Capítulo 1
- FANNY -
Hace unas cuantas semanas atrás recordaba haber visto a la misma mujer que ahora entraba a la casa para dar un pequeño tour, su atuendo de oficinista haciéndole juego con los tacones bajos que resuenan molestos por el piso de madera y sus anteojos rectangulares que resaltaban sus ojos celestes. Su melena azabache caía en pequeños firuletes hasta un poco más abajo de sus hombros y venia de la mano de un hombre más alto que ella. Pelo marrón corto, con traje y barba de hace unos días. Tenía la mirada cansada y algo ausente pero estaba notablemente feliz.
— ¡Bienvenidos a su hogar! — Gritó alegre John, el hombre se desvivió tratando de vender esta casa tan mediática e imán de bromas escalofriantes de fantasmas — Les aseguro que no se arrepentirán, yo ahora — Miró hacia su muñeca viendo solo pedazo de su propia piel ya que no había ningún reloj, la ocultó y mostró una gran sonrisa a sus clientes — Debo irme, el trabajo me llama. Siéntanse libres de llamar a la compañía si necesitan de algo familia Maxwell.
— Lo haremos — El hombre alto dio un apretón de mano y esperó a que John se retirase — ¿No crees que estaba demasiado feliz?
— Tal vez tiene problemas en el trabajo amor — La mujer dejo un casto beso en una de sus mejillas y se dispuso a volver al jardín delantero — ¡Chicos! — La escuche gritar — Vamos entren.
Un niño pequeño de unos ocho o nueve años pasó corriendo como un rayo directo a las escaleras.
— ¡Yo elijo habitación!
— Sam ¿Qué dije de subir las escaleras corriendo? — Gritó la madre reprendiéndolo, pero el niño no le hizo ni caso.
Negó con la cabeza manteniendo sus brazos en jarra y miró a la presencia detrás de ella, un adolescente alto, formado y morocho con una mirada penetrante y azulada entro a la casa. La miró de arriba a abajo para finalmente dar una mueca y seguir los pasos del niño con desgana.
Tenía la esperanza de no aburrirme con esta familia aquí, subí detrás de él y lo pasé ante la desesperación que me daba esperarlo caminar a tal paso lento que iba. Miré hacia los lados del corredor encontrándome con una puerta abierta, esa habitación había estado destinada para grandes planes pero ahora estaba totalmente vacía. Salvo por el niño acostado en el suelo con todas sus extremidades extendidas.
— Sam — Habló el chico detrás de mí mientras se apoyaba en el cuarto — No pienses que este será tu cuarto, vamos sal.
— No lo haré — El nene, aparentemente llamado Sam, se cruzó de brazos y miró fijamente a su hermano — No me moveré de aquí.
— Tú te lo buscaste — El chico camino hacia él y me corrí de su camino por simple costumbre, lo agarró de la remera levantándolo como si pesara igual que una pluma y Sam empezó a patalear y gritar por su madre.
— ¿Qué está pasando aquí? — La madre apareció de repente por la puerta con una actitud desafiante y cansada — Jake deja a tu hermano en paz, ve a la otra habitación.
— Pero está repleta de cosas de niña — Reprochó haciéndolo ver inmaduro para sus, tal vez, 18 años.
La mujer lo observó confundida y salió de allí para encaminarse a la otra habitación seguida de los dos chicos y de mi fantasmagórica presencia, mi habitación había quedado igual a como era hace mucho tiempo. Nadie se atrevió a sacar mis cosas, a nadie le importé realmente. Las paredes rojas oscuras hacían juego con mi acolchado, el guardarropa seguía lleno de ropa y había fotografías adornando una de las paredes. Todas iguales, fue algo masoquista de mi parte decorar la pared con las mismas fotos una y otra vez repetidas. Pero para mi defensa yo no poseía muchas fotos de mi madre y menos al morir cuando yo solo era una cría.
— Me contactaré con la inmobiliaria por si el dueño anterior quiere las cosas — Se dio vuelta para mirar a su hijo mayor — Mientras tanto guarda todo en las cajas.
El pequeño Sam sonrió con autosuficiencia al saber que se quedaría con su habitación y se retiró contento detrás de su madre, Jake empezó a caminar a lo largo absorbiendo cada detalle. Me sentía algo avergonzada al saber que revolvería mis cosas pero estaba aliviada de que no encontraría las privadas, todas ellas estaban muy bien escondidas. Empezó a sacar foto por foto algo molesto, pero se detenía a verlas de todas formas.
— No las tires — Susurré detrás de él a sabiendas de que no podría escucharme — Por favor.
Él se dio la vuelta para mirar por detrás y llevó su mano a su nuca justo donde mi respiración se encontraba anteriormente, entrecerró los ojos y miró con detenimiento todo hasta negar con la cabeza y llevar las fotos al escritorio. Abrió uno de los dos cajones encontrándose con el maquillaje que usaba todos los días sin falta, tomó un pote y lo abrió para ver una crema de color piel. La olió y emitió una mueca para volver a dejar el objeto en su lugar. Abrió el cajón restante y saco los papeles sueltos que habían, pero se detuvo al ver caer un pequeño objeto de metal al piso, se agachó y tomó la cuchilla en sus manos.
