[ I ]
Todo había sido un malentendido. Un enorme, y grotesco malentendido.
Pero ¿Quién iba a creerle a un maldito Omega? ¿Quién iba a corroborar que todo había sido un accidente? Nadie. Esa era la cruda verdad
Vivían en una sociedad dividida por géneros; donde aquellos privilegiados, tenían la oportunidad de ser escuchados. Y dónde las personas como él, debían de luchar contra los estereotipos para ganarse un lugar en la sociedad. Era molesto ver como siempre, inculpaban a los migrantes extranjeros de los robos; como aquellos blancos empoderados se quedaban siempre con el puesto más codiciado, y los negros eran acusados de adictos y asesinos; como a los demás no les importaba que tan duro trabajaras, si eras una mujer exitosa, daban por hecho que le habías abierto las piernas a alguien; o como a los Alfas los trataban como superiores, por el simple hecho de haber nacido así
Era claro que no en todos los sitios y no todas las personas pensaban de esa manera, pero al menos, esos eran los estereotipos establecidos. Y si bien en la actualidad se hacían luchas y movimientos que buscaban borrar estas erróneas ideologías y construir una sociedad equitativa, siempre existían algunos casos de excepciones, en donde inconscientemente uno se dejaba influenciar por las masas.
Justo y como había pasado en esta ocación, donde dieron por hecho que la muerte de la Alfa - Astrid Hofferson fue un asesinato; y que el responsable de los actos, había sido un Omega. Jack fue marcado de mentiroso, de celoso y arrogante, los policías explicaron que se dejó llevar por su naturaleza, y que al igual que todos los omegas celosos, perdió el control en sí mismo y en un arranque de ira, le arrebató la vida a la que alguna vez fue la mejor amiga de su compañero de alma. Los medios no tardaron en enterarse, y es que era una historia jugosa, que no pudieron evitar profanar; pronto, la mentira inventada por los oficiales, se transformó en un chisme que llegó a aparecer en las noticias, periódicos y redes sociales, ocupando primeras planas de revistas, y noticiarios, cada versión más falsa y retorcida que la anterior. Los textos redactaban mentiras, y farsas que la gente creía con facilidad. Pero ¿Qué importaba manchar la reputación de un asesino? ¿Dónde quedaron las leyes de discreción y privacidad que guardaban los derechos de los acusados y evitaban que sus rostros fueran expuestos? Fueron olvidados, y no pareció importarle a nadie. Sí a los medios les encantaba, y parecía que ya a nadie le importaba aquel muchacho.
Jack por otra parte estaba desecho. Su vida se había ido por la borda, sus amigos ya no le dirigían la palabra, y su familia... su familia se había roto por su culpa. Por un acontecimiento que nunca sucedió. Y lo peor de todo, es que nunca lograría explicar lo sucedido. Ahora Hiccup lo odiaba, y no podía hacer nada para cambiarlo.
Oh Hiccup, él debía estar roto por dentro. Su mejor amiga había muerto, se había suicidado en su propia casa, debió ser tan difícil para él, ver su cuerpo en los brazos de su fiancé. Jack se mordió con fuerza el labio, no podía imaginar lo mucho que ahora Hiccup lo despreciaba, y lo mal que la debería estar pasando en estos momentos.
Y pensar que hacía un par de días, se encontraban tan tranquilos y felices, compartiendo mimos y caricias en la cama, diciéndose lo mucho que se amaban entre ellos, viviendo en su pequeña burbuja de felicidad. Hace tan solo algunos días, ellos estaban bien, y su única preocupación era planear lo que harían para celebrar su aniversario de bodas, el sábado por la noche, ya habían pasado 2 años desde que unieron sus vidas en matrimonio, y no olvidarían en celebrarlo como era debido, conmemorando las mil y un razones por las que el uno se había enamorado del otro. Jack recordaba bien su primer aniversario, Hiccup le había regalado un camafeo con una foto de su primera cita de un lado, y una de su beso de bodas en el otro. Recordaba, que cuando se sentía nervioso, miraba aquellas fotografías para calmarse, agradeciendo a diario, que el universo lo hubiera juntado con Hiccup Haddock, con quien pensaba pasar el resto de su vida, regalandole así una segunda oportunidad de tener una familia. O eso fue al menos, hasta hace un par de días, cuando el abogado del castaño, le pidió el divorcio en medio de la corte, donde lo acusaron culpable por un crimen que no había cometido.
