[II]
La primera semana fue la peor de todas.
Jack no conocía a nadie, y no quería salir de la cama; pero no tenía opción. Las luces de las habitaciones eran prendidas automáticamente a la misma hora, cada mañana, de cada día, y los oficiales pasaban por las celdas, sin falta, para hacer el conteo y obligar a los reos a levantarse de la cama.
Normalmente, a los reclusos se les asigna un empleo; el cual deben atender y cumplir, con el fin de ganar dinero para comprar algunas cosas en la despensa de la prisión, como parches para celo, o algun dulce / chatarra. Trabajaban largos turnos, con saldos miserables; eran prácticamente jornadas interminables, de extensas horas de explotación, para conseguir unos pocos centavos. Pero, si eras lo suficientemente listo, e ingenioso para ahorrar un poco, podías lograr darte lujos, como una bolsa de papitas o cheetos, o algún jugo de sabor artificial de su elección.
Si, eran metas pequeñas, pero eran el mayor premio que aquellos muchachos pudieran anhelar.
También había actividades internas en la prisión, como clases de yoga, o clubes de lectura. Incluso tenían clases de matemáticas, y académicas, para ayudar a reformar a los alfas que fueran a salir en algunos meses... o años. Tenían un programa deportivo, otro cultural de manualidades, e incluso un pequeño canal de radio, solo para darle emoción a las vidas de los ingresados, y que pudieran sentirse más "humanos". Aunque claramente, todo estaba estrictamente vigilado. Y sumamente organizado.
Las clases tenían horarios, los días para visitar el patio de cada bloque, estaban establecidos, e incluso los alimentos tenían sus limites y restricciones. Las horas para entrar a la cafetería, eran estrictas, y no te permitían saltarte el desayuno, la comida o cena. Incluso si no tenías hambre, debías esperar pacientemente sentado, hasta que el turno terminara, y todo el bloque saliera.
Jack amaba la hora de la comida, desde que tenia memoria, cocinaba. Sus platillos no eran los mejores, de hecho podría decir que tenía el titulo de "El rey de quemar la cena". Si, su cocina era un desastre, y no importaba que tan meticulosos fueran sus procedimientos, o que tan bien siguiera la receta: Jack simplemente siempre terminaba quemando la comida, o sacando antes el suflé, o derritiendo la gelatina. Pero el proceso de intentarlo y fracasar era divertido. Y más cuando tenía a Hiccup a su lado.
El castaño no era un buen cocinero, era lo que le seguía de bueno. De hecho, Jack juraba que podía volverse un fabuloso chef de cocina gourmet, o abrir su propio restaurante, y facilmente vivir de eso. Hiccup tenía un arte en la cocina del cual el albino carecía. Desde su primera cita, Haddrock era el que se encargaba de cocinar, y durante todos sus años de noviazgo, hasta el matrimonio, continuó con esa labor. Porque de lo contrario, corrían el riesgo de terminar con una intoxicación, internados en un hospital. Pero a pesar de eso, el castaño no dejaba de impresionarse con la obstinancia de Jack por intentar cocinar algo. En más de una ocación, cenaron las papas quemadas del albino, que estaban tan duras y quemadas, como piedras negras. Pero Hiccup no podía evitar sonreír y enamorarse más ante la persona que tenía enfrente. Incluso cuando tenía la cara manchada de una pésima salsa greaby, Jack lucía hermoso, y sus interminables fallidos intentos por cocinar... bueno, realmente eran algo.
Después de todo, Hiccup no se había casado con Jack por su cocina, así como su padre tampoco se casó con su madre por eso. Al castaño le encantaba consentir a su omega de vez en cuando con algunos buenos platillos y postres. Hiccup sabía bien lo que a Jack le gustaba, o cómo le gustaba, como: los brownies horneados con chocolate blanco, o las galletas con chispas caceras, que no podían faltar junto a una caliente taza de té para aquellos molestos días de celo, en donde los cólicos lo molestaban. O los pastelillos que horneaban sin falta, cada año para navidad. Donde sus muestras de cariño se combinaban con el chocolate en la cocina, y se volvían tan empalagosos con sus besos, que el azúcar se les quedaba corta, y terminaban embarrando el suelo con mezcla para pastel.
