VI. Intercambio
A veces las cosas ocurren de forma inesperada. "Empujones del destino", diría su mejor amiga. Claro, si el destino es Hoseok y el empujón violento es una solicitud enviada por el chico que irradiaba diversión en su maldita sonrisa extensa.
Había estado mirando un par de segundos el perfil privado de Jimin, si bien no podía acceder al contenido, sus ojos estaban puestos en la pequeña imagen en la que salía el rostro sonriente, seguido de una breve descripción: estudiante de danza contemporánea, videojuegos y una bandera multicolor. También se fijó en los contactos en común, entre ellos Hoseok y su novia.
No esperaba que de repente Hobi y Wendy estuvieran parados a su lado. La chica traía los mug cakes en una pequeña bandeja que dejó en la mesita de centro junto al resto de los snacks que acompañarían una maratón de películas.
La verdad era que no esperaba invitados.
Tenía planeado un sábado tranquilo y sin compañía. En teoría, era el día que estaría con Jennie en la celebración de sus padres; la chica le había enviado varias fotos de largas mesas con los sofisticados platillos que se estaba perdiendo y una selca de ella con un bonito vestido ajustado a su cuerpo delgado.
El plan b era trabajar en composiciones, aprovechando que lo visitaba brevemente la inspiración. No contaba que sus dos amigos aparecerían tras su puerta con bolsas con comida y sonrisas de críos traviesos.
—¿Jimin? —preguntó curioso Hoseok, recargando la cabeza en el hombro huesudo de Yoongi—. ¿Por qué miras su perfil?
—Me salió entre las sugerencias —respondió sin darle importancia. No era mentira después de todo, fue por eso que terminó ahí, impulsado por la intriga permanente y el algoritmo de las redes.
—Podrías agregarlo.
Yoongi contrajo las facciones en un gesto reprobatorio, Hobi agregaba a medio mundo sin problemas, en cambio Yoongi no solía enviar solicitudes así como así.
—Podrías —concordó Wendy—. ¿Lo hago por ti?
—Mejor yo lo hago, estoy más cerca —dijo Jung riendo, acercando su dedo a la pantalla. Yoongi reaccionó intentando alejar el teléfono estirando el brazo.
Entre forcejeos, Yoongi se retorcía y Hoseok se apegaba a su cuerpo, intentando darle con la yema del índice al botón de seguir.
Ocurrió lo que no quería que pasara. Un ligero roce y la solicitud para seguir el perfil de Park Jimin estaba enviada.
Quiso ahorcar a Hoseok en ese segundo.
No han pasado ni dos minutos del incidente y todavía quiere rodear su cuello con las manos.
No lo hará, pero se conforma con pensarlo.
Mantiene la mirada clavada en sus dos amigos, un par de segundos en Hoseok, otro par en Wendy. Silencioso, analizando si vale la pena abalanzarse sobre el culpable o por lo menos zamarrearlo por hacerle sentir una vergüenza enorme.
Los dos aprietan los labios conteniendo las risitas. Wendy no hizo nada por impedirlo, claramente cómplice de las desastrosas ocurrencias de Jung.
Los músculos siguen tensos. Su mandíbula la percibe rígida y no entiende por qué está tan nervioso por una simple solicitud. Ni que fuera algo especial. Todavía puede retractarse.
Debería hacerlo.
Está a tiempo para deshacer todo y pasar desapercibido.
No.
Muy tarde.
Su celular emite un pequeño ruido, sus amigos sin entender de privacidad y espacio personal se acercan curiosos a husmear la pantalla del aparato que Yoongi sostiene con una de sus manos.
—Aceptó —dice la chica castaña con los labios que se estiran.
—Si no me lo dices, no me doy cuenta, Seungwan —pronuncia con sarcasmo. Sabe que usar el nombre coreano de su amiga es sinónimo de estar molesto, por lo que ella intenta persuadirlo poniendo carita dulce. Un poquito de aegyo para ablandar su corazón.
Yoongi quiere echar a ambos de su casa, pero no puede cuando ponen esas expresiones de cachorritos abandonados en la lluvia.
Al menos bufa para demostrar que sigue inconforme y dar a entender que los dos debieran estar haciendo méritos para aplacar su humor descompuesto.
—Mira, gracias a mí tienes un nuevo amigo.—Hoseok no está ayudando precisamente—. Ahora puedes mirar sus fotos y videos.
