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13🕷️

Contenido sensible.
Sexo y sangre con confusión mental.

Encantadora🕷️


Todo está detenido a mí al rededor. Todos corren, y se golpean, caen tirando a otros, las luces parpadean pero no escucho, sólo como todo pasar en camara lenta.

La fiesta es una masacre, esto tenía planeado. Me jodio y mintió. Sólo le importa ser un maldito. Una lágrima se desliza por mi mejilla, furiosa, aburrida de las mentiras, pero es entonces cuando un cuerpo se viene hacia mí, y una mano a mi lado la frena. Empujándola hasta que cae al suelo.

Había olvidado que su cómplice me tenía.

Se levanta de un salta entre los gritos y aprovecho la distracción para empujar al que tengo custodiándome, sólo escucho que maldice, se viene hacia mí cuando giro, trata de atraparme pero le golpeo con fuerza la entrepierna para emprender huida. El corazón se me agita porque los gritos y sangre son cubiertos por algunos zumbidos como el silbido de mis tímpanos.

Choco contra algo duro que parece ser un cuerpo llevándome las suelo, las luces de la fiesta parpadean y alguien pisa mi mano, el grito de dolor me desgarra, los gritos de auxilio son sinfonía y sólo pienso en mis amigos.

—¡Ostin! —grito con fuerza, tratando de levantarme...

Alguien me levanta, cubriendo mi boca con su palma, huele a chicle y químico. Pataleo cuando me lleva entre la gente, no sabía que había tantos. Visualizo la cocina donde hay botellas de licor, puedo ver directo a la sala donde alguien es lanzado por la ventana por el hombre de dos metros, veo su rostro lleno de sangre y grito de rabia y furia mientras el maldito que me somete contra el mármol tira las botellas.

—¿Lista, muñeca? —se presiona con mi espalda.

Es siniestro igual que él, y odio cómo mi cuerpo reacciona, viendo la sangre y los gritos. Los ojos del enfermo mental se encuentran con los míos. El hombre detrás de mí me jala el cabello, obligándome a verlo, sus ojos zafiros están negro, es pura maldad y sadismo.

—Vete a la mierda —le escupo, sonrío, los colmillos le brillan, y mientras peleo lame la saliva.
—Quiero que lo mires mientras me aprietas la verga —exige.

—No —forcejeo inútilmente.

Pero allá donde está él, clavando una y otra vez una daga a alguien que ya está muerto, y sólo sigue y sigue sin parar: es donde mi centro se aprieta al verlo con sangre.

—¿No quieres? —inquiere, levantando mi tul, y bajando mis bragas el aire golpea contra el fuego de mi entrada—. ¿No... quieres?

Aprieto los dientes sin querer hablar, un tipo grita pasando por la sala, Tayler se levanta y lo toma de la nuca, lanzándolo de una manera antinatural contra mi televisión en la pared.

—¿Lo deseas a él? —susurra contra mi oído, mi centro sufre un choque epiléptico, y jadeo cuando su polla desnuda acaricia mi muslo—. Sólo dilo.

—Sí —gruño, su pene se desliza más arriba, me echo hacia atrás.

—Sí, ¿qué?

—Quiero que me folles mientras lo miro —suelto.

El alivio va acompañado de una mirada oscura que atraviesa el viento hasta chocar conmigo en esta posición donde un grito ahogado sale de mí al sentir como la cabeza de Elton me atraviesa sin aviso. Los brazos de Tayler se tensan en la daga, la sangre chorrea por todos lados, las luces nos bañan, él no se mueve y yo no puedo respirar.

—Gime —exige el de atrás.

Y lo hago en lo que me llena, empujándome con violencia, jala mi cabello obligándome a seguir mirando. Es frenético, loco, sus carcajadas sadicas se extienden por mi cuerpo cuando junta mi piernas y sus bolas chocan contra mi clitoris.

—¡Ven aquí y siéntela! —le pide—. Tienes razón, está desquiciada.

