Capítulo 1: Un regalo del cielo
Era un día muy caluroso de verano, en donde las cigarras no paraban de cantar. La gente solo pensaba en tomar una siesta o disfrutar de un rico tereré en horas de ocio. La única que estaba con energías para trabajar era Mariana, una joven redactora web que realizaba artículos por encargos.
Y es que, desde que emprendió ese camino, no pudo detenerse más. Con el dinero ganado pagaba las cuentas y podía darse uno que otro gustito.
A medida que tecleaba en su laptop, se le venían mil ideas en la mente. Desde contenidos temáticos hasta propuestas de proyectos, todo le parecía perfecto para iniciar con algún emprendimiento por internet.
Pero fue ahí que, de inmediato, se le mezclaron con recuerdos turbios de su pasado: su lamentable viaje al Brasil, su primera decepción amorosa, la muerte de sus padres, una despedida y un intento de suicidio. Su cabeza no dejaba de jugarle malas pasadas, por lo que dejó su labor y salió de su cuarto a respirar aire fresco.
En un rincón habían varios papeles. Eran fotocopias, su título visado y apostillado, listo para seguir su posgrado al exterior. Pero no consiguió la beca. Esperaba ansiosa poder viajar, dejar todo atrás y seguir adelante. Pero al final, con tantas desilusiones, se quedó encerrada durante todo el verano delante de la computadora, haciendo anotaciones y viendo trabajos que podría hacer en casa.
- No sé para qué me esfuerzo tanto, si al final a nadie le importo – Pensó Mariana, angustiada – En cuanto consiga dinero, me marcho y no regreso más.
Aunque intentaba pensar en positivo, la verdad no sabía qué hacer con su vida. Tenía todo para sobresalir, pero no lo conseguía. Y aún no pillaba qué era lo que le faltaba.
Como ya desechó la idea de seguir con el trabajo, se echó a la cama y buscó alguna película para ver. Pero ninguna le interesaba.
- ¡A ver! Superhéroes... los vi mil veces... Vampiros... ¡No! Magos... ¡Tampoco! Amor con azotes... ¡Menos! No. No sé qué ver.
Al final, se encogió de hombros y se echó a la cama a mirar el techo. Otro día desperdiciado.
...
El mes estaba a punto de terminar. Y pareciera que los ánimos de Mariana se iban por los suelos por cada día que pasaba. Se la pasó recorriendo los alrededores y almorzando afuera. Incluso empezó a andar en bicicleta. Era lo único que la distraía de su depresión. Y en esos momentos deseaba montar en bici y seguir adelante, sin detenerse, sin echarse atrás.
- ¡No! ¡Fuera impulso de idiotez! – se decía Mariana - ¡El dinero no caerá del cielo!
Un día, mientras hacía su recorrido en bici, vio un extraño objeto cayendo del cielo. Pero lo que no sabía era que en varios países del mundo se registraron caídas de extraños meteoritos de color rosa. Y lo más extraño era que dichos meteoros, antes de impactar a tierra, se fragmentaban en pequeños trozos y se esparcían por grandes áreas desérticas o pobladas.
Y Mariana vio exactamente cómo cayó uno de esos meteoritos. El objeto impactó un poco lejos de donde estaba y sintió una fuerte ráfaga que la echó al suelo. Por suerte solo recibió un raspón en la rodilla.
Entre temerosa y curiosa, fue al lugar del impacto y se topó con el meteorito rosa.
El mismo era tan grande como una pelota de basquetbol y formó un cráter en el medio de una plaza, similar a los baches de su ciudad. Muchos, al igual que ella, también se acercaron. Pero fue Mariana la primera que se acercó al objeto, lo palpó y lo alzó con ambas manos sin esfuerzo.
Había creído que le costaría levantarlo, pero era ligero como una pluma.
Y mientras se preguntaba de dónde había salido ese extraño objeto, comenzó a emitir un extraño brillo que la cegó por completo.
Cuando recuperó la vista, el paisaje a su alrededor cambió. Ya no se encontraba la multitud, la plaza ni el bache, sino había toda una extraña ciudad formada por hologramas. No solo la ciudad, sino sus pobladores eran hologramas. Lo supo cuando alguien la atravesó completo, como un fantasma.
- ¿Dónde estoy? - Se preguntó en voz alta.
- Estás en la "Puerta dimensional" - dijo una voz robótica, que salía del meteorito.
Mariana lo soltó, pero en vez de estrellarse contra el suelo, el mismo flotó. La voz robótica siguió hablándole a Mariana, mientras ésta la escuchaba atentamente.
- Mi nombre es Asthar. Soy una IA que controla la seguridad e integridad del mundo en que fui creada. Provengo de una civilización más avanzada que la tuya. Y la razón por la que puedo hablar tu idioma es que poseo la habilidad de detectar una cantidad infinita de códigos comunicativos de cualquier rincón del multiverso. Aunque venga de una próspera civilización, he detectado unas fallas de un portal dimensional. Un grupo de científicos de mi mundo desean obtener acceso directo a las dimensiones paralelas para colonizar universos primitivos y asegurar la superioridad de la raza humana. Esta acción es un delito contra natura por un motivo: puede ocasionar la desestabilización de ambas dimensiones y extinción de todas las razas humanas de los universos vecinos.