El ceño de Yoongi se arruga, está preparando alguna respuesta mordaz, la tiene en la punta de la lengua.
—¿Podemos comer y ver películas? —interrumpe Wendy. Petición para aligerar el ambiente—. Las gyozas se están enfriando.
Yoongi asiente y dejar caer todo su peso en la esquina del sofá, Hoseok demanda un lugar al centro cuando los otros dos conspiraron en la elección de una película de terror. No es que le entusiasme la idea, sino más bien es una pequeña venganza: mirar el rostro asustado de su mejor amigo y los pequeños brincos por cada escena brusca.
Hoseok, ingenuo espectador ideal de películas de terror, permanece en alerta; Wendy está más concentrada en comer y quejarse de los giros obvios del argumento; Yoongi ha dejado de prestar atención hace un buen rato.
Todavía percibe algo raro en el estómago. No lo entiende y si lo analiza en frío, roza lo absurdo sentirse nervioso por algo nimio. Simplemente han comenzado a seguirse en una red social, no es en particular novedoso, no significa necesariamente un cambio a las interacciones pobres, pero no inexistentes —como con buena parte de la escuela—, no debería seguir pensando en ello.
Aún así, no deja de ser un pensamiento rumiante. Al ser una persona de naturaleza ansiosa, una vez que una idea se instala en su cabeza, permanece un buen rato, tiene que pasar como por cuatro estómagos antes de lograr digerirla.
También tiene que admitir —para sí mismo, no lo dirá en voz alta— que es cierto que Hoseok hizo fácil algo que seguramente no habría hecho por su cuenta. Es decir, por su mente cruzó el fugaz pensamiento "¿y si lo sigo?", pero desapareció tan rápido como llegó, descartado de plano.
Las ganas de ahorcarlo se han reducido.
Se acerca el final de la película, aún sin haberle puesto mayor interés, es tan predecible que unir hechos no requiere de mayores habilidades de comprensión. Hobi está acurrucado entre ambos, estrujando el brazo de Yoongi cuando el celular en su bolsillo vibra y suena, su amigo salta y el mayor lo aparta con un empujón suave para tomar su teléfono.
Le sorprende ver un mensaje de Jimin.
[Gracias por la barrita de caramelo]
Al parecer a Hoseok también porque parpadea incrédulo.
—¿Barrita de caramelo? —pregunta al cabo de unos segundos, cuando parece no lograr juntar las piezas de lo qué está pasando.
—¿Eh? ¿Qué barrita de caramelo? —Wendy se une a la conversación.
—Eso le escribió Jimin a Yoongi hyung.
—Intrusos —masculla entre dientes al par que clavan sus ojos en él con insistente curiosidad—. Le regalé una barrita.
—Eso es raro, ¿desde cuándo le regalas barritas a Park Jimin? —pregunta la chica inclinándose más cerca de Yoongi.
—Desde que él me convidó la mitad de una durante la detención.
—No me habías contado que ahora eres amigo de Jimin-ah —comenta Hoseok con una expresión que combina la curiosidad y diversión. Como si tratara de descifrar aquello que ni siquiera Yoongi entiende.
—No somos amigos —Yoongi aclara, aunque a la vez se cuestiona la necesidad de dar explicaciones—. Tú eres más cercano a él que yo.
¿Para quienes van dirigidas exactamente? ¿Para ellos o a sí mismo?
No le ha comentado a Hoseok el pequeño secreto de Park, el punto de cercanía que los une, y si Wendy lo sabe es porque los tres se han topado en la misma tienda haciendo lo mismo.
Aunque Hobi sí sabe que varias cosas nuevas que aparecen en su habitación o en su mochila provienen de "formas deshonestas", como le dijo un día que salieron de un supermercado y Yoongi le entregó aquellos calcetines con perritos que a su dongsaeng le habían gustado.
—Hay una riesgosa promoción de que si lo escondes muy bien te lo llevas gratis —respondió Yoongi como si no fuera nada. Diversión y sonrisita burlesca.
—¡Yah, hyung! —se quejó—. Nos vas a meter en problemas un día de estos.
Pese a la queja, guardó los calcetines y los conserva hasta la fecha. Así como también ha recibido otras cosas, añadiendo un "no quiero saber más detalles".
