XIX. Especial
Yoongi sabe que no siempre se vive de triunfos, aunque saberlo y racionalizarlo dista a las sensaciones que se derraman pesadas por el cuerpo, a ese efecto de vacío propio de la decepción, la misma que surgió aquella tarde que perdieron el partido que definía si iban a las semifinales.
Temporal y no tan densa, no se prolongó demasiado y se debió a que era de las pocas ocasiones en que se dispuso a mirar el lado medio lleno del vaso, por lo general era al revés y de ser otro momento de su vida, estaría frustrado, porque él, como parte del promedio de personas, no le gusta perder —¿a quién le gusta perder? A Yoongi no—.
No fue tan malo, tuvo la dicha de disfrutar del triunfo el año pasado y la escuela todavía ostenta feliz en una vitrina reluciente el trofeo obtenido, ahora es crítico con el desempeño y que a diferencia del torneo anterior, muchos de los buenos jugadores estaban en un grado superior y este año no disponían de ellos.
No es tan malo, más bien, tiene algo bastante positivo, su lado medio lleno del vaso: le deja más tiempo para las otras cosas que le gusta hacer. Ha vuelto a revisar sus composiciones en pausa. Ahora sus días tienen más horas para compartirlas con Jimin después de clases.
Tardes de cafés fríos y visitas cargadas de adrenalina a tiendas por provisiones de skincare, ropa y papelería. Se han vuelto a besar en los probadores, ha ido a acompañarle a un par de sus clases de danza luego que su dongsaeng dijera "hay chicas que llevan a sus novios, deberías venir" y esa frase es razón de cosquillas directas en su estómago con tan solo evocarla. Es que no puede evitar desmenuzar aquella oración en su mente y sumergirse en cada posible sobreinterpretación, le gusta pensar que Jimin lo visualiza como "su novio que lo puede acompañar a los ensayos".
—Ustedes son torpes, apuesto que al igual que tú, Jimin está esperando que se lo digas y no lo digo porque Seulgi me lo haya confirmado, es decir, ambas tenemos la misma impresión —le comentaba Wendy la última vez que se saltaron juntos una clase de inglés—. Alguno de los dos tiene que dar el primer paso y me gustaría que fueras tú, para estas cosas siempre sueles esperar que alguien más se acerque a ti. Todavía recuerdo que Hoseok tuvo que animarte a que tuvieras una segunda cita con Jennie porque te sentías inseguro.
Quiere que sea diferente, pero su plan es hacerlo bien y con calma, no un impulso precipitado de "sal conmigo", una cita, un momento y lugar especial; aunque su impaciencia lo lleva a pensar que está buscando excusas y ganando tiempo en lo que Jimin podría adelantarse.
A ratos quiere que su dongsaeng se adelante, simplificar todo a un "sí" y después confirmarle a su mamá que sí, Jiminnie es su pareja, porque ella siempre dice "amigo" con una entonación sujeta a subtexto, distingue bastante bien la diferencia, ya que al referirse a Hoseok las vocales no se alargan y su expresión no pareciera estar conteniendo la risa.
Antes de salir de casa ella preguntó si se quedaba a dormir hoy su amigo —tono ligero que hace alusión a Jimin—. Yoongi asintió y esperaba no haber estado sonrojado.
Es que cómo no aprovechar que por fin podrán tener un cómodo momento a solas, ese pequeño oasis que tanto anhelan encontrar en medio de sus rutinas. Largas horas a solas.
¿Cómo va a ver el lado malo cuando tiene el peso de Jimin sentado en su regazo con los brazos alrededor de su cuello?
Yoongi rodea su cintura estrecha y ladea el rostro para un mejor acceso a su boca. Jimin gime bajito y empuja un poco más, un balanceo suave, pero cuyo efecto viaja como corriente por su cuerpo.
Sus labios terminan sobre la mejilla tibia de su dongsaeng, quien voltea de forma repentina cuando el temporizador del horno emite un corto ruido avisando que finalizó su función. A Yoongi no le urge levantarse e ir por las galletas que prepararon con los moldes de BT21 que consiguió Jimin y la mezcla pre-hecha que escondió en su bolso junto al colorante y el sobre de glaseado en la incursión al supermercado —compraron honradamente las bolsas de frituritas—.
—¿Voy a ver el horno? —pregunta bajito todavía rodeando su cuello.
—Espera, uno más —pide Yoongi acercándose a su boca. Jimin sonríe y anula la distancia, atrapando su labio inferior.
Hubo una segunda interrupción cuando el sonido agudo del timbre atraviesa la sala de estar.
—Yo al horno, tú a la puerta —suspira Yoongi resignado.
No es el único suspiro que sale de sus labios, emite otro mientras avanza con la bandeja caliente para dejarla en la encimera. Escucha risas y saludos de voces que conoce bastante bien.
Sus amigos tienen la mala costumbre de llegar sin aviso —y que él ha fomentado cada vez que les dice "avisen a la próxima ocasión", los deja entrar y hasta quedarse a dormir en los sitios disponibles—.
Ve a cuatro jóvenes con bolsas y sonrisas.