O las semanales cenas, elaboradas cada domingo, con sus amigos y familiares, donde todos compartían mesa, y charlaban juntos como una familia. Jack amaba esa sensación de pertenecer a un lugar, ese calor y seguridad que emaban todos. Sin duda alguna, Jack amaba la hora de la comida.
O al menos, eso hacía...
Las cosas eran diferentes ahora.
El albino se había formado tras los otros para recibir su bandeja de comida, y le fue servido su desayuno como a los demás. Si bien, la comida lucía más como vomito en lugar que alimento, su sabor no era del todo malo. De hecho, era bueno, pero sus papilas gustativas y sus constantes hormonas no lo ayudaban del todo, y más que darle hambre, le daban ganas de vomitar.
Lo difícil no era comer, sino buscar un lugar donde sentarse.
Como si la prisión no estuviera lo suficientemente separada por secciones, los grupos sociales eran una cosa incluso peor. Los Alfas blancos empoderados estaban a la izquierda sur, los asiáticos a la derecha, y un poco más al frente se encontraban los afroamericanos. Del otro lado, estaban los que parecían ser más agresivos, una mesa repleta de Alfas con pinta de malos, que hablaban en un tono bajo, pero abusivo; de esos que te da la sensación que con solo mirarlos, te traerán problemas, y te cazarán hasta sacarte los ojos. Jack no era una persona que juzgara mucho, así que no era quién para clasificar al resto de los reclusos, pero solo estaba seguro de una cosa: no quería juntarse con ninguno. Así que optó por mantener un perfil bajo.
Pero, como si su uniforme naranja chillón y gafete negro pegado a su nombre, no fueran lo suficiente para llamar la atención, seguro su baja estatura, piel albina y cabello blanco lo delataban en otros aspectos. Jack se había vuelto el centro de atención desde el momento en el que llegó, y no dejaba de ser acoosado por sus compañeros de bloque. Incluso, algunos policías lo miraban de manera repulsiva, y lanzaban algunos comentarios grotescos. El lado bueno, era que los oficiales al menos tenían la consideración y decencia de hacerlo a sus espaldas, mientras que los demás reclusos lo hacían indiscriminadamente frente a su rostro, soltando los piropos más corrientes y denigrantes que Jack había escuchado en su vida. No lo elogiaban solo por ser un omega, si no por su historia en contexto: Un omega que había asesinado a una alfa, y se encontraba en una prisión de media-baja seguridad. Eso era algo que no se repetía todos los días.
Jack buscó una mesa aislada, y que aún no estuviera ocupada. Lamentablemente, aunque buscara una mesa bacía, esta siempre terminaba llenándose de asquerosos ingratos que intentaban coquetearle. El chico ya estaba lo suficientemente mareado y asustado por su embarazo, como para echarle esa carga emocional extra a su vida, pero ¿qué otra opción lo quedaba? Si tenía suerte, durante las horas de comida, los buenos guardias se encargaban de alejar a los abusivos que intentaban molestarlo, y sobrepasarse con él. Aunque en otras ocaciones, no tenía tanta suerte, y debía aguantar los comentarios durante todo el almuerzo.
El lado bueno, era que había logrado ser totalmente inexpresivo con sus compañeros de bloque, el lado malo, era que todas esas emociones acumuladas las dejaba salir en la noche, cuando sus insoportables nauseas matutinas aparecían. Está de más decir que tenía una pesima relación con su compañero de celda, quien al parecer seguía sin siquiera dirigirle la palabra. De vez en cuando, Jack podía sentir su mirada encima suyo, digo, ¿Cuando no tenía vistas agenas sobre su persona?
