04
—¿Entonces se va a vivir con él? —pregunta mi mejor amiga.
—Sí.
—No lo puedo creer. O sea, siento que no tiene nada de malo si al menos esperaran a que ella termine la universidad y lo presentara a sus padres —por el silencio que le sigue a esa declaración sé que para ella tiene todo de malo, pero no lo dirá en voz alta—. Azura es mayor de edad, lo sé, pero es una locura irse sin siquiera avisarles. Ellos la aman, eso los destrozaría.
—Lo sé. Sus padres podrán no ser perfectos, pero sé que la aman y se preocupan por ella. Distinguir el amor que le tienen a ella es tan fácil —suspiro.
Llevo mi té de hierbas a mis labios para tomar un sorbo. Catrina me observa mientras evita que su helado se derrita. Una de nuestras tantas cosas en común es que odiamos nuestro nombre, recuerdo que de pequeñas ella prefería ser llamada "Cat" como gato en inglés y en la adolescencia le decíamos "Katy". En cambio yo prefería que me dijeran Selena, como la cantante favorita de mi mamá.
—¿Piensas decirles? —su pregunta me saca de mis recuerdos.
—No lo sé, ¿debería?
—Claro que sí, si no piensas ir tú, lo haré yo misma. Azura odiaría saber que estuve en su casa, pero me da igual.
Antes éramos muy unidas. Catrina y yo nos criamos casi juntas desde los 7 años. Su mamá es la mejor amiga de la mía. Tiempo después conocimos a Azura, específicamente en sexto de primaria.
En la actualidad ya no somos las tres. Catrina siempre ha sido muy sincera y eso le molestaba un poco a Azura; tenían muchas discusiones por eso. La gota que colmó el vaso fue cuando Catrina le dijo a Azura que no tenía personalidad propia y que estaba harta de verla cambiar de personalidad cada vez que salía con un chico diferente. Desde entonces no se hablan. Pero se siguen preocupando por la otra y lo sé porque de alguna manera u otra me lo hacen saber.
—Bien, yo iré. Pero Azura se molestará mucho conmigo por no decirle, además tendría que visitar a mi mamá. No es que no quiera, sólo que…
—No me tienes que explicar nada, Selene —me interrumpe con suavidad—. Sólo avísame si no puedes y lo entenderé. Hoy es la búsqueda, ¿no?
—Sí, ¿vas a asistir?
—Aunque me gustaría apoyar, sabes que no puedo faltar al trabajo. Y menos por Draven, él aparecerá. Sólo está queriendo llamar la atención, es normal en los egocéntricos narcisistas.
Me gustaría pensar que solo es una de sus tonterías, pero esta vez no lo creo.
* * *
—¿Ya estás lista? —grita Lisha desde la pequeña sala de nuestro piso.
—Ya casi —grito poniéndome un abrigo. En Ransley, el frío y la niebla se apoderan de la noche.
Salgo de mi habitación cerrándola con llave. Lisha me mira negando con la cabeza. Esta costumbre que tengo es algo a lo que se ha tenido que acostumbrar desde que vivimos juntas.
—Pensé que te estabas maquillando con todo lo que tardaste.
—Sabes que es imposible que me tarde por eso —digo rodando los ojos.
—Con esa piel que tienes, yo tampoco usaría maquillaje. Lo que no entiendo es por qué tienes una cesta con cosméticos que no usas, deberías regalarme el delineador.
—Ni yo sé. Tenía dinero de sobra y compré. Igual puede que te lo regale.
Lisha hace un bailecito de victoria mientras sale del departamento, yo la sigo riéndome.
Entramos al ascensor luego de cerrar con llave el apartamento. La residencia universitaria en la que vivimos es tan grande que tiene ascensor. Cada departamento es lo suficientemente espacioso. En el que vivimos es de dos personas, pero hay algunos hasta para cuatro.
Las reglas son simples: nada de chicos, no robarle a tus compañeras, no se pueden meter drogas ni alcohol a la residencia y no llegar a las tantas de la madrugada haciendo ruido. Aunque muchas de estas no son seguidas por todas.
Observo mi reflejo distorsionado en las paredes del ascensor. Por un momento se ve tan claramente que es como si me mirara a un espejo. Frunzo el ceño confundida y mi reflejo…
—Selene, apúrate —me dice Lisha dirigiéndose a la salida.
Yo la sigo sin dudar, al salir el frío nos recibe. No puedo evitar temblar un poco, acomodo mi abrigo. Observo la luna, mientras escucho a Lisha hablar con alguien. Dirijo mi mirada hacia donde está, alzó una ceja al ver con quién habla. Ella se acerca al ver mi mala cara.