Yoongi asume que no debió regocijarse del triunfo antes de obtenerlo. Se alegró demasiado durante toda la semana con la idea en la cabeza de un viernes a solas por fin.
Hoseok, Taehyung, Wendy y Seulgi lo miran con esas caritas de cachorritos alegres y traen bolsas con más comida. No es capaz de decirles que se vayan y le dejen a solas con Jimin porque tienen muchos besos pendientes y curiosidades que saciar.
Las primeras horas del anochecer las gastan horneando el resto de masa sobrante y decorando con glaseado de colores. Taehyung se apodera de las galletas con caritas de Tata y Mang. Wendy comenta que esto es relajante, algo que le hace falta a los alumnos de tercero ahora que un gran porcentaje de ellos son bombas de tiempo y el estrés se respira en el aire. Seulgi se queja que le gustaría estar recibiendo más mensajes cariñosos de su novia ahora que los nervios crecen y que además de preparar la prueba de admisión, también tiene que rendir una especializada para danza, Hoseok asiente de acuerdo en que es como presión doble.
Yoongi ha tratado de mantener los pensamientos a raya, aunque de cualquier forma la ansiedad encuentra una forma y vía de escape. Intenta centrarse en lo más cercano, después de todo está convencido que la prueba de admisión no mide su talento y su preparación se limita al refuerzo que dan en la escuela y pequeñas asesorías online que toma por las noches enfocadas en las áreas que le cuesta más.
Se apiada de almas como Namjoon, quien ahora debe estar sepultado en material de estudios y ansiedad. Por más que Yoongi trata de centrarlo recordándole que tiene las mejores calificaciones de la escuela y podrá entrar a la universidad que quiera hasta con beca completa, "vamos CI de 148" , frase que suele hacer a su amigo reír con timidez.
Si a Yoongi le hacen elegir entre pasar una tarde ahogándose en guías de estudio o en besos prolongados con Jimin, ni siquiera tiene que darse un segundo para meditar su respuesta, la segunda opción suena mejor que cualquier cosa.
Jimin ha insistido que el día que rinda la prueba de admisión lo invitará a una parrillada para celebrar.
—Yoongi hyung —escucha el llamado casi en un murmullo juguetón en su oído antes de sentir que una galleta de Chimmy se apoya en sus labios.
Debería preguntarle pronto, debería hablar con él especialmente porque los meses vuelan y su proyecto es ir a estudiar a Seúl. No ha hablado de eso puntualmente, solo algún par de comentarios vagos y Jimin diciendo que quiere hacer lo mismo cuando termine la escuela; aquello fue antes de que siquiera empezara a pensar en formar algo con el chico de ojitos sonrientes.
Tiene que aprovechar el tiempo ahora, porque después no solo será una rutina que los mantenga separados, también un tramo de kilómetros.
Ahora sí surge la ansiedad.
—Hyung, ¿en qué piensas? Estás mirando la nada. —Jimin apoya el mentón en su hombro y Yoongi abandona el caótico universo de sus pensamientos para involucrarse de lleno en el caótico universo actual reducido a risas y discusiones de qué hacer.
Deciden ver una película romántica y por cada cliché beben soju. Después Hobi propone improvisar karaoke y Yoongi espera que los vecinos no reclamen por el bullicio.
Aunque no tuvo sus largas horas saciando lentamente fantasías con Jimin, debe admitir que le duelen los músculos faciales de tanto reír. Ni hablar de lo adorable que se ve aquel chico que tanto le gusta cuando emite esas carcajadas agudas y melodiosas, con los ojitos que forman dos finas líneas.
Tan bonito que su pecho se aprieta un poco en ese intento de su mente de grabar el momento que se desvanece con los segundos.
En la madrugada hace el reparto de habitaciones y se queja de que su casa parece una hostal. Las chicas se apoderan del cuarto de invitados, Hoseok y Taehyung van al suyo.
—No le falten el respeto a mi cama —le advierte a la pareja feliz, importándole en lo más mínimo que acaba de hacer sonrojar a ambos.
—Yah, no digas eso, no haremos nada de lo que tu mente sucia está pensando —reclama Hoseok de vuelta, todavía con las mejillas coloradas.
Jimin irá con él a la habitación de su madre. Lo mira entrar dudoso, incluso tímido, inspeccionando todo a su alrededor, dando pasos cautelosos como si temiera tropezar y romper algo. Cuando se mete a la cama también lo hace con movimientos lentos.
Termina siendo Yoongi quien estira un brazo para sujetar a su dongsaeng por la cintura y atraerlo contra su cuerpo. No es que planee llegar lejos, se siente casi inmoral de pensar en meterle mano a Jimin en la cama de su mamá. Su amigo parece estar en sintonía, ya que en lugar de buscar esas caricias intensas de horas atrás en el sofá, ahora está en plan dulzura extrema porque deja besos suavecitos por su rostro y acaricia su cabello, enredando los dedos.
—Cada vez que duermo contigo despierto como si estuviera en el infierno.
—Yah, hyung, si lo dices así suena mal.
—Lo digo porque todavía hace un calor digno del inframundo y despierto contigo encima y una capa de sudor, tuyo, mío.
