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🍏 Capítulo 5 - Tour por mi nuevo hogar 🍏

A temprana hora, mi tía paso a tocar la puerta de mi habitación como recordatorio de las actividades que tenía programadas para el día de hoy.

Ya habían pasado cinco días desde que llegué, y hasta ahora se nos daba la oportunidad para poder dar un tour por Toronto.

El trabajo de mi tía y su esposo, habían atrasado el viaje para poder conocer las maravillas de la ciudad. Pero hoy, como ya era fin de semana, ya podíamos realizar las actividades planeadas

Estaba emocionada. Al fin podría deleitarme con las majestuosas vistas que da la ciudad. Mi amiga San Google me había mostrado algunos de los sitios a los que podría ir en este Tour. Claro, utilizando la magia de Google. Y algunos de  los sitios sugeridos, estaban marcados para la agenda del día de hoy.

Mi tía había planeado enseñarme los mejores sitios para poder observar en estas fechas, como era ejemplo de las Cataratas del Niágara.

Así es señores, iríamos a ese hermoso lugar. Ya tenía mi celular con la carga completa y la cámara profesional que me habían regalado mis padres en mi cumpleaños número diecisiete.

No había tendió tiempo para poder usarla debido a que en _______ no había lugares que me llamarán la atención como para hacerle una sesión de fotos. Pero hoy si la usaría. Claro que la usaría.

—¿Tienes todo listo? ¿Lo necesario? —preguntó mi tía mientras desayunábamos unas ricas tortitas con miel de maple y frutos rojos y arándanos.

—Si, tía.

—Bien, terminamos de desayunar y emprendemos el tour —dijo y después miró a su esposo—. ¿Seguro que no quieren ir?

—Cariño, este día es de chicas. Bueno, un tour, pero espero que lo disfrutes con T/n para crear una linda conexión —dijo—. No te preocupes. Además, mi madre está emocionada por pasar el día con los niños.

—¿Seguro?

—Seguro, los niños y yo conocemos muy bien Toronto. Es hora de que T/n pase un día con su tía. —lo siguiente lo dijo en un susurro—. Además, sirve que los niños dejen descansar a T/n, no se despegan de ella ni un segundo.

—Para mí no es problema —murmure.

—Lo sé, pero este día estarás libre de ellos —me dedicó una sonrisa y una a su esposa—. Solo encarguense de disfrutar su día, ¿Si?

La tía Eve asintió.

Después del rico desayuno, subí a mi habitación para lavarme los dientes y recoger algunas gomas elásticas para el cabello, las cuales guardé en mi bolso que tenía preparado para el día de hoy.

Colgandome la bolsa en el hombro, salí de mi habitación y bajé a la planta baja de la casa.

—Estoy lista, tía —informé una vez parada en la entrada del salón donde ella me estaba esperando.

—Bien, andando —hizo un ademán de manos y antes de salir por completo del salón, se dio media vuelta para ver a sus hijos y esposo y recordarles lo que ya había dicho—. Comportense, los tres. No quiero llegar y ver la casa hecha un desastre. En media hora llegará la abuela Daphne, comportense —su mirada seria paso a convertirse en una más suave—. Cuídense, los amo.

Y salimos de la casa.

Y así, el tour por la ciudad comenzaba.

[...]

Toronto era maravilloso.

De verdad, es increíble este lugar. Habíamos dado un no tan largo recorrido por las calles de la ciudad. En lo que constaba la mitad del día, ya había pasado a uno que otro lugar de comida para probar la variedad de alimentos que habían. Me la estaba pasando genial.

Tuve la oportunidad de ver  —de hecho fue lo primero que fuimos a visitar— y tomarme fotos en la Torre Nacional de Canadá ( CN Tower ). Una increíble atracción, ¿Cómo no ir? Era considerada una de las Siete Maravillas del Mundo moderno. Y ahora lo entendía. Viéndolo en persona, si que era una maravilla.

También tuvimos oportunidad de visitar Little Italy, donde conocí lo mejor de la cultura Italiana. La experiencia fue fascinante.

