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4🕷️

Encantadora.

Cierro el libro en el epílogo y suspiro, no quiero que el libro termine, para mi todo termino cuando ella y él se besaron.

Tomo mi mochila después de meter mi camara y uno que otro preservativo. Mamá me dijo que no saliera pero estamos en Castle, este lugares hace las mejores fiestas de Halloween y no me perderé ninguna.

Me escaneo al espejo con el vestido rojo escarlata de gamuza y encaje blanco al final. Suspiro, acomodo mi cabello rojizo y coloco el sombrero de bruja.

«¿Caminar sola por el bosque mientras un loco quiere atraparme?»

Probablemente aterrador pero aún conservo la daga, no le tengo miedo, ya lo he visto a la cara y se ve como...

Frunzo el ceño y cierro la puerta con llave. No quiero recordarlo. Acaricio a manchas después de darle un beso de despedida y me sumerjo con las botas hacia el bosque. Es la ruta más rápida a Castle y a la fiesta del imbecil de James.

El viento silba a mi alrededor, acariciando mis mechones rojizos que se deslizan en mis labios, el escalofrío me recorre cuando mis propias botas rompen ramas delgadas bajo mis pies. Aprieto mi mochila y la cuelgo a mi espalda.

Todo es oscuro, grillos y aves sobrevuelan cuando me adentro, hay zonas tan oscuras que seguramente podría haber un oso, pero los osos no deberían asustarme tanto cómo mi asechador. Londres está a dos horas, no es posible que él llegase tan rápido sin ser visto. ¿Verdad?

Suspiro de alivio cuando la música comienza a escucharse, me detengo en el relieve y veo la casa de James en picada. Personas disfrazados deambulan debajo de la luz cálida, música y alcohol así como gritos de diversión adornan la atmósfera.

Un ruido me hace girar, el corazón se me aprieta contra el tórax doloroso. Jadeo, trago saliva y no puedo hablar, escuche cómo crujió una rama, se que lo escuché.

—¿Hola? —cierro los ojos un segundo, sólo estoy paranoica—. No me gustan las bromas de mal gusto, imbécil.

Sin respuesta y parezco una idiota, suspiro rodando los ojos. Doy la vuelta para irme pero entonces un sonido proviene de mi oído.

—¿No te gusta?

Cada hueso de mi cuerpo se bloquea. La voz gruesa me atropella como un bucle en cámara lenta, trató de girar hacía él pero mi bota resbala con las hojas otoñales, aún así doy un giro y toma mi mano. Quedo suspendida, atrapa con su mano que envuelve la mitad de mi antebrazo, estoy ardiendo.

Respiro con dificultad porque no sé qué sucede, me tiemblan el labio, y cuando lo escaneo allí está, el hombre enorme de hombros anchos, bañado de sangre, con la ropa de un policía, no parece quedarle porque está muy apretada, su pecho es...

—¿Te gusta lo que ves? —hay oscuridad y una máscara cubre la mitad de su cara.

—Suéltame, imbécil.

Y, lo hace... no sin antes sonreír, puedo ver su colmillo brillante al mismo tiempo que un grito ahogado me atraviesa cuando caigo y ruedo infinidad de veces. No lo veo, sólo trato de cubrirme los arañazos que recibo al caer, gruño cuando algo impacta contra mi costilla.

Cuando mi cuerpo deja de rodar quiero levantarme pero mi orgullo se ve aplastado ya que no puedo. Echo mi cabello hacia tras, quito las hojas, mi mirada se dirige a la cima pero ya no hay nada, y me pregunto si lo imagine, si es como los sueños vividos. Quizá se deba a que no tome mis pastillas.

Las ganas de llorar me invaden las pupilas pero lo aplasto después de colocarme mi sombrero.

—¿Estás bien?

—¡Jesús! —llevo la mano a mi corazón y elevo la mirada.

El disfraz de Ghostface está frente a mí.

—Si estar bien es caer en picada enfrente de una fiesta de fraternidad entonces sí, estoy jodidamente bien —trato de levantarme pero las costillas me duelen.

Me ayuda a levantarme y me aparto, los hombres no suelen tocarme.

—¿Eres nueva aquí? —inquiere, y niego—. ¿Entonces porque no tenía el honor?

Resoplo ante su coquetería.

—No es un honor —trato de irme pero me sujeta de la muñeca, dispara mis sentidos y le tuerzo la mano.

—Mierda, mierda —jadeo, burlón. Se quita la máscara y suspira.

Sacude el cabello rubio y quedo quieta con la belleza pura que irradia.

—Soy Damon —extiende la mano—. Damon Armstrong.

Sonrío como idiota y toco su mano enguatada.

—Estoy aquí en servicio a la jerarquía —dice y lo suelto—. ¿Eres miembro, no?

—Desgraciadamente —suelto y tomo un vaso rojo de la mesa a mi lado.

El patio está compuesto por una piscina y unos sujetos con disfraz escalofriante. Ignoro a Damon que no me sigue, me voy hasta la barra que es atendida por Forb, mi compañero de escuela. Está disfrazado de payaso escalofriante con demasiada sangre falsa y sonrisa sexual.