—¿Ya no quieres dormir conmigo? —dice con esa entonación triste y tan manipuladora de crío consentido.
—Claro que quiero, la pregunta es si acaso a ti no te molesta abrazarme así.
—Para nada. —Lo estruja más fuerte—. Me gusta cuando tu piel sabe a sal.
Yoongi comienza a reír y tiene que esperar antes de poder hablar de corrido.
—Tienes muy mal gusto —comenta todavía con la tentación de risa—. No te gusta el mango y te gusta la piel salada, todavía no entiendo cómo somos tan compatibles.
Jimin también lo acompaña con una queja entre risas.
—Solo la tuya —especifica antes de repartir besos fugaces por su rostro.
Yoongi se limita a disfrutar dichoso de los mimos compuestos de besos y dedos que pasean por su pelo.
Quiere más noches así y se pregunta a qué demonio le vende el alma para conseguirlo. Dormir recibiendo caricias suavecitas del chico del cual está jodidamente enamorado.
Su predicción se cumple cuando despierta con los primeros rayos de sol, sudor y el brazo acalambrado por el peso de Jimin, con cuidado lo retira y se reacomoda para seguir durmiendo, pues levantarse un sábado tan temprano no es opción.
Sus amigos se van luego del desayuno-almuerzo, su madre llega no tanto después de eso. Ya no quedan horas a solas, pero desea seguir prolongando su compañía aquel sábado perezoso. Jimin insiste que no quiere marcharse, pero tiene un trabajo de historia que terminar. Yoongi como buen hyung le ofrece su ayuda y busca los documentales que le sirvieron el año pasado para realizar su ensayo.
Abrazando a Jimin y con las galletas que sobraron de ayer, colabora sugiriendo ideas centrales, el menor sonríe amplio, empujando el rostro contra su cuello, dejando una caricia cortita que le hace pensar en los gatitos.
—Deberías salir conmigo —dice bajito, aunque enseguida continúa su oración— el próximo sábado, vi una chaqueta que me gustó mucho.
Casi.
En el próximo intento saldrá, supone.
—Entonces, ¿ya se lo pediste y te dijo que sí? —pregunta Wendy secándose la frente.
Hacer educación física con calor debiera considerarse tortura, correr a mediodía con el sol encima es definitivamente una crueldad. Yoongi alivia un poco el sufrimiento bebiendo un sorbo largo de agua fría antes de contestarle a su amiga.
—No.
—¿Te dijo que no? —Hoseok brinca sorprendido—. Eso es imposible.
—No le he preguntado.
—¿Te faltan ideas para que sea especial? —indaga Hoseok quitándole la botella de agua tras olvidar la suya—. Podrían aprovechar de ir por la noche a esos lugares bonitos y temáticos con luces de colores.
A Yoongi no le convence la idea. Quiere algo que no suene tan cursi como escena de película romántica cliché —similar a la que vieron el viernes en su casa—.
—O podrías decorar tu habitación con luces, preparar una cena...
—¿También le pongo pétalos de rosa a la cama? —interrumpe con tono irónico la sugerencia de la chica.
—Hyung, de qué forma y en qué lugar sería especial para ti si alguien se te declarara —dice Namjoon luego de estudiar la conversación de sus amigos.
No lo sabe. Si bien existe esa parte de sí mismo que le gustan los gestos bonitos y románticos, no ha hecho una lista mental de los lugares donde le gustaría que alguien se le declarase, menos aún dónde podría hacerlo él.
Todo el tiempo ha pensado "algo bonito", pero no ha logrado darle una forma concreta. Lugar, hora, frases.
—O hay algún lugar que para ti y Jiminnie sea especial...
¿Centros comerciales? ¿Sujetarle las manos dentro de un probador luego de esconder ropa para preguntarle si quiere salir con él? ¿Cenar barritas de caramelo y chocolate hasta que los niveles glucémicos se disparen a las nubes?
Quizá tiene que ser simple.
Alguna vez afirmó que lo bello puede estar en la simpleza.
Algo especial no tiene que ser necesariamente complejo.
Idea que Jennie refuerza aquella tarde, luego de que le escribiera un mensaje inesperado para reunirse en la cafetería habitual después de clases.
Fue raro, pero su ex novia le decía que extrañaba sus consejos francos y una conversación con él era necesaria para aclarar sus confusiones vocacionales y el estrés académico innecesario al que la sometían sus padres, a lo que Yoongi riendo suave respondía que ojalá las charlas consigo mismo le ayudaran a dejar de ahogarse en un vaso de agua.
No esperaba terminar contándole a Jennie en qué iba su relación con Jimin, al principio con timidez, luego las anécdotas fluían. Omitiendo bastantes detalles que incluían tiendas y pequeños hurtos que reforzaron el inicio de algo, aquel punto de inicio, el empujoncito, el resto fue como asunto de gravedad y estrellarse contra el suelo.
—Yoongi oppa, eres bueno con las palabras, tal vez ahí está lo que necesitas para hacer de un momento algo especial.
