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IV. Probabilidades

Jimin debe admitir que ha estado de mejor humor, sabiendo que influye en gran medida la salida con Seokjin dos días atrás. Además piensa que irá a verlo el sábado a la obra de teatro y un agradable cosquilleo se expande por su cuerpo. Si tuviera que buscar una similitud a experiencias previas, lo asociaría al tipo de ansiedad de mirar una prenda que desea en algún comercial por televisión o sugerencias publicitarias de las redes sociales y saber de antemano a qué tienda irá a buscarla. A medida que se acercan los días, se siente como tenerla en las manos y esconderla. Probablemente el sábado, cuando abrace al chico que le gusta sea como la salida triunfante sin que los sensores delaten su pequeño crimen.

Le gusta abrazar a Seokjin, aunque más del cincuenta por ciento de las veces deja que sea su hyung quien tome la iniciativa. Él solo se acerca, se apega un poco a su costado y lo mira como diciéndole "consiénteme, abrázame" y a veces su mensaje no verbal es leído de forma correcta, entonces puede disfrutar de ser cálidamente rodeado y del agradable aroma al perfume del mayor.

Comienza a pensar cómo vestirá el sábado. Quiere lucir muy bien, así que hace un recorrido mental de la ropa que hay escondida en su armario. Hay una camisa celeste que obtuvo el mes pasado, pensando que con un pantalón negro ajustado quedaría genial. Aquello es lo que hace que una prenda se transforme en necesidad:  imaginarse outfits, combinando en su cabeza con qué chaqueta, pantalones y accesorios quedaría perfecto; entonces está convencido de obtenerlo como a dé lugar. 

Recuerda que Seulgi lo acompañó al centro comercial y le dijo: —apuesto que esa camisa te sentaría muy bien con pantalones skinny. —Jimin sabía que el comentario no tenía segundas intenciones, ni pretendían incentivarlo a propósito a conseguir la prenda, pero asintió de acuerdo.

—Debo tenerla —respondió determinado—. Puedes esperarme afuera —sugirió para no meter en problemas a su amiga, pero ella, contagiada por el virus de la adrenalina, aceptó ir y cubrirle la espalda.

Aquella tarde también consiguió un bonito bralette para Seulgi, quien feliz agradecía sujetando su brazo, riendo con la energía todavía en su sistema luego de salir de la tienda. 

—¡Me sudan las manos! —se quejaba su amiga limpiando las palmas en su falda—. Será una sorpresa cuando mi unnie me vea usarlo hoy cuando me quede a dormir en su casa.

Jimin sonreía ante la emoción de chiquilla post travesura que tenía impresa su mejor amiga en los ojos brillante y risueños.

En recompensa, la chica le invitó un crepe de un puesto de comida callejera que comieron rumbo a casa. Jimin cuidaba de no botar ningún trozo de fruta, batallando con el ejercicio de morder y caminar al mismo tiempo. 

Después de que el shot de adrenalina parecía bajar, llegaba la culpa en su amiga, quien agregaba que era una pésima noona por no orientarlo bien.

Jimin insistía que no se preocupara, además que un conglomerado como ese no perdía realmente con un hurto tan pequeño. Él no se sentía ni remotamente culpable, aunque si su amiga quería dejarse envolver por un sentimiento tan molesto, no podía hacer tanto más que recordarle que fue su decisión y que no le sentaba mal.

—No, no es eso, me preocupa meterte en problemas por mis caprichos.

—Ya me meto en problemas por mis caprichos y entre mis caprichos está consentir a Seulgi noona, más si me compra un crepe —dijo con una de sus sonrisas de ojos cerrados—. ¿Te gusta el bralette?

—Sí. —Asintió con un pequeño puchero en sus labios entintados con rojo.

—Eso es lo que importa.

—Yah, soy una noona terrible y debería guiarte por la senda del bien.

Jimin la abrazó apretado, insistiendo entre risas que por más que lo intentara él era un dongsaeng porfiado que no le haría caso.
  
  
  
  
  
  
  
  
  
 
Seulgi, sin contar a Jungkook, Seokjin y Yoongi —los dos últimos no por voluntad de contarles el secreto—, es la cuarta persona que sabe de su peculiar e incorrecto pasatiempo.

