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XVII. Magia

Jimin está nervioso, ha sentido ese hormigueo durante todo el viaje en tren y más ahora que está arrimado a Yoongi en el asiento trasero de un taxi camino al apartamento del señor Min. Reconoce que aquel hormigueo se gestó apenas su hyung propuso la invitación a Seúl y se fue intensificando con el pasar de los días, a medida que procesaba que estaría un fin de semana entero con el chico que le gusta —y parte de su familia—.

Días atrás Roseanne y Taehyung no dejaban de especular sobre las cosas que podrían pasar —Jimin no les ha contado sobre el tema de los besos, lo máximo ha sido admitir que le gusta Yoongi—, Seulgi, más directa y menos recatada, le había sugerido que llevara condones, algo que le hizo sonrojar de inmediato, para que su amiga ahogada en carcajadas dijera "es broma".

Honestamente, Jimin no ha pensado en llevar protección para actividades que duda que ocurran, es decir, apenas se besaron —en vacaciones de verano, dos veces, pequeños y cortos dentro del mismo lapso de tiempo—, difícilmente van a dar esa especie de salto cuántico; ni siquiera se siente preparado para ello. Quizá Yoongi tampoco. 

Ha imaginado besos y esas manos grande sujetando sus caderas, pero no se ha aventurado a recrear fantasías en que toca entre sus piernas, sus mejillas vuelven a arder, en especial ahora que mira al chico pálido dormitar perezoso con la cabeza apoyada en su hombro.

Le pregunta bajito si duerme, el "mmh...no" le da a entender que está en tránsito al sueño.

Prefiere liberarse de expectativas y disfrutar lo que venga. 

Disfruta de su aroma y lo cálida que es la cercanía.

Mira esto como una especie de recompensa de la vida al tiempo que quisieron a solas y no tuvieron, y que tal vez no tengan con tanta facilidad cuando nuevamente estén jugando a hacer calzar sus horarios.

Por un momento entiende cuando dicen que las personas enamoradas pueden pensar y actuar desde la estupidez, porque riendo se tienta en decirle a Yoongi que deberían ganarse días de detención, así no hay excusas para una tarde juntos, para luego racionalmente responderse: "bueno, juntos si es que les toca en el mismo salón y no a solas, sino rodeado de personas, eso si el entrenador de Yoongi hyung no cambia los días de detención por sábados u otro tipo de sanción".

En fin, mala idea, pero está riendo y se sacude tenue, tratando de reprimir el efecto de las carcajadas.

—¿Qué? —pregunta Yoongi con la voz rasposa por el sueño.

Jimin niega como queriendo decir "nada", porque de solo verbalizarlo en voz alta se siente tonto. No es necesario hablar más, el conductor se ha detenido y Yoongi con movimientos lánguidos le entrega los billetes.

Cuando se bajan, destina un par de segundos para mirar hacia lo alto estimando la cantidad de pisos del edificio. El padre de su amigo vive en el décimo y sabe que esa sensación vertiginosa en su estómago no es por el ascensor, sino por los dedos que se enganchan a los suyos, Yoongi le dedica una sonrisa suave que lo deshace por dentro.

Aquel gesto se ha vuelto recurrente. Esto de sujetar la mano del otro ocurre con frecuencia y Jimin está lejísimos de querer quejarse —y si se queja es porque no quiere que Yoongi lo suelte—. De hecho, durante el viaje, destinó largos minutos en un examen minucioso a los largos dedos ajenos. Trazaba sus yemas por ellos, delineaba la forma, escaneaba detalles como las prolijas uñas cortas y los cueritos que solía morder cuando estaba nervioso. Antes del partido del miércoles recuerda haber visto a su hyung mordisquear varias veces sus dedos con expresión concentrada. 

Debe reconocer que mientras jugaba sujetando su índice, tuvo una de las imágenes más lindas de su año: mejillas rojas y sonrisa tímida.

Yoongi se cohíbe con las muestras de afecto, pero a Jimin le encanta cuando las empuja a salir y las cubre con miradas traviesas.

Porque sujetarse de manos no ha sido la única interacción en aumento, hay otras insinuaciones que lo han elevado más allá del cielo e incrementado sus ansias en la misma proporción exagerada: casi besos —o más bien, besos, pero no directamente en los labios—.

El primero fue el domingo que acompañó a Yoongi a almorzar. No fue el panorama que imaginaba, también estaba la pareja de la madre de su hyung y su hija, una chica de Seúl de trece años que no se despegaba de su Min favorito. Tiempo a solas casi no hubo, apenas cuando lo encaminó a casa y admitía que tampoco esperaba que tener exceso de compañía.

Entonces llegando a la entrada, ignorando que la vecina regaba las plantas al anochecer y a la persona paseando por la acera, se arriesgó —no un riesgo alto, solo una pequeña probadita—.

—Considéralo un adelanto —dijo tras apoyar sus labios justo en las comisuras de la boca de su hyung, quien se sobresaltó y el rostro pálido enrojeció al acto.

El segundo fue en la celebración de la victoria del partido de básquetbol en una pizzería, cuando su hyung se devolvía del baño y Jimin lo encontró de trayecto, dejó un beso fugaz en su mejilla, muy cerca de sus labios antes de agregar un "felicitaciones", Yoongi respondió con una sonrisa, cara en tono carmín y caricia cortita en su cintura.

A Jimin le encanta cuando Yoongi desliza una de sus palmas ya sea por sus hombros, recorriendo la extensión de su brazo o el camino de su cintura hasta sus caderas. Ahora piensa con mayor insistencia en las ganas crecientes de que su amigo lo toque por todas partes, que esos dedos largos se aferren a su piel.

Como la tarde del jueves, luego que hicieran un pequeño paseo por el centro comercial, Jimin insistía que le ayudara a escoger un regalo porque llegar con las manos vacías a conocer al señor Min no era una opción. Luego de esa travesía infructífera, acompañó a Yoongi a casa —era su turno—, el mayor hizo presión con los dedos en su nuca, dejando un par de besos que trazaban un recorrido por su mandíbula y finalizaban muy cerca de su boca, lo suficiente para sentir el aliento tibio al pronunciar: —Un adelanto. —Perfectamente pudo haberlo besado, pero le dedicó esa sonrisa traviesa antes de cerrar la puerta y dejar al chico de mejillas llenas con el deseo ardiendo en su vientre y ganas de muchísimo más.

