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Capítulo N°4: «El amigo solicitado» -Pociones para Pettigrew-


¡Lumos!

11:30 – 1º de Septiembre de 1975

Los carruajes aguardaban en la estación de trenes de Hogsmeade la llegada de los alumnos; apenas se divisó el frente del expreso, un semi gigante de unos tres metros de alto con el cabello y los ojos tan negros y brillantes como una noche de verano, salió a su encuentro. Sonreía ampliamente. A sus cuarenta y cuatro años, Rubeus Hagrid, todavía sentía la emoción de recibir a los alumnos de primer año.

Lentamente el tren fue deteniéndose. Una multitud de jóvenes y niños descendió por las escalerillas hasta encontrarse frente al hombretón.

—¡Hagrid! ¿Cómo estás? —corrió a saludarlo Lilian.

—¡Lily! ¡Qué gusto verte de nuevo! —declaró él, abriéndole los brazos para recibirla. Luego de un sentido abrazo, se separaron y la muchacha se giró para hacerle señas a Severus de que se diera prisa. —Veo que sigues siendo amiga de ese muchacho —observó Rubeus.

—Así es —afirmó con una gran sonrisa la pelirroja.

—¿Cómo te han tratado las vacaciones, Severus? —preguntó el semi gigante, dándole una sonora palmada en un hombro al joven. Severus se descolocó tanto con el gesto que casi pierde el equilibrio y cae al suelo—. ¡Lo siento! A veces no mido mi fuerza. ¿Estás bien?

—Sí, estoy perfectamente —corroboró Severus entre dientes, mirándolo de soslayo—. Y mis vacaciones estuvieron bien —agregó para no ser descortés.

—¡Qué bien, entonces! —se alegró Rubeus—. ¡Oh! Están acercándose los niños de primero. Debo irme. Un placer volver a verlos, muchachos —manifestó luego. Comenzó a caminar entre los estudiantes abriéndose paso para acercarse a los más pequeños.

Lily y Severus, esperaron a Frank y a Xenophilius para ir en busca de uno de los carruajes. Una vez que los cuatro estuvieron reunidos, caminaron en dirección a estos.

—¡Lily, aquí! —llamaba una muchacha de cara muy redonda y cabello rubio bastante corto.

—Es Alice —la reconoció de inmediato la pelirroja—. Vamos, seguro nos ha guardado lugar a todos —los apremió.

Al llegar al tercer carruaje, la muchacha de cara redonda se acercó a Lilian y la abrazó.

—¡Te extrañé! Tengo mucho que contarte —informó luego—. Les guardé lugar a todos. Subamos antes de que alguien más lo haga y quedemos apretados.

—Has sido muy amable, Alice —musitó sonriente Xenophilius al mismo tiempo que subía.

—¡Es bueno verte de nuevo, Al! —la saludó tímidamente Longbottom imitando a su compañero.

—O'Brien —profirió apretadamente Snape, subiendo detrás de Arthur.

—Veo que Severus sigue mejorando su simpatía año tras año —susurró Alice en uno de los oídos de Lilian. Ésta rió por lo bajo y se encaminó a la escalerilla del carruaje para subir.

Cuando Alice subió detrás de Lily, el carruaje comenzó a moverse lentamente. Todos parecían absortos en las preguntas comunes posteriores a las vacaciones, cuando escucharon que alguien gritaba desde afuera:

—¡Esperen! ¡Esperen!

El carruaje se detuvo y la pequeña puerta ubicada a la izquierda del carruaje, se abrió intempestivamente.

—¡Lo-lo siento! —se disculpaba una agitada muchacha de cabellos rubios enrulados y grandes ojos verdosos que se veían aumentados por los gruesos vidrios de sus anteojos. De dos largas zancadas ingresó al interior, cerrando la puerta tras de sí.

—¡Sybill! —exclamaron las muchachas cuando la reconocieron. La joven, perteneciente a la casa de Hufflepuff, saludó a todos y luego se ubicó en el único sitio libre que había al lado de Xenophilius.

—¡Gracias por dejarme entrar! Estaba subiéndome al carruaje de atrás, pero se hallaba repleto de los pedantes de Slytherin. Esa estúpida bruja de Bellatrix Black casi hace que me caiga haciendo que el carruaje avanzara más rápido. Como imaginarán, nunca logré subirme. Juro que si vuelvo a cruzarme hoy con otro Slytherin será sólo para lanzarle un maleficio —bufó la muchacha con desenfado.