Decidió arriesgarse y exponerlo en la práctica un día que su amiga necesitaba un regalo y tenía poco presupuesto. De haber sido alguien más, como Roseanne o Taehyung, habría sido mucho más cauto, incluso hacerlo frente a ellos no sería una opción viable, aunque hubo una ocasión en que acompañó a Tae a comprar al supermercado, por más que batalló con sus malas ideas y manos que picaban por tomar algo sin permiso, esto último ganó la lucha y salió del recinto con un pequeño paquete de goma de mascar bajo la manga.

No se los comenta no por el peso de sentirse juzgado, seguramente ellos no lo medirían con una vara de alta moral y lo acusarían a sus padres, pero sí creía que en algún momento de distracción la información saldría de forma no intencionada, igual a comprimir un pan relleno.

Jimin sabe a quién decirle las cosas. Así como puede evaluar las tiendas e identificar cada punto ciego, también lo hace con la gente a su alrededor. Sabe reconocer a las personas que les gusta jactarse de una moral y conducta intachable, señalando al resto para subir un pelo su ego; separándolas de a quienes les da igual o de los que alentados por la curiosidad querrían saber más detalles.

Sabe reconocer a quienes son de los suyos —como Yoongi y su amiga de melena castaña— o los que tienen ganas de hacerlo y no se atreven —como Seulgi y Seokjin—. Aunque está convencido que quienes más desean hacer algo incorrecto son los que se sobreesfuerzan por ser intachables.

Simplemente supo que Seulgi no lo juzgaría. Una corazonada o una recolección de información de distintos momentos juntos que fue tomando forma en aquella certeza.

Se expuso en su forma natural —pequeña bestia sedienta de adrenalina y pequeños bienes materiales— el año pasado, a finales, cuando ella empezó a salir con Joohyun y quería comprarle como regalo de navidad una paleta de maquillaje que la chica deseaba.

—Ella me dijo que como pronto entrará a la universidad necesitará cubrir los signos de cansancio y que esa paleta es ideal para llevar a cualquier parte en una cartera, no puede ser tan costosa una simple paleta de seis colores, además tiene una perfecta combinación de sombras neutras y shimmer...

Asentía como si entendiera, lo que sabía de maquillaje era gracias a Seulgi y Roseanne, pero no tenía suficiente conocimiento para diferenciar entre sombras shimmer, glitter y demás que hablaba su noona camino a la tienda.

El problema fue que Seulgi se dio cuenta que no tenía dinero suficiente y Jimin apretando los labios, sin pensarlo demasiados segundos más, le dijo que pidiera a la vendedora que les mostrara varios productos, además de probarlos y pedirle consejos.

Su amiga no entendía de qué iba todo y Jimin insistía "solo hazlo", añadiendo que al final comprara un par de cosas baratas. También se incluyó, mintiendo con descaro al pedirle que le mostrara otras paletas de sombras, ya que su novia —hipotética— sería feliz si le comprara una. Seulgi lo miró aún más confundida.

Pidió si tenía para probar swatches de modelos de sombras con tonos duraznos y el mesón cada vez se llenaba con más artículos.

—¿No tendrá alguna similar, pero que cueste un poco menos? Mi presupuesto de estudiante no ayuda mucho —Hizo un puchero y la vendedora volteó a buscar otro par de productos más.

La sangre bombeaba en sus oídos, el corazón retumbaba en su pecho y era más consciente que nunca de su propia respiración. Cada uno de sus sentidos en alerta, esperando el instante perfecto. Lo primero en lo que se fijó fue si tenía algún tipo de sensor. Con una de sus manos empujó ligero a Seulgi para que tapara, ella sin entender solo se amoldó, mientras la otra cogió la paleta —le parecía poco razonable como costaba tanto siendo tan pequeña— y la deslizó en su bolsillo antes que la vendedora diera media vuelta en su dirección.

—Esa de la izquierda se ve similar a la que te gusta, podrías probarla —le dijo a Seulgi, todavía con la mano en el bolsillo liberando el objeto del enganche de sus dedos—. Espera, una llamada —se alejó un par de pasos y sacó su teléfono móvil. Tenía que salir ahora que el guardia conversaba con otra de las vendedoras.

Le pidió a la mayor que comprara un bálsamo labial y una sombra individual café para él antes de caminar a la salida. Atravesó la mampara de cristal, el guardia ni siquiera lo había mirado, pero Jimin fingiendo que hablaba se apartó aún más.

Tuvo que apretar los labios para no sonreír extenso. Hacer algo como eso con Seulgi al lado había intensificado la adrenalina.

—Me dejaste sola, la vendedora me odió después de que comprara tan pocas cosas —se quejaba a la par que sacaba de la bolsa la pequeña sombra y el bálsamo—. Ten, compré uno de cerezas, es de esos que hidratan y aportan volumen, estaba en oferta.