Sabía que sus rasgos faciales llamaban mucho la atencion, y normalmente eso le gustaba, de hecho, era una de las mil razones por las que él se había ganado un carisma coqueto y alegre, pero desde aquel incidente, los constantes ojos sobre él comenzaron a sentirse diferentes. Por alguna razón, se sentía sucio, y le molestaba la forma en la que los otros uniformados le hacían diversos gestos cuando se acercaba. Incluso durante la corte, la manera bruta en la que los camarografos y los insesantes flashes lo atacaban, lo hacían sentir como una exibición exotica, como si fuera alguna clase de animal en peligro de extinción en medio de un zoologico, donde todo el mundo lo jusga como si tuvieran el derecho a opinar sobre su persona. ¡Pasen a ver al tigre de vengala blanco! ¡Quedan muy pocos de su clase! ¡No te preocupes, no muerde! Lo detestaba.
El que alguna vez le sonreía a los problemas del mundo y siempre llevaba la cabeza alta, ahora no podía despegar la mirada del suelo. Abrazando constantemente sus brazos, intentando borrar su existencia de la tierra. ¿Por qué nadie le creía?
Oh, cierto. Lo había olvidado, el mundo estaba demasiado ocpado odiandolo por un delito que él no había cometido, como para preguntarle como se sentía.
A veces, le gustaba hacerse creer que las cosas pasarían, que los días no eran más que unas horribles pesadillas, y que en cuanto pusiera la cabeza contra la almohada, en esa fría celda, tendría al menos un momento para descansar, antes de despertar nuevamente en ese terrible accidente que parecía no tener fin.
Fue una noche cuando sucedió, en su quinto o sexto día en la celda. No había pasado ni media hora desde la cena, y su feto ya quería devolver todo el alimento. Había durado un buen rato sentado en su cama, contanto las marcas del suelo, esperando a que su mareo se mitigara, o desapareciera. Cerraba los ojos con fuerza, y acurrucaba inconcientemente su rostro contra el fresco de la pared. Pero nada.
En cuanto se enteró de que estaba esperando un cachorro, se había emocionado. Paso toda una semana buscando información y consejos para lidiar el embarazo, y de paso, darse alguna idea para decirle a su esposo que iba a convertirse en padre. Jack recuerda haber leído algunos consejos, entre ellos que las nauseas pueden disminuir con algunas paletas de limón, o galletas de vainilla, algo no muy condimentado y que lo obligara a salivar por algunas horas, como comer barritas de fruta constantemente a lo largo del día. Él no tenía dinero en su cuenta, y no le asignarían un trabajo, hasta con al menos un mes de estadía.
Suspiró pesadamente, e incluso si tuviera plata, no había manera en la que pudiera conseguir algo tan ridiculo como "paletas de limon" o "galletas de vainilla". A lo mucho que podía aspirar en ese momento, era a comer en la cafetería en las horas asignadas. Y con suerte, no vomitarlo apenas saliera.
Ese día, sin duda no tenía suerte. De un momento a otro, se levantó de la cama, y se hechó de rodillas frente al retrete metalico a unos dos metros de distancia. Fue entonces cuando Aster resopló molesto desde su litera. Puso los ojos en blanco antes de bajar el libro en sus manos, y mirar con desprecio al albino. A ese paso, había más posibilidades de que Jack muriera asesinado por su compañero de celda, que por el resto de los reos de la prisión, sin duda alguna, su compañero lo despreciaba, y no había motivos para negarlo, desde que él había llegado, no dejaba de ser un fastidio. Cada noche se levantaba con sus arcadas, y se arrullaba con sus lloriqueos, debería estar pensando ¿Qué clase de asesino es tan estupido como para hacer eso?
Jack no se dio cuenta de cuando sucedió, pero el australiano había bajado de la cama, y le acariciaba suavemente la espalda. Se le herizó la piel al instante, y en cuanto se volteó a verlo, no esperaba que el ojiverde le tendiera una botella de agua.
