6🕷️
Lovely Walker.
—¿Puede repetir lo que dijo? —inquiere el oficial de policía.
Veo el humo de mi café mientras se llevan el cuerpo de Odelia cubierto con una bolsa forense, la maldita estaba muerta en mi refrigerar con partes del cuerpo mutiladas, unas que no quiero saber adónde están.
Vanessa me abraza toma la taza de mi mano y la deja en la mesita, mi madre está hablando en Londres con la jerarquía pero no pueden hacer nada, él me compró.
Aparto las lágrimas y aprieto los labios para suspirar.
—Señorita...
—Llegué y me acosté, no vi nada extraño, a la mañana siguiente había una fotografía —señalo el cuerpo, omito el mensaje que desapareció, ya ni siquiera sé qué es verdad—. No sabía que estaba allí. Ella venía a decir la comida, hoy dejo el desayuno...
—Según el forense la señora lleva al menos 30 horas muerta —suelta—. ¿Quién podría venir aquí? ¿Alguien...?
No puedo mentir, pero si me llevan me van a encerrar en un manicomio, ellos no me van a creer.
—Mi mamá, supongo, antes de ir a la jerarquía —miento.
—Debido a que esto es un tema de alta rama no podemos hacer nada, Señorita Walker. —el viejo uniformado se levanta y suspira acomodando su gorro de trabajador inútil—. Debería ir con su amiga, esto podría ser alguien distinto queriendo asustar en Halloween.
Vanessa deja ir un resoplido pero me trago las palabras al ver como un policía con uniforme del de ayer se detiene en la puerta. Es igual al del disfraz, no es él pero estoy segura de que es el uniforme.
Escaneo al hombre y carraspea.
—Sheriff —avanza y me escanea. Se le acerca al oído y leo sus labios—: Hay un cuerpo encontrado en el extremo del bosque.
Aparto la mirada y el sheriff me escanea con nerviosismo. Vanessa se levanta.
—¿Va a servir de algo o se quedará como idiota? —se cruza de brazos.
—Tenemos una diligencia. —se acomoda el cinturón que me golpea la barriga—. Avise si sucede algo, señorita Walker. Salúdeme a su padre.
—Seguro —sonrío con amargura y extiendo la mano para que se largue.
Una vez lo hacen, veo desaparecer las sirenas, mi cuerpo está tan cansado que sólo puedo acostarme. Vanessa se sienta a mi lado, talla mi pierna y se acuesta conmigo, ambas cabemos bien.
—Le diré a Elton que me quedaré contigo —dice.
Frunzo el ceño y la escaneo.
—El guapo que estaba conmigo en la fiesta, íbamos a salir...
—Dios, Vann, no —sonrío apenada—. Está jodidamente caliente, definitivamente estaré bien, cambiaron las chapas y pusieron alarma. Estaré bien, mi madre vendrá una vez llegue de Londres.
Aprieta las manos y niega.
—Es que no quiero que te pase nada...
—Te juro que estaré bien, si quisiera matarme ya lo habría hecho, no podemos evitarlo, lo sabíamos —la calmo poniendo la mano en su hombro—. Estaré bien.
Asiente y me abraza con fuerza.
—Te calenté la comida que es muy buena, también le di de comer a Manchas —se levanta—. Trata de descansar, toma tus medicinas.
Asiento, besa mi frente después de tomar sus llaves para salir por la puerta que suena un click al activarse.
Creo que me estoy volviendo loca, replico los dedos en mi boca, hay una línea de cicatriz de la noche pasada, no sé qué sucedió, acaricio la venda que no recuerdo haber puesto, y cierro los ojos, los sueños se han vuelto reales.
Tomo mi teléfono y marco a mi madre que contesta al tercer pitido.
—¿Sí?
—¿Ya vienes? —suspiro en derrota—. Dicen que no pueden hacer nada.
Hay silencio detrás de un suspiro y gruñido. El pecho se me comprime, reprimo las lágrimas.
—¿No pueden hacer nada verdad?
—Dijeron que lo mantenían allí con seguridad pero se sabía que una vez saliera iba a ir por ti —dice y asiento aunque no me vea—, no van a intervenir. Tu padre envió a cuatro de sus mejores soldados.
—Okay —suspiro con rabia—. De todas maneras van a morir.
Cuelgo.
Paso las siguientes tres horas acostada, sólo me levanto a tomar mi medicamento, las sombras me acompañan desde hace cuatro años, y no sé cómo borrarlas.
Escaneo la comida pero no quiero probarlo, sólo me empino la botella de vino en lo que veo la televisión sentada en el sofá. Una hora después un soldado toca mi puerta y abro. Se lo que harán así que simplemente dejo que me explique el protocolo, escanean la casa de cabeza a los pies, las pastillas me dejan la piel tan sensible, es como volar.
El comandante de élite habla y yo asiento pero no entiendo nada. Sólo se retiran otros cuatro, y uno de ellos se queda adentro.
Me quito la camisa porque tengo calor, el short y enciendo la televisión. El soldado sigue firme, pero el calor del miedo me aprieta el vientre.