Su fuerte no es la paciencia, pero se siente como enfrentándose a un trabajo que no sabe hacer, entiende a medias el manual de instructivos y cuando intenta llevarlo a la práctica, el proceso teoría a práctica falla, sufre un cortocircuito.
Ha intentado decirle a su hyung que quiere ser algo más, o al menos en su mente lo ha hecho, luego al instante de ponerle palabras, pronunciarlas, se da cuenta que tiene una atrofia en la lengua que lo deja con la boca abierta pero sin hablar.
Una falla en la conexión entre el comando de órdenes voluntarias y la ejecución; cuando habla, termina por decir cualquier cosa menos la intención inicial.
Quiere tirarse el pelo y preguntarse qué demonios pasa consigo mismo.
Cuál es el temor si Yoongi ha puesto un montón de señales que indican que un rechazo es una fantasía poco probable.
Ha dicho que son compatibles.
"Entonces, ¿por qué no te lo pregunta? Quizá no quiere".
Suficiente.
Tuvo una buena parte de su fin de semana empapado de la compañía de su hyung, de los brazos alrededor de su cuerpo y las sonrisas que calentaban su pecho.
Incluso el lunes entregó feliz su ensayo de historia. Jimin piensa que perfectamente podrían estudiar juntos. La fantasía en su cabeza es que mientras esté repasando sus apuntes, Yoongi estaría apoyado sobre su muslo leyendo.
Es inevitable pensar en sus tiempos entrelazados a los de su hyung, no se ha detenido a pensar a profundidad qué pasará al año siguiente cuando Yoongi comience a cursar la universidad...en Seúl.
Cada vez que el fantasma de esa idea se cruza fugaz es cuando no puede evitar querer absorber su tiempo porque a futuro no lo tendrán en abundancia.
—¿Qué haremos hoy, hyung?
En algún punto asumió que las tardes se volverían una parte compartida de sus rutinas.
—Quedé de ir a la cafetería con Jennie.
Batalla consigo para que esa respuesta no supusiera una decepción cuando es consciente de recordar que cada uno tiene sus amigos y pasatiempos.
No se cumple su fantasía, no está la cabeza de su hyung apoyada en su pierna y Jimin no tiene ganas de lidiar con su cuaderno de matemáticas abierto y ejercicios inconclusos.
Al menos los videos que le envía Jungkook son una grata distracción que le arrancan sonrisas pequeñas y agradece internamente que decidiera llamarlo.
—Jimin-ssi, me vi en la obligación de llamarte debido a que tu reacción a mi mejor selección de videos es demasiado insípida. Vamos, dime qué ocurre.
No sabe cómo explicarle sin sentirse tonto, aunque Jungkook ha escuchado cada una de sus inseguridades, por lo que no debiera ser razón para frenarse ahora.
Al final termina por contar en qué va su relación poco definida con Yoongi, todos esos "y si..." no justificados que lo confunden y empieza a ver figuras de monstruos donde solo hay ropa colgada y ramas de árboles. Jungkook ríe bajito, acotando que espera ser de los primeros en saber cuando comiencen a salir, pero que a este paso será dentro de una década.
—Jungkook-ah, eso es exagerado.
—Pero es que escuchar cómo ambos están dando vueltas en círculo sin llegar a ninguna parte lo es, me haces querer actuar de paloma mensajera y escribirle a tu hyung.
—No lo hagas —reclama enseguida, recordando que una vez a los diez añitos, Jungkook se acercó a un niño para decirle que Jimin quería jugar con él, pero que era tímido como para pedírselo directamente.
—¿Por qué no lo propones?
Si es honesto, ver los problemas desde afuera, los de alguien más, siempre parecen más fáciles de solucionar. Cuando sus amigos le han comentado situaciones que los complican lo simplifica con un "haz esto", porque él no está dentro de sus mentes y si no le explican no entiende cuáles son los obstáculos.
Jimin no sabe explicarse y es normal que Jungkook logre captar los matices de su inseguridad.
—Eso quiero, pero no se da el momento.
Por no decir que encuentra patética su forma de autosabotaje.
—¿Y ese cuál sería?
—Ya sabes, algo bonito, para recordar —dice bajito, un poco avergonzado.
—Eres muy cursi, el momento que sea lo recordarás con una sonrisa de tonto.
—Yah, no estás ayudando. —No quiere admitirlo en voz alta, pero Jungkook tiene razón, sea cual sea la instancia la recordará sonriendo como tonto.
—Lo hago, pero eres un hyung poco agradecido que no aprecia mi sinceridad.
Lo aprecia, la lógica de Jungkook le ayuda a aterrizar, aunque esto implique caer de lleno en que se hunde en complejos no fundamentados. Es triste, pero útil.
—Bien, el problema soy yo que no me salen las palabras y pensaba que en un momento especial y con una atmósfera que facilitara las cosas podría hacerlo.
—Podrías escribirle.
—Es que es como distante.
—O enviarle un audio.
—Es que quiero que sea en persona.
—Entrégale un papel y que lo lea frente a ti.
—No, no así.
—Yah, hyung, no lo pienses, dilo de corrido y sin respirar, como cuando tragas un jarabe malo.
