9🕷️
Encantadora.
🥀
Las paredes suelen ser blancas pero están son grises, hace frío, podría haber silencio pero sólo hay gritos y lamentos. El lugar hace eco, así que si dices un susurro podrían escucharlo.
No puedo arañar la pared porque me pusieron camisa de fuerza, estoy con una picazón en el pezon izquierdo casi asfixiante. Mis padres ya renunciaron a mí. Mi madre desapareció, fue a buscar a mi hermana Jossie, me intercambiaron por ella, creyeron que podían pero no, y ahora yo valgo mucho.
Aún así me cuenta aceptar que debo aceptarlo. Hay una horrible canción en el alta voz del lugar que finalmente termina, la luna me sonríe, yo sólo veo a través de mi cabello.
Un sonido metálico me hace cerrar los ojos, cae algo suelo. Me levanto lentamente a ver el buzón, al fondo hay una rosa roja, y un papel.
Casi me burlo.
—¡Gracias, imbeciles lo abriré ahora mismo! —trato de soltar mis manos.
No puedo, intento pero no puedo sólo caigo al suelo y grito pero nadie viene, me levanto, caigo y vuelvo a caer. Las lágrimas me pican pero las aguanto.
Me siento en el suelo frío, la luz tenue se enciende y agradezco. Con los pies comienzo a desenvolver el papel por doblez.
Una vez lo separo creo que me dan un golpe porque me cabeza cae hacia atrás, la respiración me falta, las manos me tiemblan pero quedan magulladas por mi espalda.
—¡Está aquí! —pateo el suelo—. ¡Está aquí!
Pero nadie me cree, a nadie le importa que una carta haya llegado. Escaneo la rosa con los ojos yendo y viniendo de la oscuridad, no me enfoco.
«Pronto estaremos juntos, encantadora. Sólo debes aceptarlo», vuelvo a gritar al recordar.
Lloro y grito porque eso deseo, porque mi cuerpo lo quiere pero yo no.
No sé cuántas horas pasan mientras veo la rosa en el suelo pero alguien abre la puerta, suspiro, no puedo moverme. Es hora de la medicación. Un tipo me sienta me aplasta el pecho con su palma y palpa mi teta.
—Si te mueves tendré que dejarte sin porción de noche —dice, es un viejo de barba. Ladeo la cabeza, no sé de qué habla—. Me gusta cuando no se resisten.
Ya no veo el papel ni la rosa en el suelo. Estoy tan harta de esto, quizá sólo soy yo tratando de atraerlo. Quizá ya no sé cómo llamar su atención.
Quizá realmente está muerto...
—No tenemos mucho tiempo —dice y frunzo el ceño.
El mismo hombre frente a mí me abre la boca y lo dejo para que meta la pastilla. Me trago las lágrimas así como el medicamento. Acaricia mi rostro, mi cuerpo se adormece y suspiro.
—Ojalá te corten la mano —le digo.
Me suelta y se levanta...
Un golpe agudo llega a mis costillas cuando me pateo, choco contra la pared, mi boca cae al suelo por falta de fuerza. Mi sollozos me partes en dos y sólo me hago bolita en lo que me grita.
—Zorra loca, aquí te vas a quedar sin comer. ¡Puto feliz Halloween!
No puedo escuchar pero estoy segura de que me llamo zorra del diablo.
Ojalá pudiera sentir menos pero me pega en las manos a mi espalda y grito de dolor. No sé qué más quieren de mí...
La puerta se abre, los golpes cesan y un crujido se escucha antes de un golpe contra el suelo.
Alguien me levanta pero estoy muy drogada. Sólo se que son unas manos grandes y cálidas. Me ladea la cabeza, sólo veo el uniforme, pero en el suelo yace el hombre de antes con la boca abierta y ojos desorbitados.
—Está bien —me atrae a su pecho e inhalo el olor a loción y licor caro—. Le voy a cortar la mano.