Yoongi deja de sujetar su mano cuando van doblando por el pasillo y acomoda su mochila en el hombro. Jimin piensa que pudo haberse arriesgado a robarle un beso, se plantea la posibilidad de hacerlo en tanto avanzan por el corredor de cerámica y paredes claras a diferencia del panorama en su mente, un caos ansioso compuesto de un demandante deseo de recibir muestras físicas de afecto por parte de su hyung y el hecho de conocer a su padre.

"Buenas noches, señor Min, soy Park Jimin y me gustaría ser la razón por la que su hijo no pueda casarse en Corea". Aprieta los labios y sabe que eso sería una pésima forma de presentarse.

El señor Min aún no llega a casa y los recibe el hermano mayor de Yoongi con una sonrisa alegre. Los acompaña al cuarto de invitados —en teoría es la habitación de su hyung—, preguntándoles cómo han estado y si tienen hambre.

—¿Preparo el sofá cama o duerme contigo?

Jimin hace un recorrido visual del mayor de los hermanos al menor —muy atractivo los dos, no puede mentir al respecto—, queriendo adelantarse a la respuesta. No quiere dormir solo en un sofá, más bien quiere hacerlo al lado de Yoongi.

—Conmigo —dice encogiendo un poco los hombros con una de esas expresiones como si no tuviera mayor importancia. Al fin y al cabo, por lo que ha notado es normal para su hyung compartir cama con amigos cercanos como Hoseok. Jimin considera que es justo que comparta un pedacito del colchón con él, después de todo, tienen una intimidad particular reforzada por cada delito menor cometido juntos—. ¿O prefieres el sofá?

Si no estuviera el hermano de su hyung, habría bromeado con un ligero "la pregunta ofende".

—Contigo está bien —afirma con un corto movimiento de cabeza.

Observa como Yoongi contiene la sonrisa, pero su mirada lo dice todo.

Jimin no halla el minuto de enredar sus piernas con las de Yoongi bajo las sábanas, no le importa que el calor transforme la vida en un infierno y que dormir junto a alguien en verano no sea la mejor de las ideas. Su imaginación se dispara y el chico pálido le tiene que preguntar dos veces si quiere algo, pues hará un viaje a la cocina.

Niega y su hyung asiente antes de un corto "ya vuelvo". Se sienta sobre la cama, explorando el panorama del sencillo cuarto, casi no hay objetos que le hagan pensar "esta habitación es de Yoongi". Falta aquel toque personalizado, los libros, las figuras de Kumamon, aunque hay una foto de los hermanos Min muy bonita enmarcada que termina por absorber su atención.

Yoongi regresa con un papel en una de las manos y avanza un par de pasos aproximándose.

—Mi hermano me acaba de pasar una lista de compras porque estamos escasos de provisiones para la cena, puedes quedarte descansando o acompañarme a comprar —sugiere doblando la hoja y metiéndola en el bolsillo.

—Por supuesto que te acompaño a comprar.

Los ojos gatunos de Min brillan al captar el mensaje implícito en la entonación traviesa de esa palabra.

—No creo que sea el mejor momento para meternos en problemas —menciona Yoongi en voz baja, pero nada borra la sonrisa que estira sus labios.

—Oh, hyung, ¿en qué estás pensando? No he sugerido nada ilícito —responde Jimin con aparente inocencia, levantándose para acercarse a su compañero de crímenes.

—Jiminnie, puedo leer tu mente.

—¿Y en qué estoy pensando? —pregunta tras apoyar el mentón en el hombro de Yoongi. Le agrada que sean de una estatura similar, no necesita hacer esfuerzos para acciones sencillas.

No necesitará pararse en la punta de los pies para besarlo.

—En cuál golosinas quieres del supermercado —arroja una respuesta tentativa. Yoongi siente el corazón agitarse, la respiración de Jimin es una caricia tibia y la punta de esa pequeña nariz roza su piel.

—Nop, pienso que eres el mejor hyung del mundo.

Se estremece por completo cuando Jimin rodea su cintura con ambos brazos, insistiendo que vayan antes de que cierren. La voz dulce de su dongsaeng emite una vibración sutil que le hace encoger los hombros.

Antes de salir le avisa en voz alta a su hermano que regresan pronto, el mayor de los Min levanta la vista del desparramo de papeles que tiene sobre la mesa de centro y agita la mano.

Jimin arrastra un carrito y Yoongi va llenándolo con las cosas de la lista, sabe que le dijo al menor sobre no meterse en problemas, pero es del tipo de frases que ni él mismo cree factible, no cuando ve que hay bastantes personas haciendo compras, moviéndose de acá para allá y guardias poco atentos. Quizá solo tiene que ser disimulado y no excederse...

—¿Plan A? —dice Jimin en voz baja.

No lo resiste, así que asiente. Cada estrategia tiene designada una letra, saben que el plan A suele ser el más efectivo y sencillo de ejecutar.

Yoongi esconde un paquete de caramelos de sabores frutales y barritas de chocolate tamaño individual. Jimin se acerca a hablar con el guardia, espacio que utiliza Min para atravesar la mampara triunfante con sus bolsas de compras honestas y los bolsillos llenos —de golosinas deshonestas—.

—Fue tan sencillo, solo le dije que no era de aquí y le pregunté por direcciones —relata Jimin quitándole una de las bolsas, así aprovecha de sujetar la mano desocupada de su hyung.

Yoongi estrecha con un apretón sin fuerzas. Se le ha hecho una grata costumbre esto de que Jimin busque su mano. A veces también lo hace, estira y engancha los dedos a los de su dongsaeng, quien le dedica una sonrisa de ojitos cerrados en cada ocasión.

No recuerda haber agarrado la mano de alguien con tanta frecuencia desde que era niño y no quería perderse de sus padres o de su hermano cuando estaban en lugares públicos y rodeados de gente. Pocas veces Hoseok agarra su mano, Wendy de tanto en tanto y con Jennie no eran exactamente del tipo de pareja que necesitara estar pegada al otro, ella solía tomar la iniciativa.

No entiende esa extraña necesidad de tacto que surgió tan repentina. Jimin llegó, provocó cosas con gestos simples y ahora quiere más.

Durante el trayecto Yoongi siente como Jimin da pequeños tirones a modo de juego al punto que le resulta inevitable sonreír, respondiendo con un empujón cariñoso al chocar su hombro contra el de su compañero de delitos.