Estoy ebria, drogada, caliente y triste, es como una canción de Lana del Rey.
Me quedo dormida y cuando despierto el soldado ya no está, los cuatro están afuera, y el quinto está afuera de mi puerta, quizá se deba a que estaba durmiendo en ropa interior.
Tomo una sábana que está en el sofá y bajo al sótano, no quiero estar en mi habitación, no quiero saber absolutamente nada. El lugar está oscuro, tan frío, levanto la mano a tientas y jalo el interruptor. Las computadoras de las cámaras se iluminan cuando aprieto una tecla que dispara a todas.
Me recargo del asiento de llantas. No se ve nada fuera de los soldados y bosque.
Hace cuatro años los clanes de mafias tenían acceso a Castle, yo tenía 14 años, me eligieron a mí para completar su maldita secta de iniciación pero al bastardo le tembló la mano y polla para hacer lo que debía. Matarme y violarme.
Me compró, aún así lo metí a la cárcel, pero en la ley de la jerarquía lo único incorrecto es que yo siga viva, es la parte oscura del gobierno, por ello nadie dice nada.
Por ello me oculto, pero me oculto más del oscuro deseo que se apodara de mí, de como me hace sentir. Los sueños, como lo deseo dentro de mí.
Cada parte de mi cuerpo se enciende, recuerdo haberlo tendido en mi boca, el sabor en mis papilas gustativas. Era tan grande, sólo me cabía la mitad.
Me arde la garganta, quizá sea un reflejo de mi cuerpo. Lo odio tanto que arde.
Escaneo a los guardias, y suspiro, tengo los dedos adormecidos por las pastillas que ni siquiera sé cuántas tomé, deberían hacerme sentir en la realidad pero no es así...
—¿Piensas en mí o porque jadeas? —su voz retumba y cierro los ojos.
«No es real», me repito.
Cubro mis oídos con las palmas. Jadeo con el silbido de mis tímpanos. Las paredes se encogen a mi alrededor, su voz se distorsiona así como el sudor me punza la piel.
—¿Por qué te ocultas?
—Cállate —susurro—. Es mentira, todo está en tu cabeza. —golpeo mi sien—. Todo está en tu cabeza, Lovely. ¡Basta!
—¿Por qué huyes de mí?
—¡Basta!
—Esto se siente muy real —susurra contra mi nuca.
La piel se me eriza y jadeo, no puedo. No puedo. Esto es mentira.
—¡Cállate! —me levanto, aprieto los dientes, los temblores atrofian mis movimientos—. Basta, basta.
Me tiemblan las piernas, me recargo de la mesa de computadoras, la madera debajo de sus pisadas crujen. La luz de los ordenadores ilumina pero no logro verlo.
—¿Sólo necesitas aceptarlo, mocosa? —su mano presiona la parte baja de mi cadera, se arquea y aprieto los ojos—. Sólo necesitas aceptarlo. ¿Tienes miedo?
—¡Cállate! —golpeo las computadoras, cubro mis oídos, golpeo mi cara con las palmas pero sigue allí, puedo sentir—. ¡Despierta! Es un sueño, te quedaste dormida. ¡Ya déjame!
Me arde la garganta, se me cierra la traquea, las lágrimas se deslizan, aprieto mis palmas, me duele la herida pero me gusta.
—Entonces cállate, mocosa, y demuestra que es un sueño.
«Es un sueño», me repito cerrando los ojos.
Todo se detiene a mi alrededor, jadeo, el sonido de mi respiración está en mi oídos como mi corazón. Giro hacia él y allí está; alto, pulcro, tiene el cabello oscuro bien peinado, los ojos verdes dorados le brillan, sus anomalías azul y oscura son iluminadas por la luz de las computadoras, trae una camisa negra con corbata del mismo color y pantalón de vestir. Es perfecto, siniestro, oscuro, me aterra tanto que lo deseo.
Sonríe, sus labios son... sus colmillos.
Me lanzo hacia él, toco con el torso duro y fuerte en lo que lo rodeo con los brazos, los suyos me estrujan, me levanta y envuelvo sus caderas en lo que me hundo en su boca que es una explosión de sabor afrodisíaco que me palpita el coño.
Sabe a licor, loción, sabe delicioso, gimo contra él, me aprieta, jadeo tomando aire y aprieta mi trasero, muerde mi mandíbula, me azota contra la pared, arranco su corbata, gime por el ardor de la seda y me tumba sobre la mesa después de tirar un par de ordenadores.
Se separa y lo atraigo con las piernas, enterrando el talón en la parte baja de su espalda. Me toma del cuello, aprieta, sacándome un gemido, sus dedos grandes y largos marcan mi piel, tomo su otra mano para que sienta un teta. Sus dedos son como pequeñas chispas contra mi cuerpo que se queman poco a poco.
—Eres jodidamente majestuosa —sonríe, su rostro es bañado de oscuridad y ráfagas de luz, y estoy muriéndome.