—Es que no quiero que Yoongi hyung me recuerde siendo tan torpe.
Quizá parte de los complejos se vinculan a la imagen que quiere transmitirle a su hyung.
—Eres torpe, seguro no sería novedad para él —comenta conteniendo las ganas de reír cuando Jimin suelta un quejido agudo y frustrado—. Sé el hyung valiente que algunas veces admiro.
—¿Algunas veces?
—Es mejor que ninguna.
Jimin termina sonriendo con el teléfono pegado a la oreja, hablando durante horas con Jungkook, quien intenta animarlo con anécdotas del nuevo semestre, los nuevos estrenos de series que deberían ver juntos —a la distancia, cada uno en su computador y altavoz para ir comentando—, del pequeño perrito blanco que adoptó hace pocas semanas y que Seokjin junto a él eligieron el nombre de Gureum.
También quiere tener un perrito junto a Yoongi.
Quiere esa seguridad que tiene Jungkook sobre sus proyectos y la compañía de Seokjin en ellos.
¿Cómo va a aspirar a eso si no es capaz de enfrentarse a algo tan sencillo como definir su relación con Yoongi?
Lo hará.
El sábado es el día —su plazo límite autoimpuesto—, pretende hacerlo, dejará de buscar momentos excepcionales como de película y cuando acompañe a su hyung a casa, le sujetará las manos y le preguntará si quiere ser su novio...
Ha repetido de varias formas la pregunta en su cabeza, jugando con las palabras. Tiene el resto de la tarde para decidirse por la que suene más memorable.
Ahora espera que llegue en la parada de autobús, de acuerdo a sus esquemas de visitas y el tiempo que dejan pasar antes de volver a un centro comercial, hoy planean ir a uno relativamente cercano a sus casas, aunque antes pretenden almorzar en algún local de comida rápida porque a Jimin se le antoja una hamburguesa.
Apenas Yoongi aparece en su campo visual su corazón se agita y cuando está a pocos pasos de llegar a su lado, estira su mano para agarrar su brazo. Su compañero de delitos sonríe y Jimin siente un pequeño sismo interno.
—Creo que el otoño ya no existe —se queja el mayor apoyado sobre el hombro de Jimin una vez sentados al final del bus.
Coincide parcialmente, si bien el calor se prolonga aún cuando ya no debiera ser verano por calendario, ahora las noches se han vuelto más agradables y a ratos por las tarde hay una brisa fresca que se agradece.
—Cuando menos lo esperes estaremos en invierno.
—No me anima sentir frío.
—Podría abrazarte para que no te congeles.
—Cuento contigo para sobrevivir al invierno —dice con entonación perezosa, buscando su mano a tientas. Jimin la sujeta.
"¿Me estás proponiendo que estemos juntos por muchos inviernos y adoptemos un perro? Pues mi respuesta es sí a todo".
El primer destino antes de poner sus ágiles manos a la obra, es el local de hamburguesas. La carta es variada y la combinación de ingredientes resulta bastante curiosa, algunas con demasiados sabores que imagina que sus papilas no lograran procesar cada uno de ellos. Su boca se hace agua cuando ve como un mesero lleva una hamburguesa monstruosa a uno de los clientes.
Jimin no sabe cómo lo hizo para acabar con su hamburguesa y el resto de papitas fritas que dejó su hyung. Apenas respira y se repite en vano nunca más comer tanto a sabiendas que lo olvidará.
Tienen que hacer una pausa necesaria para digerir y no agonizar en el camino. Sabe que así, atiborrados y aturdidos, difícilmente podrá siquiera llevarse un lápiz de alguna tienda. Jimin siente que si no tuviera una armazón y piel, se estaría desparramando.
—Recuérdame que no debo comer tanto —se queja bajito con un gemido, apoyado en el hombro de su hyung.
—Y tú a mí, creo que voy a morir.
Cuando se sienten mejor deciden dar una caminata tasando qué lugares parecen ser blancos fáciles. Inician con algo simple, una tienda amplia de diversos accesorios. Jimin guarda en su bolsillo un set de aros y una pañoleta, Yoongi esconde un par de lentes de sol. Luego van por ropa, el chico pálido señala dónde se encuentra su objetivo principal de la visita al centro comercial.
Cuando lo observa sujetar esa chaqueta de cuerina y revisar disimuladamente dónde tiene la alarma, quiere tirar su brazo y decirle "no, no te la lleves, no arruines mi sorpresa", pues en una travesía en solitario la vio en una vitrina y supo que era perfecta para su hyung. Haberla conseguido fue un asunto de suerte más que de estrategia. Pretendía que fuera un obsequio cuando rindiera la prueba de admisión.
No alcanza a decirle que no cuando Yoongi ya la empuja rápido dentro de la mochila en uno de los puntos ciegos que habían pillado en el recinto.
Bueno, nada qué hacer, buscará otro regalo y podrá sacarle un par de billetes a la prenda escondida en su clóset.
Yoongi lo cubre cuando esconde un pantalón y un suéter delgado de hilo, ideal para la transición al invierno, para las agradables temperaturas medias y viento fresco.