Pero, ¿cómo sería capaz de explicarle a Hiccup, que su mejor amiga de toda la vida, le estuvo mintiendo por años y que Astris Hofferson asistía al psiquiatra desde la universidad? ¿Cómo tomaría Hipo la noticia? Se suponía que era su mejor amiga, que él debía de saber todo de ella. ¿Como decirle a Hiccup, que por un accidental encuentro en el hospital, él sabía más de Astrid que su propio esposo, y mejor amigo de la rubia? Hippo lo tomaría muy mal, se culparía a sí mismo, por no haber hecho algo antes, por no saber lo que estaba pasando, y no estar presente. Hiccup se odiaría a si mismo, más de lo que Jack se odiaba en ese momento.
El frío metal en sus muñecas lo devolvió a la realidad. Dos guardias lo escoltaban por un pasillo, hasta la recepción, donde un par de uniformados más lo esperaban para tomar sus pertenencias, y guiarlo al reclusorio donde realizaría su condena.
Jack suspiró cuando señalaron una caja plástica frente a él, la Alfa que tenía frente, le dijo que dejara todas sus pertenencias. Se quitó el reloj, un brazalete, y el camafeo. Le dolió quitarse el el camafeo, ese pequeño amuleto de metal, era todo para él, era su regalo favorito, y una de sus únicas posesiones preciadas. Lo abrió una última vez antes de dejarlo, solo para recordar las facciones alegres de Hiccup en las fotografías, recuerdos que parecían tan lejanos ahora, que le estrujaron el corazón.
-No tenemos todo el día-. escupió un guardia con ojos de soldado.
El amuleto le fue arrebatado, y le vaciaron los bolsillos. Solo traía 15 dolares y 17 centavos consigo, no era mucho, pero era lo único que traía cuando los policías lo rodearon, y lo forzaron a salir de su casa como un reo. Dejó las llaves, y su teléfono en la canasta, junto a sus audífonos y sus zapatos. Así es, sus zapatos. Le ordenaron quitarse el calzado, justo antes de prácticamente despojarlo de su ropa.
En un inicio creyó que era una broma de mal gusto, pero tras ver las serias miradas de los oficiales, no pudo evitar sentir vergüenza. Se agachó a desabrocharse las cintas, y posteriormente acomodó los tenis en la cesta. Cuando desabrochó su camiseta, comenzó a sentirse nervioso, y para cuando se bajó los pantalones, su cara no podía apartar la vista del suelo; no deseaba ver los rostros de los oficiales, no podía. Algunos sonreían, lo sentía. Jack se sentía sucio, expuesto, como un animal exótico siendo exhibido como premio. Las cosas empeoraron cuando quedó solo en boxers. No le entregarían su nuevo uniforme, hasta que comprobaran que estuviera completamente desarmado, eso implicaba revisar su cuerpo, por lo que lo pusieron contra la pared, con las palmas extendidas tocando la pintura, y las piernas separadas.
Primero revisaron su boca, se aseguraron que no escondiera ningún tipo de arma entre la lengua y el paladar; era impresionante ver cuantas personas podían meter objetos en su cuerpo, para no ser detectados. Una razón más, para pedirle al futuro recluso, que se quitara la ultima prenda que le quedaba. Jack no dijo nada, solo lo hizo; quiso morirse, pero lo hizo. Luego, continuaron con inspeccionar su cuerpo, fue entonces que un guardia comenzó a manosearlo, tocando sus extremidades como si no fuera una persona. Jack cerro los ojos, aguantó la respiración y le rezó a todos los dioses, habidos y por haber, que no se dieran cuenta de su secreto. Cuando las manos bajaron a su cintura, instintivamente cerro los puños, quería salir corriendo de ahí, abrazarse a si mismo y evitar que lo siguieran tratando como un objeto, pero sabía que si se movía, las cosas solo empeoraría. Intentó no llorar, suprimió las lagrimas y los jadeos, en un instante volvió su corazón duro como una piedra, no dejaría que lo vieran así, debía soportar un poco, al menos un poco más, antes de desmoronarse.