Por eso no le ha contado más detalles. Detalles como "vi a Jimin escondiendo una barrita de chocolate en el bolsillo", por solo mencionar una de las muchas cosas que el chiquillo con cara de angelito sonriente se ha robado como si nada.
—Vamos en la misma academia en clases distintas, además es el mejor amigo de Taehyung.
—¿De quién? —pregunta Yoongi. No suele prestar atención a nombres ajenos, más si son de personas de poca relevancia en su vida.
Si lo mira de ese modo, no es que Jimin tenga una relevancia tanto mayor o de eso trata de convencerse, porque no tiene sentido la forma en que llama su atención.
Pequeñas contradicciones en las que no quiere indagar a fondo.
—El chico que siempre está con Jimin —dice Hoseok estirando la mano para coger su vaso con Sprite.
Wendy escucha atenta, pellizcando trocitos de masa del mug cake y con una ligera pizca de burla pronuncia: —¿Taehyung?
Si algo llama la atención tanto de Seungwan y Yoongi es un sonrojo que no pasa desapercibido en las claras mejillas del otro chico.
—Siempre me saluda, es simpático. —Hoseok se remueve e intenta no darle importancia a que su cara arde.
—En el último tiempo eres tú quien lo saluda primero, Hobi oppa~ —expone Wendy con diversión.
Yoongi emite un monosílabo ronco, seguido de un: —Así que...¿Taehyung?
Lo justo es tener un poco de material también para reírse a costa de su amigo. Con cariño, obviamente. Lo mínimo después de la solicitud enviada sin permiso a Jimin.
Ahora se pregunta si debiera contestarle. Algo que dé cuenta que no lo dejó en visto.
Escribe un conciso:
[Está bien]
Lo lee muy frío, por lo que agrega otra frase corta. De ser una conversación cara a cara no dejaría de ser torpe y poco fluida.
[Buenas noches]
[Buenas noches :)]
Yoongi tiene admitir otra cosa más: haberse agregado mutuamente sí ha cambiado el ritmo de la interacción, o al menos eso cree. No es que hayan llegado al extremo opuesto de hablarse cada día, pero han cruzado más palabras y conversaciones que se extienden por un par de minutos, aumentando gradualmente.
Comenzó el lunes en el bloque de detención. Había olvidado aquel consejo de los caramelos, entonces Jimin le convidó goma de mascar de uva.
El martes Yoongi quiso devolver el favor con caramelos de mango, encontrándose con la sorpresa de que a Jimin no le gustaban y se disculpaba con una sonrisa apenada. Quiso obsequiárselos a Jennie, pero ella, después de haber comido como si no hubiera mañana, pensó en regular la ingesta de azúcares —algo que Yoongi no entendía, porque su novia se veía igual de bien a sus ojos—. Al final, Hoseok los aceptó de buena gana y al día siguiente observó curioso como le regalaba uno al amigo de Jimin después de un intercambio de saludos.
Esa noche recibió un inesperado mensaje afirmando que le gustaban los caramelos de fresas y Yoongi, sonriendo extrañado todavía, respondió un corto "ok", que se leyó más seco de lo que hubiese sonado de sus labios.
Durante esa semana no solo intercambiaron caramelos y chicles, las conversaciones empezaron a prolongarse, además de descubrir intereses en común —a parte del robo hormiga—, a susurros, incluso por notas de papel cuando algún profesor estricto silenciaba cualquier ruido verbal por tenue que fuera. Luego por la noche algún intercambio de mensajes con "esta canción era la que decía" y "mira, el tráiler que te comentaba en la tarde".
En la jornada involuntaria de trabajo el sábado, Jimin le ofreció una tira de chicles. También conversaron largo y tendido de todo y nada a la vez mientras limpiaban los salones del primer piso. Reían de lo que las personas escribían en las mesas y su hoobae le comentó acerca de un compañero que anotó las fórmulas de física en una esquina, pero su plan falló, porque al momento del examen los cambiaron a todos de lugar. Yoongi entre carcajadas admitió que le ocurrió algo similar.
—Yoongi sunbae, ¿qué tan seguido haces trampa? —preguntó divertido con ese tipo de sonrisa que es contagiosa. Como si no solo insinuara un par de apuntes en el escritorio.
Respondió sonriendo cómplice, encogiendo los hombros.
Le gusta estar agregando otra pieza al conjunto de fragmentos que componen a Jimin. Quizá de a poco —o tal vez más rápido de lo que imagina— logra captar buena parte de la figura. Un puzzle a medio hacer.
