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1. ⛓ MENTES CRIMINALES

El Adonis más perfecto que cualquier persona podría imaginar.

El regalo de los dioses para nuestros ojos indignos, que observaban con descaro su caminar glorioso.

Cómo si supiera perfectamente que es el ser más perfecto de esta universidad y que todos somos sus fieles perros falderos.

Jung Hoseok, el niño bonito del que todos están prendados y el que no se digna a mirar desde su trono a ningún mortal de los que besa sus pies.

Una sonora carcajada retumbó en el lugar, interrumpiendo violentamente el relato profundo que estaba realizando Jungkook al ser espectador de todo lo que ese chico causaba con solo cruzar los pasillos.

—Lo describes como si fuese un dios.

—Bajo los pensamientos insanos e idiotas, lo es. Cada uno de esos que lo observan ahora mismo lo piensan así. ¿Qué pasaría si los ángeles del infierno lo visitasen, para hacerle ver el mundo real?

—Ni lo pienses Min, dijimos que tus juegos no involucrarían a nadie de la universidad.

Solo su mejor amigo Taehyung sabía lo oscuro que podría ser su alma, lo que escondía bajo su fachada de nerd y los deseos más oscuros que había logrado cumplir, con tal de saciar su maldito corazón.

Daba gracias a dios ser su amigo, no podía imaginar siendo una de las víctimas de él.

—Sería el primero… sabes que hay varias personas de aquí que merecen cierta atención… Pero para ser sincero, ese chico me está tentando, me gustaría torturarlo hasta que suplique que me detenga y cuando esté en su límite, follarlo tan duro que su conciencia no sea capaz de volver en sí.

—Amigo das miedo.

—A cualquiera menos a ti Taehyung, mataría a cualquiera que quisiera dañarte, yo no olvido y tú eres la poca conciencia que me queda. Vamos a la clase, una vez esta finalice, comienza el juego —rió siniestramente.

—No hagas esa risa malvada frente a mí, mira como dejaste mis vellitos.

Yoongi solo negó con su cabeza, había olvidado lo miedoso que era su amigo y lo cuidadoso que debía ser él con sus arranques psicópatas para no asustarlo.

El par se fue hacia el salón, a pesar de ser un maldito loco, era un genio.

El primero en su clase, decía que su cerebro estaba por sobre cualquiera de esos idiotas y frágiles seres.

A veces tenía sueños en donde quebraba sus huesos por la mitad, mientras ellos gritaban por ayuda. Le deleitaba imaginarse el carmín tono de la sangre haciendo un charco en el viejo piso de algún galpón abandonado, donde ningún alma fuese capaz de dar socorro a quien estaba siendo víctima de sus delirios.

Frágiles, inservibles costales de huesos.

Dentro de su cabeza habían dos personalidades, estaba Agust, el era el lobo con piel de oveja.

Cuando estaba presente solo quería sangre, solo quería ver dolor y muerte.

Yoongi amaba que Agust se apoderara de él, era su lado más psicópata.

Luego teníamos a Suga, él era el asesino experto.

El encargado de no dejar ni siquiera un rastro de lo sucedido.

Se encargaba de ser meticuloso y era el más manipulador de los tres.

El equipo perfecto para el estilo de vida macabro al cual estaba acostumbrado Yoongi.

Las perfectas personalidades para cumplir sus más oscuros deseos.

Las clases terminaron y como si fuese un regalo de cielo, un idiota jugó a ser valiente con la muerte.

Pasó junto a Yoongi y votó sus libros, haciendo que estos quedaran desparramados por el piso. Lo cual solo hizo que sonriera de forma maliciosa antes de levantar su cabeza y mostrar un semblante bastante sumiso, dándole el placer a su víctima de creerse ganador.

—Kiun, por qué tiras mis libros, yo no te hecho nada hyung...

—¿Seguro que no cuatro ojos?, solo debías nacer para ya estar ofendiéndome, tu sola presencia es repugnante e indigna.