Él era un omega, lamentablemente no había muchas cárceles para los de su clase. Así como dividían las prisiones en femeninas y masculinas -y estas tenían diferentes secciones-; habían bloques diseñados para separar a los Alfas, Betas y Omegas. Así se habían hecho, con el fin de evitar asesinatos, violaciones, y embarazos no deseados; estaba más que claro que un Omega no sobreviviría mucho tiempo en un reclusorio de Alfas, y un Alfa no podía rodearse únicamente por Omegas.
Las prisiones de igual manera, se dividían generalmente en 5 secciones: Mínima - Baja - Media - Alta - & Máxima seguridad. Los residentes eran enviados a cada sección, dependiendo de la gravedad de sus delitos. Overland fue condenado como asesino, todas las pruebas lo marcaron como un monstruo; era más que claro que pasaría sus días en el reclusorio de Máxima seguridad, junto a más gente asquerosa como él. Lamentablemente, no existían muchas cárceles de máxima seguridad para omegas, las personas no los consideraban capaces de ejercer asesinatos o crímenes con demasiada punibilidad, por lo que sus reclusorios consistían en cárceles de mínima y baja seguridad. Usualmente, había pocos omegas en prisión, así que los solían ingresar en establecimientos de betas; y aquellos puntos negros, como Jack -omegas que requerían ir a Máxima seguridad- eran enviados a penitenciarías mixtas. Fue por eso, que asignaron al albino a una prisión diferente.
Era normal ver a betas y alfas compartiendo celdas, después de todo, muchas prisiones no tenían los recursos para dividir completamente los sectores, y las cárceles para beta-alfa eran más comunes de lo que se pensaba. Fue esta la razón, por la que colocaron al Omega en un reclusorio rodeado de Alfas. El tema se discutió en privado, entre el abogado, el juez y el jurado, hasta que llegaron a un acuerdo: En vez de ser exiliado a una celda solitaria en el área de Máxima seguridad, sería asignado junto a un compañero de cama en el campo de Baja-media seguridad. Ya que, el hecho de estar rodeado de alfas, equivaldría a suficiente como castigo para el menor.
Mínima seguridad recibía a reos con un historial limpio, y claro, con crímenes no violentos, y debían menos de 10 años de pena. Los residentes podían gozar de libertades, actividades, salas de juegos y recreativas, etc. también contaban con talleres de arte, y capacitaciones laborales, que les facilitaban terminar los estudios y/o conseguir un empleo cuando salieran. Tenían cuartos enormes de dormitorios en grupos y no celdas, e incluso podían convivir normalmente con otros sectores de mínima seguridad. Aunque también podían incluirse algunos usuarios de máxima seguridad, que hayan cumplido con buena conducta, durante años, y que no hayan intentado escapar. Sus extensiones eran grandes, y las visitas permitidas.
La sección de Baja o Media seguridad se dividía por bloques similares, los reos descansaban en habitaciones pequeñas, por grupos de entre 3 y 7 personas (o en celdas que compartían en grupo o parejas); sus libertades eran amplias, pero los oficiales eran estrictos con los orarios, y se aseguraban de que todos estuvieran en sus respectivos cuartos en el conteo nocturno y matutino, aunque podían dormir con las puertas abiertas si gustaban. Sus salas de juegos, y actividades eran menos accesibles y abiertos que en mínima seguridad. Sus reclusos tenían historiales relativamente limpios, debían menos de 25 años de condena, y no eran tan agresivos como otros, y de igual manera podían incluirse reos con buen comportamiento. Los jardines y extensiones se rodeaban de alambres, y las visitas eran poco frecuentadas o permitidas.
En Alta o Máxima seguridad, los reclusos eran asignados en celdas por pares, en las noches las puertas se cerraban, y se hacían constantes conteos tanto en la noche, como en la mañana. Sus actividades limitadas dependían de los guardias, y solamente salían para los alimentos grupales, o casi inexistentes salidas a las extensiones de la prisión -usualmente se hacía con los grupos atados y/o encadenados entre ellos, para facilitar el control policial-. Aunque en muchas ocasiones, las prisiones ni siquiera dejaban a los presos contar con tan simples lujos, y los confinaban a encierros sin salidas, ni siquiera a los sanitarios, ya que sus celdas contaban con uno. Los días de baño, llevaban en grupos a los reos a las regaderas, donde los encadenaban contra las paredes, y les daban entre 3 y 9 minutos, para asearse, frente a los guardias y sus otros compañeros: sin pudor, dignidad o respeto.
