✧ Capítulo Único ✧
Debido a que Narumi se había retrasado un poquitín con el trabajo —como siempre—, Hirotaka se había visto en la obligación de acompañarla en sus obligaciones y darle apoyo moral. En otra época, el peliazul se habría ido sin más, desesperado por probar un nuevo juego a la primera que su novia le insistiera en que no tenía necesidad de quedarse esperándola. Pero no. Su relación se había estrechado tanto, que le era casi imposible despegarse de ella en casi todo momento del día.
Era su novia, estar con ella tanto como pudiera se había convertido en el objetivo de mayor prioridad. Tenía incluso muchísima más relevancia que sus videojuegos; y éso que éstos pasatiempos eran su vida.
Finalmente, la pelirrosa acabó con lo que hacía y ambos salieron de la oficina. Debido a que Koyanagi y Kabakura estaban algo atareados con el tema de la mudanza, éstos no habían podido pasar mucho tiempo con nuestros protagonistas. Era entendible, después de todo, estaban recién casados y debían acoplarse a los cambios que ésta decisión conllevaba.
Sin pensarlo mucho, Narumi se aferró al brazo de su novio, entrelazándolo con el suyo. Hirotaka, tranquilo, no demostró que ésto le molestara. En otrora, la propia artista se habría incomodado de siquiera tomar de la mano al más alto. Ya no, no había por qué andar ya con ésa falta de confianza entre ellos.
Después de abandonar el edificio donde trabajaban, y caminar un rato en la fría oscuridad de la noche —debido a que la chica se había tardado un poco más de lo normal—, Narumi y Hirotaka arribaron al Izakaya de siempre para tomar unos tragos y relajarse.
Tras atiborrarse de bocadillos, como takoyaki, korokke, hiyayakko, sushi, y demás platillos de nombres interesantes; y de algunas rondas de cerveza (después de la segunda no le habían tomado mucha importancia al conteo) a Hirotaka no se le ocurrió una mejor idea que molestar a su linda, alegre —y algo entonada por la cerveza— novia.
La idea para fastidiarla, que parecía tener vida propia, llegó a su mente como si estuviese esperando la oportunidad perfecta para ser utilizada en ése tipo de momentos. Podría decirse que, para fortuna del peliazul, dicha ocurrencia había llegado justo tiempo.
Se trataba de una pregunta, una muy simple a decir verdad. Pero que contaba con el poder suficiente para cumplir su objetivo de ése instante. Sin pensarlo demasiado, Hirotaka se bebió de un trago lo que quedaba de cerveza en su enorme tarro de vidrio, se acercó a Narumi lo suficiente como para que lo escuchara, ya que había mucho ruido en el local a esas horas, y soltó lo que pensaba.
El resultado no se hizo esperar.
—¿Eh? —inquirió Narumi, enrojeciendo con facilidad—. ¿Q-Qué?
—Aparte de idiota, también eres sorda —comentó Hirotaka, aparentemente calmado, pero con algo de burla en su seria y apática voz.
La chispeante mirada que ella le dedicó fué aterradora, pero Hirotaka no demostró emoción alguna frente a ella. Frío, retador e inexpresivo, le devolvió la mirada.
—No hacía falta que me dijeras idiota, Hirotaka —bufó, inflando una mejilla con gesto infantil—. Tampoco sorda. Bastaba con que repitieras la pregunta que acabas de hacer y ya. —Se encogió de hombros—. Además, los verdaderos idiotas insultan a otros señalando sus propios defectos.
Hirotaka no la miró de inmediato, sino que dió una última y profunda calada al cigarrillo que fumaba desde hace unos cinco minutos. Expulsó el humo, que se enroscó perezosamente en el aire hasta desaparecer por completo. Finalmente, apagó la colilla en el cenicero que se hallaba en el centro de la mesa y miró a su novia con fijeza antes de hablar:
—Sí, bueno... espera —enarcó una ceja azulada—. ¿Acabas de insultarme?
—¿Yo? —inquirió Narumi, fingiendo desconcierto—. ¡Para nada!
—Idiota.
—¡Gamer!
—Éso ni siquiera es un insulto.
—Cállate.
