Anónimo

Debería de ver lo dulce que se ve durmiendo, las respiraciones se le hacen jadeantes conforme me acerco. Hay una lampara en forma de calabaza que ilumina sus labios rojos y sedientos.

Me hundo a su lado, y un delicioso jadeo la hace retorcerce. Tomo la daga que ha dejado tirada y la utilizo para trazar el valle de sus pechos. Los pezones se le erizan bajo la tela de encaje con tejidos de cerezas.

Acaricio su cabello de fuego, está húmedo pero es suave, tan exquisito cómo ella, mi mano cubre toda su cara. Ya he traído las compras, estaremos muy ocupados estos días.

Llevo la daga a sus labios, rodando la carnosidad rosa.

—Uy —susurro y sisea cuando dejo un ligero corte.

Gime en negación, sus párpados se remueven cómo locos.

La dejo soñar en lo que examino su habitación. La sangre de mis dedos mancha su cama pero lo ignoro, a mi mocosa le encantará saber que estuve aquí.

El día que la compré el mundo se me vino encima, nadie habló sobre la historia real, nadie dijo la verdad. Ella se paró valiente frente al estrado y me declaró culpable, pero lo acepté, yo sé que fui culpable.

Debí matarla y no lo hice.

—Nada interesante —digo al terminar de inspeccionar la habitación. Su recámara en Castle es mucho más acogedora, incluso tiene fotografías mías—. Debo dejarte, herz.

Gime y niego con la lengua.

—Vendré por ti —me acerco a su cama, recargando mi cuerpo hasta cubrirla, sus labios están tan cerca que puedo saborearlos—. Hasta podría besar esos lindos labios tuyos.

—Todo estará bien —gime con fuerza. «Fue lo que le dije al marcarla»

Comienza a removerse.

—Di que me odias —suplico, su aliento se alinea al mío, el corazón y la polla me laten tan fuerte que debo apretar los tienes.

Se remueve jadeante, retrocedo al verla golpear el aire. Me escabullo en el primer armario que veo. Es jodidamente pequeño, me debo encoger, tiro ropa y jadeo cuando su voz resuena.

—Oh, Dios —jadea. Me asomo por la rendija, apreciando cómo toca sus bragas—. Necesito un exorcismo.

Necesitas un armario más grande. Muerdo los labios al verla caer boca abajo con el culo carnoso al aire. «Joder»

Bajo la cremallera, y con la mano llena de sangre seca comienzo a acariciarme el miembro palpitante. El olor de su ropa guardada, sus ronquidos silenciosos y el trasero delicioso que rebota cada que cambia de posición me tensa las bolas, provocando. Soy grande para ella, la puedo lastimar si la tomo ahora, quiero que se deshace debajo de mí, que disfrute y me apriete como nada.

Gimo por lo bajo, sosteniéndome de un tubo, apreciando su cuerpo, intensifico las sacudidas hasta que la piel chasquea. Abre las piernas y eso basta para que mis bolas se alcen en placer que desliza por toda mi columna hasta mi vientre y estalle, derrabándome sobre su ropa y suelo. Marcándola cómo lo que es. Mía.

Nota:☠️