2. ⛓ OFRENDA PARA EL ASESINO
Un hielo que le hacía doler los huesos se apoderó de su ser, sabía que este era su fin, que nadie podría salvarlo del demente al que sin saber había tentado con su comportamiento.
Agust se detuvo frente a una casa antigua, en mitad de la nada, rodeada de grandes árboles que hacían imposible divisarla a lo lejos, el lugar perfecto para que el asesino cometiera los peores crímenes.
Abrió la puerta del copiloto y sin dudarlo arrancó los cuchillos de las manos ajenas, volviendo a deleitarse con los lamentos.
Cogió el cuerpo contrario con brusquedad, sacándolo a rastras del automóvil y llevándolo hacia dentro de su residencia, donde lo arrojó al piso y rió por encima de él, lo veía tan débil, había perdido mucha sangre mientras venían de camino, le extasiaba ver a su víctima indefensa.
—Veamos… primero te pondré cómodo, no quiero ser un mal anfitrión.
Giró en su eje pensando cómo quería al chico que tenía a sus pies, la imagen era muy importante, mientras pudiese contemplar en todo su esplendor lo que estaba realizando, más placer sentiría su ser y más extasiada estaría su alma.
—Ya sé.
Volvió a tomar el cuerpo, como si de un muñeco se tratase, lo movía a su antojo, el chico se había desmayado. Aprovechó eso para llevarlo hacia el sótano y ponerlo sobre una mesa metálica que tenía en el lugar, como las de la morgue.
Ató las manos y pies de Kiun, asegurándose de que no pudiese poner nada de resistencia.
A veces los dejaba libre, le gustaba ver cuánto luchaban, pero está vez se había sentido humillado por el chico, solo quería mirarlo a los ojos mientras rebanaba su piel y le arrancaba el último soplo de vida.
Una vez lo tenía listo subió hacia la cocina por un poco de agua, y puso una vieja radio que combinaba perfectamente con el ambiente, en ella se reproducía Psycho Killer de Talking Heads, era algo muy placentero para él al escuchar esta canción mientras se convertía en la muerte.
Se acercó a su víctima y vació lentamente el líquido sobre su rostro justo sobre su boca y nariz, haciendo que este despertara desesperado al sentir que se ahogaba, tosiendo con brusquedad, tratando de coger el máximo aire posible.
Intentó mover sus manos pero se encontró atado y comenzó a desesperarse, estaba sufriendo una crisis de pánico y eso no le agradaba a Agust.
—Ya cálmate Kiun, si te da un infarto no podré ayudarte, recuerda que estamos muy lejos de la ciudad.
—¡De todas formas me matarás! —gritó soltando un llanto desgarrador.
—Claro que lo haré, solo que me parece de muy mala educación que te mueras de un ataque, arruinas mi diversión. Eso habla muy mal de ti —dijo negando con su cabeza—. Veamos, qué podemos hacer primero —puso su mano en su mentón, pensando como quería que su víctima tuviera un final—. ¡Ya se! Compré un set nuevo de cuchillos, aún no sé si están bien, ¿me permites probarlos?
—¡Déjame ir, maldito infeliz demente!
—Gracias —agradece emocionado y totalmente desquisiado—, jamás nadie me había dicho algo tan conmovedor. No sabía que me conocías tanto, si no la hubieses cagado seríamos grandes amigos, lástima —dijo fingiendo un puchero.
Agust se giró para tomar un estuche negro, que al abrirlo tenía una infinidad de cuchillos de todos los tamaños, con un filo brillante, que soltaba un destello cada vez que él lo giraba entre sus dedos, como si estuviese modelando el mejor invento del mundo.
Se posicionó tras la cabeza del chico, quien lo miraba hacia arriba con sus ojos destellantes, llenos del más inmenso terror al darse cuenta que eran los últimos minutos de su vida.