No sabe qué es, si acaso se debe a que su vista se cruza fugazmente con la de un vendedor que dobla y apila las prendas desordenadas o la precaución que implica la fase previa a atravesar la mampara, pero ahí está esa sensación incómoda propia del potencial peligro.
Siempre hay una cuota de peligro al hacer lo que hacen.
Su hyung le sugiere que deberían aprovechar el flujo de gente para mezclarse y salir. Jimin asiente, por lo general es una buena estrategia, aunque hay algo que le dice "hoy no", "aborten misión", que todavía pueden retroceder y con descaro sacar las cosas que esconden en sus mochilas.
Yoongi avanza seguro, Jimin trata de hacerlo también, de mezclarse entre dos chicas a punto de salir.
Una mano aprieta su hombro, quiere que el gesto sea de su compañero, pero no es la forma cariñosa con la que sus dedos se ciñen a su cuerpo. Es un agarre seco.
La voz ronca que le insta a detenerse y los dedos aferrados no son de su hyung.
Todo pasa rápido.
Cuando voltea hacia su izquierda ve que otro guardia obliga a su amigo a abrir su mochila y sabe que tendrá que hacer lo mismo.
El frío baja por toda su columna, percibe su propia respiración profunda y cada señal que emite su cuerpo por el miedo. Si su estómago duele no es por la hamburguesa monstruosa más la porción y media de papas fritas. Al menos la comida se mantiene pesada en su sitio.
Está jodido. Los dos lo están.
Yoongi intenta negociar con su semblante indiferente que puede pagar por las prendas de ambos. Algo que varias veces funciona con la advertencia de no volver más a poner un pie en la tienda en cuestión, pero no sirve, el guardia que lo aprehende ríe al decir que debió pensar en eso antes y su hyung bufa como gato enfurruñado.
Jimin deja que una risa nerviosa escape de sus labios, porque ese ruido de felino ha sido adorable. Es que todavía no termina de digerir todo lo que implica haber sido atrapado que su cabeza no está ordenando bien las ideas. Quiere sujetar la mano de Yoongi.
El resto es como si viera la situación desde afuera de su cuerpo, una desconexión a medias y acciones mecánicas, ya sea cuando abre la mochila y entrega el par de prendas —es una lástima, le gusta mucho ese suéter—, también al asentir sin entender muy bien que le dice el guardia mientras lo conducen a él y a su hyung a través de la zona de empleados a un cuarto pequeño sin sillas.
Capta la idea vaga de que tendrán que esperar ahí a que venga la policía por ellos. Cuando Yoongi le pregunta casi escupiendo las palabras cuánto tardarían en llegar, el hombre responde burlesco que podrían ser horas.
En el instante que Yoongi sujeta sus mejillas, vuelve a la realidad. Está junto a su compañero atrapados en pleno crimen. Recuerda haberse prometido que cuando pasara pararía...ya no podrá tener ese suéter bonito sin pagar por él. Bueno, tampoco es tan bonito como para querer pagar con él.
Ya no podrá hurtar barritas de caramelo mientras Yoongi lo cubre.
Lo invade la nostalgia anticipada y si no estuviera todavía aturdido querría llorar como un crío por eso y no porque fueron descubiertos.
—Jiminnie, ¿estás bien? —pregunta suave, con los pulgares haciendo círculos en la piel blanda y tibia.
—Sí, sí, hyung. —Hace un movimiento afirmativo. O sea, físicamente lo está. Si observa más a detalle esos pequeños ojos oscuros, sabe que Yoongi está tan confundido como él, a medio procesar la situación—. Estamos jodidos.
—Sí —murmura mordiéndose un poco el labio inferior, sin alejar las manos de sus mejillas—. Mierda, sí —repite con una risita nerviosa.
Bueno, ya se metieron en problemas de los que será imposible escapar; un poco más, un poco menos no hará realmente una diferencia. Quería tiempo a solas, ahora lo tiene, no de la forma que hubiera esperado; hay deseos que se cumplen casi como una burla. No lo piensa a cabalidad, solo desea, afirma la nuca de su hyung y lo atrae hacia su boca.
Están a solas y para Jimin significa libertad para besar a Yoongi.
Hay una cámara en una esquina y la verdad es que no le importa. Se aferra con la mano libre a la cintura de Yoongi, buscando más intensidad en el beso, empujando la lengua, resbalando mojada cuando le da acceso. Jadea sobre sus labios y lo besa transmitiendo toda la ansiedad e incertidumbre que lo invade por completo.
No sabe qué hacer.
Sabe cómo y de qué forma besar a Yoongi para sentir que se funde y amolda contra su cuerpo. De momento es la única certeza a la que se aferra.
Los besos son una buena forma de hacer pasar el tiempo. Temor, adrenalina, resignación y placer; todo mezclado.
Probablemente si algún guardia vigila las cámaras en algún segundo llegará a la que está justo sobre ellos. A Jimin ya no lo importa que el sujeto desconocido lo vea desde otro sitio devorándole la boca a su futuro novio y padre adoptivo del perrito que criarán juntos.