—¿Debo tomar eso como una advertencia, Trelawney? —La cavernosa voz de Severus, resonó dentro de carruaje en medio del silencio. La joven se giró y vio a su derecha al Slytherin mirándola con suficiencia. Tragó con dificultad y abrió más sus enormes ojos.

—¡Vaya suerte la mía! De todos los Slytherins, me cruzo con el único que podría envenenarme durante el banquete de bienvenida —dedujo la jovencita.

—¿Haz notado, Sev? Sybill reconoce tus grandes dotes para las pociones —declaró Lily y todos rieron.

—Si te deja más tranquila, Trelawney, no pienso envenenarte —expresó Severus.

—¿Lo ven? Snape no es el malvado que todos comentan —resaltó Frank, acomodando con una mano su corbata de Ravenclaw.

—Es verdad, no es tan malo —reafirmó Xenophilius comprensivamente—. Se parece a un hinkypunk, pero no creo que se le dé por mordernos —añadió luego. Severus puso los ojos en blanco y bufó. Las tres jovencitas rieron por el comentario y no pararon de hacerlo en todo el viaje, pues Xenophilius no cesó de relatarles durante todo el camino hasta el castillo, la infinidad de diferencias que tenía Severus con los llamados «depredadores del camino».

Cuando por fin arribaron al castillo, fue el mismo Severus el que salió primero del carruaje y se encaminó hacia la entrada. Ya no soportaba escuchar a Lovegood compararlo con todas las criaturas mágicas que conocía.

—Severus, espera —intentó retenerlo, Lilian.

—¡Déjalo! Tendrás todo el resto del año para verlo —afirmó Sybill.

—Y también para recordarle que se parece a un hinkypunk, pero con el aliento a eucalipto de un dumplindong —agregó Alice, soltando una sonora carcajada.

Lilian se giró y enfrentó a su amiga con una seria mirada. Se cruzó de brazos y esperó a que esta notara su enojo para que dejara de reírse. Cuando por fin Alice la miró, cesó su risa lentamente y su rostro se comenzó a colorear de un rojo carmín.

—Siento haberme burlado de Sev, Lilian, pero es que fue una tentación hacer ese comentario —se disculpó la muchacha—. Xenophilius se portó peor, él fue quien detalló todas las diferencias de Snape con las criaturas mágicas —se quejó luego.

—Ya hablaré con Xen —repuso Lilian—. En cuanto a ti, me gustaría escuchar que no volverás a pensar nada desagradable de Severus ni a expresarte de él en cualquier forma que pueda humillarlo.

—Tienes razón, Lily. ¡Lo lamento! No volverá a ocurrir —aseguró sinceramente la rubiecita.

Entraron al castillo; en pocos minutos estarían en el salón principal para almuerzo y la bienvenida, pero antes, era necesario ir a las habitaciones a cambiarse de ropa.

Las mazmorras solían ser bastante frías aún en pleno verano. Los pasillos eran oscuros y sólo estaban levemente iluminados por la luz que proyectaban las antorchas colgadas en las paredes. Severus descendió la última escalera hacia su sala común y caminó hasta quedar parado frente a la gran piedra blanca y musgosa que era la puerta de entrada.

«¡Diablos!», gruñó. En la prisa por alejarse de Xenophilius, había olvidado preguntarle a algún profesor la nueva contraseña. Se apoyó con pesadez sobre una de las paredes de piedra y se cruzó de brazos a esperar. Sus compañeros no tardarían en llegar.

Unos pasos firmes y sonoros, le indicaron que un grupo de estudiantes de su casa estaba bajando las escaleras. El eco que emitían los pasos, retumbaban en el silencio de las mazmorras haciendo que se multiplicaran.

—¡Snape! Debería asombrarme, pero sabiendo lo cerebrito y obsesivo que eres no me extraña que hayas sido el primero en llegar. ¿Tanto extrañaste Hogwarts? —articuló con sorna un muchacho de abundante y grueso cabello negro y ojos marrones, algo mayor que él.