El cuchillo hacía un camino suave desde la garganta de Kiun, pasando por su tórax y llegando peligrosamente por el costado de su miembro.
El primer corte se sintió ardiente sobre la piel del chico, quien gritó deseperado ya que le había arrancado en un corte impecable uno de sus pezones, haciendo que la sangre comenzara a brotar violentamente.
—Oh perdón, se me resbaló el cuchillo. Te ayudaré, tranquilo, dejaremos a ambos iguales para que se vean bien.
Sin dejarlo responder arrancó el otro pezón ganándose otro grito de dolor que disfrutó mientras respiraba profundo, como si estuviese escuchando un concierto de su música favorita.
Sus ojos destellaron la más infinita maldad y decidió darle rienda suelta al sadismo y a su mente psicópata.
Cortó desde el hombro solo separando la piel del cuerpo y así continuó hasta retirarla por completo, dejando solo el músculo de su torso expuesto, lo quería hacer lento pero cada vez que Kiun gritaba él aceleraba sus movimientos para escuchar más de esa gloriosa melodía.
—Oh por diós, mírate, estás herido. Iré por alcohol, no te muevas, te ayudaré.
Fue hacia una pequeña despensa donde habían gazas y medicamentos para heridas, tenía su propio botiquín ya que habían fines de semana que quería que la diversión durase más, por lo mismo curaba a su víctima y volvía a dañarla. Esta vez no quería eso, solo quería acabar con ese chico.
Se acercó con rapidez y vacío todo el contenido sobre el músculo sin piel que temblaba al contacto.
Kiun estaba en shock, ya ni siquiera gritaba, pero se podía ver en sus ojos que el miedo lo había congelado y el dolor estaba a punto de dejarlo inconsciente.
Agust se percató y con rapidez subió sobre el regazo del chico comenzando a cortar sin un objetivo, solo enterrando el cuchillo de forma deseperada, en estado eufórico, volviendo el cuerpo bajo él solo una masa de carne que no se podía identificar, con sus víceras esparramadas y toda su sangre callendo en el piso.
—Gracias —fue todo lo que dijo.
Siempre agradecía a su víctima darle ese placer de matar, de desgarrar, de ofrecer su cuerpo como ofrenda para alimentar su mente perversa y saciar su espíritu sanguinario.
De un momento a otro Agust volvió a su rincón en la mente de Yoongi para darle paso a Suga, quien siempre se encargaba de no dejar ni un rastro de lo sucedido.
—Mira nada más, veo que te divertiste mucho, estoy completamente feliz por ti. Mis bebés te agradecerán por la comida hermano.
Con un silbido hizo que vinieran hacia él cinco perros, su mascotas, todos de raza rottweiler, compretamente enormes y con sus ojos teñidos de hambre al ver el desperdicio sobre la mesa.
—Adelante mis cachorros, coman. No quiero quede ningún solo cabello.
Los canes hicieron lo pedido, estaban totalmente acostumbrados a esta situación, eran solamente alimentados por las víctimas que su cuidador les ofrecía.
Mientras ellos terminaban su cena, Suga se dispuso a limpiar el carro, eran tantos los años haciendo lo mismo que ya estaba acostumbrado a sacar las manchas a la perfección, como si nada hubiese pasado.
—Vaya hermano, dañaste el auto, mira esos cortes en el tablero, está vez estuviste muy creativo.
Terminó de arreglar todo y fue hasta el sótano donde los perros ya habían hecho desaparecer el cuerpo de Kiun, dejando solo una gran mancha de sangre que él limpió cuidadosamente para luego llevar la ropa del chico y quemarla en la caldera que se encontraba ahí mismo, sin dejar ni un rastro de que estuvo ahí.
Hizo una señal para que sus mascotas volvieran hacia sus casas y se sentó sobre el sillón, respirando calmadamente, para dar paso a Yoongi, que miraba divertido cómo había desaparecido la escena del crimen.
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