Lo siguiente que Jack recuerda es que lo ingresaron a unas regaderas privadas; lo obligaron a ducharse rápidamente, pero al menos estaba relativamente a solas. El albino intentó disfrutar de su baño, después de todo, esos pocos minutos de "pudor" y "seguridad" serían los últimos que pasaría solo en los siguientes meses, pero él no estaba enterado. Al menos, no todavía. Cuando terminó de ducharse, solo contaba con una pequeña toalla, que apenas y era suficiente para su cuerpo. Pocos minutos más tarde, Jack finalmente recibió su uniforme, extendiendo las manos le entregaron un overol naranja chillón, con un numero de inscripción en el pectoral izquierdo, un par de calcetines blancos, unos boxers limpios, y un par de zapatos de lona, estilo Slip-On azul marino, de zuela blanca. Se vistió rápidamente, mientras escuchaba lo que los oficiales le explicaban, al parecer habían metido su ropa a lavar, y una vez estuviera limpia, la almacenarían con el resto de sus pertenencias, en un cubículo con su nombre. En cuanto a su ropa interior y calcetines, le serían devueltos en un par de días, cuando ya estuviera instalado en su celda.
Le entregaron un pequeño morral de lana, lo suficientemente grande como para almacenar en su interior una almohada, y algunos utensilios básicos de limpieza personal -como pasta y cepillo dental, un baso, y un cambio de ropa-. Luego, le volvieron a atar las muñecas, y finalmente lo escoltaron a la salida. Una camioneta lo estaba esperando, y otros reclusos ya subidos en ella esperaban poco complacidos. Jack se hundió en el asiento, y no dejó de mirar sus manos, intentando ignorar las miradas de los demás pasajeros, quienes no dejaban de reír y murmurar por el único omega presente. El trayecto fue lento, y su corazón no dejaba de latir a mil por hora. Durante el camino, un par de chicos intentaron hablarle, pero no importó demasiado, porque su voz parecía haberse esfumado, y no estaba jugando, no importase que tanto lo intentara, su voz no podía salir de su garganta. Aún tenía las puntas del cabello mojado, y las gotas caían sobre sus hombros. Lo trasladaron a otro edificio del área correccional, y cada metro que pasaba, se sentía más agobiado; el alambre de púas se incrustaba en la parte superior de las rejas y vayas metálicas que rodeaban el área de media seguridad.
Cuando abrieron la puerta, sintió un bulto golpearle directo en el estomago; de repente quiso vomitar, como si todo su alrededor de repente lo enfermara. Pero al guardia no pareció importarle, tomó las esposas como si fueran un juguete y las jaló, llevándose consigo al albino. Jack recogió su "mochila" del suelo, mientras los demás presos bajaban del vehículo; un par de ellos golpeando sutilmente sus hombros contra su cuerpo. Pero Overland apenas y soltó un suspiro.
Los ingresaron al edificio, y encerraron a cada uno de los presentes en una celda distinta. Estaban en la 1ra sección de aislamiento. O al menos, eso decía el letrero de la puerta por la que ingresó.
No pasó mucho tiempo antes de que un guardia sacara uno a uno de las celdas; Jack veía como se los llevaban, cruzaban el umbral y se perdían en el pasillo, antes de que él no volviera a saber nada de ellos; pasaban unas cuantas horas, y luego, se llevaban a otro. El ciclo se repitió unas 3 o 4 veces antes de que fuera el turno del albino. Jack para ese momento, se encontraba sentado en la cama metálica que tenía su celda, un poco desorientado y abrazado a su maleta, como si su vida dependiera de ello. Cuando la puerta se abrió, una oficial se encontraba con la cerradura en mano. Sus ojos celestes y el cabello pálido le inspiraron un poco de confianza, pero su sonrisa y voz cálida, lo hicieron reaccionar.
-ven, estira las manos-. pidió pacíficamente. Y por 6ta vez en el día, lo encadenaron como un animal.
