erección al tirar de la prenda. Hay un nudo en su estómago, porque una cosa fue lo de Seúl entre besos y ansiedad sin detenerse a contemplar el panorama, a diferencia de ahora que estudian al otro con la mirada.

Jimin termina de desnudarse con torpeza como si de repente quitarse lo último que le queda de tela fuera muy difícil para sus habilidades motrices. El chico pálido nota que su boca se hace agua, traga saliva y examina entre sus muslos separados.

Si el chico de mejillas gorditas no estuviera tan concentrado en su hyung por completo expuesto, la vergüenza de estar siendo observado tan fijamente lo quemaría de adentro hacia afuera, pero es que Yoongi es mucho más atractivo que lo que en algún momento trató de configurar en su mente a partir de esas exposiciones breves de piel pálida.

No tiene tiempo para avergonzarse cuando trata de grabar detalle por detalle. Cada semejanza, cada diferencia. Es que para Jimin todo luce tan bonito, tan blanco y tonos rosados en contraste a su propia piel íntima de matices más oscuros.

—Yah, Jiminnie, es vergonzoso que me mires tanto y así.

—¿Así como?

—Así.

—Yah, Yoongi hyung si no le pones palabras no entiendo.

—Como si...

—Cómo.

—Como si quisieras comerme.

—Es que quiero hacerlo. —Porque se ve perfectamente apetecible como un postre, aunque su piel sabe ligeramente a sal—. Quiero tocarte.

—Puedes hacerlo.

—Tócame, hazlo como te lo haces cuando piensas mí —pide en un susurro en su oído, tan suave como terciopelo. Yoongi se estremece, el estímulo que repercute justo donde la mano contraria se aferra.

Lo hace también, lo envuelve entre sus dedos y percibe la piel tan afiebrada y tersa. No es del todo como tocarse a sí mismo, su dongsaeng pareciera reaccionar al más mínimo movimiento, mordiéndose el grueso labio inferior y gimiendo lo más bajito que puede, un sonido ahogado y vocalización a medias de su nombre.

Seguramente responde de forma parecida, encogiéndose y cerrando fuerte los ojos. Definitivamente, el tacto ajeno se siente mejor que el propio, aunque asume que debe ser porque se trata de la persona que le gusta y todo lo que hace, lo desarma. Placer azotando en oleadas y tensión concentrada por toda la pelvis, cosquilleando y calentando en ascenso por su vientre. Se va a correr, en cualquier segundo, en cualquier vaivén.

Jimin busca su boca para atenuar los ruidos, lo último que quiere es alterar el sueño liviano de la madre de su hyung favorito.

Yoongi jadea un poco más fuerte sobre los labios contrarios y no solo por esas descargas que envían sus nervios, también por la íntima sensación de percibir a su dongsaeng palpitando en su palma. Termina, lo hace justo cuando las subidas y bajadas toman un ritmo más rápido y Jimin devora su boca con ansias, para luego alcanzarlo un par de segundos después.

—Tengo pañuelos desechables en el cajón de la mesa.

Jimin los busca a tientas con la mano limpia, toma algunos para secarse y extiende otros para su hyung.

Yoongi no lo resiste, mientras el menor sostiene la mirada vidriosa en la suya, lleva los dedos manchados a su boca para probar. Un poco salado, un poco amargo, pero la expresión de Jimin gimiendo bajito y avergonzado es tan dulce.

Termina de limpiar su mano, ahora con el papel que deja caer arrugado en una bolita compacta a un costado de la cama.

—Jimin-ah, quiero un abrazo.

Jimin no necesita sobrepensar, tal vez solo es asunto de tiempo para acomodar las cosas entre ambos.

No necesitan correr.

Ahora solo quiere disfrutar del tacto cálido de la piel apegada a la suya, deleitarse del aroma al buscar un espacio contra su cuello y rendirse ante el relajo posterior al orgasmo.

Quiere disfrutar de todo lo que su hyung ofrezca.

Y la verdad es que Yoongi quiere todo con Jimin.
 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
***
¿Quién más tiene de amiga a la tóxica llamada inseguridad para hacernos compas 😭?

Mientras revisaba esto me comí un tercio de mi tarro de chocomenta en polvo a cucharadas uwu. Espero que hayan tenido una bonita navidad

Gracias por llegar hasta aquí 🥺

Yoongi mirando a Jimin

(Y yo frente al amor que le dan a esta historia 💖)

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