Yoongi va pensando en dos cosas, lo cálida y húmeda que nota la palma contraria y en que de seguro la cobertura de chocolate de las golosinas en su bolsillo debe estar derritiéndose, por lo mismo apenas llega, va directo a dejarlas en el refrigerador.

Su hermano continúa estudiando, así que se ofrece a preparar la cena junto a Jimin.

El menor está encantado, tratando de no desconcentrarse más de la cuenta en tanto pica verduras en una tabla —no quiere perder un dedo por un descuido tonto y admitir que fue por estar embobado con Yoongi—, pero es que ver a su hyung con delantal, moviéndose por toda la cocina llega a ser incluso placentero.

Luce tan ágil y genial. Casi tanto como cuando lo ha visto jugar basquetbol.

Quizá si saca cuentas, hay un elemento en común en "su tipo de chico ideal" —en caso de que tuviera que definir uno— y sería que le gustan aquellos que cocinan. Le gusta mucho cuando Yoongi ha preparado comida para él, Jimin se considera a sí mismo un dongsaeng consentido y afortunado.

Un dongsaeng consentido cuando pide una segunda probadita de la carne que está salteando y huele tan bien que abre su apetito.

Cuando aparece el señor Min también aparece la repentina timidez en Park, quien fuerza su voz a no titubear cuando se presenta con una venia, luego se dirige a la habitación y regresa con la botella de vino que trajo para el padre de su amigo.

El señor Min luce como un hombre tranquilo de expresión seria, piensa que de ahí viene la que porta su hyung, la misma mirada que parecer escrutar el mundo y hasta el alma de las personas que tienen en frente, sin embargo, es amable y sonríe un par de veces cuando Jimin responde a las preguntas curiosas.

Cansado el padre de su amigo avisa que mañana se levanta temprano, lo interpreta como una forma implícita de pedir que no sean bulliciosos.

Es por ello que tienen el televisor a bajo volumen en la sala de estar, Yoongi le ha dicho que de seguro su hermano continúa estudiando y probablemente su padre debe haber caído rendido porque tuvo turnos extras. Le comenta apenas a susurros cual es el plan para mañana y que harán una pequeña celebración con sus compañeros de oficina en un restaurante cerca del apartamento.

Están arrimados, el chico pálido recarga su peso contra el costado del menor, ni siquiera le prestan del todo atención a la película. Jimin quiere decir que pueden verla otro día, ya que su fantasía inmediata tiene lugar en una cama compartida, la película es la última de sus prioridades, es más, ni siquiera cae dentro de la categoría "prioridad".

Su hyung entrecierra los ojos y cabecea ligero.

—¿Sueño?

—Un poco —responde con esa voz ronquita y perezosa que a Jimin le encanta.

—Deberíamos descansar —propone dejando una caricia corta en su hombro—. Creo que mi hyung necesita reponer sus energías si mañana queremos pasear por algún centro comercial.

—Supongo que imaginarás que debemos ser el doble o el triple de precavidos, no creo que sea un buen regalo de cumpleaños que mi padre vaya a una comisaría por nosotros.

—Yah, Yoongi hyung, estás llamando a la desgracia —se queja levantándose del sofá y tirando de las manos del mayor para ponerlo en pie.

Jimin por fin puede decir que se ha cumplido una de las tantas cosas que ha estado deseando. El sencillo placer de estar acostado a su lado y conversando a susurros con la luz apagada. Hace tanto calor que dejan la ventana del cuarto abierta y han empujado el cobertor lejos de sus cuerpos.

Por supuesto que desea muchas más cosas, pero está disfrutando de la voz bajita de Yoongi relatando anécdotas divertidas de su niñez en compañía de su hermano, como cuando descubrió que le sacaba golosinas a escondidas.

Terminan hablando de golosinas, su hyung enfatiza que si bien le gustan, le hostigan rápido, mientras que a Jimin le encantan, pero no logra decidir del todo si le gustan más los snacks dulces o salados.

—Creo que por eso me gustan las barritas de caramelos cubiertas de chocolate.

—Son azúcar con más azúcar, azúcar y dulzura por dónde las veas.

—Casi, pero el caramelo es de ese con toques salados —explica Jimin, dejando cualquier rastro de timidez de lado para enredar sus piernas con las de su compañero—. Balancea el sabor.

—Prefiero el chocolate amargo. Esos granos de café cubiertos de chocolate que me regalaste un tiempo atrás estaban muy buenos, ese día supe que tenía que conservar a este dongsaeng en mi vida.

—Te gustan las cosas amargas.

—También las saladas.

—Significa que si quiero obtener cariño de este hyung —menciona apretando los muslos contra la pierna delgada de Yoongi—, ¿necesito darle ofrendas comestibles?

—Claro, ¿qué esperabas? —bromea sonriente. Se siente tan embriagado, tan enamorado, que juraría que la conversación entera ha sido un coqueteo continuo—. Es parte de mi manual de uso. Si me ofreces brochetas de cordero mi corazón es tuyo.

Son un coqueteo continuo. Desde hace tiempo atrás el tono juguetón abunda entre frase y frase.

—Entonces ya es mío, te he alimentado con brochetas. Creo que estando juntos nos espera el camino del engordamiento.

Estando juntos.

No puede garantizar que la intención con la que Jimin dijo esa frase sea la misma que le da en su cabeza.

Quiere que sea así. Que piense en ambos formando un concepto, una entidad, juntos.

Realmente está embriagado con el enamoramiento.

Se muerde la lengua para no decir lo que mencionó Namjoon sobre haber leído que las parejas felices engordan juntas.

—Bueno, así mantenemos estas mejillas con aspecto adorable. —Yoongi debe reconocer que acaba de decir algo que le parece aún más vergonzoso que lo anterior. Pasa por alto que su cara arde y estira su mano para delinear el rostro contrario con la punta de los dedos y pellizcar sin fuerzas.

—La misma lógica aplica para las tuyas, hyung. —Jimin no se contiene de apretar su mejilla—. Tan blancas y blanditas.

—¿Quieres decir que soy una masa?

Jimin comienza a reír apretando los labios y reprimiendo el sonido, pero lo delatan los cortos espasmos. Yoongi no puede evitar unirse.

Respiran agitados, no podrán verse, pero Jimin sabe que su hyung sonríe porque acuna el rostro caliente, notando la tensión de los músculos, lo comprueba al deslizar el pulgar por sus labios que se extienden cerrados. Puede recrear en su cabeza la imagen de Yoongi tan bonito y alegre.

—La masa más bonita del universo.