Llevando sus cosas consigo, siguió el ya conocido trayecto, hasta el final del pasillo. No esperaba ser afiliado a un consultorio medico, pero ahí estaba. Lo subieron a la camilla, y un doctor le hizo una prueba; una revisión rápida servía para descartar cualquier enfermedad contagiosa, que pudiera estar pasando, y un 2ndo doctor hizo algunas preguntas, analizando el estado mental del ingresado. Pregunta, tras pregunta, el omega contestó completamente las inscripciones medicas, desde la fecha de su último celo, hasta sus alergias, no dejó ningún detalle sin responder.
-¿Tatuajes?
-no
-¿alguna enfermedad cardíaca o congénita?
-no que recuerde
-¿Necesidad constante de algún medicamento especifico?
-no-. titubeó. -bueno, comencé a tomar unas vitaminas hace un par de semanas, y... No sé si pase algo si dejo de tomarlas-. explicó con la voz baja, mientras estiraba el brazo por ordenes medicas.
El joven Alfa le sonrió alegremente, mientras le ponía un pequeño torniquete unas pulgadas sobre el hombro, para sacarle una muestra de sangre.
-Tienes lindos brazos, no hay marcas de cortes con navajas, ni inyecciones de droga. Eso es bueno-. comenzó. -Tranquilo, los exámenes son generales. ¿Cual es el nombre de las vitaminas que tomabas, y qué tenían en especifico?
Se sintió apenado al no recordar, así que se limitó a morderse el labio.
-¿Para qué eran?-. continuó aquel doctor, mucho más calmado que antes, mientras cambiaba el tubo de la muestra sanguínea. Jack no quería decirlo, sentía vergüenza y le entraban ganas de llorar cuando lo recordaba. -Oye, nadie va a hacerte daño. Si necesitas un medicamento, necesitamos saberlo. ¿Sí? Para que puedas continuar tomándolo. Es por el bien de tu propia salud.
Él solamente asintió. Bajó la cabeza al sentir lagrimas escapar de sus ojos.
-No recuerdo el nombre-. admitió. -Pero venían en un frasco morado, y tenían Ácido fólico, Yodo y Vitamina B6-. enumeró con los dedos. -También llegué a tomar Metoclopramida, pero no me resultaba muy bueno el efecto-. El albino se revolvió incomodo en el asiento, mientras bajaba la voz. Seguro el Alfa ya se había dado cuenta. -Y... soy intolerante a la lactosa-. evadió su mirada, cambiando de tema abrupta mente.
-Espera, ¿estás...?-. fueron interrumpidos por un toque en la puerta.
-Vengo por los exámenes de sangre-. explicó la enfermera, mientras el alfa retiraba el ultimo tuvo, antes de extraer la aguja de su cuerpo. Jack flexionó el brazo después de que le pusieran una bendita.
Y antes de que el doctor volviera a formular la pregunta, la misma oficial entró por la puerta diciendo: -es hora, novato.
El albino bajó de la mesa, y camino por el pasillo hasta otra habitación, donde tomaron todos sus datos restantes. Se sintió un poco más aliviado de no contestar las sospechas de su medico, aunque algo le decía que hacía mal, su interior se sentía más protegido, mientras menos supieran de su condición. Le dieron un numero, y le tomaron una fotografía. Ahora, tenía un gafete (que debía portar a todos lados, con su nombre e identificación escritos) y un expediente con su historial criminal, que lo seguiría arrastrando hasta el final de sus días. Su nombre había dejado de ser Jack De Haddock Overland Frost, ahora solo era Frost; porque en ese lugar, no les importaba quienes eras antes de entrar ahí; solo eras un numero con apellido más. Justo y como todos los demás reclusos.
No importaba que fuese inocente, las cosas no iban a cambiar.
Jack solo quería que terminara, que su condena acabara, y que dejaran de moverlo de un lado a otro como una marioneta. Solo quería despertar de esa pesadilla y regresar a acurrucarse en los brazos de Hiccup, aspirando su protector aroma, mientras lo consolaba diciendo que solo había sido un mal sueño. Pero no, la realidad era otra.
El sol comenzaba a caer, y la guardia lo guió hasta su ultima parada.