Después de largas horas recorriendo las calles en auto, emprendimos el viaje a Ontario. Rumbo a las Cataratas del Niágara.

Afortunadamente habíamos calculado bien los tiempos, y llegaríamos muy a tiempo para pasar una tarde agradable en dicho lugar.

A medio camino, saqué mi celular de mi mochila —lugar seguro, trayendolo en mi mano seguro que ya lo hubiera perdido— y comencé a escribir un mensaje a mis amigas.

A las cuales ya les había enviado cada foto que tomaba de los lugares que visitaba y ellas solo respondían emocionadas.

Chicas, estamos a minutos de llegar a las Cataratas del Niágara.

¡Estoy emocionada!

No tardó mucho, y ellas comenzaron a responder.

Lin-lin: ¡OMG! Irás al lugar que quería ir el ancianito de UP.

Conejita: Con que tomes muchas fotos y nos las mandes, me conformo.

Yo: Ay, chicas, como desearía que estuvieran aquí conmigo.

Visitando cada lugar.

Conejita: ¿Te imaginas el desastre que causariamos?

Lin-lin: Yo también deseo eso... ¿Qué desastre?

Yo: Si somos buenas chicas, jamás causariamos desastre 😇.

Conejita: Yo no, pero Lina y tú... Uh, son tal para cual en travesuras.

Lin-lin: Bueno, como digas, Elvira.

Lin-lin: ¡T/n T/a! No te olvides de hacer videollamada cuando llegues. Lo prometiste, eh. Y romper una promesa es como matar a un gato.

Yo: Tranquila, Lina, me encargaré de que vean las majestuosas vistas de las Cataratas.

Lin-lin: Y de los chicos ;)... Recuerda, enfocar a los chicos. Enfocar a los chicos.

Conejita: Lina, tú no tienes remedio.

Lin-lin: Lo sé, lo sé 💅🏻.

Reí por sus ocurrencias.

Yo: Okey, Lina, como tú digas.

Conejita: Solo no te olvides de tomar una buena foto de las Cataratas, por favor. Lo de Lina lo puedes hacer después.

Lin-lin: ¡Oye! Que también es importante.

Conejita: No, lo es más las Cataratas. Chicos hay muchos. Cataratas del Niágara, ninguna como las otras.

Y así comenzaron a discutir. Con un mensaje de «Me tengo que ir, las llamaré luego», comencé a escuchar las instrucciones que mi tía me daba. Por nada en el mundo me quería perder, así que era mejor escuchar.

[...]

Una vez que mi tía había aparcado el auto en un sitio seguro, bajamos del vehículo con nuestras respectivas cosas y nos comenzamos a adentrar al lugar.

Encontrándonos con varias personas al caminar por el sendero.

Y entonces... WOW.

Era impresionante, maravilloso, magestuoso, increíble... Varias palabras y a la vez pocas para describir las vistas frente a nosotras.

Bueno, más frente a mí que a mi tía.

Supongo que se debía a qué ella ya había visitado el lugar.

Y yo... Bueno, estaba sin palabras y completamente embelesada con lo que tenía frente a mí.

En toda su gloria, frente a mí, se encontraban las magestuosas Cataratas del Niágara.

En definitiva, había valido la pena que mi trasero viniera aplastado durante una hora y media en el asiento del auto.

Oh, sí que había valido la pena.

Tomando a mi tía del brazo, la jalé como niña pequeña para que nos acercaramos más a la valla y poder observar mejor.

—¡Ésto es increíble! —chillé emocionada, viendo como el agua caía en grandes cantidades y su rebotar era magnífico.

Los colores... Dios mío, los colores y el color azul del cielo hacían un hermoso contraste.

—Bien, mi niña, préstame tu cámara y yo me encargo de grabar —extendió su mano en mi dirección—. Tú encárgate de hacer tu videollamada y lucirte en la cámara, cariño.

Reí por su comentario. ¿Por qué apenas conozco a la tía Eve? De verdad que es una buena persona y buena onda. Ojalá las tías que dejé en mi país sean igual que ella. Bueno, la tía Abigail si que era buena persona.

La tía Eve y Abigail eran mis tías favoritas.