Durante el camino su amiga comentaba que buscaría algo que se ajustara a su triste presupuesto y le pedía ideas. Una vez lejos de cualquier peligro Jimin sacó la paleta de su bolsillo.

—Solo dale el regalo a tu novia.

—Tú...¿en qué momento? ¿Cómo?

Jimin se encogió de hombros y Seulgi insistía en querer saber los detalles, mencionando que el bálsamo y la sombra corrían por cuenta de ella, susurrando con asombro "eso fue un robo, mierda, Jimin-ah, es peligroso". Luego miraba la reluciente paleta y se le pasaba.

El transcurso de ambivalencia. Algo bastante normal. Todavía permanece en Seulgi y Jimin no se cansa de recordar que sabe lo que hace por más incorrecto que sea —y vaya que sabe cómo, cuándo, dónde—.
 
La verdad es que es una dosis de alivio tener a alguien de confianza que lo sepa, alguien que no sea Jungkook a quien contarle que ahora tiene un nuevo suéter celeste, sumado a muchos lápices y baratijas adorables como su colección de llaveros de BT21, si puede siempre añade algo de Chimmy o saca cosas de RJ que sabe que a Seokjin le gustan, incluso tiene un pequeño llavero felpudo de la alpaca blanca en su versión bebé que le regalará el sábado.

Extraña toparse con Seokjin por los pasillos y que desordene su cabello.

Entra a la sala y busca su puesto en las hileras del medio y con vista hacia la ventana. Se encuentra con otra nota que no se molesta en leer, al menos con el paso de los días han ido disminuyendo, intuye que tristemente debió de aparecer alguien más en quienes verter el aburrimiento y complejos mal enfocados. Es cíclico, así como a veces es él, a veces son otros, aunque cuando se trata de los suyos tiende a saltar como fiera, por ejemplo: no permite que toquen a Tae o a Roseanne.

Juguetea con el papel en sus dedos, debatiéndose si romperlo o arrugarlo.

—¿No leerás la nota? —pregunta Taehyung curioso al llegar a su lado.

—Debe ser lo habitual, algún insulto o alguna propuesta sexual que no me interesa aceptar —responde sin darle mayor importancia—. Ten, léela o rómpela por mí.

—Es una romántica propuesta sexual de algún imbécil que apreciaría romper un culo bonito como el tuyo. —Su amigo ríe mientras parte el papelito en dos.

Jimin contrae el semblante en una mueca de desagrado. En el presente momento de su vida, la única persona a quien le aceptaría una propuesta semejante es a Seokjin. Un inmediato.

Poco después aparece el profesor y la clase de matemáticas es una experiencia intensa con un sujeto severo al mando. Todos evitan hacer contacto visual con él como si aquello fuera una salvación a salir a la pizarra, pero es inútil, el hombre se pasea entre los pupitres examinando a su futura víctima de mirada cabizbaja. Víctima que entiende que está en las fauces hambrientas cuando una mano tibia y firme presiona su hombro, desde ese punto no queda más que voltear, tragar saliva y asumir.

Esta vez el condenado es Taehyung. Escucha su quejido y lo ve caminar lento cual prisionero vía a la ejecución: una en forma de humillación y números. Se apiada de él, porque cuando analiza el ejercicio anotado tampoco sabe cómo resolverlo y el profesor lo mira con cara como si estuviera frente a un tonto —no solo a Tae, está convencido que esa es su expresión basal, parte de su esencia personal: dar a entender que todos son bobos que no pueden con ecuaciones complejas—. Traga saliva cuando nota a su amigo en ruta al colapso en tanto el maestro Kim da pistas.

—¿No? ¿No puedes? —pregunta con las cejas levantadas. Gesto que acentúa el mensaje implícito como queriendo decir "estoy rodeado de tontos y sin alumnos prometedores que logren entrar a una prestigiosa universidad, ¿qué hice para merecer esto?".

Taehyung niega con su expresión de cachorro perdido y el profesor procede a explicar paso a paso como solucionar el problema. Así, como si fuera tan sencillo. Incluso lo dice: —es simple.

"Para usted", Jimin quiere alegar, pero se conforma con imaginar que le escupe las palabras y por fin cambia aquel semblante prepotente. Una escena que ocurre en su mente, porque la realidad es solo silencio y la expresión de puchero de Taehyung. Apela a su autocontrol, ya se ha metido en problemas por razones similares, no necesita sumar más a la lista.