Jack pensaba que la 1ra sección de aislamiento era un lugar aterrador donde pasaría su condena, solo y alejado de otros, como lo hacían creer en las películas. Pero no, ese solo era el área inicial, donde le hacían los expedientes a los reos antes de ingresarlos al motel de 5 estrellas donde cumplirían su sentencia. Cuando el albino entró a la sección principal, se dio cuenta de que todo era mucho, pero mucho peor.
Lo adentraron en el "Bloque B", en la celda 2.0.4. Durante el trayecto, algunos le gritaron, le chiflaron y lanzaron piropos no muy alagadores. Con cada mirada y palabra, su estomago se revolvía más y más, se quería morir, no había otras palabras, quería desaparecer, que se lo tragara la tierra e irse. Era nuevo, y un blanco fácil, no solo por ser un omega, sino por ser un neófito en la cárcel, su uniforme lo delataba, el tono naranja chillón de su overol era demasiado obvio; los demás llevaban un uniforme Azul oscuro, igual que sus zapatos, pero él no, el era un maldito cono de transito.
Un oficial toco la puerta de una celda antes de pasar.
-Aster-. anunció sin desgano. -Levántate-. ordenó.
-déjame en paz, Black-. susurró leyendo su libro en la parte superior de la litera.
-¿querías un compañero, verdad?-. soltó en un tono burlón, mientras el mencionado soltaba un alarido de odio, como un niño haciendo berrinche porque le regalaron calcetines en navidad. -tranquilo campeón-. rió grotescamente. -creo que este juguete te gustará. -Finalmente había ganado la atención del muchacho.
Antes de irse, soltaron las muñecas del albino, quien solo pudo sobar con tristeza su piel ahora roja, las marcas de lo apretado habían colorado sus muñecas.
Los oficiales salieron de la celda y se alejaron. Jack siempre creyó que las celdas serían pequeños cubículos divididas con rejas, pero estaba equivocado, eran habitaciones de ladrillo con puertas metálicas. Los cuartos eran grises y pequeños, pero tenían su pequeño encanto. Lamentablemente, Frost se había quedado petrificado.
Una vez estuvieron solos, Aster, bajó su libro de la cara, para echarle una mirada al albino. Jack estaba temblando, y el hombre de cabello platinado no pudo evitar rodar los ojos.
-¿te vas a quedar ahí parado?-. escupió más firme de lo que tenía pensado. Sus ojos esmeralda se encontraron con los celestes. Jack ni siquiera dio un paso adelante. -¿en serio vas a esperar a que te digan todo?-. comenzaba a perder la paciencia.
Aster odiaba a los compañeros, había hecho hasta lo imposible por tener una celda aislada, siempre le tocaban los peores chicos, pero ese zoquete debía de ser una broma.
-ya interrumpiste mi lectura, bien hecho niño. Pon tus cosas por ahí-. señaló la esquina cercana a la puerta. -no toques mis cosas, tu te quedas con la litera de abajo, y ni se te ocurra robarme algo, porque no tolero a los ladronzuelos. Y si te pones de coqueto en tu celo, no te me acerques, porque no me importa. Yo no soy de esos que monta de alfa en alfa. No me hables, no soy tu amigo, y si me despiertas en la noche, no volverás a dormir tranquilo.-. explicó.
Posteriormente se volteó, y continuó su lectura dándole la espalda. Estaba claro que no lo toleraba, pero esa no era la culpa del omega, quien ya tenía suficientes problemas consigo mismo. Sacó la almohada de su mochila, y la colocó en su cama; luego dejó el resto de sus pertenencias dentro del morral cerrado, y lo dejó en la esquina donde se le indicó.
Casi no se movió, y ni un ruido hizo; no quería molestar a su espeluznante compañero, que parecía 5 metros más grande que él. Su compostura musculosa y su tono de voz ya daban miedo a distancia, no quería conocerlo de cerca, estaba seguro de que se lo podría desayunar si le apetecía. Solo se limitó a acostarse en la cama, y acurrucarse con su única sabana, que también había sacado de la mochila.
No importó cuanto lo intentara, todas sus emociones se habían acumulado. Era tarde, de noche; pudo sentirlo. No pasó mucho tiempo después de que los guardias indicaran que las luces se apagaban, cuando Jack no pudo resistirlo más. No se dio cuenta de cuando inició, pero comenzó a llorar.