Con una sonrisa, saqué la cámara de mi mochila. No era extraño, muchos de los que estaban ahí tenían sus cámaras en manos y tomándose fotos.

Una vez que se la entregué, ella comenzó a prepararse para grabar y yo me prepare para estar frente a la cámara. En pocas palabras, me peine un poco el cabello con los dedos, pues a medio camino del viaje había tenido la grandiosa idea de sacar mi cabeza por la ventanilla para disfrutar de la brisa de la naturaleza. Se sintió bien, pero mi cabello sufrió las consecuencias.

—¿Lista, cariño? —preguntó ella.

Asentí, pero después negué rápidamente.

—¿Qué se supone que haga? —pregunté dudosa.

Ella frunció la frente y me miró pensativa.

—Bueno, hablar y lucirte —lo consideró por un momento—. Solo déjate llevar, cariño, deja que fluya. Solo vamos a grabar la experiencia en las Cataratas.

Asentí.

—Bien.

—Bien, dime cuando estés lista.

Reí nerviosa.

Dudó que algún día lo esté, tía.

—Cuando usted quiera, tía.

En instantes, vi como pulsó lo necesario y me enfocó.

Que rápida.

—Eh... ¡Esperaba que me avisará! —chillé por haber sido tomada desprevenida.

—Tú dijiste que cuando quisiera —alegó divertida por mi reacción.

Me cubrí la cara con ambas manos, roja como un tomate. Ser el foco de las cámaras no me gustaba tanto.

Después de cortos segundos, solté una risita y mire apenada a mi tía.

—¿Que se supone que diga? —le murmure, mientras miraba de reojo el agua que caía con sinfonía.

—Lo que tú quieras, puedes hablar del origen de las manzanas si quieres.

—¡Tía! —reí.

Se encogió de hombros.

—Cariño, haz lo que quieras. Te sugiero que camines y admires los paisajes, no sé  —me dirigió una sonrisa—, da un tour en nuestro tour.

Negué con la cabeza, divertida. Una pequeña sonrisa se iba formando en mis labios al pensar en lo graciosas que nos veíamos paradas y discutiendo sobre que hacer.

—Bien —murmuré para mí misma, mirando por un momento el suelo.

Después de cortos segundos, levanté la cabeza y sonreí de manera tímida.

—Hola —murmuré sin saber que más decir, mientras hacia un ademán de mano.

Mi tía río.

Fue difícil, pero mi tía había logrado tomar varias tomas, en unas conversamos sobre lo lindo que era el lugar, en otras donde me tomaba desprevenida mientras admiraba el paisaje. Fue una experiencia con risas, chistes, bromas, y chillidos de emoción. También a medida, después de algunos minutos, hice la videollamada con mis amigas.

Antes de poder pronunciar algo, Lina se apresuró a hablar.

—¡T/n! ¡T/n! ¿Ya estás ahí? —se acercó lo más que pudo a la cámara.

Detrás de ella, Elvira soltó una queja.

—Apartarte, que no me dejas ver —protestó ella.

Reí.

—Sí, Lina, hace unos minutos que llegamos —respondí divertida por su emoción.

—Oh, déjanos ver, déjanos ver, por favor —chilló, apartándose un poco para que Elvira también pudiera ver mejor.

Con una sonrisa, moví mi celular para enfocar la caída de agua y que se embelesaran con el paisaje.

Ellas soltaron un «Oh...» para después quedarse mudas por unos segundos.

—¡Es maravilloso!

—¡Es divino!

Reí y camine un poco para que ellas siguieran disfrutando del paisaje desde diferentes ángulos.

—Como desearía estar ahí, las tres juntas —suspiró Lina.

—Por primera vez, estoy de acuerdo contigo, Lina —también soltó un suspiro.

Seguimos con la videollamada, y mi tía también siguió grabando. Incluso pidió que ellas saludaran a la cámara, a lo que Lina lo hizo, gustosa. Ahora ellas también se unían a las bromas y risas del momento.

En más de una ocasión, Lina pedía que enfocará igual en los demás. Para sentirse como si ella también estuviera aquí.