A veces cree que las personas son de esos rompecabezas que nunca se logran armar enteros, siempre falta una pieza, escondida en algún lugar que uno desconoce.
"Nunca se termina de conocer a la gente", se supone. Puede que Jennie o sus padres lo piensen si se enteran de cómo sus manos agarran y esconden cosas de las tiendas sin permiso ni culpa.
Ahora arma una lista mental de qué necesita cuando vaya al supermercado, los caramelos de fresa forman parte de ella. De alguna forma debe compensar esos chicles de menta-sandía que recibió por la mañana.
—Masticar chicle me ayuda a estar despierto, deberías guardarlo para las clases —le dijo Park con un pequeño guiño y tono que rozaba la broma— o a controlar la ansiedad.
No supo si eso último fue una acotación que Jimin hizo sobre sí mismo o una lectura dentro de la mente de Min Yoongi y sus complejos. Seguramente aplicaba a los dos.
Quiere preguntarle a alguno de sus amigos o a su novia si alguna vez había llegado otra persona que despertara inusitada curiosidad. Si había alguien con quien te dieras cuenta de repente, después de tanto compartir el mismo espacio y con interacciones vagas, que te encuentras cómodo a su lado y conversando como si nunca hubiese existido tal distancia.
Jennie lo saca de sus cavilaciones apretando suave sus hombros.
—¿Listo? —pregunta empujándolo suavecito hacia el mat extendido en el suelo.
Sinceramente no lo está, pero a su novia le gusta incluirlo en los ejercicios de rutina de yoga. Insiste en los múltiples beneficios, sumado a que aliviará contracturas posteriores a la práctica de básquetbol.
Treinta minutos de músculos sufriendo y estiramiento son suficientes para Yoongi, quien aseguraría que terminó más adolorido a comparación de antes.
Ella sigue y él la mira estirarse flexible y grácil como un gatito.
Antes le ponía más empeño a los entrenamientos, ilusamente intentando seguirle el ritmo a la chica castaña —aunque su capacidad de elongación es un símil a un bloque de concreto—. Servía de excusa para el contacto físico, abrazos y los besos repentinos que le hacían reír en tanto se esforzaba en mantener determinadas posiciones que probaban su fuerza y resistencia, ella insistía con un "aguanta diez segundos más" y sus labios eran el premio al esfuerzo.
No entiende por qué, pero los besos han ido disminuyendo, igual que las muestras de afecto que ella iniciaba en mayor parte. A Yoongi le gusta más recibirlas y siempre ha sentido su cuerpo rígido cuando trata de ser espontáneo y darlas, al comienzo sobre todo.
Ahora, cuando por fin se siente en confianza para abrazarla con más soltura, ella se remueve incómoda al cabo de poco rato y Yoongi se pregunta si no debió hacerlo.
Antes la chica se quejaba que era poco cariñoso.
No entiende.
Especula que puede ser porque ya pasaron esa etapa en que todo era cosquillas en el estómago y deseos —que para Yoongi fue una experiencia anormal— de querer estar al lado de la otra persona buena parte del tiempo. Aunque ambos se resistieron a ser de esas parejas que parecían siameses compartiendo órganos vitales.
Tampoco se entiende a sí mismo, porque él ha tenido las mismas contradicciones en diversos momentos. A veces quiere afecto en toneladas y otras tantas rehuye como si quemara.
—Ambos son como gatos —le dijo Hobi en una ocasión.
—¿Eso es bueno o malo?
—Un poco de las dos.
Jennie termina los ejercicios, se echa a su lado en el sofá de la amplia sala de estar y se queja de que está harta de las clases extracurriculares para preparar el examen de admisión a las universidades, agrega que a veces sus padres se olvidan que ella tiene amigas y un novio —no le ofende saber el orden de las prioridades, por su parte, reconoce que pone a Hoseok y Wendy al principio de la lista— y que no pueden pretender que su vida se reduzca solamente a estudiar hasta quemarse las pestañas.
—Todavía estoy en segundo año —reclama frustrada.
Yoongi está de acuerdo. Su madre también estuvo insistiendo en que haga clases extra, pero no lo consiguió ni el año pasado, ni este. Finalmente cedió a dejar de presionar, cree que es porque ella se siente culpable de tener una pareja —que no es su padre, ni trata de serlo— e intenta mediar entre su rol de figura severa criando de forma correcta a su hijo y el cariño, tratando de compensar el poco tiempo que pasa con él cediendo en ciertos permisos.
