Capítulo 21
- FANNY -
— ¡No pienso ir a ningún lado! — Gritó Dylan mientras se agarraba del marco de la puerta para evitar ser arrastrado por Jake hacia la calle — ¿Quieres ver a tu amigo muerto? — Preguntó dramáticamente.
Bufé, habíamos tardado una hora exacta entre que logramos despertarlo, que se duchase y además que bajase a comer algo. Dylan Siorra estaba claramente asustado, que digo, aterrado por la reacción que tendría Megan al verlo. No sabíamos muy bien qué es lo que había pasado entre ellos dos pero lo cierto era que teníamos unas grandes ideas de lo tonto y estúpido que podría llegar a comportarse un Dylan borracho. Si era así sentía pena por Megan al tener que aguantarlo en ese estado pero también sentía cierta lástima por Dyl, ella lo haría pedazos.
— ¡Dylan no seas cobarde! — Gritó Jake mientras tiraba más fuerte hasta darse por vencido y mirarme por ayuda, yo levanté mis manos enfundadas en la gran sudadera gris que Jake me había prestado. La capucha, mucho maquillaje y un atuendo completamente diferente al que siempre había llevado me haría pasar desapercibida en la sociedad. O eso esperábamos — Necesito ayuda — Me pidió rogándome.
Volví a bufar, Dylan era imposible de lidiar.
— Si no te mueves en este mismo instante haré funcionar de alguna manera mis poderes para hacerte volar hasta la escuela — Lo amenacé y vi como su cara se tornaba más pálida que de costumbre, sus deditos iban perdiendo la tensión de sostenerse para comenzar a soltarse. Me acerqué lo suficiente para quedar cara a cara con él y lo miré directamente a los ojos — Ahora.
No tuve que decir más, Dylan se soltó al mismo tiempo que Jake hacía fuerza hacia él para liberarlo de la casa haciendo que todo se vuelva en su contra. El idiota mayor cayó sobre el idiota menor sobre el verde césped del patio delantero de la casa y una gran sonrisa satisfecha se posó en mis labios.
El auto de Dylan estaba pacientemente estacionado en frente de la gran casa, por dentro la figura de una rubia posaba como si hubiera cámaras al rededor. Al salir del auto sus piernas perfectas, con sus zapatos de tacón, impresionaron a los dos chicos que estaban tirados en el verde césped. Mi sonrisa aumentó, Megan claramente sabía cómo impresionar a los chicos con tan solo arreglarse lo más mínimo. No necesitaba de mucho maquillaje, ni de ropa de marca ni accesorios extravagantes. Su sola figura te intimidaba hasta el punto de hacerte temblar. Se veía dispuesta, decidida y completamente segura para todo aquel que la mirase. Pero claramente no para mí, había aprendido a mirar detrás de esos ojos altivos suyos, su mirada estaba cargada de miedo y evitaba con astucia mirar a Dylan.
— ¿Pueden dejar de hacer un numerito? — Preguntó o más bien ordenó — No tengo todo el día.
Ambos chicos se despegaron del suelo en un salto, Dyl arregló su ropa y su cabello pasando sus manos temblorosas por todo él mientras que Jake no hacía más que mirarlo burlonamente. Caminé hacia el auto y me metí rápidamente en el asiento trasero mientras Meg me miraba sorprendida.
Todos entraron, Dylan como mi acompañante. Jake comenzó a explicarle desde el asiento de copiloto lo que haríamos este día y para la rubia no fue más que una locura.
— ¡No voy a faltar al colegio! — Dijo mientras conducía — ¿Acaso sabes cuánto trabajo atrasado tengo por ustedes dos? Hoy tengo que editar el diario, corregir si algo está mal — Golpeó el volante — Por algo soy la directora ¿No crees?
— Podemos dejarlo para la tarde — Intenté alivianar el ambiente.
— No, claro que no — Se reusó Jake — Fanny no tiene más tiempo Megan, necesitamos empezar a resolver todas las dudas.
Un silencio incómodo se plantó en el vehículo, Dylan ni siquiera tenía permitido respirar y yo solamente me dedicaba a mirar el paisaje de afuera que tan nubloso se veía al pasar. No quería presionar a Megan pero ciertamente tenía miedo de que, tal y como dijo Jake, ya no me esté quedando más tiempo y cada memoria se esté disolviendo. Puede que inclusive llegue al punto de no recordar nada, de ser un alma en pena vagando por este espacio. Me verían y me temerían. Vaya uno a saber todas las cosas terribles que pueden pasar.
— Por favor — Murmuró Dyl a lo que Jake y yo abrimos los ojos para mirarlo ¿Acaso habíamos escuchado bien? El cuerpo de Megan se tensó notablemente pero no volvió a responder, más bien giró el volante con brusquedad y apretó el acelerador.
Cuando por fin se detuvo agradecí de ser tan solo un muerto porque mi vida hubiera escapado de mis manos en mitad del recorrido, Dyl se encontraba de lo más pálido y el haber tomado ayer con bestialidad no ayudaba en nada a su estómago. Jake parecía un poco más calmado pero sus manos aferradas fuertemente en el asiento decían lo contrario.
Megan abrió la puerta luego de haber apagado el auto y salió de él con un fuerte portazo, todos pegamos un pequeño salto y nos movimos hacia afuera, a tierra firme. Estábamos frente a una casa de madera, algo vieja pero hogareña. Miré al rededor con cautela pero nadie se notaba en aquella zona más que niños jugando en sus bicicletas de aquí para allá. Todo normal.
— ¿Qué hacemos aquí? — Pregunté.
