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🍏 Capítulo 4 - El destino nos unió, San Google 🍏

—¿Usted es Evelia (apellido paterno)? — Pregunté una vez que me había acercado a la familia que sostenía la pancarta.

Los ojos de la señora, se enfocaron rápidamente en mí. Bueno, desde que me vió acercarme había posado sus ojos en mi ser.

—Sí...

De pronto, sus ojos me recorrieron por completo.

—... ¿Acaso tú eres T/n?

Sonreí algo aliviada.

—Mucho gusto —extendí la mano en su dirección—, T/n T/a, un placer.

En cambio de un ligero apretón de manos, ella se abalanzó sobre mí infundiendome en un gran abrazo.

—¡Oh, mi niña! Que alegría que estés aquí —murmuró.

Ocasionando que riera por lo bajo.

—Me alegra que le alegre, tía —dije.

Una vez que ella decidió que era suficiente, me soltó. Dando paso a que me recorriera nuevamente con la mirada.

—Pero mira que grande estás —dijo dedicándome una gran sonrisa.

De edad, río mi subconsciente.

—Si usted lo dice, tía —reí divertida.

Ella río también.

—De verdad estoy feliz de que ya estés con nosotros  —su sonrisa se acentuaba cada vez más—. Oh, ven, cariño, ven, te presentaré a mi esposo e hijos.

No caminamos, pero me hizo dar vuelta para observar a su familia.

Un señor, una pequeña y un pequeño nos miraban con sonrisas en sus rostros.

—T/n, él es George —señaló al señor.

Enseguida, él extendió su mano.

—Mucho gusto, sobrina.

—Mucho gusto.

Mi tía sonrió.

—Y ella es Melissa y él Mathias, mis pequeños tesoros —presentó a sus hijos, primos míos.

—Oh, hola, pequeñines —me puse de cunclillas para estar a su altura—. Encantada de poder conocerlos.

El pequeño Mathias me observo con curiosidad con sus pequeños ojos castaños.

—Ho-da, pi-ma —estiró su mano libre en mi dirección.

—El pequeño Mathi aún está aprendiendo a pronunciar las palabras —la tía Eve lo miró con cara de adoración—, ¿Verdad que sí, pequeño?

Él asintió sonriente. Contagiandome su sornisa.

—Y tú debes ser Melissa —me dirigí a la niña que estaba sujetada por la otra mano del esposo de la tía Eve—. Vaya que estás grande. Encantada de poder conocerte.

La niña se oculto un poco detrás de su padre, tímida.

—Es algo tímida —murmuró su padre.

Asentí mientras le dedicaba una pequeña sonrisa a mi prima.

—Descuiden, tarde o temprano se pasará —me puse de pie—, después de todo, viviré con ustedes. Me tendrá que soportar.

—O tú a ella —dijo mi tía—. Es tímida al principio, pero te cogerá confianza, te lo aseguro.

Sonreí.

—Bien, creo que debemos ir a casa. Seguro que T/n está cansada —opinó George.

— Agradecería eso, por favor —murmuré algo apenada.

—Y podemos pasar por comida —opinó mi tía.

Asentí, nuevamente apenada.

La verdad, es que no me gustaba causar tantos inconvenientes. Ya estaba causando uno al quedarme en la casa de mi tía como un huésped invitado, así que me había propuesto no causar muchos más inconvenientes, pero... Estoy segura que la comida no es inconveniente para nadie, ¿Verdad?

Con ese pensamiento, seguí a la familia de mi tía. En algún punto del camino, el pequeño Mathi decidió que los brazos de su madre ya no eran cómodos y optó por estirar sus pequeños brazos en mi dirección.

Invitandome a qué lo cargará.

—Mathi, seguro que tu prima está cansada... —comenzó intentando convencer a su hijo.

—No se preocupe, estaría encantada de hacerlo —me acerqué para quitarle al pequeño de sus brazos.

El esposo de mi tía río al ver cómo su pequeño enseguida se ponía a jugar con los mechones de mi cabello.

—Creo que le agradas —dijo.

—¿En serio? — pregunté incrédula.

Según yo, los niños no se me daban.

—Jamás había visto que él estirara los brazos para que lo cargue alguien que no sea papá o mamá —se encogió de hombros.

Mire al pequeño con ilusión.

—¿Es cierto eso, pequeño? ¿Ya te agrado? —le pregunté con un puchero.

El pequeño Mathi soltó una risita y volvió a jugar con mi cabello.