— ¿Una suicida? ¿En serio?
Dejó el pequeño objeto filoso en el escritorio y revisó los papeles, todos eran dibujos que tenía de pequeña donde denotaba la perfecta familia feliz. Con el tiempo había empezado a retratar rostros hasta hacerlos casi perfectos, según mi profesor de arte yo había tenido muy buena mano. Pero mis dibujos y ganas de pintar se habían acabado con el transcurso de los años.
Unos toques nos alertaron haciéndonos girar hacia la puerta, el hombre parado en la puerta sonrió y paso su mirada por la habitación.
— Tu madre me dijo que te trajera un par de cajas — Dejó las cosas a un lado en el piso y sacudió sus manos quitándose la tierra — Ahora entiendo por qué, creo que aquí vivía la familia Courtney por lo que decía en los papeles de la casa.
— Al parecer no eran muy felices — Jake agarró la cuchilla y se la tendió a su padre que la agarró asombrado — Estaba en un cajón ¿Estás seguro que nadie murió aquí?
— Esta totalmente limpio — Dijo el hombre para mi sorpresa, John se las habrá arreglado para ocultar toda la historia y así poder vender la casa — Guardaré esto — Puso el objeto en uno de sus bolsillos — ¿Por qué preguntas?
— Me pareció... — Jake dejó su oración en el aire y volvió a tocarse la nuca — No es nada.
El timbre de la casa sonó interrumpiendo la charla, el padre bajó las escaleras justo cuando su mujer aparecía en la sala y juntos abrieron la puerta encontrándose con una mujer cuarentona rubia junto a una pequeña niña.
— Hola — Saludó agradablemente, era mi vecina de enfrente junto a la pequeña Lucy — Me llamo Lorena Backs y esta es mi hija Lucy, vivimos al frente.
— Oh, es un placer Lorena — Habló la mujer y señalo a su esposo — Él es mi marido Oliver Maxwell y yo soy Tina.
— Les traje un pequeño obsequio — Lorena tendió una bandeja hacia ellos donde llevaba una pequeña torta de chocolate — Para darles la bienvenida al barrio.
— Muchísimas gracias — Tina agarró la bandeja y retrocedió unos pasos — Pasa por favor, disculpa el desorden.
Lucy entró algo resegada y, mientras los adultos se habían ido al comedor, ella se limitó a quedarse en silencio junto a la entrada abrazándose a sí misma y mirando su alrededor. Sus ojos marrones parecían tristes y cansados para una niña de ocho años, su pelo estaba recogido en dos trenzas que caían en sus hombros y vestía unos jeans azules con su remera blanca favorita de unicornios.
Recordaba haber ahorrado bastante para poder comprársela para su cumpleaños a sabiendas que le encantaría, y ahora ella la usaba siempre. La había visto venir al menos una vez por semana hasta el patio delantero y mirar fijamente la casa con aquella remera puesta, mi vida no había sido del todo fácil y ella había sido una amiga incomparable. La diferencia de edad no me había importado cuando ella era la única que no me criticaba o disgustaba por mi forma de ser, Lorena no había visto con buena cara nuestra relación ya que no le agradaba mi padre y, por ende, yo. Así que nos convertimos en extrañas amigas que se escapaban y ocultaban para poder verse, lo único que me hacía bien. No imaginaba como se habría tomado mi muerte.
Sus pies se movieron suaves y vacilantes en un principio pero al llegar la escalera y verificar a sus lados que nadie la miraba corrió rápidamente intentando no hacer ruido, caminó decidida hasta mi dormitorio y se quedó parada en el umbral al ver como Jake guardaba todas mis cosas en cajas. Él detuvo al notar su parecencia. Le frunció el ceño y ella mantuvo la mirada sin dejarse intimidar, suspiró y se cruzó de brazos.
— ¿Quién eres tú? — Lucy le hizo caso omiso y entró al cuarto viendo mi habitación, se agachó hacia una caja y sacó las fotografías recién guardadas — Te pregunté algo niña.
— ¿Puedo quedármelas? — Ella lo miró con los ojos cristalizados, intentando que sus lágrimas no salieran. Me arrodillé junto a ella deseando abrazarla y consolarla, decirle que aquí estoy pero claramente eso era algo imposible para mí — Por favor, de seguro las tirarás de todos modos.
— Si las quieres dime tu nombre.
— Lucy Backs, soy tu vecina — Contestó rápidamente la niña abrazando contra su pecho mis fotos.
— Yo soy Jake — Se acuclilló en frente de ella y la estudió brevemente — ¿La conocías? — Ella asintió — ¿Quién era?
— Mi mejor amiga, Fanny Courtney — Sacó una pequeña lágrima que se le escapó rápidamente y bajó la mirada — Murió hace un tiempo.