—Si tu intención es halagarme, creo que no está funcionando.

—Lo intentaré de nuevo, creo que es momento de recordarle a mi hyung que es un sujeto jodidamente atractivo —dice apenas en un murmullo, dejándose llevar por la intimidad de las caricias y la cercanía. Yoongi ha reducido la distancia, está casi encima, el calor se intensifica.

—Yah, me lo dice quien luce como príncipe de cuento. —Apoya la mano sobre el cuello de Jimin, deslizando los dedos por la piel—. O el protagonista de un shoujo.

—¿Y eso qué significa? —susurra aún más cerca.

—Que eres hermoso, Park Jimin —pronuncia como si acariciara las sílabas de su nombre.

El menor se estremece, las cosquillas podían ser intensas en cada ocasión que su hyung le había dicho algo bonito, pero ahora es demasiado. Ya no es solo un hormigueo que le hace encogerse, es como si hubiera lava desparramándose por su vientre.

Agradece internamente que la mano que antes estaba en su nuca se desplazara a su cintura, se siente sostenido.

Lo que no agradece es la torpeza infinita, porque cuando su hyung se aproxima para cerrar por completo la distancia que lo separa de su boca, Jimin trata de colaborar acercándose sin calcular y sus narices chocan y duele un poco.

Jimin es quien intenta acercarse esta vez, pero Yoongi comienza a reír. Los dos lo hacen, tratan de juntar sus labios, pero las carcajadas contenidas a medias vibran en el aire.

—¿Por qué tiene que ser tan difícil besarte? —pregunta Yoongi, aunque no termina de sonar como una queja, porque le resulta difícil dejar de reír.

La respuesta de su dongsaeng termina siendo la boca apoyada sobre la suya y con la risa cosquilleando en medio del beso.

—No tiene que ser difícil, puedes hacerlo cuando quieras —musita con los labios rozando los de Yoongi, quien toma la invitación empujando e iniciando un beso lento, exploración suave, apenas acariciando con la punta de la lengua.

Jimin se aferra y lo besa con todas las ganas que estuvo guardando. Lo besa justo de esa forma en que no quede arrepentimiento por lo que faltó por hacer y no haberle devorado la boca. Degusta, prueba y muerde despacio. Todo.

Y Yoongi corresponde encantado.
 
  
  
  
  
  

 
   
   
  
    
   
 
Al despertar, Yoongi siente el peso de uno de los muslos de Jimin atravesado sus caderas, lo mantiene acorralado contra el colchón, también tiene la cabeza apoyada en su brazo que hormiguea frío. Su dongsaeng duerme desparramado y como si su propósito hubiera sido apropiarse de la cama —objetivo conseguido, porque el chico pálido está arrinconado contra la pared en la orilla—; piensa como quitar el brazo sin perturbar su sueño.

Todavía está procesando que se besaron varias veces hasta que los labios hormigueaban resentidos y el cansancio pesaba en los párpados.

No recuerda con exactitud en qué punto dejaron de besarse y terminaron por dormirse, solo tiene la sensación intensa de una boca insistente y cálida contra la suya.

Yoongi despacio trata de salir de la cama, cree que ha despertado a Jimin cuando este se remueve y acomoda para seguir durmiendo, apenas con un tenue gemido disconforme. Pensaba que su dongsaeng era una persona de mañanas y que el escenario sería con el menor observándolo dormir y preguntando "a qué hora desayunan en esta casa".

Se dirige a la cocina a ver cuál puede ser el posible desayuno, aunque si su amigo no despierta pronto, deberían saltar directamente al almuerzo. En el refrigerador quedan restos de lo que su hermano preparó en la mañana, podría recalentarlo.

Voltea al escuchar pasos, su hermano ha entrado a la cocina a coger una botella con agua fría que guardó en el refrigerador.

—Dejé comida para los dos.

—Gracias por eso.

Se limita a responder con una sonrisa amable y busca algún snack en uno de los muebles. Mete ambas cosas a su mochila.

—Me agrada Jimin —comenta de manera casual desde el marco de puerta—. A papá también le agrada.

—Seguro lo dice por el vino que trajo Jimin para la cena.

Su hermano ríe bajito mientras acomoda la mochila en sus hombros. Al despedirse le recuerda que tiene que estar a las ocho en el restaurante.

Jimin sigue durmiendo y Yoongi se tienta a recostarse de nuevo a su lado, pero prefiere agilizar las cosas para aprovechar el día, así que toma la ropa que usará y parte con ella colgada a un brazo rumbo al baño.

Sale con el pelo húmedo, vestido, aunque descalzo. Observa a su dongsaeng despierto, todavía con expresión adormilada y una sonrisa suave sentado en la cama.

—Buenos días, Yoongi hyung —pronuncia con la voz rasposa por el sueño, pero la entonación es alegre y alarga un poco las vocales—. Dormí muy bien.

Yoongi no puede evitar mirar sus labios. Quizás es demasiado temprano para arrojarse a buscarlos. Aún sigue procesando los besos de anoche.

—Claro, si te apoderaste por completo de mi cama.

—Uh, siento eso, ¿puedo bañarme?

—Puedes elegir el baño del apartamento o alguna fuente en el parque —bromea con una sonrisa ladina.

—Elijo el baño, ya sabes, me gustan las comodidades.

Cuando Jimin pasa por su lado con una toalla y ropa, Yoongi se tienta en extender el brazo y atraparlo, luego podría besarlo para iniciar bien el día.

La oportunidad se escapa, porque entre lo que tarda en pensarlo, el menor ya está cerrando la puerta.

Aprovecha de calentar el arroz y las guarniciones que dejó su hermano, prefiere hacerlo en la estufa para que no se deshidraten los alimentos en el microondas. Acomoda los platillos en la mesa y espera a su invitado mientras revisa los mensajes pendientes en su celular, Hoseok curioso pregunta cómo va ese romántico paseo en Seúl y Yoongi se limita a responder con un escueto "bien".

Aunque "bien" no es un término que le haga justicia a como se sintieron los besos que compartieron a oscuras, ojos cerrados, tacto curiosos, uno seguido de otro y otro y otro más.

Sigue procesándolo.

¿Qué significa? ¿Que puede darse el gusto de tomar su cara y atrapar sus labios cuando quiera porque tienen algo? ¿Tienen algo?

—Huele muy bien —comenta Jimin con el cabello húmedo y expresión feliz—. Sabe muy bien —agrega tras probar el tofu salteado con verduras y una salsa picante suave.