Su amigo suspira derrotado una vez que vuelve al pupitre y se encoge en el asiento. Si pudiera se escondería en su caparazón como una tortuga.

—Supongo que esto es una especie de equilibrio o algo así —Tae comenta a susurros—, mi día partió muy bien cuando Hoseok sunbae me saludó en la mañana con una sonrisa bonita y que me tocara salir a la pizarra debe ser tema de balances cósmicos o quién sabe.

Jimin parpadea incrédulo y tiene que apretar los labios para no soltar una carcajada, más cuando Taehyung dice que quiere hablar de ello en el próximo ensayo de filosofía.

—Yah, hyung, no te rías de mí —reclama sin alzar la voz para no llamar la atención del profesor, sin éxito, por supuesto, menos cuando Jimin se tapa la boca para no reír con ganas.

—Joven Park, usted que parece tan entretenido, venga a compartir el chiste con sus compañeros y pase a la pizarra. —Hace la señal del camino con el plumón que tiene en la mano.

Quiere tanto a Taehyung que es la única barrera que le impide maldecirlo por arrastrarlo a la condena. Relame su labio inferior luego de dar la espalda a sus compañeros, centrarse solo en el ejercicio le ayuda a sentir más liviana la presión, ya que no los está mirando y su atención se enfoca en cómo resolver el enredo de números mezclados con letras. Cree que va bien hasta que llega a la mitad del desarrollo y no sabe cómo seguir —a veces eso le pasa con su vida: ir bien, enredarse, perderse y observar qué hizo, cómo llegó a eso—, entonces busca con la mirada al maestro pidiendo ayuda en silencio.

El resto lo resuelve gracias a la guía del profesor Kim y su entonación de "es obvio, cómo no lo pensaste también, quizás hay un déficit cognitivo". Pudo ser peor, pudo ser más humillante. El hombre está de buen humor o esa impresión le da al ver que se comporta benevolente, a su forma, sin ejercicios extras ni comentarios cargados de sarcasmo.

Después comprende la razón de su buen humor cuando lo ve entrar al salón de detenciones con un fajo de guías en bajo el brazos. 

Como empezaba a ser costumbre, se sentó al lado de Yoongi, quien parecía dormir plácidamente, iba a estirar su mano para tocarle el hombro, pero al mirarlo se da cuenta que ha abierto los ojos y su expresión es de pereza absoluta. Como el gato negro y gordito que su abuela tiene en Busan, uno que trae cara como de odiar a todos y cansancio de tanto dormir-comer-dormir, pero si rascas sus orejitas y barbilla, se deshace en ronroneos.

No quiere decir que se imagine a Yoongi similar al felino obeso de su abuela.

...Aunque se pregunta si se fundirá como un gatito mimado en los brazos de su novia. Aquel tipo de expresiones que seguramente están reservadas para un porcentaje selecto e ínfimo de personas y que Jimin no se logra imaginar en el semblante de jugador de póquer de Min.

Ninguno se habla, solo hay un juego de intercambio de miradas breves. Tampoco es que tengan mayor oportunidad de generar alguna conversación básica y ligera si tiene una cruel guía de matemáticas cortesía del malvado señor Kim.

Quiere terminarla a tiempo, quedó de visitar con sus amigos la cafetería cerca de la escuela; los jueves es ritual ir al dos por uno en pastelillos.

La guía se ve difícil.

Difícil como la vida.

Una vez Seokjin le comentaba que su amigo Namjoon, un chico de tercero —imposible no saber quién es cuando su nombre siempre está en los primeros lugares en las tablas de calificaciones—, le decía que al menos las matemáticas podías entenderlas y eventualmente tenían solución, a diferencia de la vida que podía llegar a ser impredecible.

Tal vez.

Llega un punto en que le duele la cabeza ver su desparramo de números. Pensaba que estaba resolviendo todo de manera ordenada hasta que hace un escaneo de la hoja entera. Tiene que tomar una pausa, quizás un poco de azúcar le ayude, energía inmediata en baja dosis, por lo que busca en su estuche alguno de los caramelos que siempre se esconden entre sus lápices. Saca uno al azar, con cuidado desenvuelve el papel y se lo lleva a la boca. Menta.

En alguna parte de su cabeza hace eco la voz de su madre que le decía que era de mala educación comer y no compartir, tal vez solamente por eso es que con cuidado deja uno de sus caramelos en la mesa de su compañero de cabello azabache.

