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Capítulo 4: Perdida en sus ojos.

Llegó el señor Mauricio y bajé rápidamente las escaleras.
Lo estaba esperando para poder irme.

- Elena no te has ido, debería darte unas llaves para que no tengas que esperar a que regrese - me dijo después de cerrar la puerta y verme.

- no te preocupes, está bien, apenas acabé - le notifiqué.

- sacaré una copia, mañana te las daré -

- en serio, no hace falta, de verdad, puedo esperar - le aseguré que no había problema.

- ¿prefieres esperarme? - me preguntó.

"Claro que te esperaré" pensé.

- si, está bien, no hay problema -

- ¿segura Elena? -

- segura, sí - afirmé.

- bueno, ¿comiste algo? -

- no, Denise no estuvo en todo el día -

- ¡esa niña!, ¿está con Aldo? -

- no lo sé, él se fue solo -

- ¿te dijo a dondé iba? -

- no, no mencionó nada -

- ¿quieres que te preparé algo de comer?, debes tener hambre -

- no, estoy bien, ya me voy -

- no, no te puedo dejar ir así, trabajas aquí desde las 2 hasta las 10, no te puedes ir sin haber comido algo - insistió.

- no quiero molestarte - le dije.

- no me molestas Elena, quédate - me pidió con una sonrisa resplandeciente.

- está bien, me quedaré - acepté finalmente.
Esa sonrisa me convenció.

- vamos, ven, acompáñame a la cocina -

Caminé detrás de él y me senté en el banco de la barra de la cocina.

- ¿qué te parece... lasaña? -

- ¿no es muy tardado? -

- tienes razón mmm... - dijo y pensó que preparar.

- ¿qué tal sándwiches? - propusé.

- ¿no te parece una cena muy simple? -

- ¿simple?, mmm no, es mi comida favorita -

- eres una chica sencilla Elena, eso es muy bueno - resaltó.

Me miró fijamente de una manera extraña.
Me perdí por un momento en sus maravillosos ojos azules.

- entonces... ¿sándwiches? - dijo rompiendo el silencio.

- sí, sándwiches suena genial -

- los prepararé, ¿cuántos quieres? -

- dos, porfavor -

- ¿con todo? -

- sí - respondí.

Después de deleitarme observándolo mientras preparaba los sándwiches nos comimos lo que preparó entre risas y miradas furtivas.

- ¿qué te parecieron? - me preguntó después de haberme acabado los dos sándwiches casi de un solo bocado.

- están deliciosos - contesté sinceramente.

- ¿crees que debería ser chef además de empresario? - me interrogó con las dos cejas levantadas.

- definitivamente - le dije y solté una risita.

- ¿tú quisieras trabajar conmigo? -

- ¿de chef?, no, para nada, soy muy mala cocinando, por eso soy la de limpieza - le dije vacilandolo.

- no, me refería a la empresa, podrías ser mi colega -

- oh, no creo que sea la indicada para eso -

- yo creo que eres la más indicada para ese puesto, linda -

¡¡¡¿Linda?!!!
¿Porqué me llama así?

- no, créeme que no - le dije al no creerme capaz de ello.

- ¡Mauricio!, ¡¿dónde estás cielo?! - gritó la señora Laura desde la entrada interrumpiendo nuestro coqueteo.

- ¡en la cocina! - le dijo él.

- que bueno que te veo cariño, necesito desestresarme contigo, no sabes las ganas que te... - dijo y al percatarse de mi presencia se calló de inmediato.

Alguien está ardiendo.

Me aguanté una risita y llevé los platos sucios al fregadero para después salir de la cocina sigilosamente.

Corrí por mi bolso y abrí la puerta para irme de esa casa.
Habría un incendio en cualquier momento y yo no quería morir quemada.
Solo si la razón de morir quemada fuera Mauricio.

- Elena - me llamó Mauricio justo antes de que me fuera.

- ¿sí? -

- disculpa lo que dijo mi... -

- no, está bien, créeme que la entiendo - lo interrumpí antes de que dijera la palabra "esposa".

- ¿ah sí? - me preguntó con el ceño fruncido y una sonrisita ladina.

Una expresión muy atractiva para mis ojos.

- sí, pero bueno yo igual ya me voy, te veré mañana -

Él caminó hasta mí y tomó mi mano.

- hasta mañana Elena - me dijo y dejó un lento y pequeño beso en el dorso de mi mano.

Omg.
Me muero.
Preparen el funeral.

- adiós - le dije y me solté de su agarre.
Le sonreí y finalmente salí.

Todo el camino a mi casa llevé una sonrisa en mi rostro.
¿Cuál era la causa?
La respuesta era: Mauricio.

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