Yoongi asiente, llevando una porción de arroz a la boca para balancear los sabores.

—Creo que el atractivo y el talento para la cocina está en el ADN de los Min —afirma el castaño—. De todos modos, eres mi Min favorito.

—Es que todavía no conoces bien a mi hermano.

—Igual seguirías siendo mi Min favorito.

—Qué lindo que digas eso, pero no harás que cambie de parecer, mi Park favorito es Jihyun.

Jimin lo mira tratando de dilucidar si bromea o no, su hyung mantiene su expresión desinteresada.

—Me dice hyung haciendo pequeñas reverencias y cuando he ido a verte me sirve vasos con refresco helado. —Tras responder recibe una pequeña patada por debajo de la mesa y la expresión semi ofendida de Jimin, como si tratara todavía de captar si lo dice en serio—. Yah, es broma, eres un mocoso irremplazable, el mejor Park que conozco de todo Corea, ¿mejor?

—Haré como te creo —dice antes de sacar el último trozo de tofu más rápido que el mayor.

Yoongi atrapa la pierna de Jimin entre las suyas y le regala una sonrisa cariñosa.

—Por supuesto que eres mi Park favorito, mi compañeros de hurtos, mi dongsaeng de ojitos felices. —Yoongi se sonroja apenas lo dice, eso último solían ser de las frases que quedaban relegadas a pensamientos no expuestos.

Jimin también se sonroja, pero le hace honor a esa afirmación, porque su mirada risueña acompaña la sonrisa que se extiende en esos labios mullidos.

Yoongi nunca ha sabido como hacer durar aquellos momentos de mejillas calientes y coqueteo descarado llegando a niveles de cursilería que le resultan ajenos y extraños, por ello su estrategia suele ser huir torpemente, literal esta vez, recogiendo los platos vacíos para llevarlos a la cocina, después propone un día de turismo y le ofrece a Jimin escoger a qué sitios quiere ir.

Inician su travesía recorriendo Ikseon-dong, Jimin sujeta su mano llevándolo por los distintos puestos de artesanías, aprovechando de comprar algunos accesorios para su madre y sus amigas de la escuela. Se tienta a comprarle flores a Yoongi, pero es poco práctico cargar con un ramo todo el día.

Está encantado observando a su alrededor, las cafeterías y pequeñas tiendas lucen preciosas llenas de plantas y flores. Yoongi luce igual de fascinado, al punto que Jimin le susurra al oído que le recuerda a los gatitos cuando miran árboles de navidad; su hyung clava el codo en sus costillas, es un golpe sutil que no duele, pero provoca cosquillas.

A momentos es el mayor quien jala de su mano para guiarlo hasta los puestos que llaman su atención.

Entran a diferentes tiendas, una de ellas se especializa en ropa reciclada y rediseñada. La encargada es una señora amable, quien además de ofrecerle todo cuanto hay y que se les haga difícil decir que no, les cuenta que es un emprendimiento que realizan sus dos hijos estudiantes de diseño y que el trabajo textil ha sido parte de la herencia familiar, generación tras generación.

Jimin le tiene una sonrisa traviesa dibujada en el rostro y tira de las manos de Yoongi para meterlo al probador, el mayor se sobresalta, casi tropezando, la sorpresa aumenta cuando siente los gruesos labios del castaño encima de los suyos. Un beso rápido antes de salir con todas las prendas sobre el brazo, había decidido aprovechar la oferta de chaquetas, por la compra de una, la otra quedaba a mitad de precio; lleva una que en la espalda tiene pintada una réplica de "La noche estrellada" —sabe que Tae la va a amar, así que la guardará para su cumpleaños— y otra que tiene adheridas varias lentejuelas.

Paga por sus prendas —después de todo le gusta apoyar a vendedores independientes—, Yoongi, por su parte, compra una camisa de franela compuesta por telas de colores diferentes entre amarillo, negro y blanco.

Yoongi todavía tiene la sensación de los tibios labios ajenos sobre los propios, asumiendo que podría simplemente besar a Jimin sin tener que pensarlo tantas veces. Que no habría problemas si lo toma por sorpresa.

Se despiden de la señora y ella les obsequia un par de cupones de descuento para una de las cafeterías a la vuelta de la esquina, eso facilita la elección, porque minutos atrás ninguno de los dos lograba decidirse a cuál entrar.

En lugar de almorzar algo balanceado, piden cafés fríos y bollos con diversos rellenos, tanto salados como dulces.

Jimin todavía siente ese hormigueo nervioso que crece y crece a cada instante, con cada gesto, con cada beso. No puede negar se le infla el pecho de orgullo por arriesgarse —avanzar, hacer algo—, bueno, haberse quedado dormido con los labios de su hyung contra los suyos, sobre su mejilla y extremidades enredadas, supuso que le daba el permiso para robar más besos, así que sin darle más vueltas, apenas vio una oportunidad y con la adrenalina por las nubes, la tomó.

Antes de ir a otro punto de su itinerario de turismo, decide comprar una pequeña suculenta, piensa que son más prácticas que las flores y duran mucho más de acuerdo a la preocupación que se les dedique. Le enternece el aspecto de esas hojas verdes infladas con las puntas rojizas en un diminuto macetero.

Después cuando avanza sujetando la mano de Yoongi se da cuenta que es casi tan poco práctico como haber comprado flores, porque lleva una bolsa en el brazo y aferra los dedos alrededor del macetero que contiene la plantita, cuidando que no le pase nada.

Yoongi mordiendo un poco su labio le pregunta inseguro si quiere visitar un centro comercial, una idea enormemente tentadora para Jimin, aunque el sentido común de ambos insiste que es mala idea meterse en problemas justo el día de cumpleaños del señor Min.

—Creo que reduciremos el riesgo si nos llevamos cosas que podamos pagar en caso de que algo salga mal.

—Bien —asiente, no del todo seguro, pero con el corazón agitado, no solo por la adrenalina, también por la forma en que Jimin se aferra a su mano y le dedica una mirada que no sabe exactamente cómo describir.

Yoongi no se ha puesto a ver si hay personas a su alrededor que los observan mientras sujetan sus manos, después de todo no es algo que a alguien más debiera importarle, pero de camino a la primera tienda sí se percata de ellas, un par ancianos susurran algo y se topan con la misma mirada despectiva por parte del guardia de la entrada —aunque si saca cálculos, al promedio de gente le da lo mismo—. Cuando salen de la tienda con sets de tiralíneas, un par de libretas y adrenalina disparada, Jimin envuelve su cintura, pronuncia un "vamos, cariño" y ambos estallan en carcajadas. 