—Se amable con Jeffrey y no hagas tus comentarios, por favor.
Sonrío de manera angelical.
—¿Qué comentarios, Lisha? Si yo ni hablo.
—Claro —entrecierra sus ojos observándome y se acerca a su novio para agarrar su mano.
Jeffrey y yo nos saludamos y empezamos a caminar.
Desde hace unos pocos días me siento observada y está ocasión no es la excepción. Miro alrededor, pero no hay nadie. Solo estamos nosotros tres y la gran luna en el cielo guiando nuestros pasos. Suspiro, solo son los nervios por los posibles resultados de la búsqueda.
* * *
Me da escalofríos y la mayoría de personas presentes del susto dan un respingo al escuchar el feo graznido de un cuervo. El bosque que rodea Ransley está lleno de cuervos.
—Bien, esos son los grupos. Ninguno estará a mucha distancia. Si llega a pasar algo, griten, de seguro alguien los escuchará y, si no, pues, tienen una pésima suerte por ser los siguientes desaparecidos —dice Elián, el baterista de la banda. Qué manera de calmar a los presentes.
Observo a nuestro alrededor, hay muchas personas, pensé que vendrían menos, aunque no me sorprende. Los chicos de la banda son muy queridos.
—No deberías estar fumando en el bosque —le dice Vanessa con timidez, la estudiante de primer año que me apoyó temprano con mi discurso.
—¿Me va a atacar un cuervo si lo hago? —dice Elián con cinismo—. ¡Empecemos! —pasa por mi lado y choca su hombro con el mío a propósito. Lo miro de reojo mientras se aleja.
Me tocó hacer grupo con Lisha, Jeffrey, Vanessa y Orphy. La verdad estoy alegre de que me tocara con ellos y no con alguno de esos idiotas que piensan que yo le hice algo a Draven.
Al caminar suenan las hojas y ramas bajo nuestros pies. También se oyen los grillos y el aleteo de los cuervos que nos siguen y observan desde las ramas de los árboles.
El bosque no es un lugar muy querido, muchas personas le tienen miedo por las historias que lo rodean. Se dice que hace años una chica desapareció en él, que el bosque se la tragó. He visto su foto varias veces en el anuario Universitario de Ransley junto con Lisha y hemos hecho diversas teorías. Su nombre era Ayla, era una chica muy linda y querida por todos, con un cabello rubio resplandeciente. No sé por qué pienso en ella en pasado, personalmente no creo que esté muerta como muchas personas creen, en realidad pienso que solo la agobio la universidad y su vida en general, por lo tanto, decidió escapar y empezar de cero.
—Selene —me llama Orphy, sacándome de mis pensamientos—. Gracias de verdad por tomar la iniciativa de proponer está búsqueda y convencer a las personas de hacerla.
—No solo me agradezcas a mí. Vanessa me ayudo a animar al público.
Ella nos observa y se sonroja o eso parece.
La iluminación de nuestras linternas y la luna sigue nuestro camino.
Escucho a alguien silbando a lo lejos. Todos apuntamos con las linternas hacia donde escuchamos que proviene el sonido, para darnos cuenta de que solo es el idiota de Elián. Sé que está disfrutando de atormentar a las personas que vinimos o solo a mí.
Seguimos nuestro camino alumbrando en todas direcciones buscando lo que sea.
Por instinto me alejo un poco del grupo encontrándome con cerillas de cigarros en un lugar al que parecen venir una que otra persona, y es que desde aquí es una vista hermosa. Agarro una de las cerillas con mi mano izquierda ya que con la derecha sostengo la linterna, pero dejó caer ambas cosas para llevar mis manos a mi cabeza.
Joder, el dolor de cabeza regresó y multiplicado por cien.
Escucho un pitido ensordecedor y mi vista se torna borrosa, trato de llamar a alguien pero no sé si no me escuchan o no puedo gritar. Siento la garganta extremadamente seca. De alguna manera logro levantarme y camino sin sentido fijo.
Cuando el pitido baja la intensidad y mi vista parece regresar escucho que dicen mi nombre y corro en esa dirección.
Maldigo por no agarrar la linterna cuando casi caigo por una raíz.
Al llegar al lugar donde creí que provenían los gritos, miro en todas direcciones sin ver a nadie, solo cuervos que me observan con sus ojitos que parecen rojos.
Camino un poco más y piso algo blanco. Al principio pienso que es papel higiénico y retrocedo asqueada, pero al observar bien, me doy cuenta de que es una nota.
Me agachó para poder agarrarla y es ahí cuando lo veo. Gritó lo más que lo permiten mis pulmones.
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