乌诺.
Lentamente aquella joven lograr abrir los ojos, a primera vista todo se mira desenfocado, entonces parpadea un par de veces para acostumbrarse. Siente una fuerte punsada en la cabeza, que la obliga a sostenerla con la mano mientras su entrecejo se frunce. Observa su alrededor, y es ahí cuando una cuestión nace: ¿Dónde se encontraba?
Jamás había visto ese lugar, el sol entraba cegadora mente por una ventana que se hallaba a su derecha, hacia lucir alegre el espacio.
Un par de chicos estaban acostados en las otras camillas, otros pasaban por el corredor, pasando la puerta. Tampoco conocía a nadie, no había un solo rostro conocido. Comenzando a entrar en pánico, parpadeo un par de veces y luego intento levantarse con cuidado.
—Despertaste, empezaba a preocuparme —al escuchar esa voz, su vista divaga hasta que esta se encontrara con la dueña de esa voz.
Una mujer bastante joven, cabello castaño atado a una coleta, ojos pequeños y una sonrisa gigantesca. Ella portaba una bata blanca y sostenía unos papeles en sus manos, pero...¿Quién era?
—¿Dónde estoy? —se anima a preguntar con una voz débil —¿Qué fue lo que pasó?
—En la enfermería del colegio. Vamos, ¿Qué pregunta es esa?—soltó mirándola divertida—¿Te sientes mejor, Xia?
¿Colegio?. Ella había dejado el colegio hace un año, y espera un momento. ¿La conocía? ¿Ya había venido?. No podía recordarlo, y le frustraba no poder hacerlo.
—Es un error, yo, ¿Dónde estoy? ¿Qué sucede? —cuestionó comenzando a alterarse—Y espera un momento, ¿Quién eres?
—Hey, tranquila, caíste de las escaleras, ¿No lo recuerdas? —respondió la contraria mirándola directamente a los ojos, tratando de calmar la situación—Un chico te trajo, ¿Acaso eres nueva aquí?
No. Lo recordaba todo, jamás había caído de unas escaleras, había abandonado la preparatoria hace un tiempo, no conocía a la persona que se encontraba al frente suyo. ¿Era una especie de broma?
—No, yo...iba a casa—espetó haciendo memoria—Estaba lloviendo, el celular sonaba, oía el radio mientras esa canción sonaba, mi mamá... —soltó rápidamente, y entonces, inmediatamente una pregunta apareció en su cabeza.
¿Dónde estaba mamá?
Estaba a punto de perder la razón, quizá y ya se había vuelto loca. Así que, ignorando completamente la expresión de desconcierto de esa doctora, se levanto con dificultad mientras se sostenía la cabeza. Camino lo más rápido que sus pies le permitían hacia la salida, escuchaba a la mujer de antes llamarla por su nombre, pero se resignaba a voltear.
No entendía nada, en su interior ahora habitaban miles de preguntas sin respuesta, el dolor de la cabeza era insoportable, sentía que iba a explotar, caminaba y caminaba por los pasillos mientras chocaba con los hombros de los alumnos a su alrededor, ellos le miraban como si fuera una clase de desquiciada, pero no importaba. Quería llorar, quería salir de ahí, ¿Acaso estaba soñado?.
Fue hasta ese momento en que sus piernas comenzaron a fallarle, sus párpados pesaban, su respiración ya era agitada, pero repentinamente algo había impedido mi camino.
Es ahí donde pierde su uso de razón, y partir de ahí, todo se vuelve oscuridad.
—¿Estás mejor? —le escucha como un eco.
Esa pregunta proviene de una voz masculina. Abre los ojos lentamente y puede ver poco a poco con claridad el rostro resplandeciente de este, quien le mira con una resplandeciente sonrisa.
El sol se reflejaba en su rostro dándole un aspecto brillante y cálido, y ella que se encontraba en un estado de recién despertada, se dejó llevar. El dolor había desaparecido, aquella imagen la volvía vulnerable de cierta manera, su sonrisa era amable, parecía dulce e ingenuo, tenía el cabello castaño, tal vez una baja altura, labios delgados y piel tersa, ojos color café cual otoño.
Talló sus ojos y es cuando se percata de que descansaba sobre su regazo, entonces se levantó de golpe.
—¿Quién eres tú? ¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando? ¡Aléjate! —soltó empujándole alterada para alejarlo, su vista comenzaba a nublarse, estaba a punto de soltarse a llorar ahí mismo.
¿Es que acaso se estaba volviendo loca?.
—Todo está bien, te explicaré todo poco a poco —respondió el chico serenamente.
Su expresión al sonreír era tan tranquila, tan dulce, que probablemente era relajante para cualquiera que lo mirase, entonces se detiene a ver su perfil a detalle, la forma en que sus cabellos caían sobre su frente le causaba una sensación adictiva, quería tocarlo.
—Mi nombre es Renjun, seré tu guardián desde ahora, yo voy a guiarte—susurro posando su mano sobre su mejilla —No tienes por qué tener miedo mientras yo esté a tu lado.
—¿Gu-guardián?—repitió trabándose como la palabras—¿Estás jugando conmigo? ¡¿Qué tontería es esa?!
—¿Como podría aprovecharme de ti cuando te encuentras en ese estado?—menciono levantándose del césped—Vamos, iremos a la dirección, diremos que fuiste transferida esta mañana —sonrió y comenzó a caminar.
No sabía que demonios estaba pasando, no iba a seguirlo, saldría de aquí.
Solo piénsenlo, de la nada despiertas en la enfermería con una doctora que sabe tu nombre pero que claramente jamás la has visto en la vida, apareces en el colegio cuando lo terminaste hace un año para luego abandonar tus estudios y entrar a trabajar, tener un terrible dolor de cabeza, mientras un chico te dice que será tu especie de guardián, eso es una locura, no es normal.
Así que se detiene a pensar, claramente no era un sueño, era una maldita pesadilla y quería despertar. Llevó su mano derecha a su brazo izquierdo y lo pellizcó, pero cuando el dolor rodeó esa parte, lo supo.
No estaba soñando. Todo era real.
Ella se giró en el mismo lugar dispuesta a seguir con su camino, ya encontraría la forma de saber que ocurría. Pero antes de poder hacerlo, una mano tomó la suya y la llevó casi a rastras de ahí.
—¿A dónde crees que vas? —cuestionó burlesco mirándola de reojo, ¿Se estaba riendo de ella? —Necesitó que confíes en mi a partir de ahora.
—¿Cómo se supone que haré eso?—exclamo frenando en seco—Acabo de conocerte, no sé qué sucede, desperté en la enfermería, con este estúpido uniforme de preparatoria —estaba desesperada —¡¿Acaso estoy muerta?!—grito dejando liberar la angustia que dominaba.
—Aún no, pero falta poco para que suceda —soltó de la nada, vallándola por completo.
Era imposible.
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