—Yaxley, pronuncia a la contraseña y ahórrate tus comentarios —siseó el joven, enderezándose y esperando a que su compañero dijera las palabras para entrar.

—¡Serpensortia! —exclamó acto seguido el mismo con severidad.

La gran piedra se movió hacia un lado, dando paso a los estudiantes.

La sala común de Slytherin se iluminó y una amplia fogata se encendió en la chimenea; todos se dispersaron a sus habitaciones entre murmullos y caminando con paso ávido.

Severus lanzó su mochila sobre su cama; se dejó caer sobre ésta de espaldas y exhaló un poco de aire para relajarse.

—El año todavía no empieza y, ¿ya estás agotado, Snape? —observó Avery uno de sus compañeros de cuarto desde que había ingresado al colegio. Severus no respondió; sabía que Astor Avery nunca esperaba que le respondieran, pues no le interesaba mucho lo que los demás tenían para decir.

Mientras Astor alisaba con suma concentración la manga izquierda de su impecable y elegante túnica, Snape se enderezó en la cama y lo miró con desgano.

—Este año tenemos las MHB (Matrículas de Honor en Brujería), —señaló improvisadamente el jovencito de largo y castaño cabello lacio, para iniciar una conversación—, sé que no te preocupan, pero a mí sí. Voy a necesitar tu ayuda —Severus asintió calladamente y lo dejó continuar—. Quizás para ti sea sencillo, pero sabes que para mi son un fastidio. No puedo darme el lujo de desaprobarlas, puesto que mi padre no me lo perdonaría...

Severus observó fijamente a su compañero. Cualquiera diría que estaba escuchándolo, sin embargo, estaba recordando el momento en que su madre hablaba con Abraxas en la estación. «¿De qué hablaban?», se preguntó. No podía quitarse de la cabeza aquella situación por demás sospechosa.

—... y además este año elegirán al nuevo capitán para el equipo de Quidditch de nuestra casa y pienso postularme. Eso me quitará algo de tiempo para estudiar, pero cuento contigo para que me ayudes —culminó Avery—. ¿Me escuchaste?

El joven Snape estaba tan ensimismado en sus pensamientos, que Astor no pudo evitar hacerle aquella pregunta, pues parecía que se había extraviado a mitad de lo dicho por este y ya no le ponía atención.

—Sí, te escuché —mintió Severus, volviendo en sí.

—¡Qué bien! Quiero impresionar a mi padre con mis notas. Según me dijo antes de que subiera hoy al expreso, este año me presentará a un Lord muy importante. Será un privilegio para nuestra familia recibirlo en nuestra casa. Mi padre confía en que me elegirá a mí como uno de sus discípulos, ¿puedes creerlo? Conoceré a un Lord y quizás me vuelva aún más importante —alardeó el jovencito, acomodando un mechón de sus cabellos tras su oreja izquierda.

—¡Excelente! —Masculló Severus, conteniéndose de agregar algo más—. ¿Ya estás listo para subir? —inquirió luego apretadamente.

—Así es —asintió el otro muchacho—. ¿Vamos a esperar a Gregory y a Rabastán o prefieres que nos vayamos? —solicitó saber luego, refiriéndose a Nott y a Lestrange, sus otros dos compañeros de cuarto.

—Subamos, no estoy para reencuentros —aseveró Snape, irguiéndose y caminando hacia fuera de la habitación.

—Como quieras —complació Astor, caminando con lentitud delante de él.

Ambos subieron acompañados de otros tantos de sus compañeros. Al llegar al gran salón, se chocaron con todo el alumnado que estaba acomodándose en sus mesas. Severus reconoció la cabellera rojiza de Lilian e intentó pasar cerca de ella camino a su propia mesa. Lily giró y también lo reconoció entre todos; sonrió y levantó una de sus manos para dedicarle un corto saludo. Luego le hizo una seña y gesticuló con sus labios un: «más tarde hablamos».

Snape frunció el ceño, imaginando que iba a preguntarle si todavía estaba enfadado por la molestia que había sufrido en el viaje con la conversación poco acertada de Xenophilius. Era evidente a simple vista que así era, pero había decidido dejar pasar el mal momento y disfrutar del banquete de bienvenida.