-Eres un fastidio-. Le dijo en un tono seco. -Toma, o vas a deshidratarte.-. El albino dudó unos segundos antes de tomarla, pero lo hizo. Agradeció bajito el gesto, antes de continuar con su mareo.
-¿Sabes? La comida no es tan mala-. Volvió a hablar el opuesto. -ya luego te acostumbrarás.
Tal vez fue corto, pero fue la primera conversación descente que Jack tenía en días. Y eso, al menos, hizo que ese día no se sintiera tan malo.
Unas horas más tarde, cuando las luces y las puertas ya estaban cerradas y apagadas, Bunny volvió a dirigirle la palabra.
-No eres un asesino-. le dijo
A Jack se le heló la sangre del cuerpo, y se quedó tiezo por el comentario. El Australiano asomó la cabeza, y lo miró a los ojos.
-¿Có-cómo lo-?
-Conozco a un asesino. Y tú... no tienes pinta de ser lo. Digo, llevas llorando... ¿Qué? ¿4 Días? No tienes el estomago para matar a alguien, ni siquiera lo tienes para la cafetería. ¿En serio quieren que me trague esa historia?
Jack volvió a desviar la mirada, y Bunny se recostó nuevamente en su cama. Con ambos brazos tras la nuca de su cabeza, miró el techo analisando lo siguiente que diría. Era la primera vez que tenía un compañero de cuarto como él. Vaya, no lo dejaba dormir por las noches, pero tampoco se había metido con él.
Al inicio, Bunny no sabía los rumores, pero una prisión es peor que un chismografo en una secundaria, todos los secretos volaban entre las paredes, y no tardó en enterarse que su compañero de camarote, era un asesino a sangre fría.
"Es un Codigo Negro, 007." Escuchado decir entre los pasillos. Fue entonces cuando se dio cuenta de que dormía junto a un asesino.
Codigo negro, usado para describir a los crímenes altos, que involucran a la muerte o los más buscados. 007, es para referirse a los asesinos a sangre fría, los enfermos mentales que matan sin motivo o por venganza. Puede que Aster no se diera cuenta de que su compañero era un omega, pero sabía identificar facilmente a un asesino, y el chico que lloraba cada noche de bajo de su cama, sin duda alguna no podía ser lo que decían. Aster podía apostar su vida, a que ese muchacho no había matado a nadie.
Fue en las noticias de ese día, cuando lo escuchó, estaba en medio de la sala común, jugando cartas contra un policía, ganando la partida por más de 7 puntos, cuando sucedió. Alguien subió el volumen de la pequeña pantalla de televisión al findo de la sala, lo suficiente como para que todos prestaran atención. Eran las noticias matutinas, contando la historia de un recluso importante para la ciudad, uno que resaltaba entre otros, por supuestamente tener los cargos de la muerte de una joven alfa. Cientos de personas morían todos los días, ¿entonces por qué ese caso destacaba entre los demás?
Cuando miró la pantalla, pudo identificar facilmente los cabellos blancos de esa persona. "James Jackson De Haddock Frost: Omega, 28 años", decían las inscripciones bajo las fotografías del muchacho. Un grupo de alfas comenzó a silbar al otro lado de la habitación, haciendo borlote por las noticias y biboreando con forbullo a su compañero. Las fotos revelaban al albino sonriendo entre los brazos de un joven pecoso, de ojos esmeraldas y piel tostada, ambos sonreían, en algunas otras se besaban, parecían felices juntos. Las imagenes cambiaron por la ficha signalética del acusado, aquellas donde el albino cargaba un letreto y tomaban sus perfiles para la ingresión al Centro Correccional.
"Fue transferido a la prisión federal masculina de Englewood, Colorado" Explicó la reportera, narrando los acontecimientos completos. Y Aster sintió un nudo en el estomago. Eso no podía ser cierto, la noticia era tan falsa como una telenovela, que le daba asco. Fue por eso que decidió finalmente romper el hielo y hablarle esa noche, además, tenía que disculparse, se lo debía.