El guardia los mira con cara de incomodidad más que como si fueran los autores de un hurto de artículos de papelería.

La segunda tienda es de una amplia cadena de ropa, no es particularmente costosa, pero no quiere decir que pretendan pagar por ella.

Ambos eligen camisetas, el chico a cargo de los probadores parece estar distraído jugando con su celular, Jimin aprovecha el descuido por partida doble, ya que además de ingresar con prendas extras no contabilizadas, con la mano alrededor de la muñeca de Yoongi lo insta a entrar a su estrecho probador una vez más.

Esta vez el chico de ojos felinos es quien sin esperar sujeta al menor por el cuello y lo atrae a su boca. Jimin siente que podría derretirse mientras la lengua de Yoongi empuja caliente a través de sus labios.

—Espera. —Todavía lleva el pequeño macetero en una de sus manos, detalle que entorpece cada vez que ha planificado cómo llevarse algo. Yoongi ya tiene la ropa que quiere sin alarmas y en su mochila. Jimin se aparta para dejar la planta con cuidado en el suelo y aprovecha de quitarse la camiseta holgada—. Necesito ponerme estas abajo —explica, arrancando las alarmas y las vuelve a unir a presión en las otras prendas.

Yoongi no resiste, la piel de su dongsaeng se le antoja tan cálida que apoya las palmas sobre su vientre, comienza a subir recorriendo cada pequeño relieve, Jimin se encoge ante la sensación que se extiende por donde aquellas manos exploran. 

Calor y cosquillas es lo que dejan aquellos pálidos dedos a su paso.

Jimin busca un segundo beso, dejando las camisetas a un lado y abrazando firme a su compañero.

—Desde hace un tiempo fantaseaba con besarte en un probador —confiesa el menor, manteniendo la frente apoyada contra la de Yoongi, percibiendo el aire espeso y cálido de sus respiraciones mezcladas.

—Podría besarte en cada lugar que me pidas —afirma con los latidos haciendo eco en sus oídos. Esa fantasía de los besos en los probadores también está en su lista.

Los besos compartidos con Jimin son en sí mismos para Yoongi una fantasía cumplida.

Empieza a elaborar nuevas fantasías y todos los sitios donde quiere apoyar los labios, partiendo por sus hombros desnudos y delinear con los labios aquellas clavículas.

—Puede que quiera que me beses todo el día.

—Me gusta la idea —a Yoongi realmente se le antoja tomarle la palabra—, pero creo que será todavía más sospechoso que nos quedemos mucho rato aquí —dice, tomando una de las camisetas sin alarmas para ayudar a Jimin a vestirse, quien sonriente alza los brazos.

—Falta otra.

Ambas camisetas son un poco más ajustadas, por lo que pasan desapercibidas bajo la ropa. Salen del probador como si nada, primero Jimin, un minuto después lo sigue Yoongi, recordando tomar la planta que compró su Park favorito de todo Corea.

El hombre parado en la entrada los observa atentos y ambos prefieren hacer como si no lo supieran, atraviesan los sensores y ninguno suena, pero el guardia continúa con los ojos puestos en ellos, cuando están con un pie afuera y el sujeto avanza, Jimin se aferra a la mano de Yoongi y tira brusco de él para empezar a correr.

En el trayecto se estrellan con una que otra persona, Jimin trata de no reír al pedir disculpas, el mayor está preocupado que entre los empujones y tropezones involuntarios cuando vea el macetero ya no contenga la suculenta.

—Ten, tu planta —menciona apenas se detienen lejos de peligro y a recuperar el aire.

—Gracias, hyung —dice con su sonrisa amplia y alegre, todavía con los efectos de la adrenalina post huida—. ¿Una tienda más?

—Una más. —Porque Yoongi no se resiste a una dosis adicional de adrenalina en compañía de Jimin.
 
 
  
  
  
  
  
  
 
  
   
   
  
 
Cuando están camino al apartamento, Yoongi le entrega un set de pines de Chimmy en el ascensor. La mirada de Jimin se ilumina.

—Sé que te gusta este perro.

Chimmy, hyung.

No saben quién hace el primer movimiento apenas cruzan el umbral y cierran la puerta, si Yoongi con la mano sobre una de sus mejillas, tan llenita y tibia, o Jimin afirmando su nuca. Da igual, porque el contacto absorbe sus sentidos y toda la importancia está puesta en el beso tibio, en la forma en que sus labios sincronizan los movimientos y resbalan húmedos en la acción.

Al separarse Jimin continúa con la mano sobre su nuca, dejando caricias suavecitas y ahí está de nuevo esa mirada.

Tal vez Yoongi diría que la mirada que pone Jimin sobre él es como si presenciara un espectáculo de magia, una mezcla entre algo bonito e increíble, al punto que quiere decirle "basta, no es así, no soy así" —demasiadas expectativas, demasiada ilusión y eso se ajusta a la proporción del temor de decepcionar a la otra persona—.

De cualquier modo, está seguro que observa a Jimin con ese mismo tipo de expresión. O como lo describió su dongsaeng horas atrás, un gato encandilado con las luces de navidad.

No puede evitarlo, Jimin es tan brillante, más cuando sonríe. 

Realmente quiere saltar sobre Jimin —su arbolito de navidad—.

Ahora sonríe tirando su mano.

Sonríe mucho más extenso cuando se acerca a su boca nuevamente y Yoongi reduce la distancia abriendo los labios y adelantándose al beso, sujetando el costado de su cuello con la mano desocupada.

El lugar está vacío y aunque quisiera aprovechar lo que implica un apartamento a solas, el reloj señala que tienen veinte minutos para arreglarse y llegar al restaurante. Jimin lo apura con un empujón suave en dirección al cuarto. Deja la suculenta sobre la mesita de noche y busca entre las nuevas prendas una camisa de un color azul oscuro que se había llevado en uno de sus paseos habituales en vacaciones de verano al centro comercial.

Se cambian de ropa entre besos y manos que aprovechan de tocar la piel disponible, Jimin ríe porque el tacto de las yemas al subir por sus abdomen producen cosquillas, algo ligero a comparación del efecto de los labios de su hyung sobre su cuello, desconocía que aquella zona podía ser tan sensible hasta que un par de besos le hicieron gemir bajito.