Yoongi no se da cuenta y Jimin no le avisa. Lo intenta luego que entrega la guía al profesor y mirando al mayor intenta transmitirle el mensaje haciendo un pequeño gesto con la cabeza, como diciendo "al lado tuyo, un caramelo". Su sunbae tiene expresión de no entender.

"Ya se dará cuenta". Y con ese pensamiento decide continuar su camino.

Al final resulta que por desorden y conversaciones bulliciosas en el aula sus amigos tuvieron que quedarse un rato más limpiando. Mientras, para matar el tiempo, Jimin le envía un par de mensajes a Seokjin y algunos memes a Jungkook. Espera poder escaparse algún fin de semana a Busan a ver su dongsaeng. Hay muchas cosas sobre las que ponerse al día y ahora que lo piensa, su relación con él es diferente a la que mantiene con Tae, por ejemplo. A Kookie apenas le ha hablado del hyung del que está enamorado, sin nombres, sin detalles, mientras su compañero de curso ha escuchado cada uno de sus pensamientos y deseos.

Jungkook tampoco es de hablarle acerca de su vida sentimental y primeros amores, por lo general sus conversaciones son más enfocadas en juegos, series, rollos familiares, memes, recuerdos divertidos y amigos en común.

Jimin sospecha que a él le gustó mucho más Jungkook de lo que su amigo le correspondió. Nunca hablaron del beso a escondidas antes de la expulsión, quizá Kook no quería enrostrarle lo obvio acerca de la exploración y las curiosidades, dos cosas que no siempre estaban ligadas a mayores compromisos, por más que en su cabecita ilusa se armó bonitas fantasías de citas en la playa y noches frías acurrucados bajo una frazada gruesa, desvelándose con videojuegos.

No le genera un malestar pensar en ello a diferencia de sus primeras semanas en Daegu. Tal vez porque ahora el protagonista de sus fantasías tiene otro rostro.

En algunos momentos cree que quedará en nada al igual que pasó con Jungkook. Otras veces mantiene la esperanza en alto y quién sabe lo que depara el destino.

Roseanne ha insistido más de una vez que le diga y así termina con el largo camino de incertidumbre, pero Seulgi protectora le sugiere que haga todo a los tiempos que crea conveniente y, de paso, le recuerda a la otra chica que ella nunca se le declaraba a sus crushes.

—Dos de mis crushes son chicas hétero, por eso ni siquiera he pensando en que podría ser ni mínimamente correspondida, declararme solo sería incómodo para todas —decía haciendo un gesto con la mano como restándole importancia.

Porque los crushes fugaces de su amiga tan rápido como llegan, se van. Distinto a estar enamorado por un tiempo prolongado. Ella no se implica de forma profunda. En cambio Jimin sabe que un rechazo sería un tipo de golpe doloroso. Incluso más que el haber asumido que a Jungkook no le gustaba realmente.

¿Podría aplicar las matemáticas y jugar a la probabilidades?

Sus pensamientos aterrizan cuando los brazos de Taehyung estrujan su cintura y su amigo con voz entre juguetona y apenada se disculpa por la demora. Seulgi se queja que le duelen los brazos por estar limpiando los vidrios.

Esperan al resto del grupo antes de ir a la cafetería. El plan es pedir para llevar e ir a "estudiar, un trabajo de la escuela" —la excusa que le dio a sus padres— a la casa de Roseanne.

Ahora, jugando con las matemáticas y las cosas curiosas que le han ocurrido desde que llegó a Daegu, ¿cuál es la probabilidad de coincidir con Yoongi e intercambiar miradas? Sabe que por obvias razones en la semana son altísimas en la actualidad si están en el mismo salón de detención. Sabe también que no son nulas los fines de semana cuando sus recorridos por tiendas son similares.

Si aquello tuviera un porcentaje, ¿cuánto sería?

Taehyung sacude su hombro insistiendo que elija un sabor del pastel que quiere, que sea diferente al que él pidió para compartir.

Selecciona un calórico cheesecake de oreo, ya que al elegir uno de crema y fresas, Tae reclamó que esa fue su elección.

Mira una vez más a Yoongi y sus amigos antes de salir. Solo por curiosidad, preguntándose una vez más si se comportará como un gatito en los brazos de la animadora.

Yoongi sonrié. ¿Es un saludo? ¿Un agradecimiento por el caramelo? 

Jimin sonríe de vuelta antes de voltear.
 