—Le agradas —confirmó su padre mientras se adelantaba para guardar mis maletas que se había ofrecido a llevar.



***



—Woha, tía... Es hermoso —murmuré, admirando la habitación.

—¿De verdad? George y yo hicimos lo mejor que pudimos —admitió mientras dejaba una maleta en mi ahora nueva cama.

—Es... Es perfecto, tía —dejé de admirar la repisa donde había figuras de papel y cristal, para mirarla—. Gracias.

Emitió un suspiro de alivio.

—Ufff, mi niña, me tenías preocupada por si no te gustaba —se pasó una mano por la frente—. Bien, me alivia que te haya gustado. Bueno, si algo no te parece también puedes hacerle cambios.

Asentí.

Ella se acercó unos cuantos pasos a mí dubitativa.

—¿Puedo...? —abrió los brazos y me miró haciendo gesto obvio.

Me quería dar un abrazo.

Sonreí mientras asentía con la cabeza.

—Me alegra que estés aquí, mi niña —murmuró, y aquello me pareció que de verdad lo decía con el corazón.

—Yo también, tía.

Nos separamos.

—Te dejo para que te instales o descanses, pero por favor, bajas cuando te llame para cenar —dijo a lo que yo, asentí.

Me volvió a sonreír.

Se alejo directo hacía la puerta, y antes de volver a la planta baja, me miró como si apenas se acordará de algo.

—Más tarde tu tío y yo queremos hablar contigo, cariño — alcé las cejas a manera de cuestión, y ella respondió  —. Solo para ponernos al tanto, cariño.

—Okey.

—Descansa y, siéntete como en casa.

Dicho esto, se giro sobre sus talones y salió de la habitación.

Mi nueva habitación.

Oh, la idea me parecía genial.

[...]

Después de darme una ducha; una corta siesta que de verdad me hizo sentir nuevamente viva; una cena de lo más divertida y amena con mis tíos y primos, donde el pequeño Mathi terminó lleno de salsa de tomate en el rostro y mi tío rojo como uno por reír tanto con las ocurrencias de mi tía. Me sentía bien. 

Después de largas horas en las que aún estaba acostumbrandome a la idea de estar ya en otro país lejos de mi familia, me sentía bien.

Bueno, no tan bien como me gustaría estarlo. Pero me sentía en calma. En paz. A gusto por comenzar una nueva etapa de mi vida.

Sí, estaba segura que me costaría acostumbrarme al cambio de hogar y ambiente, aunque tambien estaba segura que no era la primera ni la última en enfrentarme a algo así.

Aquello venía con el paquete de crecer.

Trazar nuestro propio camino en el juego llamado vida, dejando a algunos en el proceso, diciéndoles un adiós. Pero jamás olvidandote de ellos. Ellos son y serán parte de mí corazón. Más sin embargo, la vida me exigía crecer y forjar algo bueno para mí.

Y estaba segura que Toronto me ayudaría.

Aún sea que lo haga a millas de distancia de mi familia.

Después de despedirme de mis tíos y prima —el pequeño Mathi había quedado profundamente dormido— alegando que aún faltaba mucho por acomodar y no me apetecía ver una película de terror, subí las escaleras para ir a mi nueva habitación. No sin antes, agradecer por el momento que compartieron conmigo durante la cena.

Estaba cansada, sí, pero tampoco me gustaba ver vacía la habitación. Así que durante unos cuantos minutos me dediqué a acomodar mis cosas.

Más en especial, mi clóset. Admirando como había quedado mi querida sudadera rosa en dicho lugar.

—Bueno, un descanso no hace daño a nadie —murmuré después de un tiempo, quebrantando el silencio de la habitación.

Jamás pensé que la mudanza sería tan agotadora. Y eso que solo era yo, ¿Se imaginan que sea de toda la familia? Dios mío, no podría. Me desmayaría de ver tanto lío.

Sacudiendo la cabeza y la idea de mi mente, me encaminé para lanzarme a mi cama y quedar como una estrella de mar.

—Que cómodo —reí sintiendo cada fibra de las sábanas calentitas color rojo frambuesa.

Y aquí un dato importante, cuando conocía algo nuevo no podía quedarme quieta por más de cinco segundos. De verdad que no podía. Mi yo interior explorador y curioso salía a la luz. Quería ver mucho más.

De un salto, me despedí de la comodidad de la cama para caminar con los pies descalzos por la habitación.

Admirando hasta el último rincón.

Las paredes se veían espléndidas en su color blanco con algunos toques de un color rosa de Damasco. Los colores combinaban en total perfección con el color de las sábanas, la alfombra y algunos muebles.