—Tenemos que salir pronto —susurra Yoongi, sintiendo que se derrite cuando Jimin muerde suavecito su oreja, evitando tirar de las argollas de las dos perforaciones.

—Cierto, somos un desastre —menciona al ver el cabello desordenado del mayor. Los pequeños dedos de Jimin comienzan a peinar y devolver los mechones revueltos a su sitio, también cierra los botones de la camisa negra—. Tu cintura es muy pequeña —comenta amoldando el camino que se estrecha al descender por sus costillas con palmas, dimensionando por primera vez las formas de su cuerpo delgado, porque una cosa era verlo con ropas holgadas que insinuaba la silueta y otra palparlo, rodearlo con los brazos consciente de cada detalle.

—Puedes continuar toqueteándome por la noche, hay que irnos —insiste sonriendo con las mejillas coloradas, tratando de escapar del repentino abrazo.

Y claro que Jimin pretende cobrarle la palabra, así que lo suelta y termina de arreglar su cabello y retocar sus labios con un bálsamo.

Antes de salir, convence a Yoongi de una selca porque ambos lucen muy bien. No es que necesite rogar como en otras ocasiones, porque su hyung pasa un brazo sobre sus hombros y se acerca alegre para la foto.

Aquella selca es un nuevo tesoro para Jimin. Cada foto que su hyung se ha tomado a su lado lo es, pero esta especialmente porque sale sonriendo tan contento que su corazón se estruja de solo mirar el instante inmortalizado.

Una vez que llegan al restaurante, se dirigen a un salón privado dentro del mismo, arrendado para la ocasión. El hermano de Yoongi ya está ahí charlando con otros señores con traje de oficina. 

Yoongi le señala a su dongsaeng los nombres que recuerda de los compañeros de trabajo de su padre.

El señor Min, por su parte, conversa con una pequeña sonrisa en los labios y un vaso de soju en la mano acompañado de una mujer, a quien Yoongi describe como la actual pareja de su padre.

No tarda en llegar una oleada de saludos y personas aludiendo a que Yoongi luce cada vez más maduro y parecido a su padre. Si Jimin ha de ser honesto tiene mayor parecido a su mamá, aunque los rasgos de ambos progenitores se han equilibrado bastante bien.

En algún momento teme sentirse ajeno luego que han secuestrado la atención de su amigo, lo cual no ocurre ya que aparece su hermano a meterle conversación y todo vuelve a ser ligero.

—Ten. —Yoongi le ofrece un vasito de soju para brindar—. Tenemos permiso para tomar mientras sea poco y no tengan que llevarnos a rastras.

Bueno, un vaso no es suficiente, pero intentan recurrir a la moderación cuando cada uno percibe que los sentidos comienzan a nublarse y el proceso pensamiento-acción sufre retardos en su ejecución. 

Jimin lo sabe porque nota que sus manos se han vuelto más osadas para tocar a su hyung, frenándose al recordar que están a la vista de todos. Yoongi entiende que debe parar cuando se le afloja la lengua y halagar a su adorable dongsaeng resulta más sencillo que nunca.

—Más, dime más —le pide Jimin con una risa bajita y mirada risueña, sus ojos están casi cerrados. Dos pequeñas líneas que le contagian la felicidad.

Si a Yoongi le arden las mejillas no es exactamente por el alcohol, es la expresión jodidamente adorable y la mano de su amigo apoyada en su muslo con tanta naturalidad, algo como "quien no se apoya en el muslo ajeno mientras conversa, todo el mundo lo hace".

Jimin se convence que lo bueno de no haberse llenado la sangre de alcohol es que podrá recordar cada frase dicha por su hyung. La forma en que hablaba de sus ojos: "es que Jiminnie, cualquiera que se quede mirándolos podría caer rendido por ti"; también de su boca: "tan suave, tan bonita, debería estar sobre la mía", aunque eso último lo susurró bajito como si se tratara de un secreto.

"Haberme acercado a ti ha sido lo mejor de este año". Cuando dijo eso estaba sujetando su mano y a Jimin le sonaba similar a una especie de declaración romántica.

Aunque reconoce que el momento más sentimental de la noche es cuando el señor Min tras bajar del taxi, le dice, arrastrando un poco las palabras, que se alegra que un buen chico como él sea amigo de su hijo.

Jimin se tienta de decirle a Yoongi que cree tener la aprobación de sus suegros, pero alcanza a frenar el proceso pensamiento-acción.

—Te lo dice porque le regalaste un buen vino —menciona Yoongi en su oído, apoyando una mano en su cintura.

—Yah, hyung, estoy seguro que le agrado a tu padre —responde una vez que entran a la habitación y cierran la puerta.

—No creo que sea ni una mínima parte de lo que me agradas a mí.

Yoongi comienza a quitarse la ropa para colocarse una camiseta suelta. Jimin devora ávido cada detalle en los escasos segundos antes que la tela cubriera la piel blanca. Después pasa por su lado, dejando un beso en la mejilla antes de ir al baño.

—Tenemos algo pendiente —murmura Jimin al subirse a la cama y anular el espacio personal, apegado al cuerpo de su hyung. Estaba tan ansioso que incluso se saltó varios pasos en su rutina de cuidado facial, apenas recordó lavar su rostro y pasar de lleno al hidratante.

—A ver, refresca mi memoria.

El chico de mejillas llenitas apoya ambas manos en la cintura estrecha del mayor.

—Recuerdo haber mencionado que tu cintura es muy pequeña y luego me diste permiso para toquetearte. —Sube por sus costillas para llegar hasta su pecho plano, amasando es escaso relieve de los pectorales.

—Sí, sí, creo que lo recuerdo.

—También mencionaste algo sobre mi boca que debería estar sobre la tuya.

—¿Y qué estás esperando?

—Un poco de impaciencia —dice apenas tocando los labios ajenos con los propios.

Quiere que Yoongi agonice en deseo como él. Continúa tentando con roces ligeros, tan suaves que cosquillean. El chico pálido intenta llegar a su boca, pero Jimin sobre su regazo retrocede, le gusta ese ronco ruido frustrado.

Jiminnie.

Decide que es suficiente espera para ambos y atrapa sus labios, descargando la ansiedad que quema en su vientre canalizada el beso. 

Cuando la lengua de su hyung resbala contra la suya, percibe pequeñas descargas placenteras que no solo las siente en la boca. Su cuerpo entero parece estar más receptivo que nunca.