Sólo dejo que rasgue la blusa, rompe mi sostén deportivo, chupa mi pezon y grito de placer cuando muerde con fuerza, su boca se vuelve loca contra mi piel, dejando saliva, respirando la carnosidad de mi pezon, sus dientes se deslizan filosos y me arqueo para sentirlo más.
—Grita más.
Y lo hago, arranco su camisa, los botones salen volando, los labios me arde por los besos, no pierdo más tiempo yo quiero sentirlo, romperme a pedazos. Sus dientes lastiman la piel sensible de mi cuello pero no me importa que me arranque un pedazo.
Busco su cinturón, él sólo sonido me hace gemir como loca. Mis uñas rasgan la piel se sus caderas, provocando que gima en siseos, las computadoras van a dar al suelo, se sube el la mesa de metal y me desliza con él, colocando su palma en mi cadera, es como un cazador y yo soy una presa.
Baja su pantalón, su camisa está abierta y acaricio su pecho gigante, está lleno de marcas, cicatrices que en la penumbra apenas se divisan, tenso, duro. Mi dedo índice se desliza hacia su corazón y debajo de su pectoral derecho está mi nombre.
Todo mi cuerpo vibra, y sonríe.
Bajo la mirada, el corazón se me paraliza al verlo frente a mí, la punta de la verga la tiene afuera pero hay una serpiente de tinta, rodeándole la cadera. Es grande, y está lleno de venas.
—Sácalo —ordena.
Perdida en la lujuria lo hago, gime, rompe mi short de abajo, levanta la tela rasgada, dejando líneas de ardor y quemaduras en mi piel. Arranca mis bragas...
—¿Se encuentra bien señorita, Walker? —toca la puerta el soldado pero no puedo hacer nada.
Se viene encima de mí, y besa mi boca, respondo el beso que truena en gemidos, jadeos. Rasgo su piel, tratando de no despertar, aprieta mis caderas para ubicarse al centro de mis piernas, es grande y debe encontrar equilibrio.
—¡Abriré la puerta si no responde! —advierte pero pene se pone en mi entrada y sólo gimo.
—¡Dios! —grito, mis caderas se mueven sobre su cabeza húmeda.
Él sonríe, me toma de la mandíbula, besa mis labios, tan delicado, como si me adorara, me pican los ojos. Suspiro, me gusta muchísimo como se siente.
—Voy a romperte —dice y asiento...
—¡Voy a entrar! —la puerta es aporreada.
Su mirada se oscurece.
—Yo también —susurra contra la línea de mi mandíbula.
No me importa, lo aprieto hacia mí, la saliva se me hace agua, mi coño palpita, se siente resbaladizo, delicioso, sus ojos escanean mi cara al tratar de abrirme, llevándose la imagen de su cuerpo en mí, el dolor agudo se desliza y grito...
La mesa truena, caemos, caigo sobre él debido a que me gira, me levanta cuando la computadora va a caerme en la cabeza, la puerta se abre de golpe.
Me levanto de un salto y me cubro lo mejor que puedo. El interruptor se enciende y la bombilla baila. El soldado me escanea, también la escena. Yo trato de hablar pero frunce el ceño, su mirada cae a mi pecho y veo que tengo el pezon de fuera, regreso la mirada y me cubro.
—¿Qué? —dice confundido, escanea el lugar.
Como si no hubiese nadie más, como si fuese mentira. Y es así, cuando giro no hay nadie, sólo una pared, sólo está la pequeña sala, una sofá y una mesita de madera en el centro.
Yo estoy medio desnuda, follada por mi mente.
—¿Qué? —espeto—. ¿Nunca has visto porno?
Se endereza y sacude la cabeza.
—Creí que estaba en problemas...
—¡Pues no, así que lárguese! —grito, señalando la puerta.
Me duele mucho, las lágrimas me brotan. Estoy poniendo loca.
He perdido la cabeza. El soldado sale y caigo al suelo, no tengo bragas así que el coño viscoso moja el suelo frío. Espero que contrarreste la calentura pero no sucede.
No sé qué diablos hacer, ya no sé qué es real o que es mentira, pero ya se murió Odelia...
La alarma me hace gritar, tapo mis tímpanos, las luces de emergencia que tiñen el lugar de carmesí parpadean, trato de levantarme pero algo se hunde en mi planta del pie.
Salto en un pie y tomo el plástico negro en lo que los ojos se me oscurecen al reconocer el material. Salto corriendo del sótano, los soldados entran a la casa cuando voy a subir las escaleras... me jalan del brazo, me azotan contra la pared, escaneo los ojos azules cobalto de uno de ellos. Lo conozco.
—No subas —leo sus labios.
Los otros soldados suben y grito que no pero no me escuchan. No fue mentira, no era mentira.
Abro mi palma y escaneo el pedazo de plástico.
El botón de su camisa.
Él estaba aquí.
Nota:
Recuerden que esto es una versión distinta entre Lovely y Tayler. Tiene distintos problemas y hay personas que cubren distintas líneas en el universo.
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