Albus Dumbledore se irguió en su lugar en medio de la gran mesa de profesores y caminó con paso lento y seguro hasta el atril que se hallaba al frente de la misma. Apoyó una de sus manos a los costados de éste y acomodó con la otra sus lentes con forma de medialuna.

—¡Bienvenidos nuevamente a Hogwarts a todos nuestros alumnos! —inició—. Este año, como todos los demás, tenemos la presencia de nuevos hechiceros y hechiceras de primer año. A ellos también les damos la bienvenida. Comenzaremos con la selección de casas y luego disfrutaremos de un exquisito banquete.

Pronto un grupo de pequeños de once años fue conducido hacia el centro del gran salón. Poco a poco, bajo la atenta mirada de Minerva McGonagall, iban subiendo hasta donde se hallaba un banquillo con un sombrero avejentado y algo raído de color marrón oscuro encima.

Como sucediera años atrás con Lily y Severus, ellos también se fueron sentando uno a uno en aquél banquillo a medida que los iban llamando para que el sombrero les indicara a qué casa debían pertenecer.

Tres cuartos de hora después, la ceremonia había finalizado. El banquete se inició con un palmeo por parte de Dumbledore; prontamente sobre cada mesa se materializaron varias bandejas con comida, jarras con jugo de calabaza o cerveza de mantequilla. Platos, vasos y cubiertos de plata completaron la impresionante aparición.

Otra hora más transcurrió desde ese momento hasta que se dio por finalizado el banquete. En techo del gran salón fulguraba un sol tan inmenso como el que en realidad había afuera. Muchos de los niños nuevos se quedaban embobados mirando aquella preciosa ilusión, en tanto, los alumnos de segundo en adelante, comenzaban a levantarse de sus asientos y a salir del lugar.

Lilian salió acompañada por Alice; conversaban animadamente y con paso confiado hacia su sala común. Alice miró hacia atrás y descubrió a Severus apoyado contra una pared, cruzado de brazos, mirando en dirección a Lily. Esta actuó rápidamente y le tocó el brazo a su amiga para avisarle de la presencia del muchacho.

Lilian se giró y lo vio. Agradeció a su amiga y la dejó continuar su camino para volverse hacia donde él se hallaba.

—¡Hola de nuevo, gruñón! —bromeó ella con una sonrisa. Apenas Severus puso su mejor cara de impaciencia, ella lo tomó de un brazo y lo arrastró hacia el patio.

—Lily, ¿qué haces? No podemos salir al patio a esta hora —la riñó el muchacho.

—Había olvidado que te sabes de memoria todo el reglamento del colegio —soslayó ella sonriendo más pronunciadamente—. ¡Sígueme!

—Tú también te lo sabes... —rebatió Severus, apretando aún más su entrecejo—. ¿A dónde vamos?

Lily lo condujo por un trecho del parque principal hasta una arboleda cercana a los invernaderos. El lugar estaba casi escondido de la vista de cualquier alumno, debía conocerse mucho el terreno para saber que allí estaba ese sitio. Quedaba oculto por el primer invernadero y por los ramales de hojas que caían pesadamente en aquél hueco.

Si se miraba hacia arriba, podía observarse una entrada de luz muy tenue. No era un lugar demasiado amplio como un claro, pero cabían perfectamente dos personas. Lily retiró un poco el follaje de las hojas y lo invitó a entrar.

—¿Qué es este lugar, Lily? —inquirió el joven adentrándose.

—Nuestro nuevo escondite para cuando queramos vernos sin que nadie más nos moleste —declaró ella orgullosa.

—Y lo descubriste...

—...merodeando —completó la pelirroja, entrando también y dejando caer tras ella la enramada.

—Famosa y mala costumbre de «tus compañeros» —resaltó Severus, haciendo un gesto de desaprobación.

—Sí, es verdad. Potter, Lupin, Black y Pettigrew tienen la misma costumbre, pero yo no los juzgo. Y tu tampoco deberías hacerlo —lo reprendió—. No estamos a aquí para hablar de ellos, sino de nosotros.

—¿De... nosotros? —repitió Snape, tragando grueso.

—Sí, de todo lo que vamos a hacer en el año, ¿recuerdas lo que hablamos en «El Caldero Chorreante»? ¿Sigues creyendo que podemos aprender a realizar un patronus?