Cediendo finalmente sobre la idea que Yoongi estudiaría música, algo que al comienzo se negaba rotundo.
Le molesta que varias cosas que decide su mamá sean a partir de la culpa. Él trata de convencerla que está bien que haga su vida al lado de alguien que la quiera. Después de todo sus padres llevan algunos años de divorcio. Es más, su padre también está en plan de encontrar pareja por lo que le cuenta su hermano desde Seúl.
El lunes llega con los caramelos de fresas. Ha metido un puñado en el bolsillo externo de la mochila. En algún momento cuando busca su teléfono, Hoseok nota los papelitos brillantes y lo mira con ojos de cachorro.
—Ten. —Le entrega un par y luego agrega—: fue un regalo del supermercado cercano a la escuela.
—Yah, hyung —se queja—, no necesitaba saber eso, ¿no ves que ahora los comeré con culpa?
Yoongi le dedica una sonrisa juguetona y su amigo suspira como diciendo "no hay caso".
El día avanza y come un caramelo en clases cuando el aburrimiento lo agobia. Lo invade causando pesadez en los párpados y laxitud en los músculos. Sueño. A veces ha intentado excusarse con sus profesores por dormirse, aludiendo que lo juzgan y quizá tiene algún grado de narcolepsia —excusa que con un maestro molesto le costó un día de detención por andar bromeando—.
Al llegar a la sala de detención camina al pupitre contiguo al de Jimin, el chico siempre llega un poco antes. Yoongi siempre cruza la puerta al límite de la hora.
Observa el sueño acumulado en esos ojos entrecerrados y bajo ellos marcas oscuras que aseguran que el chico tuvo un mal dormir. Apenas levanta la mirada y pronuncia un saludo que suena con voz cansada.
Sonriendo un poco saca el puñado de caramelos de fresa y los deja sobre la mesa ajena.
—A ver si te ayudan a mantenerte despierto —comenta Yoongi como si nada, quitándole peso al sencillo hecho de regalar dulces. La expresión de Jimin se transforma en una de sorpresa—. La otra vez mencionaste que te gustan de sabor a fresas.
—Pero no imaginé que traerías solo porque lo escribí —dice todavía pasmado, pero la sonrisa no tarda en aparecer en su rostro—. Gracias, Yoongi hyung.
¿Hyung?
Yoongi asiente silencioso. No sabe describir exactamente las emociones que surcan por su cuerpo, de esas que retuercen su estómago e intentan estirar los músculos de su rostro, curvar sus labios, sonreír. Se contiene. Apenas mueve la cabeza de arriba hacia abajo y pronuncia en murmullos un "de nada".
¿Por qué lo hace? ¿Desde cuándo tener golosinas en algún bolsillo pasó a ser indispensable para compartirlas con Jimin?
Es mutuo, porque Jimin también trae cosas para él.
Entiende que se trata de una especie de permuta, intercambio; la forma más primitiva de comercio.
¿Su relación es una especie de comercio?
No. Es solo la forma de llegada al otro.
Piensa que es más que solo un intercambio de golosinas hurtadas.
Se trata de encontrar a alguien con quien tiene algo en común.
Como la primera vez que Wendy dijo: —me lo llevaría, ¿crees que se den cuenta y me meta en problemas?
Yoongi no quería incentivar a que hiciera las mismas cosas que él, —era un secreto que Wendy no sabía en aquel entonces—. Solo se encogió de hombros, pero disimulado se paró al costado de la chica para bloquear el enfoque de la cámara de seguridad más cercana. Ella pareció entender la señal implícita de la acción, quitó la etiqueta rápidamente y metió el brazalete en su bolsillo.
—Mis padres me castigarían de por vida si supieran esto —dijo una vez lejos de todo peligro, con la mano sobre el pecho, justo donde golpeaban los latidos raudos.
—No tienen porque saberlo si cuidas que no lo descubran.
No pasó tanto tiempo más para que Yoongi le comentara que llevaba haciéndolo de hace un buen tiempo.