Me gustaba la decoración. Me gustaba la habitación. En sí, me gustaba la comodidad de la casa. El ambiente en la casa de la tía Eve se sentía cómodo, incluso el vecindario se veía maravilloso.

Con el pensamiento de ver la iluminación del anochecer sobre la calle y las demás casas, me encaminé directo al gran ventanal donde habían cogines que hacían del lugar más cómodo.

Me senté  con la espalda recargada de la pared y los pies flexionados, creando de esto, una posición cómoda.

Y de la situación algo increíble.

Los reflejos de nuestro satélite natural hacian un buen contraste con las tenues luces de los faroles que iluminaban las calles. Haciendo también, un buen contraste con las luces de las demás casas.

Daban la impresión de que las noches en este vecindario eran tranquilas y amenas, donde podías gozar un poco de urbanización y naturaleza al mismo tiempo.

Muy diferente a la urbanización que iba en aumento en _______.

Soltando un suspiro, me acomode mejor en mi sitio, alternando la mirada en cada patio con cercas de madera y jardines con variedad de flores. Imagino que también depende del clima en el que se adapten dichas flores.

Y no se cómo, y no sé si les ha pasado, pero algo me indicó o un sentimiento creció en mí sobre ver en alguna dirección.

No se, algo me indicó que volteara a ver a algún lugar.

Al igual, sin saber que era lo que buscaba, alterne la mirada hasta donde pude de la calle vacía, los patios, los tejados sin saber muy bien por qué, no encontraba nada y pues bueno, tampoco sabía que era lo que exactamente buscaba pero...

De pronto, mis ojos se detuvieron en la casa de enfrente. En la ventana de una de las habitaciones, he de suponer. Y...

¡No lo podía creer!

Oh, por dios.

Mis ojos se habían quedado paralizados con la imagen de la persona detrás de la ventana.

Estaba confundida, y la otra persona también. Pero más, sorprendida.

—¿Qué...?

¡No. Te. Pases!

Al otro lado, con la misma expresión de la boca abierta por la sorpresa, se encontraba Lucybell. La chica que fue mi compañera de vuelo.

Fue como si estuviéramos sincronizadas, yo solté un grito y pude ver qué ella también. En instantes, me pare de un salto, me puse rápidamente mis zapatillas que estaban cerca de la puerta, y salí corriendo de mi habitación.

Bajando las escaleras en la misma velocidad de la que salí.

—¿T/n...? ¡Cariño, ¿A dónde vas? —gritó mi tía cuando me vio pasar corriendo por el salón.

A pesar de aquello, no me detuve.

Ya después hablaría con ella.

Salí tirando fuertemente de la puerta, sintiendo la brisa fresca de la noche recibirme cuando salí al exterior.

Y al parecer, Lucy también había hecho lo mismo.

Reduciendo la rapidez de mis pasos, aún sin creer lo que mis queridos ojos veían, me acerqué a la chica que venía al mismo paso que yo.

—¿T/n? / ¿Lucy? — preguntamos al mismo tiempo cuando la alcance en la acera frente a su casa.

Sí, había atravesado un poco imprudente la calle.

—No lo puedo creer —murmuró incrédula.

Sus ojos me recorrieron como si no asimilara el hecho que estaba frente a ella. Yo hice lo mismo.

—¿Sabes lo que esto significa? —preguntó Lucy, emocionada.

Asentí con el mismo entusiasmo.

—¡Vivimos en el mismo vecindario, T/n T/a!

—¡Somos vecinas, San Google!

Ella río por el apodo.

Y sin poder evitarlo y sin querer evitarlo, soltamos grititos de emoción y sin dudarlo, nos dimos un gran abrazo.

La chica me caía bien.

Y estaba segura que se venía una muy linda amistad entre ella y yo.







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Hoooda (voz del pequeño Mathi jsjs).

Aquí les traigo el cuarto capítulo, espero lo disfruten.
Se que quizás y pueda haber algunos errores ortográficos, y me disculpo por eso. Pero soy novata, entiendanme :v.
Alguna duda, sugerencia, serán bienvenidas siempre y cuando sea con respeto a mi persona.

No se olviden de votar, comentar, y si gustan, compartir. También pueden agragarla a su biblioteca para que se les aparezca notificación cada vez que actualice ;).
En serio, agradecería eso. Su apoyo sería lo mejor que me pueda pasar.

Sin más, mis mejores vibras para todos ustedes.


Los quiere... Flor C. 🍟

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