Me dejo arrullar, es tan relajante, me hundo en su pecho, acaricia mi mejilla para que lo vea al rostro borroso y lo veo allí. Es de nuevo él, pero ya no quiero gritar, estoy cansada. Acaricia mi labio inferior con su pulgar y cierro los ojos al sentir la electricidad viajar por todo mi ser.
Mis manos dejan de sentir presión y me doy cuenta que me ha quítalo el amarre de la camisa. Así puedo rodearle el torso con los brazos, su cuerpo es grande, pero allí me quedo. Me tararea un canción de cuna hasta que mi ritmo cardiaco se calma.
—Te odio —susurro, él cesa sus movimientos y hace que vea el rostro hermoso del mal, tiene los ojos verdes dorados con heterocromía más hermosos del mundo—, te odio tanto que en ocasiones no puedo sentir algo más.
Sus labios presionan mi frente.
—Te odio tanto que no puedo respirar.
Sus labios viajan hasta mi mejilla, un gemido se me escapa por sentirlo en mi boca.
—Te odio y odio no saber si esto es verdad.
Sonríe, una sonrisa desde su pecho se escucha y acaricia mis labios con los suyos. Todo mi cuerpo arde, llora de necesidad.
—Todo es verdad, la única mentira es la que te dices cuando duermes —y me besa.
Jadeo necesitada de más, no sé si beso a una alucinación pero le rodeo el cuello al sentir que se intensifica. Me coloca a horcadas sobre su regazo en el suelo, puedo sentirle la polla y me muevo sobre ella, me toma el trasero, refregándome contra él, soy tan suya que tengo tango miedo de perderme.
Jala mi cabello mientras lo monto con ropa, besa lo que puede de mi cuello. Mi ropa interior está resbaladiza cada que me deslizo sobre él.
—Yo no la maté —dice y me congelo, cualquier sedante desaparece, congelándome—. Fuiste tú.
Lo empujo, caigo sobre el cuerpo, me levanto, la puerta no está cerrada, el corazón me late tan fuerte que no puedo respirar.
—¡Cállate! —grito.
Los jadeos de mi boca me atrofian, una arcada me dobla y me levantando a tientas temblorosa. Abro la puerta.
Al pasillo parpadea con luces blancas en el techo, esto parece una maldita película de terror que me eriza la piel. No me detengo, me deslizo al primer pasadizo a la derecha, sé que viene detrás de mí.
Parpadeo confundida, nunca vine pero estudié el plano del plantel. Jadeo chocando con el barandal escaleras abajo. No pierdo tiempo en bajar, me atraganto con la respiración y al echar un ojo hacia atrás veo cómo brinca del barandal sacándome un grito al caer frente a mí.
—¡Déjame! —grito, corro hacia atrás, caigo y me levanto, gateando hacia arriba.
Sus manos me toman en lo que se carcajea.
—No huyas de mí, sólo quiero consumar nuestro amor —susurra, aprieta mis tetas con su brazo, gime refregando su erección—. Pero quiero que supliques.
—¡Estas loco! —pataleo, no sé porque echo la cabeza hacia atrás, dándole espacio para besarme el cuello—. Esto no es real.
Sus ojos oscuros chocan con los míos, mira mis labios y yo los suyos, mi cuerpo se afloja.
—Dilo hasta que te lo creas —susurra, su aliento choca con mis labios y nariz—, pero primero te demostraré que sí. Tú lo hiciste.
Grito, grito y grito pero no me suelta, me empuja contra la pared y caigo al suelo, me late la sien. Mis ojos se apagan, y sus labios caen en los míos.
—Estaba apunto de irme cuando volviste a despertar, allí estaba la mujer —muerde mi cuello y gimo perdiendo la visión—, sólo dijo algo, un detonante, y ese cuchillo se insertó 37 veces dentro de ella, desde esa noche quiero que mi verga salga así de sangre después de hundirme en ti...
Nota:
Últimos capítulos.
Me retracté porque estaba bastante malita de salud, el libro debía acabar hoy, pero ya estoy al corriente.
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