—Mira nada más quién está aquí —me escanea el busto y suspiro irritada—. ¿Vuelves de tu escapatoria? ¿Ya supiste quién escapó del psiquiátrico?

Me cubro la boca con asombro fingido.

—¿Tú? —hago puchero—. Deja de ser un imbécil y lleva esta mierda —pongo el vaso en la barra de madera.

Todo está estructurado y adornado con temática oscura, la piscina cambia a color rojo y negro, todos se drogas, bailan y besan. Son más de las doce así que probablemente llegué tarde.

—Aquí está su bebida —la azota y mona mi cabello, me trago la palabra que quiero decir para tomar el vaso y dar tres tragos—. ¿Sed?

—Sírveme —le pongo el vaso vacío—. Necesito estar ebria para soportar tu cara de imbécil.

Comienza a llenarlo, me mira mal y entrecierro los ojos cuando abre la boca.

—Deberías esconderte antes de que vengan por ti, o probablemente eso quieres, ¿no?

Aprieto los puños y le aviento el líquido del vaso después de tomar la botella.

—Te voy a arrancar la lengua —espeto con los dientes apretados.

Me dirijo al interior de la casa empujando a los fumadores en lo que el ambiente es más tenso dentro de la casa.

La música y luces de Halloween empapan la atmósfera, las arañas cuelgan del techo así como las telarañas.

Las calaveras que sostienen tarros de cerveza se me atraviesan cuando trato de cruzar la esquina sin tocar a nadie. Vanessa y Ostin están en el billar jugando con unos chicos de cabello largo.

—Hola —le robo el trago a Os que no toma cerveza.

—¿Qué diablos te pasó? —inquiere Os al ver los rasguños de mis brazos y el cabello lleno de hojas.

—Rodé una diez mil veces —suspiro y doy un trago de licor.

Escaneo a los chicos y Vann esta muy concentrada. Uno de ellos me escanea, tiene ojos azul cobalto brillantes, cabello largo y es bastante algo, un poco más que Ostin.

Me sonríe cálido y desliza el vodka que tiene en la mano, encima de la mesa, lo tomo, eso evita que el tiro de Vanessa sea Perfecto y gruñe.

—¿Qué mierda? —levanta la vista y me mira—. ¡Viniste! —corre, rodeando la mesa y me abraza—. Estos imbeciles hacen trampa.

—Hombres —simplifico.

Jugamos un rato en el billar, bailamos, tomó fotografías y el de ojos azules me sonríe, le entrego una fotografía. No me siento del todo cómoda pero lo dejo pasar.

Después de dos horas y media ya estamos tirados en el sofá, las personas han desaparecido, Vann se besa con el chico de ojos azules, Ostin me acaricia el cabello y suspiro.

—Creo que debo irme —suspiro. Ostin asiente y besa mi sien—. ¿Irán a casa mañana?

—¿Me invitas, muñeca? —la voz me hace fruncir el ceño.

Escaneo el chico de cabello azabache y Vann sonríe.

—Supongo —me pongo de pie y Ostin también—. Me iré sola.

Frunce el ceño pero después de la lucha de miradas me deja. Coloco mi mochila, me despido de Vann, y el de ojos azules me sonríe, es casi siniestro por lo atractivo que es pero no me da miedo, parece ligeramente dulce.

Me desvió por el camino hacia la carretera, no subiré esa colina con el cuerpo lleno de alcohol, probablemente quede como Estrella tirada y no me aparece morir así. La gravilla truena bajo mis botas, perdí mi sombrero en una voltereta que hice al bajarme de la mesa de billar, casi me rompo el cuello si no es por el pelinegro.

Las hojas acarician mis piernas mientras me escabullo por el bosque de nuevo, probablemente deba tener miedo pero estoy demasiado alcoholizada, demasiado caliente y demasiado todo.

La luna choca en algún claro del bosque, un destello blanco y filoso se atraviesa justo delante de mí, el alcohol sale de mi sistema haciéndome jadear. Tiro la mochila al suelo y saco la daga de mi bota, casi puedo oír el filo contra los árboles a mí al rededor, doy vueltas, no encuentro nada que me amenace pero el cuerpo me dice que sí. Puedo sentir su presencia.

—¡Sal, idiota! —grito, temblando, aprieto los labios para no quebrarme—. ¡Sal y muéstrate!

Silencio.

El viento silba, erizándome la piel de la nuca, aprieto la daga en mi palma temblorosa, no controlo los movimientos erráticos. Me tiembla todo, giro en círculos, pero no hay nada.

Tomo mi mochila y corro, vuelo entré en bosque, tropiezo y vuelvo a correr, no porque tenga miedo estúpido, es porque viene detrás de mí.

Sus pisadas se hacen grotescas, jadeo, grito y me barro contra las hojas, salto un tronco, las lágrimas me nublan la vista...

El pie se me dobla y voy a dar de brisques al suelo, trato de tomar la daga pero esta me corta por el golpe, suelto un siseo al mismo tiempo en que desaparece de mi mano.