Él la miró con la boca abierta y juntó sus manos para apoyar su frente en ellas, un grito alarmó a Lucy. Ella se paró y corrió haciendo que Jake no pueda preguntar nada más, y por mi así lo prefería, la niña corrió hacia abajo luego de guardar las fotografías adentro de su remera.
— Lucy esta no es tu casa, no deberías pasearte por ahí — La regañó Lorena.
— No pasa nada — Tina acentuó una gran sonrisa — De seguro estaba con mi hijo Sammy jugando — La miró directamente a Lucy y ella solo asintió — ¿Cuántos años tienes?
— Ocho.
— ¡Igual que él! — Exclamó con demasiada emoción Tina — Al menos sabré que no estará solo en el colegio al empezar.
La pequeña rubiecita hizo una mueca con sus labios y supuse que intentó sonreír, las dos mujeres salieron de la casa después de despedirse y yo subí de nuevo al cuarto de Jake traspasando la puerta cerrada. Estaba aliviada de saber que mis fotografías estaban en buenas manos.
— Es un pueblo aburrido — El muchacho estaba sentado sobre, ahora, su cama y en frente de su computadora portátil — Lo único bueno son de las carreras que he estado escuchando.
— Ya, pero tienen que haber chicas lindas — Habló la voz del otro lado, me acerqué indiferente como si siguiera siendo dueña de la casa y me senté a su lado sin mover absolutamente nada. Del otro lado de la pantalla había un morocho de largas pestañas y ojos negros, con cigarrillo en mano y un descontrol de habitación detrás de él — ¿O no?
— La única chica que conocí está muerta — Bromeó sin gracia Jake — La habitación donde estoy estaba llena de sus cosas cuando la casa estaba vacía Dylan ¿Qué clase de familia deja las pertenencias de su hija muerta atrás?
— Eso es macabro hermano — Se acercó a la cámara y expulsó el humo del cigarrillo en su boca — ¿Crees que murió allí? — Se rio y volvió a su posición anterior agarrándose la panza — ¡Tienes un fantasma en tu casa!
Un escalofrío recorrió mi piel y me acerqué más a la computadora, estaba impresionada de que lograra sacar una conclusión así. Tal vez, después de todo, alguien podría hacer justicia.
— Ya basta — Protestó el otro, su voz salió exasperada y fuerte — No es ninguna broma.
— ¿Qué es eso? — El chico volvió a acercarse a la pantalla sin importarle que había dicho su amigo, entrecerró sus ojos y observó detenidamente a su pantalla — ¡Oh por dios! — Gritó saltando hacia atrás en la silla, repitió esas palabras haciendo desesperarse a Jake. Pateó el escritorio haciendo que se mueva toda la cámara y la silla con ruedas se alejara parándose cuando el camino se vio interrumpido por la ropa tirada en el suelo, subió sus piernas a las sillas y se abrazó a sí mismo aterrado — ¡Estoy viendo un maldito fantasma al lado tuyo Jaky!
— No estoy para tus chistes Dylan Siorra y no me llames Jaky — El chico negó y mi respiración se cortó ¿Acaso podía ser posible que me viera? Sonreí como hace mucho tiempo no lo hacía y miré hacia atrás notando que mi compañero parecía totalmente escéptico — Deja de bromear.
— ¡QUE ES LA JODIDA VERDAD! — Saltó de la silla y le gritó completamente desaforado.
— ¿Puedes verme? — Pregunté y agité las manos levemente — ¿Me escuchas?
— ¿Hablas enserio? — Jake miró hacia mi lado revisando la habitación y volvió su vista a la computadora alarmado — ¿Qué carajos hago?
Dylan de un momento a otro empezó a reír agarrándose la panza y cayendo sentado en la silla, largué el aire que estaba conteniendo e intenté bajar la pantalla de un manotazo que solo sirvió para crear una imagen distorsionada por unos segundos. Mi mano traspasó como si no hubiera absolutamente nada y sea solo una ilusión, la realidad era que yo era la ilusión aquí.
— Idiota — Jake hizo lo que quería hacer por mí, cerró de un golpe el portátil y fue a dejarlo en su escritorio, ahora vacío.
Refregó las manos en su cara con cansancio y bufó, estaba molesto al igual que yo. Mis manos estaban en dos puños apretados y agarrados a mi vestido color crema.
Una voz a los gritos avisaba que era hora de la comida y enseguida bajé siguiendo a los dos chicos hasta llegar a la mesa, Tina y Oliver se habían cambiado a ropas más cómodas y una gran fuente llena de espagueti estaba en la mesa. Esperé unos minutos a que alguno se digne a entablar una conversación pero nadie lo hizo, al parecer todos estaban cansados y absortos en sus mundos.
Al menos era más entretenido que estar sola en esta casa sin salida, cerré mis ojos y me dejé caer en el piso hasta acostarme.
Cuánto daría por volver a dormir, aunque sea una noche sola.
Lo que daría por volver a vivir un par de horas.
O incluso para morir debidamente.
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