Yoongi se aleja al escuchar pasos hacia la puerta y desliza el pulgar sobre sus labios para limpiar los restos de saliva combinada, antes de pronunciar su nombre bajito y para Jimin es tan agradable como recibir una segunda caricia.
La puerta se abre estrepitosa, ingresa una señora que se queja a viva voz sobre la injusticia, que no es que ella se hubiera llevado intencional el producto del que se le acusa y que tendrán que vérselas con su abogado. Yoongi y Jimin contienen la risa, la mujer ni siquiera repara de la presencia de ambos y al segundo que lo hace, desvía la mirada con indiferencia.
Jimin permanece arrimado al mayor sentados en el suelo. La señora está de pie y de brazos cruzados. El ambiente es incómodo y el silencio largo.
¿Cuántos minutos habrán pasado? ¿Una hora? ¿Más? ¿Menos? Podría revisar su móvil para estimar el tiempo aunque no recuerda con exactitud los números señalados por el reloj al entrar a la tienda.
Yoongi lo hace primero.
—Llevamos casi cuarenta y cinco minutos aquí.
Para el mayor esto es un desastre. Sus labios todavía hormiguean por los besos, una buena distracción a todo lo que les espera.
Ahora sí verá a su madre decepcionada, más que enojada —no duda que se pondrá furiosa en primera instancia—, será esa mirada de expectativas rotas.
Muchas veces Yoongi pensó que el día que lo atraparan podría llamar a su hermano para que cubriera sus huellas —con un regaño de por medio, claramente— o que podría ingeniárselas por su cuenta para salir de ello, pero no puede, no cuando involucra a la policía y el hecho de que son menores de edad.
No pasan tantos minutos más antes de ver a dos oficiales, uno joven y otra mujer mayor en la entrada.
Cuando esposan sus muñecas se burla diciendo que no es cómo si pudiera escapar o que fuera un criminal peligroso, la mujer responde en el mismo tono que eso no le consta. Mira hacia Jimin preocupado, pero su dongsaeng permanece silencioso.
Si este no fuera el contexto, pensaría que hay un buen componente erótico en aquello de ver a Jiminnie inmovilizado con esposas. Qué más da, pensarlo e imaginar otra situación es una excelente distracción mental al bochorno del trayecto al vehículo y algunas personas mirando.
Su cabeza es un caos. Meterse en problemas no le permite pensar bien.
El siguiente trayecto es al establecimiento policial de la zona. Lo separan de Jimin para hacerle entrar a una oficina, llenar una ficha con sus datos y revisar sus antecedentes, acompañados de comentarios sobre la juventud que perdió los valores y "es una lástima, una deshonra a tus padres". Si piensa que las incomodidades acaban, está por completo equivocado porque hacen que se abra la camisa, que vacíe los bolsillos, revisan su calzado, demandan bajarse los pantalones y hacer un par de sentadillas por si tiene algo escondido dentro. "Por protocolo" insiste el oficial que apenas le dirige la mirada.
Es bastante humillante y espera poder reír de eso con los años.
Luego lo guían directo a una celda pequeña y de colores fríos —no es como si pudiera esperar otra cosa—. Hay un banquillo largo pegado a la pared, murallas de cemento pintadas de blanco con algunas manchas y barrotes grises cromados.
Es un alivio que Jimin llegué un par de minutos después, reclamando avergonzado de los protocolos.
Les avisan que sus cosas quedan en custodia en lo que llegan sus padres a buscarlos.
Los acompaña la misma mujer que con porte indignado se va a sentar de brazos cruzados a un extremo de la banca. En la otra esquina hay un sujeto joven echado mirando hacia el techo.
Al cabo de los minutos hacen entrar a dos chicas que parecen de su edad que no dejan de reír, quizás es rutina para ellas acabar tras las rejas.
—¿Qué no va a pasar? —pregunta Jimin a volumen bajo. Está sentado en el suelo arrimado al costado de Yoongi.
—No creo que mucho, digo la furia de nuestros padres, lo que ellos hagan y digan podría ser la peor parte —responde acariciando su mano pequeña, delineando sus dedos gorditos—. ¿Te he dicho que me gustan mucho tus manos?
Jimin ríe bajito con las mejillas rosadas. Incluso en situaciones feas, Yoongi consigue hacerle sentir algo bonito.
—Me refiero, además de lo que nos digan nuestros padres y el castigo. —O consecuencia, insistirían los señores Park.
—Como tenemos antecedentes limpios podrían dejarnos ir tras un largo sermón, podrían también cobrar una multa o un par de jornadas de trabajo comunitario.
—No sería muy diferente a la escuela.
—Por eso nuestra escuela puede llegar a ser como una prisión —afirma Yoongi y Jimin le da la razón.
Cuando Yoongi mira a través de los barrotes a la ventana más cercana, nota el cambio de luces, afuera ya está oscuro. Imagina que al ir caso por caso podrían pasar otro par de horas antes que llamen a los adultos a cargo de su cuidado.
Nuevamente lo hace salir, el policía le indica que le diga el número del adulto a cargo. Se tienta en dar el de su hermano, pero es imposible que viaje de Seúl a Daegu por eso. Dicta el de su madre antes de tragar grueso.