—¡Por supuesto! —confirmó el muchacho, sintiéndose algo más aliviado de que se tratara de eso—. ¡Podemos lograrlo, Lily!

—Bien, lo haremos —expresó con convicción la jovencita—. Este será nuestro lugar de reunión cuando debamos decirnos algo importante. Nos restaría hallar un sitio en donde poner en práctica nuestros patronus.

—Estoy de acuerdo. Y por el lugar no te preocupes, yo sé dónde lo haremos —expresó el muchacho con seguridad.

—¿Dónde?

—¿Recuerdas la sala de menesteres que descubrimos el año pasado mientras buscábamos un lugar para preparar pociones? Es un buen lugar, ¿no crees? —Lily asintió admirada de lo bien planeado que tenía todo su amigo.

—Bien a partir de mañana comenzamos —aseguró ella luego—. Debo irme. En diez minutos mis compañeros y yo tenemos clases de aritmancia con el profesor Task, será mejor que vaya a recoger mis pergaminos y mi pluma —resolvió la pelirroja.

—Si, yo también debo irme. Me toca runas antiguas. Nos vemos más tarde en la clase de pociones.

Lily se acercó y le dio un beso en la mejilla, luego lo miró a los ojos y le sonrió; salió con cuidado del escondite y desapareció tras las hojas. Severus se quedó parado, dubitativo y con una mano en su mejilla acariciando el beso que Lilian le había dado.

Cuatro horas más tarde, ambos se reencontraron en la clase de pociones con el profesor Slughorn.

—¿Qué tal te fue? —inquirió ella.

—Bastante bien. Creo que ya domino completamente el idioma rúnico —expresó el muchacho con soltura.

—No lo dudo. Te leíste todo el libro antes de llegar al colegio. No sé cómo logras memorizar tanto en tan poco tiempo —declaró Lily, mirándolo con una mezcla de admiración y orgullo.

—Sólo presto atención, Evans —murmuró él algo avergonzado.

Pronto la clase dio comienzo. Horace Slughorn estaba parado al lado de su amplio escritorio hablando de lo importante que sería que todos aprobaran las MHB. Éste era un hombre por demás regordete, con un bigote amplio cayendo sobre su labio inferior, pero prolijamente recortado y que terminaba en dos puntas simulando a un manubrio.

—...por supuesto, sabemos que no es sencillo, no todos tienen una capacidad innata para las pociones —alegó Horace, mirando con ojos abrillantados a Lilian—. Hay algunos que sinceramente dejan mucho que desear —opinó luego dirigiendo su mirada despectivamente directo hacia Peter Pettigrew—. Pero esos son pormenores, ¿no creen? Sólo le ruego a Merlín que me hagan quedar bien.

—¡Lo haremos! No lo dude —musitó Rabastán Lestrange con orgullo.

—Sí, claro, como si él pudiera reconocer entre la poción encogedora y el antídoto para la rabia —le susurró Sirius a James, respecto a lo dicho por el Slytherin. Esto despertó risas en Potter, provocando así que Rabastán sospechara que hablaban de él.

—Señores Potter y Black, ¿hay algo que quisieran compartir con nosotros? —indagó Slughorn. Ambos muchachos negaron con la cabeza y continuaron escuchando. —Como les decía, es de vital importancia que aprueben los exámenes de pociones o de lo contrario, me veré obligado a excluirlos por el resto de sus vidas de las clases de pociones.

Peter Pettigrew exhaló un agudo gemido. Lily que se hallaba a su lado, lo miró intrigada y le preguntó qué le sucedía.

—Es que sé que no voy a aprobar esos exámenes, Lily. Nunca he sido bueno en pociones y no creo que lo logre nunca. Slughorn me odia. Seré un verdadero fracaso por siempre... —chilló el muchacho con temor.

Lilian frunció el ceño y pensó en que ella podía ayudarle en el aprendizaje de las pociones. Pero eso le llevaría tiempo, así que giró su cabeza y miró a la única persona capaz de ayudarla y que sabía que podía confiarle la tarea de enseñarle Peter sobre el tema, en los momentos en que ella no pudiera.

Severus estaba a un metro de ella sentado con sus compañeros de casa, tenía un gesto de aburrimiento y parecía no haberse percatado de que Lily lo observaba. Al terminar la clase hablaría con él al respecto.