—¿Qué puedo hacer por su perdón? Dígame hyung, quiero enmendar mi error.

Taehyung había comprendido por completo. Suga era quien estaba en el lugar, mostrando esa actitud sumisa para manipular al idiota que estaba creyéndose el gran rey, y estaba seguro de que mañana ya no contarían con su presencia.

Él conocía cada personalidad, y aunque en un principio Agust fue quien más lo asustó, ahora mismo es la personalidad que le da más protección, es el más loco pero el más conciente de que Taehyung es su única familia.

—Mi tarea, necesito que hagas mis deberes y también debes darme tu dinero. Tómalo como una ofrenda por incomodarme con tu presencia.

—Te daré mis ahorros hoy mismo, tengo mucho dinero, lo estoy ahorrando desde los 9, pero tendrías que venir por él a mi casa. —Ladeó la cabeza—. ¿Eso sería un problema para ti hyung?

Kiun sonrió victorioso, se sentía ganador, todos lo observaban cómo si fuese el puto amo.

Se metía con el nerd, ese que a todos hacía helar los huesos por la forma en que los observaba.

Nadie jamás quiso molestarlo y este idiota se atrevía a hacerlo.

Todos estaban admirándolo, como si lo ocurrido fuese una gran hazaña.

—Está bien Min, vamos. Quiero mi dinero ahora mismo.

—Sígame hyung, iremos en mi auto, mi casa está un poco retirada. Luego lo vengo a dejar.

El chico fue de inmediato, nunca fue consciente del destello de maldad que se comenzaba a apoderar del cuerpo que iba delante de él.

Nunca jamás sabría que Suga había entrado en escena, y estaba jodido.

Taehyung solo suspiró y susurró por lo bajo: —Hasta siempre Kiun.

El camino fue silencioso, se alejaban cada vez más de la ciudad, entrando a un acampado que parecía no tener ni un alma rondando por los páramos.

—Aquí no hay nada imbécil, ¿dónde me llevas?

—A mi casa. —La voz sonaba más firme, incluso burlesca a comparación del sumiso que escuchó anteriormente—. ¿Tiene miedo hyung?

Kiun rió de forma nerviosa, como si el chico acabase de contarle el mejor de los chistes, aunque lo cierto era que el aura del supuesto nerd había cambiado completamente y eso lo estaba haciendo temer, por alguna razón sus manos temblaban.

Veía el auto alejarse más y más, ni siquiera sabía dónde se encontraba, había perdido por completo la orientación y su respiración se estaba haciendo más pesada.

—Da la vuelta, vengamos mañana con alguno de mis amigos, llévame a casa ahora.

Por primera vez lo miró fijo a los ojos, de manera profunda y sin un ápice de sumisión, Agust no le temía a nadie, y estaba tan sediento de infringir dolor que la cara de susto que estaba presenciando ahora mismo, solo hacía que su corazón saltara enloquecido al saber que hoy sus manos desgarrarían y torturarían.

—Eso no será posible… Un gusto Kiun, soy Agust... Será divertido, cambia esa cara.

—¡¿Estás de broma?! ¡Vamos da la vuelta!

Llévame a mi casa imbécil, te aseguro que esto será peor para ti si no lo haces.

En ese mismo momento Agust perdió la poca paciencia que estaba llevando.

En un rápido movimiento sacó un cuchillo que tenía bajo el asiento y se lo enterró a Kiun en la mano, clavándosela en el tablero.

Cerrando sus ojos para deleitarse con sus gritos.

El chico lloraba y pedía ayuda, la música más gloriosa a oídos del asesino.

Trató de quitar el cuchillo de su mano, pero fue imposible cuando en otro movimiento Agust apuñaló la mano restante, haciendo que ambas quedaran extendidas sobre el tablero, inmovilizando el cuerpo que estaba gimiendo y retorciéndose de dolor.

—Por favor… por favor, no te volveré a molestar... Prometo no decirle a nadie esto… por favor —decía entre sollozos.

—Claro que no le dirás a nadie. Los muertos no hablan.

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