Cree que ocurre algo similar con el chico que está sentado a su lado. Aunque con el paso de los días y las conversaciones dispersas se ha dado cuenta: primero que tienen bastantes más gustos en común de los que hablar; segundo, no han hablado de las particulares situaciones en las que solían intercambiar miradas dentro de las tiendas.
Quizá lo hablan a través del lenguaje de las golosinas que intercambian cada día de detención.
Yoongi regalándole caramelos de fresas: "recuerdo las cosas que te gustan, ¿por qué? Ni idea y tampoco me esforzaré en buscar respuesta".
Hoy.
Miércoles.
Recibe la respuesta en la hora de detención después de aburridos bloques de clases y descansar con los ojos cerrados, interpretado por el profesor como "dormir", lo cual le sumó un par de días más en detención por no cambiar el comportamiento; Jimin le regala una bolsa de granos de café cubiertos con chocolate.
Regalo que interpreta como: "puedo leer tus gustos, acerté, ¿no es así?".
Después el chico de mirada sonriente cruza la línea no hablada. Indirectas un poco más directas.
—El supermercado a dos cuadras de la escuela es un lugar fácil.
—Lo sé —afirma Yoongi, dándole a entender que hablan de lo mismo.
—Sé que lo sabes.
Del mismo secreto cuestionable que avergonzaría a los Min y a los Park por igual, pero que a ninguno le parece razón suficiente para frenar.
Yoongi sabe que faltan líneas por cruzar, pero siente que están cada vez más cerca.
No quiere frenar.
Es el último sábado bajo la tortuosa premisa de levantarse temprano un día hecho para dormir hasta tarde —en el calendario semanal de Min Yoongi—, a menos que siga acumulado la tirria de sus profesores.
Para Jimin es el penúltimo sábado de labores comunitarias.
Le queda una semana más de detención. A Jimin le restan dos o tres semanas, no recuerda con exactitud.
Piensa en ello, preguntándose si una vez terminado el tiempo que comparten debido al castigo implicará que la costumbre de la permuta de golosinas desaparezca y las charlas por la noche vía chat empiecen a reducirse hasta quedar en cero.
Lo cree probable, aunque espera que no sea así. La sala de detención por las tardes y sábados por las mañanas son el espacio propicio para juntarlos e interactuar, en otros momentos como recreos y tiempo libre cada uno está en lo suyo y con su respectivo grupo de pares. En cualquier otro espacio que coincidan se limitan a un intercambio de miradas, un corto asentimiento con la cabeza y una sonrisa suave, de esas que no curvan demasiado los labios.
Le gusta el modo en que Jimin y los caramelos se han incorporado a su rutina. Es consciente que está en sus manos poder prolongar eso que se está formando entre los dos. Quiere llamarlo complicidad.
Como cuando era niño y encontraba a un compañero de jugarretas. Hoseok y Wendy han sido sus compañeros más frecuentes de travesuras, no descarta que Jimin pudiera serlo eventualmente.
Quizá cruzar aquella barrera.
¿Debería buscarlo en algún receso? ¿Algún almuerzo? ¿Después de clases? Está seguro que por la cabeza de ambos sonaría como a buena idea un paseo por el centro comercial. ¿Debería proponérselo? Puede que Jimin le dijera que sí.
Llega al límite de la hora, Park lo mira a la distancia desde el otro extremo del salón y apenas alza la mano, un movimiento corto para darle a entender que le está saludando. Yoongi semi sonríe como respuesta y camina hacia él.
Reparten las tareas y junto a tres compañeros más los envían al gimnasio techado.
No puede decir que están limpiando, una de las chica corretea detrás de su amigo entre las gradas y la otra joven es la que camufla los audífonos en el cabello, sentada en un rincón con un paño en la mano sin hacer más que descansar. Jimin hace rebotar un balón y el familiar ruido provoca eco en la cancha vacía, atrayendo por completo la atención de Yoongi.
—Min Yoongi. —Suena alegre y sostiene la pelota que se ve grande en su mano pequeña.
—Qué. —Yoongi busca su mirada y sus reflejos son rápidos cuando su hoobae arroja el balón hacia su pecho.
—Demuéstrame tus habilidades —dice juguetón y gira hacia donde se encuentra el aro, señalándolo con el mentón.
Yoongi deja que la pelota haga un trayecto de ida y vuelta contra el suelo y su palma. Irgue la postura y se forma una sonrisa suficiente adornando su rostro, como queriendo decir "no es por nada, pero es lo mío". Se puede jactar orgulloso de su puntería y tiros a distancia.