—Bien ahora vamos a realizar por parejas, la infusión para el hipo. Quiero ver qué tal les sale —propuso Slughorn terminando su monólogo.

—¡Excelente! Estuve esperando todo el verano para regresar a clases y hacer una estúpida poción para principiantes —murmuró Severus.

—¿Algún problema, señor Snape? —lo increpó el profesor al oír levemente lo dicho. Severus negó con un movimiento de cabeza sin bajar la vista. Horace lo miró durante largo rato como intentando entrar en la mente del joven; al mirarlos, parecía que ambos mantenían un duelo de oclumancia y legeremancia respectivamente.

La tensión terminó cuando Horace bufó simplonamente como aceptando su derrota. Luego, sin darle más importancia al asunto, se dedicó a unir a los Slytherin con los Gryffindors en parejas para la tarea asignada. Algunos no objetaron una palabra al respecto, pero otros (especialmente Slytherins) tuvieron varias quejas.

Lilian fue emparejada con Gregory Nott y Severus con Peter Pettigrew. Diez minutos después, todos estaban —contentos o no— aventurados a la tarea de realizar las pociones.

—¿Cómo haré para saber cuál es cada ingrediente? ¡Son muchos! —gimió Pettigrew al leerlos en el libro.

—¡Oh, Pettigrew! El hecho de que cada frasco tenga su nombre escrito en el frente no es lo suficientemente claro para ti, ¿verdad? —señaló Snape, mostrándole con un movimiento de su mano cada frasco que tenía efectivamente escrito el nombre del ingrediente correspondiente.

—Severus, no seas tan duro con él, ayúdalo, ¿sí? —lo reprendió dulcemente Lily con una sonrisa; se encontraba a su lado, trabajando con un silencioso Nott que parecía absorto en la tarea de encender el anafe.

—Lily, ni aunque me quedara toda la clase a explicarle lograría que este troglodita comprendiera lo que es hacer una poción —masculló Severus escéptico.

—¿Lo harías por mi? —insistió la muchacha con una sonrisa bastante convencedora.

—De acuerdo, —bufó Severus—, pero una sola pregunta estúpida que haga y se acabó —sentenció. Evans sonrió y sacudió su cabeza. Sabía que Severus tenía buen corazón, pero que le faltaba algo de paciencia.

—¿Cuál es la menta piperita? —preguntó Peter, como si quisiera desatar aún más la impaciencia de Snape. Lily contuvo una risita y tomó a su amigo por un brazo, luego se acercó a su oído y le susurró:

—¿La mejor de tres? —negoció. Snape la miró de soslayo con cara de «no voy a esperar a que este idiota me haga tres preguntas estúpidas», pero como Lily siempre lo convencía, hizo una mueca indicándole que asentía.

—¡Oh, brillante! Sabe cuál es el mortero —notó el pelilargo cuando Peter tomó el objeto.

Elaborar aquella infusión parecía bastante sencillo, pero requería una paciencia especial para machacar los ingredientes y extraerles el jugo o cortarlos lo suficientemente pequeños para que su disolución fuera más satisfactoria. Una pizca de menta piperita, otra de toronjil y una taza de agua iniciaron la preparación. Impregnaron luego un terrón de azúcar con zumo de limón y agregaron unas hebras de té verde para los efectos secundarios.

—¡Listo! —exclamaron al mismo tiempo Lily y Severus. Habían sido los primeros en terminar. Sus respectivos compañeros se sentían notablemente aliviados de que les haya tocado compartir la tarea con ellos.

Lily miró orgullosa el frasquito que contenía la infusión de color verde amarillento, algo cristalino. Severus hizo lo propio y luego la miró a ella.

—Cada vez nos sale mejor —aludió sonriéndole levemente.

—¡Ajá! —afirmó ella con otra sonrisa.

Al terminar la clase, Slughorn se acercó a cada pareja y observó sus frascos. Cuando les llegó el momento a Severus y a Peter, el hombre simplemente miró el frasco con desgano y les otorgó como nota un «Supera las expectativas».

A su lado, Lily recibió al profesor con su amable rostro y esperó junto a Nott su veredicto:

—¡Se han ganado un «Extraordinario», Lily! —La pelirroja se sentía invadida por una doble sensación en aquél instante. Por un lado, sentía la emoción de que Slughorn hubiera reconocido su esfuerzo, pero por otro lado le apenaba que no hubiera tenido la misma indulgencia con Severus. Su poción era tan buena o quizás mejor que la de ella y la de Nott.