Cuando el australiano le había dicho "No te me acerques en tu celo... Yo no soy de esos que monta entre alfa y alfa", hace un par de días, lo hizo creyendo que su nuevo Roomie, era un alfa, refiriendose a que él no era homosexual, no le gustaban los alfas. Él sabía que los alfa en celo eran completamente nefastos, y que de vez en cuando, cuando mucho, pedían ayuda para hacerse una chaqueta, pero un omega en celo... esa sería una ocación completamente diferente. Aster había sido ofensivo, y denigrante con un desconocido. Sin duda alguna, le debía esa disculpa.
El día siguiente, volvieron a cruzar palabra a la hora de la comida. Cuando Aster decidió sentarse a su lado para hacerle compañía.
De alguna manera u otra, el omega siempre terminaba metido en líos. Ese día, no había sido la excepción, Jack se había sentado en la mesa equivocada, o mejor dicho, había atraido a la gente equivocada. El albino se había buscado un asiento aislado, en un lugar no ocupado. El problema comenzó cuando algunos valientes coquetos se aproximaron a su lado, apenas se había sentado. No era la primera vez que ocurría, pero si la primera vez en la que Aster se percataba.
Fue entonces cuando ocurrió, Hans se había sentado en su mesa, y le acariciaba coquetamente la mejilla. La expresión de repudio y asco en el rostro del albino no se podía ocultar, pero se dejaba hacer, con tal de no salir lastimado. Los guardias, por otro lado, estaban demasiado ocupados como para darse cuenta de las malas intenciones de De Las Islas del Sur.
Desde que se había enterado de la noticia por sus propios ojos, no le quitaba la mirada de encima. ¡Su compañero de cuarto era un omega! Y vaya que otros no iban a desaprovechar esa oportunidad. Se acercaban, le coqueteaban, y lo acariciaban, muchas veces ofreciendole favores y tratos que el albino no estaba dispuesto a aceptar. Le lanzaban piropos y comentarios obsenos, que lo hacían querer desaparecer. El lado malo, es que ellos no sabían que Bunnymind tenía una regla: El unico que podía molestar a so compañero de loteras, era él.
Por eso, ese día, en cuanto vió la mirada de incomodidad por parte del albino, y como no apartaba la vista de la mesa itentando ignorar los constantes coqueteos amargos de los alfas a su alrededor, se levantó, y caminó hasta ahí. Bunny no dijo nada, no hizo nada. Solo miró los ojos del pelirrojo, y levantó las cejas retadoramente, mientras pasaba un brazo alrededor de los hombros del albino, para acercarlo hacía sí. Los otros solo se marcharon, uno a uno, los reos de la mesa se levantaron y posteriormente largaron, Aster tenía una reputación fuerte en ese lugar, y no querían meterse con él. No se atrevían, mejor dicho. Y si aquel alto hombre reclamaba algo, se le daba. No por nada, se había ganado el apodo de Pooka.
-¿Te molesta?-. finalmente habló el australiano, cuando el ultimo presente era el pelirrojo.
Hans levantó las manos, en forma de rendición, mientras Aster se incorporaba, y tomando la bandeja de comida Jack, guió al omega hasta su mesa.
De manera estoica, presentó al albino con el resto de sus compañeros.
-Él es Sanderson Mansnoozie, llámalo Meme. Phil Sasquatch, no preguntes. Y Nicholoas Northe. Solo Norte-. explicó sin detalle alguno, el rubio lo saludo con una sonrisa.
-Yo te los explico-. Un chico castaño, el tal Phil, comenzó a hablarle. -Él, está aquí por trafico de drogas, y narcóticos. Un poco de su arena y quedaras durmiendo por un buen tiempo.-. Señalo al rubio, de hacía un momento. Meme era un chico alto, de cabello dorado, y largo hasta los hombros. Tenía ambos brazos tatuados hasta el cueyo, y una cicatris a lo largo de toda su garganta. Le explicaron que para no revelar datos sobre la droga, le cortaron las cuertas vocales cuando estuvo en medio de un desacuerdo con los Apulia -una sección de la mafia italiana-, y así, sus secretos morirían con él.