Después de días en la corte, de todas aquellas miradas alusivas y miles de preguntas lanzadas a su ser; después de que las esposas abrieron la piel de sus muñecas, y que lo encerraran, justamente después de todo eso de dio cuenta en donde estaba: había tocado fondo, y pasaría los siguientes 30 o 45 años encerrado tras aquellas paredes, pudriéndose como la mierda que era. Siendo castigado por un crimen que nunca realizó.
Las lagrimas y los gimoteos se escapaban de su cuerpo, intentó cubrirse los labios, pero no sirvió demasiado. Se sorbió la nariz unas 7 u 8 veces, no importaba la verdad, pero podría apostar a que en ese momento, su cara estaba más roja que nunca. Se sentía mareado y desconsolado. Ya no le importaba a nadie, y no valía nada. Todos lo habían tratado como un mentiroso, y lo odiaban como a ninguno.
Su corazón se estrujó, no solo por sus emociones que era incapaz de controlar, sino por Hiccup, ese pecoso de ojos esmeralda que había logrado amar. Aquel alfa castaño que su corazón robo hacía algunos años. Aquel ángel que se había hecho una razón para vivir del albino, y que era su mundo, su todo. Ese mismo hombre que lo hacía perder los estribos, reír como ninguna otra persona, y colorar su rostro con solo una mirada. El mismo que le había pedido el divorcio y no le dirigía la palabra, que había desecho su vida en un instante, y que no le había dado la oportunidad de hablarle, y explicarle la verdad. Que lo tachó de mentiroso y le arrebató la única familia que le quedaba.
Lo extrañaba, realmente lo extrañaba, porque no importa que tan malos sean sus deseos hacia él, para Jack seguía siendo la misma persona, que lo completaba, y mantenía su corazón latiendo. Porque Hiccup Haddock era su razón de vivir, su otra mitad, su mejor amigo, y el padre de su hijo.
Frost se llevó una mano al estomago, y acarició delicadamente su vientre. Se prometió a si mismo entre el llanto, que no se rendiría, y que a pesar de sentirse como una basura, no dejaría de luchar, porque aunque para Hiccup ya no era importante, aún tenía alguien por quien salir adelante. Su hijo, aún no nacido, que era tan pequeño, que ni siquiera se notaba, dependía totalmente de él; y aunque fuera un omega, estaba seguro que daría todo para que ese cachorro llegue al mundo, salvo y sano, y tenga un hermoso futuro; aunque no sean las circunstancias que planeaba.
Porque no importaba el camino, el instinto de aquel omega le gritaba que podría dar hasta dientes y garras con tal de que su cachorro estuviera a salvo. Aunque estuviera en una cárcel rodeado de Alfas.
Por otra parte, a unos cuantos centímetros de distancia, el corazón de Aster se estrujaba con fuerza. Si bien odiaba a los compañeros, y siempre creaba una relación distante con ellos, se sentía culpable de haber hecho llorar a aquel novato.
Sus sollozos intentaban ser silenciosos, pero no podía evitar los gimoteos. Algo se movió dentro del australiano, sentía la enorme necesidad de consolar al albino, pero no pudo moverse, se quedó toda la noche contemplando el techo, escuchando la miseria de aquel chico. Con cada sollozo su corazón se quebraba un poquito más, y su conciencia no podía descansar. Había conocido a varios teniendo su primer día en prisión, era normal no dormir la primera semana, conocía muy bien el insomnio por experiencia, pero este era un caso completamente diferente. Había algo que lo abrumaba, y no era la prisión, era algo más, lo sabía, lo sentía. Reconocía un corazón roto cuando lo tenía en frente. Pero de nuevo, no pudo moverse, a penas y respiraba; se reprimió totalmente, porque aunque sus instintos le insistieran algo, él no quería meterse en la vida de aquel desconocido.
Así que duró toda la noche, escuchando los llantos de aquel pobre alma, que solo deseaba ser consolada.
Más de un año desde que inicié esta historia.
Lo siento, no sabía como abordarla, pero aquí está el Cap 1. Ya tenía meses intentado escribir el capitulo. No se preocupen, se pondrá buena la cosa.
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