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Dulce y colorida adrenalina

Jimin sabe que Taehyung y Roseanne tienen las peores ideas del mundo, pero es consciente también que lo más catastrófico de todo es que él, con pleno conocimiento de cada una de las consecuencias posibles, considere llevarlas a cabo. Todavía puede decir que no y dar marcha atrás, buscar otra forma menos llamativa de protestar contra las injusticias de su escuela.

Traga saliva cuando Roseanne le exige mantenerse quieto mientras aplica glitter multicolor en sus pómulos. Respira y retiene el temblor, pero su pie golpea constantemente el suelo.

Los nervios lo carcomen. Quiere retroceder. Su sabio sentido común —que a veces está un poco distorsionado— le grita un "¡alto ahí!", pero sus ansias de adrenalina le impulsan a hacer alguna locura, diciéndole: "mira que será divertido, algo para recordar, una anécdota que contar".

Por lo general Jimin es un chico, dentro de lo que cabe decir, tranquilo. Le gusta compartir panoramas sencillos con sus amigos, bailar, cantar, jugar y tomar las cosas que quiere. No es que al interior de la escuela le guste meterse en problemas deliberadamente, solo que termina involucrado en ellos de alguna manera, como cuando defendió a su compañero Taehyung de los comentarios homofóbicos de un maestro y terminó en dirección por sublevación en el aula —momento que marcó el inicio de su amistad con el chico de sonrisa rectangular—. O cuando se lió a golpes con compañeros abusivos que le gritaban "marica" a la salida y pensaron que el pequeño y nuevo muchachito gay sería una presa fácil. También estaba la ocasión en que acompañó a Roseanne a protestar contra el equipo de cheerleaders que la expulsaron del club con apoyo de la coach tras enterarse de la orientación sexual de la joven.

Suma y sigue. Sus pequeñas acciones de apoyo a sus compañeros marginados quedaban fichadas en la mira de los profesores y autoridades de la institución que terminaron por catalogar al joven Park como el estudiante gay y problemático —no solo problemático, hay un valor añadido—, pero como sus calificaciones son bastante buenas y su comportamiento no es peor que el de otros, no logran tener las justificaciones para expulsarlo y, de paso, arriesgarse a un escándalo por homofobia que termine destapando episodios de acoso escolar y falta de protocolos.

—¿Estás preparado? —pregunta su amigo con esa sonrisa rectangular que intenta infundir ánimos, pero que solo consigue aplastar sus entrañas con la presión imaginaria.

—Tranquilo, será genial; Seulgi unnie se encargará de la música, tenemos diez minutos para apoderarnos del escenario.

—¿Cómo se supone que esté tranquilo? Ustedes no son los que van a bailar ahí —se queja mordiendo su grueso labio inferior—. Yo no sé...

—Mira, nosotros saldremos también después de ti con los carteles y gritando, no estás solo en esto —le recuerda Taehyung con palmaditas en el hombros—. Además tu baile y sensualidad de mochi con abdominales captaran todas las miradas, necesitamos que todos nos vean.

—Todavía no entiendo por qué no salen a bailar conmigo.

—Necesitamos sensualidad cautivante —argumenta Rosé—. Algo atractivo de lo que no puedan apartar la mirada.

—Y nosotros solo haríamos el ridículo al lado tuyo, seríamos un completo hazmerreír —agrega el otro chico a un Jimin que todavía no termina de convencerse.

—Hay que partir, Seulgi me acaba de escribir, todo en marcha —avisa jugando con su cabello largo para drenar la ansiedad por lo que está a punto de ocurrir.

—Esto será el mejor espectáculo del año. —Tae asiente con pequeños movimientos, ampliando aún más su sonrisa de niño a punto de cometer una gran travesura.

—Tranquilo Jiminnie, has bailado para un público antes. —La chica cubre sus hombros con la bandera de franjas de colores.

—Pero está muy lejos de ser lo mismo —le dice a su amiga con la voz ahogada por los nervios.

—Pensé en eso, mira tengo un primo que dice que con esto se pasa. —Taehyung alza una pequeña botella adorable que traía consigo, cuyo contenido distaba de serlo—. La última vez bailaste hasta encima de la mesa luego de un vaso.

—Pero esa vez estábamos en confianza, no voy a beber en la escuela.

—Solo un poco, para darte valor.

—Tae, eres una pésima influencia. —Aunque una parte de Jimin se pregunta con qué cara se lo dice.

Sentido común a Jimin: No bebas...

Mira a distancia el escenario armado en el enorme patio de la escuela, a la gente acomodándose en las múltiples sillas; respira el ánimo festivo y nota que los estudiantes, ex alumnos y profesores disfrutan de un viernes sin clases paseando por distintos puestos de comidas y variedades. Están celebrando el aniversario. Jimin no está en ánimos de celebrar nada, los nervios están destrozando su sistema digestivo. A eso se le añade que ya está atrayendo miradas curiosas. Tiene que apurarse.

Jimin a Sentido común: visto e ignorado.

Bebe un sorbo largo, su garganta quema y quiere toser. Al menos el vodka no tiene un aroma que lo delate, porque sabe que se meterá en problemas. 