-Tu compañero es E. Aster. Dile Pooka, o Aster. Es Australiano.-. siguió comentando de manera calmada. -Momento equivocado, en el lugar equivocado. Dejemoslo así.
-A mi, puedes llamarme P. Aquí no usamos los nombres, nos referimos al resto por los apodos o apeyidos. ¿Por qué? Llevo años aquí, y sigo sin tener idea. Los guardias se refieren a norostors por nuestro nombre familiar.-. Phil era un hombre alto, fornido con mucha musculatura en su cuerpo. Su cabello corto y castaño combinaban con la oscuridad de sus ojos. Sus expreciones faciales, por otro lado, no parecian pertenecer a su cara. La manera amigable y dulce en la que hablaba, contrastaba con la mirada de maton con la que se cargaba, un brabucon por fuera, pero un hombre sensible por dentro. Jack se preguntó si Bunny era un caso similar.
-Y él es Norte-. Un joven alto, de unos 30 o 40 años, con el cabello oscuro como la noche, se acercó a la mesa. Su uniforme azul oscuro se destacaba de los demás, por el mandil blanco que llevaba. Su barba corta, y sus ojos initmidantemente azules, hicieron que Jack tragara duro.
El azavache se sentó al lado de Phil en el comedor, y sacó un par de Yogurts de su bolsillo. Le dio uno a cada miembro de la mesa.
-¿Eres nuevo, eh?-. Le sonrió sarcasticamente al entregarle un cartón de Yogurth. No era dificil concluir eso con el chillante color de su traje.
-Precisamente-. P respondió por él
-He oído mucho de tí-. Continuó hablando el tal "Norte". Jack se encogió de hombros, no le gustaban los rumores que corrían sobre él. -No dejas leer a Aster por las noches-. se burló con un marcado acento extrangero. Y la expresión de Frost, se suavisó. Finalmente, alguien que no se refería a él por... sus cargos.
-No te preocupes, la primera semana es dura-. continuó hablando el de delantal. -Considera el Yogurth como un regalo de bienvenida. Y no digas nada sobre el favoritismo de esta mesa. Despues de todo, no todos tienen uno de esos-. le sinrió. -P es Noruego. Puede parecer un brabucón, pero es una buena persona, tiene un enorme corazón de pollo-. se burló. Yo, por otro lado...
-¿Ruso?-. Jack intentó adivinar, tomando en manos en pequeño cartón, el ojiazul azavache asintió.
-Seré breve. Bratva. Me condenaron a maxima, pero estoy aquí por buen comportamiento, igual que ellos dos-. señaló al Australiano y el noruego. -Me ensucié las manos por la familia. Pero eso hacen los padres, ¿o no Bunny?
-¿B-Bunny?-. Jack miró a su compañero.
-Voy a matarte-. le susurró el platinado al azavache.
-Soy el cocinero, un placer-. le tendió la mano al albino, quien dudo un momento, antes de responder al saludo.
-Frost.-. Se presentó.
-Entonces... ¿No te gusta mi comida, cierto?-. Entrecerró la mirada.
Jack irgió su espalda, y en un segundo ya estaba negando con ambas manos. -No, no, claro que no. No es eso, es genial, de hecho.
-¿Pero?
-creo que... son los nervios. No lo sé, lo siento.
Norte se separó un poco, tomando un momento para analisar la expresion del omega frente a él. Parecía ser cierto. Apretó los labios antes de responder con una pequeña carcajada.
-No te preocupes, ya te acostumbrarás.
El resto de ese día fue más tranquilo de lo que esperaba. Jack encontró un grupo de personas que no lo juzgaba por lo que otros decían o aparentaban, que dejaba de lado el hecho de que fuese un omega, y que al menos por un momento, no lo discriminaba. No se sentía seguro, eso nunca sucedería en un lugar como ese, pero al menos, podía respirar con tranquilidad, sin sentirse ahogado por su presencia.
