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01

—Y el primer lugar para este año se lo lleva...—El director crea un suspenso innecesario porque la comunidad estudiantil sabe de quién se trata—.  Austin Roberts

El campo se llena de aplausos eufóricos, suspiros enamorados y miradas fascinantes. Luego estoy yo, con las manos apretadas a los costados, sin recibir una medalla por tercer año consecutivo.

Desde que está aquí, lo ha complicado todo; rompió mi récord de premios distinguidos, los profesores ya no me toman en cuenta, por los pasillos se habla de Austin Roberts y sus sobresalientes calificaciones. Incluso es el ejemplo a seguir de muchos estudiantes.

¡Hasta hablan de su cabello! Por dios, solo es un filamento de estructura cilíndrica, ¿qué lo hace especial? ¿El brillo asombroso y la suavidad que emana?

Por favor, yo lo tengo igual.

Austin, al sentir mi mirada fusilante, me encuentra fácilmente entre la multitud. Ladea esa sonrisa egocéntrica que deseo mucho borrar de su rostro. Y luego hace una seña que solo él y yo conocemos.

Alexa cero. Austin diez.

La creciente sensación en mi pecho estalla en mi rostro que debo aplanar los labios y darle la espalda, caminando fuera del campo. No le daré la satisfacción de verme.

Lo detesto. Tuvo que quedarse con sus abuelos en la granja o pudo haberse ido a estudiar al extranjero como le ofreció el profesor de lenguas. Pero no, tenía que quedarse aquí para dejar a Alexa Carson en el segundo puesto en todo.

Yo me esfuerzo el doble. Trasnocho estudiando y corro por las mañanas para estar en buenas condiciones. Y aun así saca un puntaje más alto y corre una distancia más larga en comparación conmigo.

Siempre un poco más que yo.

—Estás pensando en Austin otra vez —Es Chelsea, está acomodando sus lápices por colores y tonos. Hoy se ha hecho una trenza y las flores que carga van cayendo en un orden de tamaño ascendente.

No he conocido a una persona tan pacífica y complaciente como ella. Las marcaciones lo demuestran. Tres de diez. Lo que quiere decir que gana tres veces en toda su vida.

Comencé a ver números en las personas cuando cumplí los once. Creí que me estaba volviendo loca, y recuerdo que lloré cuando se lo conté a mi madre.

“Son marcaciones, lo has heredado de tu abuela” fue lo que me dijo aquella tarde con un vaso de helado.

Pero no obtuve más información porque mi abuela murió mucho antes de que llegara a los nueve años.

Con el tiempo me acostumbré y descubrí lo que significaban los colores.

Verde es victoria. Rojo es fracaso.

Pero hay algo más. Y es que no puedo ver mis marcaciones.

—¿Qué estás pensando? —Chelsea levanta la cabeza con el ceño ligeramente fruncido. No ha trazado ni una línea en su boceto, como si nada pudiera robarle la calma.

—En el juego de tenis —respondo mientras juego con el lápiz entre mis dedos. El profesor de arte está sentado en la esquina más apartada, ensimismado con sus propios trazos de Flora Nicky (que ya debe estar tensa con ese labial en las manos). Ojalá pudiera dibujarle unos cuernos de toro, pero prefiero no fracasar.

—¿Será hoy en la tarde? —retoma Chelsea, haciendo la primera línea.

—Después de la salida.

—Puede que esta vez ganes —Sonó más como una pregunta, y comprendo por qué. Va siendo la sexta vez que lo reto y no he ganado en ninguna.

—Tengo que arriesgarlo, Chelsea —Palmeo su cabeza y ella se encoge como el gato de mi vecina—. Pierde una vez en cincuenta veces, esa victoria puedo ser yo, ¿qué tan satisfactorio sería eso?

—Me estás preocupando, Alexa.

Suenas obsesiva. Fue lo que quiso decir.

—No lo hagas, soy la mejor jugando al tenis. Vencí a mi tutor varias veces. Es mi terreno.

Chelsie me observa recelosa, porque tanto ella como yo, sabemos que Austin juega al tenis también. Mis probabilidades de ganar son un cincuenta por ciento.

Pero puedo hacerlo. Lo he practicado durante varios días y le he pedido al entrenador que juegue conmigo. Las victorias consecutivas que obtuve afloran mi confianza.

Claro que puedo ganarle. No hay mejor tenista que yo.

Sin embargo, hubiese deseado estar a solas con Austin. La mayoría de los estudiantes se enteraron del pequeño torneo y han ocupado las gradas,  hasta traen pancartas con el nombre de mi oponente. No sé si vienen a apoyarlo a verme fracasar de nuevo.

Que se jodan. Ya verán quién ganará esta vez.

Ajusto mi gorra y hago unos ejercicios de muñecas y tobillos. Austin lleva unos pantalones de tela bastante cómodos a la vista y una gorra del mismo color que su camisa blanca. Lo noto acercarse con total seguridad que tenso los hombros y alzo la barbilla.

Su colonia a manzana y lavanda, impregna mi espacio. Aguanto la respiración.

—¿Lista para perder, Carson?

Resoplo a media sonrisa.

—Primero lo estarás tú, Roberts.

Ajusto la raqueta. Austin se va al otro extremo y se pone en posición.

Voy a ganar.

Reboto la pelota y la golpeo con toda mi convicción.

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Hola, si es la primera vez que me lees, bienvenida(o)

Espero que disfrutes de la historia. Y gracias por darle una oportunidad.

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