Concentración, mirada en su objetivo, arroja y atraviesa el aro.
—Una vez más —pide Jimin en voz alta, corriendo hacia el balón, rodeándolo con los brazos antes de acercarse al mayor.
—Bien. —No se hace de rogar.
Se acomoda, trata de enfocarse, pero nota que no resulta fácil cuando Jimin está parado a tan corta distancia. Traga saliva, su precisión falla, el balón rebota y un profesor entra gritando que no están ahí para divertirse. Decide que un día más de detención para los cinco es una advertencia ejemplar del poder que tiene sobre el tiempo libre de los estudiantes indisciplinados a su cargo.
Yoongi masculla un par de maldiciones por lo bajo, Jimin se queja también camino a tomar de mala gana una mopa.
Ni siquiera puede hacer del tiempo algo grato conversando y bromeando con el menor porque el profesor está de punto fijo con ellos.
Cuando limpian las gradas del otro extremo hablan a susurros sobre episodios embarazosos y de pena ajena de los maestros, especialmente del sujeto que los observa distancia cumplir con la sanción.
Al principio son situaciones cómicas y risas contenidas que de a poco se van tornando incómodas, poniendo en evidencia lo que muchos saben, pero omiten, como rivalidades entre profesores y conductas cuestionables.
Jimin le comenta como una vez el señor Choi de literatura derramó su taza de café sobre los exámenes antes de aplicarlos y en lugar de pedir una reimpresión —los rumores dicen que la secretaria rechazó su confesión y por lo mismo la evita lo más posible—, leyó cada pregunta en voz alta, sin repetición, y la evaluación fue un desastre.
Yoongi le cuenta que el profesor de matemáticas hizo llorar a una alumna al decirle que tendría un futuro más próspero encontrando un esposo y siendo ama de casa en lugar de entrar a la universidad.
Tienen tantas anécdotas que les faltaría tiempo.
Pese a que comentarios desubicados y cosas injustas han ocurrido por montones, Yoongi percibe el calor de la rabia subir por su estómago de imaginarse al chico de mejillas gorditas y mirada furiosa, impotente de no poder defenderse. A los bravucones de turno puede responderles con sarcasmo o plantarles un puñetazo en la cara sin mayores consecuencias, a un maestro claramente no.
Y si el anterior profesor de educación física le preguntó sin tacto si acaso correspondía que se cambiara el mismo probador que los otros chicos normales, Jimin tuvo que morderse la lengua para mascullar con la furia amarga en la boca un "no hay problema con eso", luego su intentó de control desapareció al agregar: "el problema lo tiene usted, viejo homofóbico" y se ganó dos semanas de detención.
Yoongi entiende la frustración. Imagina que de haber estado en su lugar, también hubiera respondido algo parecido.
—Hay una frase de Einstein —murmura el más joven con la vista en sus manos—...es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.
—También dijo que hay dos cosas infinitas: la estupidez humana y el universo; sin estar seguro de esto último —le dedica una sonrisa sincera y comprensiva.
Le agrada Jimin.
Le agrada mucho esa sonrisa que se forma en sus labios dejando atrás la mirada cabizbaja de malos recuerdos.
—Quiero pensar que el tiempo vuela y que la graduación está a pocos pasos —dice su hoobae suspirando pesado, pero sus ojos continúan brillando un poco más alegres.
De ser así, Yoongi está a centímetros de graduarse. A centímetros de ingresar a la universidad.
A pocos pasos de la primera vez que lo vio en la tienda. Estuvo a centímetros cuando susurró en su oído la advertencia.
Ya no hay centímetros cuando el hombro de Jimin choca contra su costado al momento que el chico se enreda con sus pies.
Deja que escape una risa bajita y palmea su hombro diciendo que tuviera cuidado.
Al terminar la jornada, firman la hoja que le entrega uno de los profesores y recogen sus pertenencias. Observa a Jimin quitarse el suéter del uniforme y quedar solamente con una camiseta holgada. Acomoda parte de uno de los bordes dentro del pantalón y, buscando la superficie reflectante de un vidrio, peina su cabello.
—Necesito un nuevo panorama para mi sábado, la clase de danza se suspendió porque mi profesora está enferma —se queja, enrollando la prenda en sus manos y metiéndola en su mochila.