Pero él sigue sin moverse, mi cara puede decirle lo que sucede pero en lugar de detenerme me empujo contra el hombre detrás de mí, exigiendo más. Un ruido sordo llega cuando alguien entra corriendo a la sala y la daga que le atraviesa el ojo es la causante de mandarlo al suelo.

—Voy a venirme, lindura —jadea.

Me usa como a un trapo, el tirón de cabello arde mientras me penetra como una muñeca, mis nalgas arden y mi centro se aprieta cuando Tayler salta la sala, cruza la visión de la cocina y rodea la barra. El orgasmo me parte al ver cómo se quita el cinturón y la verga animal le palpita sobre las luces una vez la tiene fuera.

Se arranca la camisa, el hombre detrás de mí, sale, gruñendo; me folla mientras se corre, dejando que el semen salga y entre.

Cuando tiene suficiente veo el intercambio de miradas. Una rabia surge pero no parecen matarse. Elton me pone de rodillas frente a Tayler aun con su puño en mi cabello, las manos me tiemblan así como los muslos.

—Los declaro marido y mujer —dice con firmeza.

El dolor de mis rodillas no es nada comparado con lo que veo enfrente. La mano detrás de mí me suelta sólo para que la mano de Tayler caiga con un zumbido a mi mejilla.

—¿Te gustó? —inquiere.

No sé qué decir, si digo algo malo, y definitivamente estoy enojada, pero mentiría si digo que no.

Asiento levemente.

—Espero lo disfrutarás porque no sucederá jamás nuevamente —espeta, y antes de que reaccione toma mi mandíbula, llevando su polla a mi garganta—. Se una buena mocosa y no uses los dientes.

Pero apenas respiro, me duele, no la puedo abrir bien, mis lágrimas de rabia y desespero por la vida de mis amigos es acompañada de un placer irreal cuando gime, el cabello lleno de sangre y cuerpo pintado de carmesí retuercen mi coño sucio, me usa como un juguete que dominar.

Sólo puedo pensar en sus ojos, en lo fuerte que entra dentro de mí y mientras me abre la boca con los dedos sangrientos sonrío. Creo que realmente estoy loca, lo deseo mucho, y por ello gimo, chupando y succionando su punta salada, me ahogo por lo grande pero me esfuerzo complaciéndolo, lucho con las arcadas y lágrimas que limpia.

—Así, mocosa, trágate todo o te follare por atrás y te trozare en pedazos por dejarte tocar de otro.

Mi coño se aprieta, mi clitoris tiembla y gimo, viendo su boca abierta entre las luces mientras el de ojos azules me mira detrás de él, guiñándome el ojo, y yo sólo puedo estar satisfecha ante el hecho de haber estado con ellos. Complacerlo a él, y que me manche de sangre que probablemente son de personas inocentes.

Un golpe de calor me destruye cuando un orgasmo me tumba, no respiro, trato de alejarme pero revienta en mi garganta, me ahogo, semen sale de mi nariz, y aún así me folla, mientras las piernas me ceden con mi propio orgasmo llevándome a la tumba.

La nube negra me atraviesa cuando araño sus manos, suplicando que me suelte y sólo cuando termina de palpitar lo hace pero es demasiada tarde porque todo se oscurece a mi alrededor como un juego macabro.

Caigo al piso de madera, unas rodillas impactan contra este y las manos que reconozco me ladean la cara.

—Eres encantadora —se inclina a besar mis labios—, y me encargaré de que jamás vuelvas a sentir que está mal.

Después acomoda algo en mi palma, y los pasos desaparecen así como una mano fría acaricia mi cabello.

—Lo convenceré de hacerlo nuevamente, muñeca.

Y se levanta con manos despreocupados, a diferencia de su amigo él es como una mano fría chiquillo, perturbado pero no sé quién es peor, seguro el que casi me mata con semen en la garganta.

Antes de que mi consciente se apague sólo pienso en mis amigos, pero finalmente el mundo muere a mi alrededor.

Gritos, gritos y más gritos.