Me quedo en silencio, cubro mi boca con mi palma ilesa en lo que trato de escanear aún tirada mí al rededor.

Pero entonces lo escucho, su voz acompañada de un siseo.

—¿Te has lastimado? —niega con la lengua, aprieto los ojos. «No es real»—. Debo curar eso.

Su cuerpo aparece en mi campo de visión, el tronco está arriba de mi pie no sé porque, pero me percato de que es una curva de raíz mi pie está atascado allí.

No veo sus ojos, sólo sus pantalones de vestir, huele a limpio, se arrodilla a los lados laterales de mi cintura, toma mi palma, aprieto los labios cerrando los ojos...

—Mmh... —gime y reprimo el mío al sentir su lengua quitar mu la sangre de mi palma—. Deliciosa.

Su calor y tacto contra mi piel me pone a temblar, aprieto los muslos, me enfoco en que mi Pue está atorada.

—No es real —susurro, aprieto el puño pero me lo evita, apretando mi muñeca, sollozo—. No es real.

—¿Cómo me siento? —dice, su cuerpo se acerca al mío, es grande, cálido, casi gimo.

Es tan familiar, como si ya hubiese estado aquí, o todo el tiempo.

—¡Es un sueño! —grito—. ¡Despierta!

Se burla, toma mis muñecas y las somete sobre mi cabeza. Su nariz se desliza por mi cuello y sólo lo arqueo para darle libre acceso. No puedo controlarlo, no puedo, estoy llorando, las lágrimas me parten en dos y él deja un beso cálido después de un mordisco.

—Volveré por ti —susurra contra mi boca al separarse.

Entre abro los labios, su calor, su voz. Sólo debo tener los ojos cerrados. Sólo debo tener los ojos cerrados. «No es real»

—Te dejé un regalo —susurra contra mis labios, aprieto los míos, lame mis lágrimas y ladeo la cabeza derrotada—. Feliz Halloween.

Me suelta, todo se queda en silencio después de unos pasos contra las hojas y al fin abro los ojos.

La vergüenza, el terror y rabia se apodera de mí. ¿Cómo pude disfrutarlo? Yo lo odio. Lo odio. Lo odio.

—¡Te odio! —grito.

Pataleo sin importar el dolor de mi tobillo, grito y grito tirada en el bosque como una estrella. Se que estoy mojada pero mi mente lo bloquea, porque no sé si es mi mente, no sé si está aquí, no sé qué diablos me sucede.

Un sollozo se me escapa, me levanto. Saco mi pie adolorido, recojo todo y me arrastró poco a poco hasta mi casa. No hay nada peor que dejar mi dignidad en el bosque, estando sola, todo lo imagine, quizá mi necesidad de verlo, esta obsesión me está matando poco a poco.

Me sostengo del pórtico y cruzo la parte del jacuzzi donde manchas me bombardea con maúllos que apenas respondo.

Abro la puerta, tiro mi mochila aún con la mano con sangre, todo es tan lento, no sé porque todo está tirado, tampoco sé porque hay pisadas en el suelo. Parpadea aplastando mis ojos con las palmas. Las lágrimas caen a mis labios, quito mis botas una vez llego a mi habitación que está parcialmente oscura. Dejo la daga en la cama.

Me ducho con la ropa, dejo que se moje, un sollozo rompe mi garganta y aprieto los puños, acaricio la cortada, la llevo a mi boca y huelo la sangre. Saco la lengua, acaricio el lugar donde estuvo su boca.

Acaricio mi vientre y llevo mis dedos a mi humedad. Es una sensación de llamas ardiente contra mi piel, quiero que llegue ahora, ahora que no me importa una mierda, pero antes de que pueda sumergir mis dedos algo suena afuera.

Cierro la perilla de la regadera, salgo de la tina, y no sé cuándo me desnude, mi ropa está tirada en el piso, humedad, huelo a shampoo y tampoco recuerdo eso.

Me escaneo en el espejo de botiquín, parece que estoy muerta, busco mis pastillas y tomo el frasco naranja transparente. Tomo una pastilla y salgo del baño.

Las lágrimas aún me empapan y no sé porque, ya no lo recuerdo, no quiero hacerlo. Me tiro a la cama, envuelvo en una sábana y frunzo el ceño al ver una caja de regalo en la mesa de mi ventana.

Me acerco hasta ella con manos temblorosas, el corazón se me comprime y niego, apretando los labios húmedos de lágrimas saladas...

Apenas parpadeo, la oscuridad no ayuda, enciendo la lámpara de la mesa y la vista se me bloquea al ver la sangre, carne y tierra dentro de la caja, es una lengua cortada con una nota tintada de carmesí. La mano temblorosa toma el papel y las palabras me atraviesan como cuchillas.

Lo hice por ti.

A.

El grito me hace tirar el papel, la caja va a dar el suelo, la lengua cae a mis pies, retrocedo y caigo contra mi piso, el dolor agudo me atraviesa la nuca, todo se vuelve oscuro, parpadeo, no puedo hablar, y antes de perder la conciencia una sombre se atraviesa en mi visión.

«No es mi imaginación»

Él está aquí.

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