Quiere todavía más. Mañana regresan a Daegu y tendrán que procesar toda esta lluvia de besos y caricias, definir si le dan un cauce o queda ahí sin forma, de esas experiencias que no son sinónimo de una relación —de pareja—, solo algo similar a darse derecho a roce que a veces ha visto que intentan algunos amigos —a veces también resulta un desastre—.

Si toma las señales que le ha dado Yoongi, podría permitirse un mayor grado de ilusión.

Prefiere no pensar, no cuando su hyung muerde su labio inferior.

Cree que se va a derretir, la boca de su amigo está caliente y cada movimiento, cada caricia de su lengua, cada ruido húmedo aniquila de una en una sus ideas e inseguridades. Lo fuerza a permanecer sumergido en las sensaciones placenteras hasta que escasea el aire en su organismo.

Hasta antes de Yoongi no habría pensado que los besos podían ser una fuente de placer tan grande, se convencía que las personas eran exageradas cuando describían que esta acción se asemejaba a fuegos artificiales, momentos mágicos y toda esa palabrería tan ajena.

Ahora es todo eso y más.

Jimin tiene la noción que los besos de ayer fueron más algo curioso y exploratorios, los de ahora son diferentes. Antes sentía el calor por todas partes, sangre como lava; ahora es eso y la consciencia del eco placentero resonando en su entrepierna. Si no estuviera tan ocupado y dedicado a dejar que su hyung hiciera lo que quisiera con su boca, tal vez se avergonzaría de tener una maldita erección cobrando vida propia.

Ya no está preocupado de pensar en cada acción, sino de sentir y buscar más.

Quiere besarlo hasta que se le adormezcan los labios.

Yoongi quiere lo mismo. Presiona más fuerte y emite un ruido grave que vibra y se atenúa contra la boca de Jimin. Su manos se aferran a su cintura y se aventura a meterlas bajo la delgada camiseta, subiendo por su espalda.

Jimin inicia con un vaivén suave, percibiendo como su hyung endurece bajo su cuerpo, la vergüenza no tiene lugar si ambos están en la misma condición. Esas manos casi queman, las palmas arden al aferrarse a sus costados.

El mayor nota la presión y cuán rígido se vuelve con la fricción continua. Guía ambas manos sobre su culo y lo aprieta, empujando para que lo haga más rápido.

Los besos atenúan los gemidos de ambos, de solo imaginar la escena con Jimin desnudo encima cree que podría correrse. Su dongsaeng brincando tan rítmico como si danzara sobre su erección palpitante.

La manera en que Jimin se contonea es como una danza.

Un rápido movimiento lo aturde, un cambio de posiciones, continúa con la espalda contra el colchón, pero ahora Jimin está entre sus piernas, empujando, simulando embestidas con aquella delgada e incómoda barrera de ropa.

Es demasiado, Jimin se mueve tan bien que podría acabar en cualquier segundo y solo resiste por el gusto de prolongarlo y torturarse.

Nota como se aferra a sus caderas y cada vez que colisiona y presiona siente que se desarma con el placer explotando en su vientre.

Y si cree que es demasiado, Jimin está tirando de su ropa interior y a la vez se acerca a sus labios, preguntando un "¿puedo?" justo encima de ellos. Yoongi se limita a asentir, lo único de control que le queda lo usa para no gemir lo suficientemente alto como para que atraviese las paredes.

Su dongsaeng es una sinfonía de ruidos en diversas tonalidades, a veces gruñidos roncos, suspiros ahogados, gemidos agudos, jadeos entrecortados.

Jimin también ha bajado un poco su ropa, el tacto directo hace un cortocircuito, la tensión y el calor crecen en la zona pélvica, sabe que está muy cerca de saborear el orgasmo, percibe la humedad y con los ojos entrecerrados se deleita de la exquisita expresión en el rostro de su amigo que se acaba de correr encima.

—También tú, hyung —dice bajito antes de besarlo y envolver su erección con una de sus manos. Ya no le queda resistencia para aguantar más, ni siquiera los gemidos que se ahogan contra aquellos labios gruesos, basta con un par de subidas y bajadas para que la tensión se disuelva en cada contracción y relajo de sus músculos.

Jimin está como peso muerto sobre su cuerpo, con los muslos a los costados de su caderas y el rostro escondido contra su cuello. Permanecen así un par de minutos, en silencio, regulando la respiración, exhaustos. 

Continúan quietos hasta que la sensación viscosa empieza a ser incómoda.

Yoongi señala que se saque la ropa interior, él hace lo mismo con la suya, agrega que mañana se encargará de lavarla. Jimin le hace caso, quitándose de encima, limpiándose la mano con la tela del bóxer antes de dejarlo caer con cuidado al costado de la cama.

En este punto es cuando los dos se preguntan "¿y ahora qué sigue?".

—¿Apago la luz? —susurra el menor.

Yoongi asiente, prefiere pensar mañana y quedarse con la agradable sensación posterior al orgasmo, por lo que extiende los brazos y envuelve a su compañero.

Jimin se acomoda con movimientos suaves, buscando nuevamente empujar su cara contra el cuello pálido de su hyung.

—La suculenta...

—¿Uh? ¿Qué? —responde aturdido sin entender.

—Es para ti, olvidé decirlo, cuídala mucho.

Yoongi comienza a reír, acaban de correrse con la ropa semi puesta, han dado un salto cuántico y su dongsaeng...le regala una planta.

—Jimin-ah, es por esto que me gustas tanto —confiesa, apretando un poco más el abrazo.

—¿Por que te regalé una planta?

Hunde la nariz entre sus hebras castañas, siente el aroma mezclado del shampoo y el sudor, deja un beso sobre la coronilla para posterior pronunciar bajito y con cariño un "no, tonto".

Le gusta porque estar a su lado es como tener una caja de emociones calentando su pecho —y su cuerpo entero— en distintas intensidades.

Estar con Jimin se siente tan increíble como la magia.
 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
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He revivido para mi profecía autocumplida: Jueves de actualización! Con dosis excesiva de dulzura.

Lamento la demoraaa, espero haber compensado la paciencia ;u; 

Esto me salió más largo de lo que planeaba (creo que aplica para todo en mi vida xD).

Muchas gracias por el apoyo 🥺💖

Espero no tardar tanto en el próximo capítulo como con este, de cualquier forma, siempre procuro terminar mis historias uwu y a esta le queda poquito.

Les quiero ʕっ•ᴥ•ʔっ♡ 

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