Hice todo lo que pude, quería compartir de mi experiencia con ellas. Cómo si ellas estuvieran conmigo en este viaje. En este mismo momento.

En algún punto de nuestra charla, se me escapó un ligero comentario sobre las ideas que me había dado sobre el Tour mi vecina. Y eso logró captar la atención de ellas.

—¿Vecina? —preguntó Elvira.

Lina solo me miraba con ojos entrecerrados.

—Oh-oh, alguien está en problemas —canturreo mi tía mientras le hacía unas tomas a las Cataratas.

—Eh... Si, es buena persona, se ofreció ayudarme con los planes del Tour —murmuré.

—¿Y como se llama? —preguntó intrigada Elvira.

—Lucy, bueno, Lucybell —dije.

Lina rodó los ojos.

—Así que ya le dices "Lucy" —frunció levemente la nariz.

—Su familia así la llama. Y bueno, a ella también le gusta así —alcé los hombros.

—Así que también ya son amigas —murmuró.

—Lina —pronunció Elvira.

—Eh, sí, se podría decir. Es buena chica, ojalá la conocieran.

—Me encantaría conocer a esa tal "Lucy" —dijo Lina haciendo gesto desinteresado.

—Lina —llamé.

Me miró.

—No te pongas celosa. Ustedes dos son las mejores amigas que pudiera haber deseado, y nadie cambiaría eso.

—¿Ni la tal Lucybell?

Negué.

—Ella es buena persona, y presiento que seremos buenas amigas, pero que sea amiga mía no significa que serán remplazadas.

Lina se quedó en silencio.

—Por dios, son irremplazables —seguí—. ¿Quién se compara a Elvira? Nadie, Elvira demuestra ser sería y fría, pero con nosotras es nada de eso —sonreí al ver cómo asentía de manera casi imperceptible—. Y a ti, Lina, nadie se compara a tu forma de ser. Extrovertida y graciosa, siempre sacando lo mejor de cada situación. Son irremplazables.

Hubo un momento de silencio.

—También son irremplazables los dramas de Lina —bromeó Elvira.

La susodicha sonrió.

—Y las escasas bromas de Elvis Presley —bromeó Lina, haciendo mención de un apodo prohibido decir.

A Elvira le molestaba que la llamarán así.

—¡Lina! —chilló roja como un tomate.

—Ya, ya, perdón —alzó las manos en señal de paz.

—Entonces, ¿Todo bien? — pregunté dudosa.

Ellas me miraron, y por unos segundos no respondieron. Pero al cabo de unos segundos, sus labios se curvaban en sonrisas.

—Por supuesto que sí, T/n.

—Claro que si, amiga, perdón por la escenita de celos —murmuró Lina.

Sonreí aliviada.

—¿Seguimos con el recorrido? —pregunté.

Ambas asintieron.

—Sí, dejemos los dramas aún lado, quiero seguir con las maravillosas vistas —dijo Elvira, emocionada.

Seguí enfocando al paisaje y a mi misma, en pocas palabras, iba caminando a la suerte. De espaldas al camino y con el teléfono como si me tomará una selfie. Así mis amigas podían verme como hago el ridículo intentado describirles o informarlas de algo.

—Hay, sigo pensando en que sería genial estar ahí contigo —suspiró Lina.

Elvira y yo, también suspiramos.

A lo lejos pude ver cómo mi tía me seguía con la cámara, solo que ahora hacia tomas del paisaje y de mí. Tomas de unas increíbles vacaciones.

—Oye, T/n —llamó Lina, atrayendo mi atención a la pantalla nuevamente.

—Dime.

—¿Cómo es esa tal Lucybell?

—¡Lina! —dijimos Elvira y yo al unísono.

—¿Qué? —se hizo inocente.

Negué con la cabeza mientras seguía dando pasos pequeños hacia atrás.

—Lina, en serio que te gusta ser masoquista —murmuró Elvira, rodando los ojos.

—Yo no soy eso, solo... solo es curiosidad. Nada más.

—Ajá —dijo incrédula Elvira, cruzandose de brazos.

Reí divertida, mientras seguía dando pasitos cortos hacia atrás.