—¡Gracias, señor! —se remitió a responderle. Sin embargo, hubiera querido rebatirle la injusticia que había cometido. El profesor continuó su recorrido y ella giró tímidamente su cabeza para mirar a Severus.

Snape estaba callado, pero con el entrecejo tan fruncido que Lilian adivinó que se volvía a sentir desplazado y desvalorizado por Slughorn, una vez más.

Sus notas en pociones siempre fueron extraordinarias, ese «supera las expectativas» era una mancha en su historial.

Salieron de la clase rumbo al gran salón para la cena. Lily se acercó nuevamente a Severus para plantearle la posibilidad de que ambos le dieran clases en su tiempo libre a Pettigrew.

—¿Te golpeaste la cabeza, Evans? Acaban de degradarme en esa clase por culpa de ese inútil y, ¿tú pretendes que te ayude a darle clases? —rumió el muchacho.

—Siento mucho que el profesor no haya apreciado la excelente calidad de tu infusión, Sev, pero esto es diferente. Peter realmente nos necesita. Y no estoy de acuerdo con que, por su culpa, te hayan bajado la calificación —lo reprendió la jovencita resuelta.

—Pero, Evans, si no puede hacer una simple infusión para el hipo, entonces no sé cuánto tiempo le lleva levantarse de la cama en las mañanas —subrayó Severus, mientras ambos caminaban lado a lado por uno de los pasillos luego de haber salido de las mazmorras.

—Aprenderá, es sólo un poco más lento. Quizás si le diéramos unas tres clases por semana, él...

—¿QUÉ? —Vociferó Snape deteniendo su paso—. No te abuses, Evans. Una cosa es ayudarlo en pociones, otra muy diferente es perder todo mi tiempo en Pettigrew. ¿Sabes la cantidad de horas que perderíamos por semana?

—¿Y si yo voy contigo? —Severus la miró seriamente y comprendió cuál era la intención de su amiga.

—¿Intentas ayudarlo para que apruebe las MHB, verdad? —Lilian lo confirmó y rápidamente le puso su mejor cara de corderito degollado.

—¡Por favor, Sevy! ¿Me ayudarías? Sólo lo básico para que apruebe —insistió la pelirroja esperanzada.

—No, y es mi última palabra, Lilian. Si tú quieres perder el tiempo, hazlo, yo no voy a molestarme por él —negó el muchacho—. Además las pociones no son «algo básico». ¿Tienes idea del tiempo que nos llevaría enseñarle todas las pociones? No llegaríamos a tiempo para los exámenes. Y lo que es aún peor, ¡estamos hablando de Pettigrew!

—Sé que será difícil, pero podríamos intentarlo —arremetió Lilian. Sólo podía contar con él para aquella tarea y deseaba con todas sus fuerzas poder convencerlo.

—Sería más fácil lograrlo con el calamar gigante que con Pettigrew, ¿sabes? Está bien, deja de mirarme así, lo haré; lo haré —aceptó él de mala gana.

—¡Gracias, gracias, gracias! —exclamaba la pelirroja lanzándose a los brazos de su amigo y apretándolo fuertemente contra ella—. Empezaremos mañana, ¿estás de acuerdo? —le preguntó cuando lo dejó libre nuevamente.

—Sí, pero recuerda que también prometiste que haríamos el patronus —susurró el jovencito para evitar ser escuchado.

—¡Tranquilo, Sev! También haremos el patronus —volvió a prometerle la jovencita. Luego le extendió una de sus manos y agregó—: Ahora borra esa cara de fastidio y acompáñame a cenar.

Severus puso los ojos en blanco y abandonó por un rato su mala actitud. Posó su mano sobre la de Lilian y esta la apretó con ternura; ambos caminaron solitarios, por el pasillo en donde estaban, para ir al gran salón.

Ése había sido su primer día de vuelta en Hogwarts. Severus había estado más solicitado que nunca, incluso entre las bromas pero, aún así, lo mejor había sido ese último instante del día en que él (enojado o no) había podido tomar la cálida mano de Lilian.

NOX.

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