- ¿Acaso esos científicos lograron su cometido? - Preguntó Mariana, completamente aterrada por lo que le contaba Asthar.
- Casi. Pero pude evitarlo a tiempo. Sin embargo, tanto los científicos como yo nos hemos quedado atrapados en la "Puerta dimensional". Yo puedo escapar sin problemas, pero los científicos no. Y es mi deber regresarlos a mi mundo de origen para castigarlos por sus acciones. Para eso he confeccionado estos pequeños transmisores, que se esparcirán por ambos mundos e identificarán a los científicos.
- ¿Te refieres a este meteorito? - preguntó Mariana, señalando la roca flotante - ¡Espera! ¿No estoy yo ahora en la "Puerta dimensional"? ¡¿Cómo salgo de aquí?!
- Mientras tengas el transmisor, podrás viajar por ambos mundos. Pero lastimosamente, aunque quieras, no podrás tener acceso total a mi universo. Solo podrás verlo en forma virtual. Si lo intentas, te detendré y borraré tu memoria. Mientras charlamos, varios de mis transmisores cayeron en "malas manos" y tuve que proceder a esa acción. Los científicos de tu mundo se asemejan a los míos.
- No solo científicos. También están los empresarios, mafiosos y muchos líderes mundiales que son capaces de todo con tal de dominar el mundo.
- Sí. También me encontré con ellos. En mi mundo ya no existen gobernantes. Todo está bajo mi control. Y me aseguro de que cada habitante tenga una vida plena, segura y confortable.
Para Mariana eso era igual a una dictadura, pero decidió no discutir con Asthar al respecto. Suficiente tenía con sus problemas personales para lidiar con problemas venidos de una dimensión desconocida.
Pero sentía curiosidad. ¿Por qué se lo contaba todo? ¿Acaso había sido elegida por algo en especial? Antes de formular esa pregunta, Asthar continuó.:
- Fuiste escogida al azar. Solo estás aquí porque fuiste la primera en tocar uno de mis transmisores y activarlo. Te digo eso porque deseo que me ayudes a buscar a esos científicos. Lastimosamente no tengo control total en las "fronteras", por lo que me es imposible localizarlos. Cada vez que actives el transmisor, podrás encontrarte con personas que también lograron comunicarse conmigo. Serán de ambos mundos, por lo que no te sorprendas si encuentras a alguien muy diferente a ti físicamente. Todos ellos tendrán sus transmisores y podrán entenderse, porque codifiqué los idiomas que hablan cada individuo. También eres libre de rechazarme y seguir con tu vida. Si lo haces, te borraré la memoria. Pero si quieres ayudarme conocerás nuevas personas, tendrás acceso a nuevos puntos de vista y filosofías y tu vida se enriquecerá con una fuente inagotable de conocimientos que mejorarán tu calidad de vida.
Mariana recordó lo que pasó en su vida, así como también el deseo de que surgiera algo que le sacara de su situación actual. Se imaginó la cantidad de libros que podría escribir en base a su experiencia en otros mundos, lo cual no solo la haría ganar mucho dinero sino, también, sería muy famosa. Al fin tenía la oportunidad de cambiar su destino. No debía desaprovecharla por temor a lo desconocido.
- ¿Cómo reconoceré a los científicos? - preguntó Mariana, yendo directo al grano.
- ¡Sabía que me ayudarías! ¡Gracias! - dijo Asthar, mostrando emoción en su voz – Es simple: ellos NO TENDRÁN EL TRANSMISOR. Cuando los encuentres, llámame por mi nombre y tócalos con el tuyo. Pero ten cuidado. Muchos de ellos poseen armas y habilidades especiales. Harían de todo para quitártelo. Si te lo sacan, no podrás regresar a tu mundo nunca más. Sí o sí tendrás que esperar a que alguien te ayude. Ese transmisor solo te regresa a TU mundo. Aún así, ¿Estás dispuesta a ayudar?
- ¡Sí! ¡Lo estoy! - Dijo Mariana, sin titubear.
Y pensó: "¡Qué emoción! ¡Esto parece un juego de rol! Pero debo formar un equipo. Así sola, no podré atrapar a los científicos"
- Bien. Aquí me despido. Vuelve a tocar el transmisor y regresarás a tu mundo. Puedes ingresar a la "Puerta dimensional" todas las veces que quieras.
Mariana así lo hizo. Y devuelta se encontró en aquel bache, rodeada de la multitud. Por la pinta que tenían, pareciera que solo habían pasado unos segundos desde que conversó con Asthar. Y en sus manos ya no llevaba una roca, sino una pequeña canica rosada.
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