Mi nombre es aclamado como un festín, pero después un aullido me rompe en mil pedazos cuando la voz de mi madre me azota, y las imágenes de lo que sucedió me parten por mitad.

—¡Lovely! —ruge—. ¿Cómo pudiste, hija?

Su aullido me alerta, me levanto mareada con la visión periférica atrofiada y los huesos de gelatina. Me madre sujeta mi mejilla.

—¿Qué hiciste, hija? —su lamento me obliga a ver sus ojos ámbar llenos de lágrimas y dolor—. ¿Qué sucedió?

Giro a todos lados, la policía comienza a entrar, y trato de hablar pero mi madre habla tan segura de todo que hasta yo lo creo.

—Ella fue, tiene el arma.

Cuando lo dice giro la vista a la mano que aún tengo congelada en el aire, lista para clavarla, pero la suelto cuando ella se aparta. El nudo en mi garganta no me deja hablar, de hecho creo que he pedido la voz, y me obligo a suspirar, negando, retrocedo cuando el equipo militar entra entre el FBI.

—¡No se mueva! —gritan cuando corro a la puerta trasera.

Ni siquiera pienso en nada más que huir, que salir de este lugar, la puerta está abierta, y el aire frío golpea mi cara así como la claridad de la mañana. Los hombres corren detrás de mí cuando me dirijo al bosque, jadeando me acerco más y más pero todas mis esperanzas caen al suelo al sentir un cuerpo derribarme y por primera vez grito.

Grito tan fuerte que mis tímpanos vibran, palpitan y silban. Las lágrimas empapan mi rostro, me somete contra el pasto, ni siquiera escucho lo que dicen o si me leen mis derechos pero algo frío aprieta mis muñecas.

Muñeca.

—¡Yo no fui! —lo juro, y suplico que no cuando me levantan.

Básicamente me carga mientras pataleo con mi vestido negro, al llegar a la parte de enfrente mi papá está con la cara roja de lágrimas, pero yo estoy llena de sangre, supongo que porque resbale, ni siquiera me di cuenta de ello hasta que me ponen frente a un auto oficial.

Los ojos grises de mi padre gritan tristeza y resignación.

—Papi —sollozo.

Pero se gira y mi alma cae al suelo así como mis esperanzas porque sé que no me ayudará, no me escuchar. Ni siquiera pongo resistencia cuando abren la puerta y traten de meterme pero antes una voz familiar se atraviesa.

—Sí, señora, se harán las pruebas dactilares.

La rabia, furia y asco en mí crece al girar e encontrarme el maldito de ojos azules vestido de negro, un traje militar típico de la jerarquía pero este tiene un fénix azul. «Aristocracia»

—¡Tú! —rujo, las lágrimas me rompen, todos los ojos de ofícieles y policial que no había visto están en mí—. ¡Dile que no fui! ¡Fue él! ¡Ustedes!

El silencio se hace, no sé qué pasa pero mi corazón se rompe, porque creí que le importaba, creí que me quería de alguna manera retorcida pero sólo me enloquecen.

—Es mejor se que calme —me pide.

Y grito en un rugido, no sé cómo pero, saco fuerzas suficientes para impactar contra él, me eleva al cargarme, le pateo las bolas haciendo que me suelte y que caiga de rodillas mientras yo paralelo como tortuga en su concha.

—¡Llévensela! —exige mi madre.

Mi padre trata de hablar cuando me levantan con violencia y veo los ojos zafiros que están hirviendo en rabia pero yo también.

—¡Me follaron allí! —no sabía que me dolería—. ¿Por qué me hacen esto a mí? —el sollozo me rompe—. ¿Por qué? ¿Mataron a mis amigos para volverme loca y usarme? ¿Para qué?

—Están vivos —es lo único que dice en voz baja cuando pasa cerca de mí y abre la puerta.

Sin darme la cara la cierra una vez estoy adentro, y cada parte de mi ser se rompe, mi espíritu y mis ganas de luchar.