Ellos parecían ser buenas personas, realmente buenas en verdad, de esa clase de seres humanos que no esperarías encontrar tras las rejas, pero prefirió guardarse sus comentarios. Ellos le explicaron como funcionaba ese lugar. Dejando de lado la estructura y el funcionamiento "formal" de la prision, y la manera en la que esta se separaba por bloques y seguía estrictos horarios para mantener el orden, el sistema interno y social que los reclusos tenían era una completa telaraña, una cuerda floja, basada en grupos, y que separaba a las personas por sus gustos y razas. Era peor que el racismo en las escuelas, era un completo campo de batalla racial.
Norte explico como se dividían los reclusos dependiendo de sus características. Y le mostró como localizarlos, con quienes tratar, y de quienes debía alejarse.
-Estan los blancos, los negros, musulmanes, asiaticos, y latinoamericanos. De ese lado están los drogadictos, y por allá los que meten droga a este lugar. Los Nazis están a la isquierda, y los Judíos a la derecha. En el fondo... están los que se creén inteligentes, pero solo son un maldito problema sexual... y en ese otro lado, están los que realmente se quieren reformar. Luego estamos nosotros. Extrangeros. O mejor dicho, expracticantes de máxima.
Le había dicho una tarde, mientras daban un "recorrido" por los bloques. Si a eso se le podía llamar "recorrido", claro estaba.
Con el tiempo, Jack se comenzó a acostumbrar, se levantaba por las mañanas, con el golpeteop de la porra de los oficiales contra el humbral de su puerta, y se arrullaba por las noches con las pisadas de los vigías con sus linternas. Descubrió que Pooka trabajaba medio turno en la biblioteca, y que antes de entrar a ese lugar, era maestro de literatura en una universidad. El Australiano comenzó a mejorar su relación con él, no es que se hubieran vuelto amigos, ni nada por el estilo, de hecho, seguía molestandose por sus constantes mareos repentinos, y lo miraba con repudio mientras se cambiaban en el cubiculo, pero al menos, ya no lo hacía tan seguido. Además, una tarde, Aster dejó un libro celeste sobre su parte de la litera.
-Consideralo un regalo-. le dijo de la manera más estoica posible, pero en el fondo, Frost se sintió agradecido.
P se volvió un buen compañero de charla, en cuanto lo veía por los pasillos, se apresuraba por saludarlo, y se acercaba, alejando inconcientemente la presencia de otros alfas. Mansnoozie era un beta muy amigable, y el unico en el grupo para ser sincero. Tambien era bueno escuchando, siempre con una sonrisa cuando P le contaba algo, y sumamente expresivo con la mirada, cuando hablaba en respuesta con sus manos. A ambos muchachos les pareció buena idea enseñarles a Frost la lengua de señas americana, y en pocos días, ya estaba aprendiendo el abecedario. No era muy bueno, él siempre había sido torpe adiestrandose con las manos, pero era divertido intentarlo.
A las dos semanas, le cambiaron el uniforme. Una mañana, el oficial Black entró a su cubiculo sin previo aviso, con una bolsa de tela entre sus manos, una igual a la que le habían entregado a Jack en su primer día. Y de un momento a otro, se la lanzó al albino. Cabe destacar que no lo hizo con fuerza, de hecho, ni siquiera lo hizo con intención, el fastidio estaba en su cara, y su molestia se encontraba en sus actos. La bolsa cayó al suelo a la mitad del cuarto, a unos cuandos pasos de la cama.
-Es tu nuevo uniforme-. le informó insensible al omega. -Mete el viejo en la bolsa, y entregala en la oficina del consejero. De paso habla con él. Parece que tienen que arreglar algo con tu papeleo o te transladarán de bloque-. se burló el ingrato antes de marcharse.