Sigue así, y pronto sentirás el suelo.

—Ya, Lina, después te doy detalles de Lucy —dije.

Ella entrecerró sus ojos claros en mi dirección.

—Más te vale, quiero saber quién es mi competencia —Y se cruzó de brazos.

—¿Competencia? —reí.

—Más vale prevenida, chica —sonrió con suficiencia.

Volví a negar divertida.

—Ya lo dije Lina, nadie ocuparía tu lugar ni el de Elvira.

—Es que es tan terca —musitó Elvira.

—No soy terca.

—Si lo eres —dijimos.

—Que no.

—Que si.

—No.

—Sííí —canturreamos.

—Callaos, pesadas —se cruzó de brazos, enfurruñada.

Elvira y yo reímos por el cometido.

—Eh, dejen que me acerqué más a la barandilla y les muestro, encontré un lugar donde se ve espléndido —murmuré emocionada.

Lina me miró de reojo, y volvió a mirar algún punto de la habitación donde se encontraban, pero así como lo hizo, su cabeza se volvió abruptamente en mi dirección.

—T/n —llamó.

—Dime.

—Oye, si vas a volver a lo de la chica, será mejor que guardes silencio —advirtió Elvira mientras comía unas golosinas de quién sabe dónde.

—No, no...

La miré extrañada por su cara de sorpresa.

—¿Qué sucede? —pregunté intrigada.

Justo cuando abrió la boca para decir algo, escuché el grito de mi tía llamándome.

—¡T/n! ¡¿Puedes ir al auto por mi bolso?! ¡Por favor!

Asentí, no me atrevía a gritar como ella lo hizo.

—Creo que ya oyeron, chicas, iré por el bolso de mi tía —dije.

—Eh, T/n, espera, espera... —se apresuró a decir Lina.

—¿Qué sucede, Lina? —preguntó Elvira, mientras yo seguía caminando de espaldas.

—Es que... Es que... —tartamudeo, llevándose las manos a la boca.

Ladeé la cabeza, confusa por su actitud.

—¿Por qué tartamudeas? —pregunté mientras por fin me daba la vuelta, no quería tener una caída patética por andar jugando.

Más sin embargo, eso pasó.

En el instante en el que me di la vuelta, choque con el pecho de un cuerpo masculino, causando que el móvil se me pegará al pecho.

—¡Lo siento! —dije alarmada mientras retrocedía un paso.

Oh, oh.

Mala decisión. Por estar algo nerviosa por mis descuidos, en el mismo momento que retrocedí, mis pies se enredaron, haciendo que tropezara hacia atrás.

Cerré los ojos, esperando sentir la dolorosa y vergonzosa caída.

Sin embargo, eso nunca llegó.

Antes de poder tocar el suelo, sentí como unos brazos se envolvían a mi cuerpo, uno alrededor de mi cintura y otro sosteniendo mis espalda.

A lo lejos, escuché el grito de Lina a través del celular.

—Are you okay?

Abrí los ojos como platos al oír esa voz.

En una lenta agonía, miré el pecho de la otra persona donde colgaba una cámara profesional.

Deje de respirar en ese momento.

Con lentitud, subí mi mirada hasta encontrarme con unos ojos hipnoticamente verdes, que estaban fijos en mi rostro.

A pesar de tener el móvil en el pecho con mis manos congeladas, escuché una oración apenas completa de mi amiga, pero no me hacía falta saber que había dicho.

Yo ya lo estaba viendo con mis propios ojos.

Yo ya estaba sintiendo su tacto.

Yo ya estaba sintiendo como la euforia comenzaba a correr por mi cuerpo.

Yo estaba en los brazos del mismísimo ojitos verdes.

Bendita tierra, traganos.



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Hola.

Muchas gracias por leer; si te gustó, no olvides pulsar la estrellita, comentar y si gustan, compartir.

Su apoyo sería de mucha ayuda para mí historia y para mí.

Sin más que decir, saludos y mis mejores vibras para todos ustedes.

Los dejo con la intriga, mua-ha-ha.

Besitos.

Los quiere, Flor C.



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