No puedo haber hecho todo eso; un hombre entra y me quita las esposas, poniéndome cadenas al frente. No me muevo, creo que no respiro.

Ni siquiera puedo pensar, yo sé lo que vi. Se lo que pasó pero nadie me cree, nadie se preocupa por mí, sé que la abuela me creería, sé que le habría pegado a ese maldito con el bastón.

Cada escena de la noche se repite una y otra vez en mi cabeza. Cada vez que sucede cosas desaparecen, el pelinegro no está detrás de mí, después Tayler tampoco. Estoy yo matando a todos ellos, soy yo la que le clava la daga a Michelle, y cuando eso sucede elevo la vista dejando que la lágrima se deslice.

Frunzo el ceño al ver que estoy en una habitación blanca con una mujer de lentes y tatuajes en el cuello.

—¿Tienes todo más claro? —inquiere.

No respondo, no sé qué hago aquí, de hecho, sólo veo mis manos limpias encadenadas, un traje blanco completo me rodea, mi cabello está peinado pero cae sobre mi cara cuando la veo a través de él.

—¿Qué hago aquí? —inquiero—. Quiero ver a mis amigos. ¿Están bien?

—Están detrás del cristal —dice, señalando detrás de ella—. Pueden oírte, y ellos dicen como sucedió todo.

Entonces algo parecido a un interruptor suena.

—Hola, Pequeña —la voz rota de Ostin me hace sollozar, sonrío, aunque no lo puedo ver sé que está llorando—. Lo lamento... yo... lo siento, niña. —hay un silencio tan doloroso que no sé porque diablos sigo viva—. Te volviste loca, sólo gritaste, y cuando vimos Michelle no tenía un ojos, todo sucedió tan rápido. Un amigo nos ayudo a ocultarnos y después nada. Gritos, y horas después estabas bañada de sangre contra el piso y un cadaver... más los de la sala.

Niego, me niego a que lo que dice se reproduzca tal cual.

—Fue él —le aclaro—. Tú lo sabes, y Elton, su amigo, era su amigo.

—Él está muerto, lo sabes —me dice—. Lo sabes, sólo te niegas a la verdad. ¿Recuerdas?

Me niego, me niego a que sea verdad, a qué cuando encontraron el cuerpo lo hayan encontrado.

—Estaba en el bosque, hicieron pruebas... era él, desde allí comenzaste a hacer cosas extrañas...

—¡Mentiroso! —lloro, lloro con el corazón roto—. Es mentira. ¡Yo jamás lastimaría a nadie, Os! ¡Lo sabes! ¡Díselos! —me quedo en silencio esperando su respuesta, y el interruptor se corta—. ¡Ostin!

La traición, el odio y decepción se mezclan cuando me jalo las cadenas, mi pecho grita en dolor, se agita y llora cuando caigo de rodillas suplicando que se detenga el ruido de mi cabeza. De su voz, de sus besos. De todas las veces que lo sentí y no fue verdad.

Nadie fue verdad, las imágenes se componen donde estoy sola, soy sólo yo. Soy yo hablando en el bosque, soy yo sola en casa, soy yo en el psiquiátrico, y soy yo clavando la daga a Michelle.

Grito y grito, manos me someten, pero todo se queda en blanco al sentir un pinchazo, y todo se vuelve claro. Tan claro hasta que mis ojos muertos dejan de tirar lágrimas y me recogen del suelo.

Pasamos los pasillos inundados de personas, personas que reconozco, peor todos se ven tan normales, tan mortales que quiero cortarlos en pedazos.

En puerta de la salida hasta mi familia o lo que fue de ella, mis amigos o lo que son ahora. Mis ojos los examinan, ni siquiera me importa. No me importan sus lágrimas, ni sus ojos tristes.

La película se reproduce de nuevo y aparto la vista para ser llevada a un cuarto blanco de esponja donde caigo sobre mi trasero.

Me quedo allí, analizando lo que se supone paso, y entonces lo acepto.

—Fui yo.





Nota:

🩸☠️

Nos vemos en el epílogo.

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