—¿Éso quiere decir que no quieres que repita la pregunta?
—No —suspiró—. Si quiero que la repitas.
—Entonces, ¿para qué pediste que me callara?
—Hirotaka —su voz escapó de sus labios con un tono más suave y cariñosamente amenazante de lo normal.
—Está bien. Repetiré la pregunta si eso es lo que quieres.
Nunca lo diría en voz alta, pero, a veces, Narumi daba miedo; sobretodo cuando se enojaba de verdad. Por supuesto, cuando estaba en su modo otaku-shipper-fujoshi-ultrainstinto era más aterradora todavía.
—Muy bien —la rabia de la pelirrosa desapareció cuando Hirotaka accedió.
Ahora, Narumi tenía otro problema: sus nervios iniciales, aquellos que surgieron cuando escuchó aquella pregunta por parte de su —para nada expresivo y bastante atractivo— novio habían vuelto para molestarla. Esa pregunta si que la había tomado por sorpresa, después de todo, Hirotaka no era del tipo de hombre que preguntaba ésas cosas normalmente.
—¿Puedo besarte? —inquirió él, emulando la pregunta que hiciera hace un rato, la cuál había desconcertado a Narumi y que los llevó a la situación en la que se encontraban actualmente.
—¡¿Q-Qué?!
—¿Ya ves como no me equivoco cuando digo que eres sorda?
Hirotaka estuvo a punto de esbozar una mini sonrisa, de esas en las que se había vuelto un experto en mostrar. Pero, de haberlo hecho, Narumi, que lo conocía tan bien como a la plumilla que utilizaba para dibujar dojinshis de Yaoi hard —que eran sus favoritos—, habría descubierto que Hirotaka sólo quería molestarla un rato y aprovecharse de que su novia estaba un poquitín entonada por el alcohol. Su especialidad y pasión era ésa, fastidiarle la paciencia a su novia y no morir —o ser shipeado con otro hombre—, en el intento.
Narumi estuvo tentada a decirle algo, claro que sí. Por supuesto, no pasó de una simple tentación. La vergüenza que sentía en ése momento superaba con creces su molestia.
—¡Y-Ya te lo dije! ¡No es que eshté sorda o algo así, tonto! ¡E-Es sólo q-que, eh, me tomaste por sorpresa! Esh todo.
—¿Es tan raro que pregunte?
—Raro no —gegeó—, es rarísimo. De hecho, nada de lo que haces es precisamente normal. —bromeó, sacando la lengua.
—Tch.
—En fin —sonrió con tanta dulzura, que Hirotaka se estremeció al verla así. Tenía un mal presentimiento—. Si lo preguntas de ésa forma, supongo que no puedo negarme.~
—¿Eh? —Sí, era el turno de Hirotaka para sorprenderse.
El peliazul ni siquiera tuvo tiempo para decirle a Narumi que aquello no era lo que ella creía, que todo se trataba de una muy simple —y mala— broma que a él se le había ocurrido. Con lo que no contaba era con el hecho de que Narumi, justamente ése día, había consumido un poquitín más de alcohol del que solía consumir normalmente.
Por lo que, muchísimo antes de que pudiera añadir algo más —como aquella vez en la que, estando en el día de los inocentes, le pidió un beso y luego se retractó al verla nerviosa, alegando que era una broma—, Narumi se le adelantó. Tomándolo por las mejillas, lo atrajo hacia ella y, tras sonreír ampliamente con ojos alegres y las mejillas enrojecidas por el alcohol y la vergüenza, lo besó.
No podía negar que el beso fué mejor de lo que habría pensado, sobretodo por el hecho de que aún permanecían en aquel Izakaya y la cantidad de gente que visitaban el lugar era tan grande como para suponer que entre todos ellos podría haber algún conocido que pudiera verlos no haberse dado cuenta.
Pero no le importaba, él también llevaba una buena, y generosa, dosis de alcohol en su sistema. Aunque fuera muy resistente a las bebidas alcohólicas y no se embriagara con facilidad, Hirotaka aún podía "desatarse" un poco cuando bebía.
Justo como estaba ocurriendo ahora mismo, en medio de aquel conocido, y concurrido, Izakaya...
Fin
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