Yoongi piensa si es la oportunidad para proponer algo, después de todo tiene tiempo libre hasta entrada la noche que saldrá con Jennie y su grupo de amigos.
—Tengo ganas de ir al centro comercial —comenta Jimin, aparentemente casual, como decir "quiero ir a una cafetería", "quiero ir al parque".
Podría interpretarlo como una insinuación, aquello que le invita a cruzar la barrera. Siente que no es como proponer ir a pasear a un parque.
—Podríamos ir —se arriesga a sugerir y Jimin sonríe amplio. Niño alegre que quiere hacer jugarretas.
—Primero quítate esto. —Los dedos gorditos y prolijos sujetan el nudo de su corbata y con movimientos suaves lo deshace—. Sácate el suéter, que no parezca que tuvimos un triste sábado de escuela.
Yoongi le hace caso, con el pantalón azul marino y la camisa blanca se pierde la esencia del uniforme de un estudiante, parece una tenida simple, pero no particular, ni representante de alguna institución. Solo parcialmente aburrida.
Las cosquillas se apoderan de su estómago, se siente como la primera vez que escondió algo en su bolsillo el día que su madre lo envió con una lista al supermercado y el dinero justo para lo que pedía. En aquel entonces cada won era indispensable y si el chiquillo pálido quería saciar un capricho sencillo como golosinas o lápices nuevos con estampado de caricaturas igual a los que tenían sus compañeros, tenía que recurrir incluso a las artimañas más sucias, de esas que su madre reprochaba y le enseñó a no hacer.
Jimin a su lado en el autobús, sonriendo...
Yoongi de semanas atrás no lo habría imaginado.
Entrando juntos a una de las tiendas grandes, buscando prendas, actuando rápido. El chico de ojos risueños diciéndole a escasa distancia, aliento tibio chocando contra su piel: —salgamos ahora —justo mezclándose con un grupo de jóvenes y sus bolsas de compras.
La adrenalina lo tiene sonriendo extenso, Jimin luce igual de eufórico, emitiendo pequeñas carcajadas agudas a medida que se alejan.
Hay cosas que Yoongi jamás le ha dicho a Jennie, en especial cuando conversaban acerca de qué podía sentirse mejor que estar enamorado. La chica afirmó que triunfar lo era y Min mencionó los golpes de inspiración.
Omitió que la emoción burbujeante, el peso en vientre y el escalofrío recorriendo la espalda es algo abrumador; el segundo en el que cruzas la entrada y sales invicto de la fechoría es como una inyección de euforia, una que crece a medida que estás a salvo, observando lo que acabas de obtener...y eso se siente mejor que estar enamorado. La única que ha escuchado su confesión ha sido Wendy.
Aunque no siempre es así, a veces se vuelve rutinario esto de llegar y tomar, como el desarrollo del nivel de tolerancia a una droga.
Jimin ha venido a introducir un cambio a la fórmula.
—¿A cuál tienda vamos ahora? —pregunta su hoobae sonriendo de esa forma que abulta sus mejillas.
Todo vuelve a ser intenso. Hacerlo en compañía siempre genera algo distinto.
Hacerlo en compañía de Jimin es novedoso.
Es divertido.
Y habría pensado que podrían ocurrir un montón de situaciones extrañas, pero no imaginó que de repente estaría haciéndolo con aquel torpe muchacho que más de un año atrás lucía como un asustado polluelo amarillo. Con aquel chico que miraba a distancia y despertaba su curiosidad.
Aquel chico cuyos labios llenos se curvan alegres y envuelve un pañuelo rojo oscuro en su cuello mientras dan por terminada su odisea en la parada del autobús y las mochilas llenas.
—Sip, se ve bien en ti.
La yemas rozaron su piel hace pocos segundos, Yoongi todavía está con la boca entreabierta y la sensación fantasma del tacto ajeno.
—Gracias.
El hombro de Jimin empuja suavecito el propio, no hay distancia, lo percibe cálido. Y cuando ya se convence que ha alcanzado un límite de las emociones que hormiguean en sus entrañas, que su cuerpo no puede procesar más...
—Deberíamos hacerlo de nuevo.
***
Feliz recambio de estación ʕ ꈍᴥꈍʔ 💖. Por mis tierras es primavera y es sinónimo de polen y alergias.
Gracias por leerme ;A; (nunca me canso de decirlo).
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