 
  
  
  
  
  
  
  
  
Apenas despierta, tan cansado como se acostó, piensa que el viernes será una ansiosa antesala al día especial de su semana. De aquellos en que el tiempo se distorsiona, porque desea tanto que sea sábado a las siete de la tarde, que las horas comenzarán a alargarse. Su mente vive rápido, quiere que llegue el momento de ver a su hyung, los segundos siguen su ritmo a desfase de sus deseos.

Lento, todo tan lento.

Taehyung lo nota, mira que mueve su pie, que relame sus labios con mayor frecuencia y a veces pasea la mano por su cabello. Como buen amigo intenta distraerlo con conversaciones ligeras. Hasta cierto punto ayuda y lo agradece.

Rosé, en cambio, le recuerda que mañana será un gran día y comparte su ansiedad, pidiendo ser la primera en saber todos los detalles. Jimin está convencido que su amiga es más optimista que él. No es que no imagine que será genial ver a su hyung actuar y después cenar juntos —no los dos a solas, sino con su familia—, inclusive lo ve como una buena oportunidad para estar más cerca, pero de ahí a relatar que recibió el beso de sus sueños a la salida de su casa y manos enlazadas, hay una distancia grande todavía —piensa un todavía, pues trata de ser positivo, la esperanza es último que se pierde, se supone—.

Quiere ser optimista, aunque no pierde de vista cuáles son sus cartas y los juegos más seguros. No le gusta la idea de apostar todo y perderlo en menos de un cerrar de ojos.

"Queda menos", se recuerda con cada bloque de clases concluido.

Ahora el bloque de detención y pronto descontará un par de horas más a su día.

Camina a su puesto. Una vez que alguien se sienta varias veces en el mismo sitio pasa a ser "su lugar" y el de Jimin está contiguo a la pared. Basándose en esa lógica, el lugar de Yoongi sería a su lado, más bien, al lado de su pupitre; quiere creer que se ha vuelto una costumbre y aquel par de puestos que llevan sus nombres implícitos.

Le agrada de cierta forma, así se asegura de una compañía tranquila y no estar al lado del cretino pervertido que arroja papelitos.

¿Yoongi se habrá dado cuenta del caramelo que dejó en la mesa o habrá quedado a la deriva? ¿El conserje lo habrá botado a la basura? Quizá se lo comió alguien más. De ser así, la sonrisa de ayer en la cafetería contaría como saludo, especula.

Curiosidades insignificantes que desearía saber aunque no le cambien la vida.

Yoongi todavía no cruza la puerta.

Van llegando los demás y no él.

Se siente, en una intensidad mucho más baja, como cuando Tae se ausenta, mira su lugar vacío y extraña a uno de sus mejores amigos.

Nadie ocupa el puesto de Min hasta último minuto, antes que la profesora de turno cierre la puerta y una chica corre a esa silla vacía. A su lado. En el lugar de Yoongi.

Al menos es una compañía tranquila, es la misma que esconde los audífonos entre el cabello largo.

Intenta leer libro para ensayo de filosofía y en lugar de lograr conectar ideas interesantes para plasmar en su escrito, su memoria y habilidades cognitivas le otorgan una respuesta a la ausencia de su sunbae: básquetbol. Lo martes y viernes suelen ser tardes de práctica, lo más seguro es que el entrenador logró negociar y permitir al menos un día para salvar a sus buenos jugadores. Suelen hacer excepciones por aquellos que están en actividades deportivas. Jimin lo envidia un poco, ya que a causa de la detención ha tenido que ajustar las clases de danza en la academia a la que asiste junto a Seulgi.

Otra pregunta curiosa que invade su cabeza es ¿cómo encaja Yoongi entre tanta gente alta? Supone que medir casi lo mismo que las puertas no es lo primordial, aunque sí una condición favorable. Probablemente lo subestiman como al gato gordo de su abuela y ambos son ágiles felinos escurridizos.

Al próximo partido de baloncesto que vaya se asegurará de prestar más atención. A Yoongi específicamente, solo por curiosidad para ver qué tal esquiva a la gente de piernas largas.

Las piernas de Seokjin son largas, él es alto. Le gusta poder colgarse de cuello y no le molesta imaginarse parado en las puntas de los pies para besarlo.

"¿Es mucho pedir que las probabilidades de un beso sean altas?".

Tal vez.
  
  
  
  
  
  
  
  
  
 
  
 
  
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Gracias por leer y apoyar esta historia🥺
Feliz jueves 💖

Cariños para uds 💕

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