Entra a la celda y llaman a Jimin, segundos eternos sin su compañía.
Vuelve a recordar que no se vive de triunfos y que ya no podrán compartirlos saliendo victoriosos de las tiendas con todo cuanto desean.
No se puede tener todo.
Aunque lo que sí quiere es tener la compañía prolongada de Jimin.
Cuando regresa su dongsaeng, también sigue sus pasos cortos un hombre borracho hasta las cejas, que alega frases que no se entienden con las sílabas arrastradas torpemente, que se deja caer como peso muerto en la banca. La mujer brinca y se orilla lo más lejos que puede del sujeto.
Es un desastre, pero está con Jimin y no todo es tan malo.
Vaso medio lleno.
—Yoongi hyung, hay algo que quiero preguntar...
Tiene que hacerlo.
No quiere esperar más porque el tiempo es corto y se le escapa entre los dedos.
—Sé que este no es el lugar más bonito para decirlo, pero supongo que así y aquí será imposible de olvidar —dice alzando la mirada tras una pequeña risa nerviosa—. Pasé días pensando en cómo pedirlo, queriendo armar un discurso lindo y todas esas cosas cursis que no se me dan, pero...me gustaría que salieras conmigo, es decir, quizás antes debí invitarte a una cita y ahí pedirte que... bueno, seamos algo, creo que me adelanté...
Es un desastre.
Quería preguntárselo de forma bonita y solo expulsa una verborrea sincera y torpe.
—Yoongi hyung...
—Creo que ya hemos tenido citas, aunque nunca lo nombráramos como tal...
—Hyung, quiero...
—O sea, podemos hacer ambas cosas, pero quisiera invitarte a una cita bonita de esas que te hagan sentir feliz y decir cursilerías, claro si quieres decirme cursilerías, me gustaría escuchar cursilerías de tu parte —está yéndose por las ramas, pero es que está nervioso y nunca le ha pedido a alguien salir.
El señor borracho acaba de vomitar, el sonido y el olor se expanden desagradables por el ambiente. El par de chicas jóvenes se quejan agudo.
Siempre puede ser más desastroso. Las arcadas del hombre distraen a ambos que voltean disimulados. El sujeto más joven se aproxima a los barrotes para llamar al policía más cercano, pero es ignorado.
"Lo siento por pedirlo de forma tan desastrosa, Jimin-ah".
—Estoy perdiendo el punto, me gustas mucho y quisiera salir contigo, cuando me acompañes a alguna reunión familiar decir "ah, sí, es mi pareja" y ese tipo de cosas, estás en mis proyecciones y hasta nos he imaginado viviendo juntos, creo que eso último es demasiado intenso, no te agobies, si alguien me dijera eso me asustaría, es solo...vamos por pasos y veamos que resulta.
Jennie se equivocó parcialmente, será bueno con las palabras cuando quiere escribir canciones o para ensayos de literatura, pero para esto...no. La vergüenza quema en sus mejillas y vuelve reír porque en su mente suena la voz de algún adulto sermoneando que "vergüenza se tiene para robar".
Haber robado en tiendas le produce menos vergüenza que la seguidillas de cosas que involucran a Jimin y cada salto que han dado juntos, cada barrera de espacio personal e intimidad que han ido atravesando. Menos vergüenza que su discurso improvisado, una especie de corriente de la consciencia que difícilmente pondría feliz al profesor de literatura. Todo eso calienta más sus mejillas que la mano del guardia sobre su hombro diciéndole que abriera su mochila frente a otros clientes que observaban curiosos o los sermones del policía que anotaba sus datos en la ficha.
—Yo quería decirlo primero. —Jimin hace un pequeño puchero—. Si viviéramos juntos deberíamos adoptar un perro.
—O tal vez dos. —Yoongi muere de ganas de besarlo, pero se contiene, además el olor agrio que invade la celda aturde su pobre olfato.
—Nuestra cita bonita tendrá que esperar a que nos levanten el castigo.
Jimin aprieta su mano feliz, aunque sabe que sus padres querrán colgarlo, Min Yoongi ha hecho que algo cálido estalle en su pecho dentro de aquella fea celda, con desconocidos alrededor y la voz aguda de su madre al otro lado de la sala.
No importa. Está saliendo oficialmente con Min Yoongi.
No les importa ser el vivo ejemplo de que estar enamorado altera el orden de las prioridades y preocupaciones, encontrando momentos especiales en los lugares más inesperados —y no exactamente bonitos—.
A fin de cuentas, será inolvidable.
***
Ahora sí, queda muy poco uwu, en cualquier momento viene el final, yo ilusa pensaba que lo terminaría a fin de año.
Gracias por apoyar a mi bebé y por cierto, nunca es tarde, ¡feliz año y primera semana de este! 🥺 Que este 2021 traiga sorpresas de las buenas y mucha inspiración.
Pd. Momento de memes robados de alguna parte 😂
Vi esto, pensé en este par y me reí.
El amor ante todo uwu
Quienes pasaron por Without Sugar lo entenderán 💖
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