— Lo había estado pensando hace un tiempo — Meg me miró, con una postura relajada y una mano en su cadera — Hablé con varias sobre que veía un muerto y que no era la única — Mis ojos se abrieron en sorpresa — La mayoría quería purificar la casa, hacer ritos extraños o simplemente me tomaban de tonta — Se encogió de hombros — Menos la señora Persy.
Megan caminó sobre el agradable camino hacia la puerta, rodeado de plantas y yuyos raros con piedras decorativas. Tocó sobre la madera dos veces y esperó.
— ¿Quién es? — Habló una voz grave de mujer, atenuada por la separación de la puerta.
— Soy Megan Smith, hace unos días le comenté sobre mi situación y... Vine con ella — La puerta se abrió de golpe, una mujer algo subida de peso, con un vestido largo hasta los pies de color negro y flores rojas escrutó con la mirada a la rubia. Sus ojos pasaron de ella casi al instante para detenerse en mí, una vibración de lo más extraña resonó en mi cuerpo y me hizo temblar. Mis piernas fallaron y mi vista se nubló para caer rendida al suelo. Sentí las manos de Jake rodearme mientras estaba sentada en el suelo.
— Una oportunidad como la tuya no la tiene cualquiera ¿Sabes? — Sentí la voz de la señora Persy dentro de mí calando mis huesos, si no hubiera sido por Megan que preguntó a qué se refería con aquello hubiera pensado que habló en mi mente — Es mejor que entren, vamos adelante. Tengo vecinos muy cotillas que comentan mi vida porque la suya ya es bastante aburrida.
Jake me ayudó a levantarme y me hizo quedar lo más apartada de la señora que me era posible, su casa tenía olor a inciensos y las paredes estaban revestidas en papel blanco con agradables flores amarillas y celestes. Me senté en un gran sillón marrón bastante mullido, parecía que sus almohadones podrían tragarme. La pequeña mesa ratonera que hacía juego con sus muebles tenía de adorno un florero con tulipanes que la mujer rápidamente sacó para poner encima cartas.
— No estoy acostumbrada a recibir presencias como la tuya — Ella me miró por un momento para seguir hablando — Pensé que la señorita Megan me estaba hablando de una dama de blanco o algún espíritu lo suficientemente potente para dejarse ver por varias personas.
— ¿Dama de blanco? — Preguntó Meg mientras se sentaba al lado de Jake que, a su vez, estaba sentado a mi lado.
— Son mujeres que no reciben su descanso eterno, las matan brutalmente y vagan por la eternidad en los lugares donde murieron — Dio su explicación la señora Persy como si fuera lo más normal en este mundo — Pero eres algo más que eso... Tú pareces que estás viva y eso no es una característica de los muertos o espíritus — Ella entrecerró sus ojos marrones para prestarme más atención — ¿Acaso recuerdas cómo moriste?
— La mataron, su padre lo hizo — Contestó Jake al ver que mis palabras no salen de mi boca.
— Le pregunté a ella no a ti chico — Lo reprendió amargada pero sin alejar su vista de mí — ¿Tengo que volver a preguntar?
Negué con la cabeza y cerré mis ojos para respirar profundo y calmarme, no me había dado cuenta de que estaba de lo más tensa. Para cuando volví a abrirlos el ambiente parecía más calmado y el incienso perforaba mis pulmones haciéndolos más livianos, de una manera u otra me sentía agradable y totalmente manejable.
— Él quiso callarme — Contesté, sin saber de dónde venían aquellas palabras. Claramente jamás hubiera hablado sobre este asunto de una manera tan calmada. Mis ojos fijos en los de ella me daban la autoconfianza que necesitaba para seguir, pero al mismo tiempo comenzaban a aterrarme — Me golpeaba, me amenazaba con que me mataría si yo hablaba y eso pasó. Él me mató por hablar demás, por desobedecerlo. Al ver que me resistía se enojó mucho más y fue para peor.
Las imágenes pasaban por mi mente tan nítidas y claras, jamás lo había recordado así. Siempre fue con angustia y dolor pero estaba palpando cada terrible sentimiento que había vivido esa noche, cada golpe, cada tirón de cabello. Me había arrastrado desde mi habitación hasta el baño, en su bolsillo esperaban unas tijeras. No solo me cortó cabello por cabello dejando una melena corta desordenada y desprolija, si no que había llenado la tina con agua.
— Así estarás más bonita - Me decía, mi llanto resonaba en todo el baño — Tu madre te querrá ver más bonita en el infierno ¿No crees?
Me tomó del brazo y me obligó a meterme en la ducha, mi ropa se mojó. Me sentó y tomó de mis brazos cortándolos cada uno con suma paciencia. En su rostro una sonrisa de lo más gratificante, yo estaba totalmente devastada y él lo sabía. Sus ojos parecían enloquecidos, justo como aquella noche.
Grité, pero nadie me escuchó. Para cuando ya no tenía fuerzas para forcejear mi cuerpo estaba empapado de agua roja por la sangre y ya no podía mover mis dedos, me sentía floja y sin ganas. Él pegó la media vuelta dejando la tijera debajo del agua, sus pasos resonaron hasta desaparecer detrás de la puerta que cerró con llave, lo último que pude ver fue la llave deslizarse por debajo de la puerta y terminar a la mitad del baño. Para ese entonces sabía que mi vida estaba acabada y de alguna u otra manera me sentía feliz por ser la última vez que vería su cara.
Esperé la muerte, tan paciente y decidida, feliz por no volver a sufrir. Esperé a la muerte como si fuera mi propio ángel de la guarda.
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