Y si hay algo peor, es meterse en problemas y con alcohol de agravante.

¿Qué demonios va a hacer?

Oh sí, cómo olvidarlo, caminar con la frente en el alto y con una bandera multicolor en los hombros hacia el maldito escenario atrayendo montones miradas. Él prefiere no mirar a nadie.

La música empieza a sonar fuerte, Jimin inspira profundo y exhala lento. Postura erguida y sacando el pecho. "Mierda", está temblando, pero con la adrenalina disparada a la estratosfera, se siente como la primera vez que deslizó la pequeña barrita de chocolate en su bolsillo mientras avanzaba con sus padres por el pasillo del supermercado.

Había obtenido una calificación perfecta y esto siempre iba de la mano a un premio por el esfuerzo. Suplicó por una barrita de chocolate, pero sus padres le negaron la golosina ansiada porque los dulces no se comían antes de la cena. "Me la como después", insistía con los ojitos vidriosos y la respuesta seguía siendo un "no".

¿Por qué? Fue un buen niño, sus calificaciones eran altas. ¿Estaba exigiendo algo irracional e imposible?

Quizá era el momento en que la vida quiso enseñarle a un pequeño Jimin que hay que aprender a recibir respuestas negativas.

Quizá Jiminnie era demasiado tozudo como para aceptarlo.

Quería su barrita.

Obtuvo su barrita.

Le gusta cuando las cosas salen como quiere. 

Le gusta tener un margen de control, sabiendo que solo puede obtener una mínima parte de cuanto desea. 

Y si de algo puede desarrollar control es de cada parte de su anatomía al bailar.

Deja que la música fluya a través de su cuerpo.

No hay marcha atrás.

Aunque no saldrá exactamente triunfante como el día que obtuvo su barrita de chocolate gratis.
  
  
 
 


 

   
  
   
   

Yoongi está tendido en la cama de Hoseok, bostezando tras una micro siesta. Se supone que deberían estar terminando el trabajo de historia, pero en lugar de eso mira a su amigo ensayar pasos de baile. Vuelve a emitir un segundo bostezo con toda la pereza del mundo concentrada en su cuerpo lánguido y se sobresalta cuando repentinamente el chico se deja caer como peso muerto en el colchón.

Quiere recordarle que los trabajos no se redactan por arte de magia, pero su amigo ríe con entusiasmo y saca el móvil del bolsillo al sentirlo vibrar. Observa que escribe mensajes y dos pequeños surcos se forman en su mejilla.

—De verdad Yoongi hyung, te perdiste del mejor espectáculo que ha ocurrido en la escuela.

—Ya me lo dijiste, al menos unas siete veces.

—Es que es en serio, debiste estar ahí.

¿Y perderse una siesta estupenda una tarde sin clases? Definitivamente no.

—Pero no estuve, dormí una siesta increíble en la azotea toda la mañana —comenta orgulloso. De paso logró eludir las responsabilidades cuando sus compañeros querían que ayudara con el puesto de comida que instalaron con temática café maid—. Luego me escapé del aniversario, fui al remate de una tienda de música y dormí una segunda siesta en mi casa, nada puede ser superior a eso.

—Es que no has visto esto...

—No es como que me interese.

Yoongi nunca ha sido un amigo cercano a los chismes y si está actualizado con las últimas noticias de personas irrelevantes en su vida es porque Hoseok, Wendy o Jennie lo ponen al tanto.

Mira a Hoseok revisar sus redes sociales, en menos de un minuto encontró lo que buscaba, después de todo el video se había viralizado rápidamente.

Yoongi parpadea incrédulo, observa a Park Jimin en el escenario de la escuela, es imposible no devorar la fluidez de la secuencia de pasos, la forma en que ondea la bandera integrándola a su baile, una extensión más de su cuerpo. Incluso aquellos movimientos que podrían parecer obscenos los hace con tanta gracia que atrapa al espectador con el balanceo hipnótico de sus caderas.

—Mira como se mueve.

Claro que está mirando, es imposible despegar los ojos durante esos casi cuarenta segundos antes del desastre. Dos profesores arrastran al joven, cada uno de un brazo y al instante aparecen sus compañeros con carteles acusando a la escuela de permitir acciones homofóbicas y acoso escolar. Se escucha un fuerte griterío y se ve a los otros maestros subir al escenario a controlar la situación caótica.

Yoongi no lo admite en voz alta, pero tiene que darle la razón, se perdió de un show bastante llamativo. Un espectáculo que de haber estado presente le habría hecho sonreír y aplaudir la valentía —y el talento— de Park.
  
  
  
  
  
  
  
  
 
 
Todos parecían reducir a Park Jimin como el chiquillo gay-problemático y descarado de la escuela, omitiendo que hay mucho más tras el sujeto bajito de mirada sonriente.

Excepto sus amigos cercanos y familiares.

Excepto Min Yoongi, quien a partir de sus atípicos encuentros casuales, piensa que Park Jimin es como una caja de sorpresas que guarda barritas de caramelos a escondidas en los bolsillos.

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