A Jack le volvió a doler el estomago. Bunny bajó de su litera, y lo miró a los ojos tranquilo, pese a no decirle nada, de alguna manera logró calmar un poco a Jack con su mirada. Luego le sonrió, una sonrisa torcida, de esas tan pequeñas, que apenas y eran perceptibles. Finalmente levantó los hombros, y salió de la habitación. Lo dejaría solo para que se cambiara.
Cuando Frost salió del camarote unos minutos más tarde, y se dirigió en silencio a la oficina que le indicaron, se sintió un poco más aliviado. Al menos ahora, había dejado la moda naranja de lado, ya no parecía un cono de transito. El lado malo, es que sabía que en poco tiempo, su uniforme comenzaría a apretarle, y entonces no podría seguir guardando su secreto.
Tocó la puerta un par de veces antes de entrar. Había tardado más tiempo del que creía en encontrar ese lugar. Las primeras dos veces, había terminado en un pabellón diferente, y la tercera, encontró la oficina del consejero del bloque C, pese a que Norte y Aster le habían dado un previo recorrido de las instalaciones, aún seguía confundiendose entre los laberinticos pasillos de ese edificio.
Por suerte, el consejero del bloque C lo acompañó hasta la puerta de su propio bloque, y le indicó paso a paco las instrucciones para encontrar el lugar que tanto buscaba. No fue muy dificil de identificar, una vez encontró el camino adecuado. La puerta de madera oscura resaltaba con una placa dorada metalica, con una inscripción negra que informaba a quién pertenecía esa oficina.
Un hombre alto, de aspecto corpulento lo hizo pasar a la habitación. Jack esperaba malas noticias, por lo que el oficial Black le había dicho previamente en su celda, pero a ese hombre pareció no llegarle el memo, porque hizo todo, menos darle malas noticias. El hombre le dijo que pficialmente estaba dado de alta en el sistema, y que su penalización había comenzado los tramites necesarios, para recidir su condena en ese establecimiento, de igual manera, que su cuenta bancaria ya estaba ligada a su numero de cuenta, y que podría ingresar dinero, para poder hacer ventas. Tambien le dijo que en un par de semanas, sería apto para tener un trabajo, y que a partir de ese momento tendría que formar parte de algun club o tener alguna tarea. Le dio una hoja, para que escribiera algunos numeros y rellenara papelao, para crear su lista, de personas aptas para llamarlo o recibir visitas. Lamentablemente, el albino no tuvo ningun nombre o numero para agregar a esa lista, el papel se encontró vació cuando lo devolvio.
La unica persona que le importaba, le había aplicado una orden de restricción cuando le dieron su condena, y no tenía más miembros en su familia, salvo los del lado de su ahora ex-marido. Bueno, ellos y su cachorro no nacido. Pero no necesitaba rellenar un papel para estar con su niño. Aunque, bueno, estaba más que claro que tal vez necesitaría llenar mucho papeleo cuando su criatura nazca, de hecho, tal vez y ni le dejarían conservar al niño. ¿Se podía tener niños en prision? El nunca había visto un bebé siendo criado tras las rejas. De hecho, jamás había visto nada tras las rejas, nunca había estado en prision, no sabía como funcionaba ese lugar. De no ser por Norte y P, seguiría cuestionandose de todo.
Jack consideró lo mucho que su cachorro podría cambiar su situación. ¿Mantener el secreto era bueno? ¿O de haberle dicho a Hiccup esa noche, habría cambiado algo? ¿Su condena sería diferente si alguien más supiera de su embarazo? Suspiró, e intentó no pensar mucho en eso. En su lugar tomó un cepillo de dientes, que el consejero le regalo, junto al pequeño post-it de papel. Y se marchó de ahí.
Ya luego se las ingeniaría de alguna forma. Por ahora, se enfocaría en disfrutar, por al menos, un momento, que ya no parecía una señal de estacionamiento. Por fin, su uniforme había cambiado, y estaba comenzando a acostumbrarse a ese lugar.
Las cosas parecían no poder ir peor. Y eso, era algo que debía festejarse.
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