Prólogo
Sin mirar atrás, sin más palabras de por medio, sin absolutamente nada que decir.
Esa fue la forma en la que Azirafel entró al elevador que lo llevaría junto con Metatrón al cielo, dejando a Crowley atrás, sin reparo y con un corazón roto. Palabras fue lo que menos hubo en este caso, acciones apresuradas, pero emociones a flor de piel. Había tanto que decirse, tanto de lo que debieron hablar antes de cualquier cosa, debieron sentarse y hablar muy a fondo de lo que sentían y de lo que pasaría con ambos, de sus metas y de sus planes a largo plazo, ser honestos el uno con el otro.
Pero ahí estaban, Azirafel ascendiendo al cielo con el nuevo mando de arcángel supremo y Crowley en su Bentley rumbo a cualquier parte, con un mar de sentimientos en su cabeza, pensamientos que iban y venían, junto con unas incontrolables ganas de llorar y un nudo en la garganta.
—¡Maldita sea! — Aceleró más su auto, sin importar que alguien lo viera o si causaba algún accidente.
Si, estaba molesto consigo mismo y con el maldito cielo e infierno, ¿por qué Gabriel y Belcebú si podían irse lejos ellos dos? ¿Por qué ellos si podían tener una vida lejos de todas esas estúpidas guerras y bandos? ¿Por qué no simplemente los dejaban escoger cómo querían vivir? ¿Por qué Azirafel no lo eligió? ¿Qué había de malo en querer irse lejos con él a Alfa Centauri?
¿Qué se supone que deba hacer sin él a su lado? ¿A dónde debía ir? ¿Qué rumbo debía tomar? Odiaba incluso pensar en volver al infierno, pero no conocía otro lugar a donde más ir, no había nadie con quien incluso pudiera estar sin querer arrancarle la cabeza. En ese momento se sentía tan solo y tan agobiado del futuro como no lo había estado en mucho tiempo, tan solo y a la deriva, su ángel era la brújula de su vida, de su misma existencia, sin él, no había nada por lo que pudiera pelear.
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